PARA APIAVIRTUAL
Entrevista con el Presidente de la Agrupación de Marinos Antigolpistas de Chile, Víctor López.
“Cayó el rayo en los mares, cayó la estrella”
Patricio Manns
Andrés Figueroa Cornejo
El sábado 17 de enero, a las 11.00 hrs., en el Cementerio General de
Santiago, se trasladarán hasta el Memorial del Detenido Desaparecido y
Ejecutado Político los restos del “compañero Ernesto Zúñiga Vergara,
miembro de la Resistencia armada contra la tiranía; un marino
antigolpista que se la jugó durante el gobierno de Allende y después,
siempre junto a su pueblo”, informa el Presidente de la Agrupación de
Marinos Antigolpistas de Chile, Víctor López, y añade que “Ernesto fue
ejecutado el 16 de enero de 1982 por la Central Nacional de
Informaciones (CNI, policía política de Pinochet) en una emboscada
sufrida en la comuna de la Quinta Normal de Santiago.
De acuerdo al abogado de la causa judicial por el homicidio de Ernesto
Zúñiga (Rol 305-2010), ya están siendo procesados los agentes de la
policía Martiniano Arias Fernández, Manuel Tibaldo Flores Jorquera y
José Hernán Huaquimil Uribe, responsables del crimen político ejecutado
hace más de 30 años.
La Armada o la mano ajena del Imperio
Víctor López alcanzó el grado de marinero 1º y fue parte de la
promoción de 1969 de la rama castrense más penetrada por los intereses
del imperialismo norteamericano entonces y hoy en el país andino: la
Armada.
“De altamar arribamos a Chile en 1970 y en septiembre, para las
elecciones presidenciales, nos percatamos por primera vez que el país
había cambiado. Debes entender que nosotros ingresamos a la Marina a
los 15 años, sin tener idea de política”, dice Víctor.
“Nosotros éramos marinos de una Escuadra que estaba conciente de que se
estaba urdiendo una conspiración para derrocar al gobierno de Salvador
Allende. Ello muy paradójicamente, considerando que la Armada era la
institución de las fuerzas armadas más clasista, de mayor
identificación con la derecha y con el imperialismo norteamericano. En
ese contexto, nosotros nos dimos cuenta de que somos parte de un
pueblo, tan excluidos y precarizados como ese mismo pueblo. Nos
identificamos plenamente con los intereses de las clases sociales más
desfavorecidas”, sentencia Víctor López, y agrega que “Incluso, al
contar con un gobierno popular, los más empobrecidos de la Marina, la
tropa, la gente de mar, levantamos nuestras propias reivindicaciones.
Queríamos una escuela de formación única que no diferenciara entre
grumetes y cadetes, entre tropa y oficialidad. ¿Por qué teníamos que
alimentarnos con comidas diferentes y en un comedor distinto al de los
oficiales? En suma, la lucha de clases era mucho más marcada en la
Marina que en el mundo civil. Todo eso nos llevó a dar un salto
cualitativo en nuestra forma de pensar. Además, desde 1971 los
oficiales comenzaron a dictarnos recurrentemente charlas en contra de
las políticas que implementó el gobierno de Allende. Por ejemplo,
recuerdo perfectamente una exposición que nos dieron sobre la
nacionalización del cobre, en la cual la oficialidad nos señaló que esa
medida era lo más nefasto que podía ocurrir porque si se le expropiaba
el cobre a las grandes compañías norteamericanas, entonces ¿quién nos
vendería armas, Coca-cola y cigarrillos Marlboro? O cuando se
implementó el medio litro de leche diario para cada niño y niña, los
oficiales nos dijeron que eso era un ‘despilfarro del erario nacional’,
porque los chicos del pueblo no estaban acostumbrados a tomar leche (!).
No nos quedó otra alternativa que ubicarnos en la vereda contraria al
alto mando, y por simple intuición. Ni siquiera ponderamos que, por
pura lógica, estábamos propugnando una transformación radical de la
institución. Nos sentíamos trabajadores con uniforme.”
