Entrevista a Noam Chomsky
Plaza Pública
Las
teorías de este lingüista, filósofo y activista norteamericano son
referentes desde hace medio siglo en varios campos, pero sobre todo en
los del lenguaje y la crítica de la política exterior estadounidense.
Sus críticas al sistema capitalista y al sistema de manipulación de
masas son implacables. Aquí se enfoca en la política estadounidense y
América Latina, el legado de violencia de las guerras civiles en
Centroamérica, el juicio por genocidio en Guatemala y los movimientos
de resistencia popular que están cambiando el balance de poder en toda
la región.
Llego al despacho de Noam Chomsky en el
Massachusetts Institute of Technology (MIT) unos minutos antes de la
hora acordada. Mientras espero fuera de su oficina entran dos muchachos
de Nueva Zelanda. “¿También vienen a entrevistar a Chomsky?”, les
pregunto. “No”, me responde uno de ellos, blandiendo una copia de Control Mediático. Los Espectaculares Logros de la Propaganda.
“Andamos viajando por Estados Unidos y vinimos para que nos firme este
libro”. Después de unos minutos de nerviosismo, la asistente de Chomsky
abre la puerta y los invita a pasar adelante.
Mientras Chomsky firma el libro en la antesala y posa para el selfie
obligatorio, su asistente me dice que tome asiento en su oficina. Al
pasar los escritorios de sus dos ayudantes, veo una estatuilla de un
gnomo. Caricaturiza las facciones de Chomsky y tiene un letrerito que
dice “Gnome Chomsky”, un juego de palabras que alude a la similitud
fonética entre gnome (gnomo) y Noam en inglés.
En su
oficina, en la parte superior de uno de sus libreros, hay una foto de
Monseñor Romero, el obispo salvadoreño que fue asesinado por las
fuerzas contrainsurgentes en 1980, con la siguiente cita: “Educar es
crear un espíritu crítico y no sólo transmitir conocimientos”, y un
mensaje de Crispaz, una organización religiosa salvadoreña, que le
agradece al intelectual anarquista por su apoyo al movimiento
salvadoreño a favor de las víctimas de la guerra civil en ese país.
Las
teorías de Chomsky han revolucionado el campo de la lingüística, un
marco científico que ha empleado para desarrollar sus teorías acerca de
la propaganda y la manipulación de las masas a través de los medios de
comunicación. Su abierta oposición a la Guerra de Vietnam en 1967 marcó
el comienzo de su larga trayectoria de activismo político y, durante la
década de los 80, se opuso con dureza a las intervenciones
estadounidenses en Centroamérica a favor de las dictaduras militares.
Hoy,
a sus 86 años, Chomsky luce relajado, afable y totalmente inconsciente
de su estatus de celebridad. Cuando se van los jóvenes neozelandeses,
Chomsky entra, me saluda y comenzamos la entrevista. Nuestra
conversación se enfoca en la política estadounidense respecto a América
Latina, el legado de violencia que dejaron las guerras civiles en
Centroamérica y los movimientos de resistencia popular que están
cambiando el balance de poder en toda la región. Le pregunto si ha cambiado significativamente la política estadounidense hacia América Latina desde que escribió La Intervención de los Estados Unidos en Centroamérica y la lucha por la Paz,
en 1985. Chomsky cree que existe, pero que “se debe a la creciente
independencia de América Latina –principalmente Suramérica, porque
Centroamérica tiene un menor grado de independencia debido a su
debilidad y a su proximidad con Estados Unidos–, lo cual ha sido un
fenómeno bastante notable. Durante la Cumbre de las Américas (de
2012)”, continúa, “Estados Unidos y Canadá adoptaron posturas
diferentes a las que manifestaron todos los demás países del hemisferio
sobre una serie de temas contenciosos. Uno era Cuba y el otro era la
despenalización de la droga. Eso no hubiera ocurrido hace unos años.
Además, Estados Unidos no es capaz de injerir directamente como hacía
antes. Con la injerencia pasada lograron desarticular, en cierta
medida, los movimientos populares. En el pasado, Estados Unidos
reprimió prácticamente cualquier intento de independizarse, generar
justicia social y establecer gobiernos democráticos. En la actualidad,
Estados Unidos tiene menos capacidad, menos necesidad de intervenir, y
la región se ha vuelto más independiente.
Estados Unidos apoyó significativamente el juicio por genocidio del ex dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt…
Creo que decir “apoyó significativamente” sería una exageración…
La embajada estadounidense en Guatemala expresó un interés en que el juicio avanzara…
Querían
una conclusión rápida que no implicara a Estados ni a sus aliados.
Después de todo, Ríos Montt no actuó de manera aislada. Estaba
recibiendo apoyo de la administración Reagan y cuando el Congreso
impidió que Reagan siguiera participando directamente en la violencia
genocida, Reagan mandó a llamar a su ejército terrorista internacional,
Israel, para que entrenara a los militares guatemaltecos y les
proporcionara armas, básicamente para que cumpliera el mismo papel que
había fungido Estados Unidos.
