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viernes, 9 de enero de 2015

En Haití, en 2015, aún persiste la incógnita


Luego de las actas faltantes de 2014
Alter presse

(…) El 28 de Julio de 2015 se cumplirán cien años de la ocupación de Haití por la gran potencia estadounidense. Sin embargo, para más de uno, el porvenir inmediato de la República de Haití sigue manteniéndose opaco. Ninguno de los plazos electorales previstos en la Carta-Madre, la del 26 de octubre de 2014, ni esta, anunciada por el presidente de la república han sido respetados.




¿Por qué la polimorfa crisis política en lugar de aclararse se oscurece?

Existe un discurso moral que quiere atribuirlo a la falta de voluntad para realizar las elecciones del presidente Michel Martelly. Pero el problema es más profundo. Porque en esta coyuntura política en que nos hallamos anclados, la realización de elecciones constituye un paso obligatorio para la rotación de la clase política. Si el presidente Martelly y su gobierno no han respondido a estas exigencias es necesario investigar más allá, por qué razón y por qué el apoyo de la llamada comunidad internacional. Esta última aprueba todas las decisiones del presidente Martelly, incluso las que han pisoteado la Constitución. El nombramiento de Anel Alexis para ocupar la presidencia de la Corte de Casación y automáticamente la del Consejo Superior del Poder Judicial, pese a haber superado la máxima edad requerida de 65 años, es un ejemplo emblemático. Las múltiples protestas de varios miembros del Senado del sector de los derechos humanos y de otros sectores no han tenido ningún efecto disuasivo. ¿Navega con transparencia el presidente de la República? El señor Martelly es más político de lo que se suponía. Ha sido gracias a la subestimación de su capacidad de enredar a los demás simulando que se enreda a sí mismo que ha logrado arrinconar a la oposición tradicional en este callejón sin salida.




Un vistazo retrospectivo al último trimestre puede ayudarnos a aclarar cuáles son las verdaderas expectativas del presidente Martelly y las de su equipo de potencias extranjeras. Mantuvo en los meses de septiembre y octubre pasados una serie de conversaciones con diferentes sectores políticos partidarios y opositores. Todo dejaba traslucir, para los menos tontos, un proceso dilatorio tendiente a desembocar en la fatídica fecha del 12 de enero en que la Cámara de Diputados y las dos terceras parte del Senado terminan su mandato. El proyecto del presidente Martelly para arrinconar a la oposición que se mantiene decidida a contrariar las pretensiones de su sector político, algunos grupos de la oligarquía y la mencionada comunidad internacional, constituye otra maniobra. Ha formado una Comisión consultora para que elabore propuestas para salir de la crisis. Muchos miembros de esa comisión, a pesar de su experiencia política pero demasiado confiados en su propia aura, se han dejado atrapar. Gabriel Fortuné, que es uno de los miembros, con el ánimo caldeado ha denunciado las relaciones bien hiladas que viniendo de ninguna parte llegan, según dice, todas las mañanas a la comisión. Es evidente que las decisiones ya han sido preparadas porque la Comisión tiene su propia secretaría. Este mismo miembro, pese a su alerta, se reintegró luego y firmó junto a sus pares el documento final. La Comisión ha propuesto al jefe del Estado un calendario de actividades y de renuncias, entre otras la del primer ministro Laurent Lamothe, las de los miembros del Consejo electoral provisorio (CEP) y la del presidente del Consejo Superior del Poder Judicial.




El presidente Martelly, que tiene en su arco más de una cuerda, ha aceptado las propuestas de la Comisión Consultora y queda en sus manos ejecutarlas según su plan. Un plan que nos gustaría traspasar. Las manifestaciones populares que crecen día a día tampoco lo han logrado. Es una tarea que se vislumbra difícil porque la oposición más radical comienza a resquebrajarse. Si la tendencia a la ruptura, difícilmente irreversible debido a la emergencia en la oposición de apetitos políticos personales, no se resuelve, el presidente Martelly logrará la victoria final pese a la aparente pérdida de algunas batallas coyunturales. Desgraciadamente eso sucederá en perjuicio del país y en provecho de las multinacionales. Y las fuerzas populares se volverán a desperdiciadas en vano.




La tendencia casi general de querer orientar toda la atención hacia las elecciones se evidencia como una grosera manipulación del conjunto de la clase política tradicional para esconder la obsolescencia de un sistema político bicentenario. Este último, incapaz de responder a los deseos de nuestro tiempo, se encuentra en la base de todas las turbulencias. Toda solución a una crisis coyuntural seguirá siendo superficial si no se pone en tela de juicio y con profundidad la formación social. Solo las fuerzas progresistas son adecuadas para emprender esa obra colosal y eso tampoco será posible mientras no lleguen a convertirse en una alternativa que solo puede crearse a partir de la lucha cotidiana.

Marc-Arthur Fils-Aimé  es director del Institut Culturel Karl Lévêque

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