Imanol Ordorika/Adolfo Gilly
El 27 de enero, a 43 días
de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa
y el asesinato de otros cuatro, el procurador general de la República,
Jesús Murillo Karam, repitió los argumentos, versiones y testimonios ya
presentados el 7 de noviembre de 2014. Con un agregado: ahora los
declaró
verdad histórica. Con esta presentación pretende cerrar el caso, suspender toda investigación y cortar la interlocución con los familiares de las víctimas.
Con la expresión
verdad históricael procurador quiere significar que su versión de los hechos de Ayotzinapa es ya
caso juzgado, aunque diga que la investigación sigue abierta para encontrar otros posibles “culpables. Con esta declaración también cierra el paso a la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, antes acordada con los padres.
Resulta sorprendente que el procurador no tenga idea de que una
verdad histórica, por el hecho mismo de serlo, sólo puede ser establecida en los tiempos de la historia y con sus métodos, jamás por la voluntad, las acciones o los dichos de los protagonistas de los sucesos, en este caso la PGR con su apresurada investigación.
§
El procurador reitera sus hipótesis con muy pocos
fundamentos. Se basan casi exclusivamente en testimonios de los
presuntos delincuentes detenidos, de cuya veracidad, propósitos y
procedimientos para su obtención no nos presenta ninguna prueba o
simple evidencia. El procurador dice y el dudoso y fragmentario video
elaborado por la PGR ilustra su dicho. ¿Qué es esto, adónde hemos
llegado? En todo proceso penal la confesión constituye el eslabón más
débil de la prueba. En la historia de los procesos penales en este país
el uso de métodos violentos –incluidas las amenazas y las promesas–
para arrancar confesiones es proverbial y sigue vigente.
La desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa fue y sigue
siendo un crimen de Estado, por la elemental razón de que fue cometido
por cuerpos armados del Estado mexicano, como lo son las policías
municipales, en cumplimiento de órdenes de funcionarios del Estado,
como los presidentes municipales y no sólo ellos en este caso. El
Estado no es tan sólo la Presidencia de la República, sino el conjunto
de las instituciones en el territorio de la nación.
La pretensión de cerrar el caso Ayotzinapa y el llamado presidencial a
no quedar atrapadosen esa tragedia no hacen más que profundizar la crisis de esas instituciones. Actúa así como germen y estímulo de disensos y divisiones dentro del mismo aparato del gobierno federal. A nivel del territorio nacional esta crisis se hace visible en la imbricación entre fuerzas y servidores públicos, y no sólo en el estado de Guerrero, con elementos del crimen organizado; en la complicidad o encubrimiento de esos hechos por funcionarios municipales y estatales, sea por conveniencia o por legítimo temor; en la inoperancia de las instituciones de seguridad y de impartición de justicia en todos los niveles; y, por tanto, en la carencia de credibilidad y legitimidad de gobiernos y funcionarios en los tres niveles: municipal, estatal y federal. Una sola pregunta: ¿por qué no se ha llamado a declarar cuanto pueda saber al licenciado Ángel Aguirre Rivero, gobernador de Guerrero en los momentos del crimen de Ayotzinapa? No es la única omisión, pero es una de las más clamorosas en la
verdad históricade la PGR.
§
Esta crisis configura lo que en la doctrina y en la
práctica se denomina una crisis de Estado. Reconocerla es premisa
indispensable para superarla. Y para eso es preciso abrir todas las
puertas, echar aire y luz sobre todas las investigaciones, revisar
todos los archivos y documentos, o sea, lo contrario de la propuesta,
la política y las acciones del gobierno federal, a través de su
procurador general, en este caso.
Pues Ayotzinapa no es un caso aislado. La desaparición forzada de 43
estudiantes en una sola acción criminal llevada a cabo por policías
municipales uniformados y la muerte de otros cuatro es un punto
culminante de la interminable tragedia de miles y miles de
desapariciones, asesinatos, feminicidios, trabajo esclavo,
que viene asolando al territorio nacional en lo que va del siglo XXI y
también antes. ¿Olvidamos Acteal? ¿Olvidamos San Fernando? ¿Olvidamos
Ciudad Juárez y toda la frontera? ¿Olvidamos el olvido?
Establecer la verdad donde sea que tope en el caso Ayot-zinapa es
abrir las puertas y las avenidas para conocer y, entonces sí, empezar a
salir de esta tragedia interminable. Ayotzinapa no es un cierre, es una
dolorosa e ineludible ocasión para la sociedad mexicana y también sus
instituciones estatales para comenzar a ir más allá de la tragedia
recurrente en que vivimos.
§
La crisis y la pérdida de credibilidad de las
instituciones de Estado de cara a la sociedad han hecho aparecer al
gobierno federal y a su PGR como juez y parte en las investigaciones y
la construcción jurídica del caso Ayotzinapa. No hay razón válida para
que la aprobada e indispensable visita y tarea de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso Ayotzinapa se siga
postergando. La CIDH es indispensable.
Es preciso, sin embargo, ir además más lejos. Urge a esta altura la
constitución de una comisión de investigación independiente,
responsable y respetada y a la cual se le abran todas las puertas:
cárceles, cuarteles, campos de trabajo, plantaciones, archivos,
testimonios. Todo.
Es necesaria, es indispensable ya, la conformación de una comisión
de la verdad independiente de las instituciones, con integrantes
probados y respetados por sus trayectorias de vida, su independencia de
criterio y sus capacidades, y con la asesoría y el apoyo de los
organismos de derechos humanos que en México han apoyado y enriquecido
las investigaciones independientes y gozan de la confianza de los
padres, madres, familiares y compañeros de los estudiantes
desaparecidos.
Conocer la verdad verdadera sobre Ayotzinapa exige una comisión de
la verdad con plenos poderes de acción e investigación. Es la respuesta
al carpetazo oficial.
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