American Curios
Ay,
qué lindos. Dicen que están preocupados por todos nosotros –o sea, el
99 por ciento que no invitaron a su fiesta– y que harán lo posible por
ayudarnos.
Algo apesta cuando los ricos de repente expresan su preocupación por
la pobreza y el deterioro del planeta. Huele feo cuando mil 700 jets
privados aterrizan en los Alpes, donde los maestros del universo se
juntaron en Davos para abordar el cambio climático y afirmaron,
mientras consumían caviar, que la desigualdad económica tiene que
remediarse.
Algo está sospechoso cuando políticos prominentes de ambos partidos
en Washington, desde precandidatos presidenciales republicanos (Mitt
Romney, Jeb Bush) hasta demócratas como el presidente Barack Obama
–muchos de ellos millonarios– declaran que su nuevo enfoque es sobre la
gente trabajadora y los pobres.
Oxfam emitió un informe
en el que señala que si las tendencias actuales continúan, el uno por
ciento más rico captará más riqueza que el total del restante 99 por
ciento para 2016. El año pasado, Oxfam calculó que el uno por ciento
más rico era dueño de 48 por ciento de la riqueza mundial y señaló que
hoy día sólo 80 individuos tenían la misma riqueza neta que la de 3 mil
500 millones de seres humanos.
Algo chistoso ocurre: partes de la cúpula económica y política se
dan cuenta de que su juego está en riesgo, no por un poderoso enemigo
ni por una ola revolucionaria, sino por su propia mano. O sea, están
contemplando, horror, que tal vez Marx tenía razón. Nada menos que
Christine Lagarde, directora administrativa del Fondo Monetario
Internacional, en una conferencia empresarial en Londres el año pasado,
citó al autor del Capital de que
el capitalismo lleva las semillas de su propia destrucción, y señaló que en tiempos recientes el capitalismo “se ha caracterizado por el ‘exceso’”, lo cual no sólo llevó a la destrucción masiva de valor durante la gran recesión, sino también está asociado con
el alto desempleo, tensiones sociales y una creciente desilusión política. Agregó que esto ha reducido
la confianza en líderes, en instituciones y en el libre mercado.
No es la única voz de alarma. Multimillonarios como George Soros y Warren Buffett han repetido que el
excesoy las consecuencias de la desigualdad ponen en jaque el juego capitalista (algunos conservadores los han acusado de traidores a su clase por atreverse a decirlo). Algunos empresarios y financieros también se han sumado, y todos ahora hablan de la urgencia de la
inclusiónde las masas (bueno, no de todas, tampoco hay que exagerar).
No se refieren sólo a los efectos de todo esto, ya tan documentado,
en lo que aún se llama tercer mundo, sino dentro de los países
supuestamente
avanzados, cuyas consecuencias están a la vista en Europa y Estados Unidos. Aquí, en el país más rico de todos, a pesar de una recuperación económica de cinco años que generó 11 millones de empleos (aunque muchos de salarios inferiores), para la abrumadora mayoría los ingresos se han mantenido estancados, mientras el uno por ciento más rico concentra cada vez más riqueza. Eso después de que en la gran recesión se perdieron 8 millones de empleos y millones más perdieron sus casas y sus ahorros, todo gracias a algunos de los maestros del universo reunidos en Davos y sus cómplices políticos en Washington.
Son los mismos que promueven políticas donde siempre hay dinero para la muerte (las operaciones bélicas y gastos de
seguridad nacionalsiguen al alza), pero no para la vida. Por primera vez en 50 años, la mayoría de los estudiantes en las escuelas públicas de Estados Unidos viven en la pobreza. No hay fondos suficientes, dicen, para otorgar vivienda, alimento y salud para todos en el país más rico del mundo, donde casi 16 millones de niños viven en hogares con insuficiencia alimentaria (cifra que creció de 12.4 millones en 2008, cuando se inició la presidencia de Obama), y una cifra récord de familias sin techo. Todo esto con gobiernos republicanos y demócratas, o sea, resultado de un consenso bipartidista. Y aun así insisten en que el libre mercado, la libre empresa, el libre comercio y otras
libertadesson la solución.
Estimado capitalismo: no son ustedes, somos nosotros. Es broma. Sí, son ustedes, se lee en una pancarta, en una manifestación contra la concentración de la riqueza.
Tal vez desde la cuna de la democracia occidental llegue la
respuesta: un movimiento de solidaridad social en el cual la gente
atiende a la gente, sin pedir permiso, sin jerarquías que giran
órdenes, sin tecnócratas. The Guardian reporta un
extraordinario panorama de cientos de proyectos ciudadanos, clínicas
médicas, centros de educación, cooperativas de trato directo entre
granjeros y consumidores (los granjeros ganan 25 por ciento más y el
consumidor paga 25 por ciento menos al marginar a los supermercados) y
asesoría legal–, que han surgido de los escombros de la devastación
provocada por las políticas de austeridad y que impulsan un
resurgimiento de la izquierda política que esta, según resultados
preliminares, por tomar las riendas del país de Platón y Sócrates.
Uno de los participantes cuenta que el movimiento de solidaridad griego promueve
un sentido diferente de lo que debería ser la política; una política de abajo hacia arriba, que empieza con las necesidades reales de la gente. Es una crítica práctica a la política vacía, de arriba abajo, representativa, que aplican nuestros partidos políticos. De hecho, es de cierta manera un nuevo modelo. Y funciona.
Fue en Grecia donde se originó la palabra
democracia, concepto que parece no formar parte del menú en las mesas de lujo en Davos y Washington ya que, aparentemente, les causa indigestión a los maestros del universo.
Los ricos harán cualquier cosa por los pobres, todo menos bajarse de sus espaldas: León Tolstoi (aunque frecuentemente se atribuye a Carlos Marx).
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