-De ese modo se desarrolló rápidamente su politización. ¿Advertían los peligros?
“El mayor riesgo que constatamos fue que como tropa de la Marina,
usábamos armas. En consecuencia, si la oficialidad se salía con la
suya, nosotros, la tropa, tendríamos que salir a masacrar a gente
inocente y desarmada. No queríamos, definitivamente, cumplir esa
función criminal. De allí surge nuestro pensamiento antigolpista.”
-¿Crees que desde la Marina que tú conociste hasta la de hoy ha
habido cambios significativos en la ideología y doctrina de su alto
mando?
“No hay cambios entre la Armada golpista del 73 a la de hoy en Chile
2015. Y basta evidenciarlo cuando la oficialidad de la Marina sigue
rindiendo homenaje al miembro de la junta militar de la dictadura, el
almirante José Toribio Merino
(http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Toribio_Merino), frente a una
estatua de ese sujeto que está levantada en un paseo público de la
ciudad de Valparaíso. La Concertación no sólo no le negó el permiso a
la Marina para tributar a uno de los principales golpistas, sino que le
facilitó todos los medios para hacerlo. Y estamos hablando de un
oficial que fue un hombre de los norteamericanos, un oficial de la
Armada de EEUU en la Segunda Guerra Mundial, un tipo que siempre estuvo
al servicio de una potencia extranjera. De hecho, el 11 de septiembre
de 1973 el comandante en jefe de la Armada era el almirante Montero que
ese mismo día Merino encarceló para usurpar el mando, autoproclamándose
comandante en jefe. ¿Qué mérito tiene un hombre así para ser tratado
como un ‘héroe’ de Chile? ¿Quién entiende a un país que pone una
estatua de un golpista y, como si fuera poco, autoriza su homenaje
oficial? ¿Por qué tenemos que expresar nuestra protesta presencial los
11 de cada mes en la calle 21 de mayo de Valparaíso los marinos
antigolpistas y ex militantes de la Resistencia antifascista mientras
se ‘recuerda’ a Merino con bombos y platillos? Esta misma indignación
ante un absurdo completo se lo hemos representado al presidente y al
vicepresidente de la cámara de diputados, al subsecretario de Defensa,
y a la presidenta de la República, Michelle Bachelet. Pero ahí sigue la
estatua.”
La tropa de clase se auto-organiza
-¿Cómo enfrentaron la intriga golpista?
“A la par que el mando naval ya se preparaba para destruir a la
Unidad Popular desde 1971, nosotros estructuramos una organización
clandestina al interior de la Marina en todos los buques de la Escuadra
nacional, como en las reparticiones de tierra a lo largo de toda la
costa chilena. Teníamos dos objetivos bien claros: denunciar que en la
Marina se gestaba un movimiento golpista para derribar a Allende, y
crear una fuerza suficiente para detener el golpe de Estado.”
-¿Qué tipo de estructura formaron?
“Una eminentemente operativa y capaz de tomarse un buque.”
-¿Cómo procedieron a denunciar la conspiración?
“Realizamos una labor de recolección de datos de distintas partes
para confeccionar un mapa seguro del complot en curso. Sólo lo
informamos cuando consideramos que estaba absolutamente generalizado en
la oficialidad de la Armada. Por ejemplo, en la división de Electrónica
del crucero Prat donde yo me encontraba, el 80% de la gente no estaba
por dar ningún golpe de Estado. Y en el conjunto de las naves las
relaciones de fuerza eran más o menos similares. En fin. Hicimos las
denuncias correspondientes en varias oportunidades, pero nadie nos
creyó. De hecho, nos criticaron por andar ‘conspirando’ contra las
fuerzas armadas que, según la Unidad Popular (UP), ‘en Chile tenían una
tradición democrática’. Incluso, yo sostuve una reunión con la
dirección regional del Partido Comunista donde nos aseguraron que lo
que nosotros afirmábamos ‘es imposible que ocurra en Chile’. Claro. No
podían darme crédito porque en aquella época la política del PCCh era
‘No a la guerra civil’. Era una postura pacifista en la cual la
realidad que nosotros planteábamos no calzaba, y si no calzaba, en
consecuencia, para ellos no existía. Fueron muy frustrantes nuestros
vínculos con el mundo civil. Hasta nos acusaron de locos. Así también
comenzó nuestro temor de que fueran a denunciarnos.”