¿Cuáles fueron los verdaderos
motivos detrás del apoyo estadounidese al juicio de Ríos Montt? ¿El
temor de tener un estado fallido en su patio trasero?
Sin
duda, había personas en la embajada estadounidense interesadas en
apoyar el juicio pero en lo que respecta a la política exterior
estadounidense, me parece que el juicio fue tolerado con tal de que no
tocaran a Estados Unidos y a sus aliados; eso era sumamente importante.
Estados Unidos no se opone a que estos crimenes sean juzgados en
tribunales nacionales con tal de que no salga a colación la dimensión
internacional del conflicto. Sucede en todas partes. Sucedió en el caso
de Saddam Hussein, por ejemplo. Fue juzgado y sentenciado a muerte por
crímenes de guerra cometidos en 1982 que de hecho fueron los menos
graves que cometió. El año siguiente se produjeron crímenes mucho
peores, como la masacre de Halabja y los ataques contra los Kurdos pero
esos crímenes nunca se mencionaron porque fueron cometidos con el apoyo
de los Estados Unidos. Ese fue el año en que Irak fue eliminado de la
lista de países considerados como terroristas para que Estados Unidos
pudiera seguir proporcionándole ayuda. Ese fue el año de la famosa foto
en la que aparece Donald Rumsfeld dándole la mano (a Saddam Hussein)
pero nada de eso salió a colación.
¿Debe Estados Unidos
considerar la crisis de los niños migrantes no acompañados en la
frontera sur como una consecuencia de sus políticas intervencionistas
en la región y el impacto que han tenido en términos de exacerbar la
violencia y la pobreza en los países del Istmo?
La mayoría
de los niños proviene de Honduras. Eso no es coincidencia. La situación
de Honduras ya era bastante mala pero después del golpe (contra Manuel
Zelaya en 2009) se convirtió en una historia de horror. Los niños están
viniendo como resultado de una situación doméstica espantosa que
Estados Unidos contribuyó a crear. Aquí, en las cercanías de Boston,
existe una comunidad Maya considerablemente grande que incluye a muchas
personas que huyeron del altiplano. Estos jóvenes no saben que están
huyendo del resultado de las atrocidades cometidas en los años 80 con
el fuerte respaldo de los Estados Unidos. Estamos deportando en la
frontera a las víctimas de nuestros propios crímenes.
Por una
parte, Estados Unidos apoya a la Comisión Internacional Contra la
Impunidad en Guatemala (CICIG). Por otra, un estudio publicado por el
Wilson Center en 2013 señala que la mayoría de las armas de fuego
utilizadas por grupos criminales en Centroamérica provienen de Estados
Unidos. ¿No resulta contradictorio apoyar la lucha contra la impunidad
cuando no se están tomando medidas para detener el flujo de armas que
permite que sigan operando esos grupos criminales?
No veo
ninguna contradicción. Estados Unidos no tiene ningún problema con
perseguir a criminales que compran sus armas de fuego en ventas legales
en Arizona y Texas. Pasan por alto el papel que juega Estados Unidos en
el tema.
El FMLN se reeligió en El Salvador y Salvador
Sánchez Cerén se ha convertido en el primer ex combatiente guerrillero
en llegar al poder en El Salvador. Los sandinistas siguen gobernando en
Nicaragua y Costa Rica recientemente eligió a Guillermo Solís, un
presidente de centro-izquierda. Mientras tanto, Guatemala está siendo
gobernada por un militar retirado de corte conservador y Honduras
también tiene un gobierno de derecha. ¿Estamos ante una división
ideológica del Istmo, en la cual Guatemala y Honduras permanecen como
bastiones del conservadurismo militar?
Creo que es más
complejo que eso. Mira el caso de Costa Rica. Es el único país de
Centroamérica donde Estados Unidos no ha intervenido de manera directa
y es el único país de la región que funciona. Por otra parte, los
países más pobres de la región son aquéllos donde Estados Unidos ha
intervenido, como Haití, Guatemala y Nicaragua. ¿Eso no te sugiere algo?
¿Podemos hablar de democracia en Centromérica cuando existen disparidades socioeconómicas tan grandes en la región?
¿Podemos
hablar de democracia en los Estados Unidos cuando tenemos tanta
desigualdad? La pregunta que hay que plantearse es: “¿Hasta qué punto
el nivel socioeconómico de las personas incide en la formulación de
políticas públicas? Un 70% de la población no tiene incidencia alguna
en la formulación de políticas públicas porque sus representantes
electos no les ponen atención. Uno adquiere más influencia en la medida
en que avanza en la escala social. Mientras más desigualdad existe,
menos democrático se vuelve el sistema. Estados Unidos es básicamente
una plutocracia con una especie de democracia formal. Y esto se vuelve
todavía peor en países más débiles.
Usted mencionó que durante
la Cumbre de Cartagena se evidenció una ruptura entre Estados Unidos y
Canadá y el resto del hemisferio sobre la despenalización de las
drogas. ¿Cree que la despenalización reduciría los niveles de violencia
en Centroamérica?