La duda que mata y que muere
-¿Y los denunciaron?
“Finalmente, sí. La última cita que mantuvimos fue con el secretario
general del Partido Socialista, Carlos Altamirano
(http://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Altamirano_Orrego), los primeros
días de agosto de 1973, a poco más de un mes antes del golpe. Ocurrió
que el grupo que había tenido la reunión con Altamirano, al abordar
después sus respectivos buques, fue detenido. Y casi todos los que
teníamos mayor visibilidad de nuestra fuerza, caímos prisioneros entre
el 5 y el 8 de agosto. Como habíamos acordado previamente, todos
negamos nuestra participación en la denuncia antigolpista. Pero al
parecer ya el mando de la Armada contaba con algunas informaciones que
intentó forzarnos a confesar mediante la tortura, y que tenían que ver
con qué dimensión de relaciones teníamos con los partidos políticos de
la UP. Pese a nuestras negativas, la oficialidad inventó una suerte de
infiltración político partidista entre nosotros. Recién a mediados de
agosto de 1973 nuestras familias y el mundo civil se enteraron de que
había marinos presos y torturados. En ese momento comenzaron a
constituirse los primeros comités de solidaridad con los marinos
torturados que tenían el fin de que el Presidente Allende nos ofreciera
la libertad dado que nuestra causa empalmaba con la defensa de la UP.
Sin embargo, entre los titubeos del gobierno transcurrieron dos semanas
más y se precipitó el golpe.”
-¿Qué pasó con ustedes?
“Nosotros permanecíamos recluidos en recintos militares. Cuando
ocurrió el golpe nos cambiaron la acusación: nos convertimos en
sediciosos y traidores a la patria. La mayoría estuvimos presos entre
tres y 5 años. Yo estuve prisionero durante tres años y recorrí la
cárcel de Concepción, de Talcahuano, la Penitenciaría, la cárcel
pública de Valparaíso. A un grupo de los nuestros se lo llevaron a un
campo de concentración de Ritoque donde, mediante trabajos forzados,
fueron obligados a construir un nuevo campo de concentración. Como
resultado de los malos tratos, yo me enfermé de tuberculosis y fui
trasladado a la cárcel de Limache y luego al sanatorio Peñablanca. En
1976 la embajada de Noruega me rescató y me llevó a ese país. Sin
embargo, otros compañeros nuestros, después de salir en libertad,
resolvieron quedarse en Chile a tratar de organizar la Resistencia
contra la tiranía, porque estimamos que nuestro trabajo no se había
terminado. No pudimos detener el golpe de 1973, es cierto. Pero sí
asumimos íntegramente la hora de colaborar militarmente con la
liberación del pueblo chileno. Es decir, nuestro objetivo fue combatir
a la dictadura con su propio lenguaje: las armas. Lo anterior ocurrió
hacia fines de los 70 y continuó en los 80 del siglo XX.”
La lucha por el reconocimiento
-¿Cuáles son los propósitos de la Agrupación de Marinos Antigolpistas?
“Nuestra asociación corresponde a una reagrupación creada al inicio
de los gobiernos civiles para exigir un reconocimiento público por
parte de las administraciones de la Concertación (hoy, Nueva Mayoría).
Queremos que el país y el mundo sepan que no todos los uniformados
fueron golpistas, que también hubo muchos que combatimos contra la
dictadura, muchos que caímos en ese empeño; que nosotros también
existimos. Luchamos por verdad, justicia, memoria, reparación y
reconocimiento.”
-¿Y cómo les ha ido?
“Mal. Hasta ahora no se han realizado nuestras demandas.”
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