Sin duda. Esto no quiere decir que sea
necesario legalizar la droga, únicamente despenalizarla. Lo que la
mayoría de los países de las Américas –incluyendo Guatemala– favorecen
es una reducción de la criminalización. La llamada guerra contra la
droga no tiene prácticamente nada que ver con las drogas. Cuando las
mismas políticas se implementan durante décadas sin que tengan un
impacto sobre el objetivo planteado, hay que preguntarse: “¿Es el
objetivo que se plantea públicamente el verdadero objetivo?”
Probablemente no. El problema de la droga se encuentra en Estados
Unidos. De aquí proviene casi toda la demanda. La guerra contra la
droga es bastante racista. Está diseñada para criminalizar a un alto
porcentaje de la población afroamericana, en su mayoría masculina, y en
cierta medida a los hispanos. Esto es racismo puro y se remonta a los
últimos 500 años de historia americana. Y en América Latina, la víctima
es la población en general.
Hablando del impacto de la guerra
contra la droga en América Latina, ¿por qué Estados Unidos ha mostrado
indiferencia ante la crisis que atraviesa México a raíz de la masacre
de los 43 normalistas de Ayotzinapa a manos de un cartel de droga
vinculado a actores estatales?
Fue una historia
verdaderamente horrible. No fue únicamente la masacre de los 43
estudiantes sino las revelaciones que salieron a luz relacionadas con
la existencia de fosas clandestinas y la brutalidad de la policía
federal, cuyos vínculos con los carteles de droga han sido ampliamente
documentados. Pero México es un aliado. Es un gobierno neoliberal
apoyado por Estados Unidos y Estados Unidos no quiere decir nada que lo
implique en sus crímenes.
De repente, un intruso merodea por la
oficina olfateando la alfombra. Es un un cocker spaniel de color
chocolate. La asistente de Chomsky aparece en el marco de la puerta
para recordarme que la media hora que habíamos acordado para la
entrevista ya se agotó…
La sociedad civil mexicana ha
reaccionado con indignación ante la masacre de Ayotzinapa y al inicio
de esta entrevista usted afirmaba que los países de América Latina
están desafiando la hegemonía estadounidense cada vez más. ¿En qué
medida esa resistencia ha sido liderada por los movimientos indígenas?
¿Es posible que esos movimientos puedan convertirse en una fuerza de
cambio?
Lo que ha ocurrido en América Latina durante los
últimos 15 años tiene un gran significado histórico e indica claramente
que los movimientos populares pueden hacer una diferencia. Por primera
vez en 500 años, desde el momento en que llegaron los Conquistadores,
América Latina ha comenzado a liberarse del control imperialista. Los
movimientos campesinos son actores significativos y los países con
grandes poblaciones indígenas, como Bolivia y Ecuador, han hecho cosas
bastante interesantes y están asumiendo el liderazgo a nivel global con
relación al problema más apremiante que existe al día de hoy: la crisis
ambiental.
Los movimientos indígenas se han opuesto
fuertemente a los tratados de libre comercio y este año, en Guatemala,
la Ley para la Protección de Obtenciones Vegetales que había sido
aprobada en el marco del DR-CAFTA fue derogada en el contexto de una
fuerte oposición por parte de organizaciones indígenas y campesinas.
¿Qué impacto han tenido los tratados de libre comercio en América
Latina?
Esa ley definitivamente no apoya el comercio, todo
lo contrario. Resulta idónea para Monsanto pero no para los campesinos.
Estos no son tratados de libre comercio, son una mezcla de liberalismo
y proteccionismo. Son acuerdos para proteger los derechos del
inversionista a costa de la población. El hecho de que cuando (Bill)
Clinton comenzó a introducir con fuerza el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN) también comenzara a militarizar la frontera
no es coincidencia. No se necesitaba ser un genio para darse cuenta de
que los campesinos mexicanos no iban a poder competir con
agroindustrias subsidiadas por Estados Unidos y que las empresas
mexicanas no iban a poder competir con las multinacionales
estadounidenses y era muy probable que esto ocasionara un fuerte éxodo.
Cuando
apago la grabadora, Chomsky me cuenta que su hija es abogada y trabaja
para ayudar a los migrantes guatemaltecos a regularizar su situación en
el país. Su asistente se planta nuevamente en el marco de la puerta.
Antes de salir, le pregunto si puedo tomarle una foto sentado en su
escritorio con los enormes alteros de libros que amenazan con
derrumbarse y sepultarlo. Sonríe y posa para la foto. Hubiera querido
preguntarle más acerca de su hija, acerca del cocker de color
chocolate, acerca de lo que le gusta hacer en su tiempo libre, y acerca
de sus reflexiones sobre su legado como científico y pensador político.
Pero esa tendrá que ser otra conversación.
* Louisa Reynolds realizó esta entrevista en el marco de la beca Elizabeth Neuffer Journalism Fellow (2014-15)
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