Los
latinoamericanos viven su realidad cada día, como los demás habitantes
del mundo, pero la imagen de una Latinoamérica unida que se proyecta al
mundo es más quimera que realidad. Representantes latinoamericanos de
todos los niveles presentan al mundo una identidad que no tenemos.
Latinoamérica ha demostrado creatividad literaria y artística, fruto de
ricas, coloridas y singulares experiencias de lucha protagonizadas por
millones, de cuyos mezquinos triunfos y abundantes derrotas, emerge
nuestro realismo mágico, lo real maravilloso y otros géneros y tipos de
arte que han expuesto nuestra historia y nuestra realidad al mundo que
las traduce y trata de entender. Ha sido un esfuerzo de siglos y
válido, pero uno que puede haber contribuido indirectamente a que hoy
aparezcamos dueños de una identidad que en la práctica no tenemos.
Latinoamérica la rebelde, la emergente, la que avanza, la unida.
En contexto…
Cuando el paradigma soviético llega a su fin en 1990, de manos de sus
propios dirigentes y no del pueblo ni sus trabajadores, nadie podía
dudar que el colapso era además otra cosa que su derrota, una derrota
que despierta y expande por el mundo la alegría histérica de todos sus
enemigos. Entonces todo parecía hundido y se extiende la sospecha de
que pocos intentos de transformación sobrevivirán estos tiempos
traumáticos. Es que el proyecto socialista que se iniciara con la
Revolución Rusa y que había sumado las enormes luchas obreras del siglo
19 para terminar en 1917 con el zarismo, tuvo gran impacto sobre el
viejo mundo y el planeta. El fin del paradigma soviético seria
necesariamente ahogante para quienes, embarcados en la transformación
de su realidad de opresión, en esfuerzos de liberación propios,
particulares, no podrían desembarazarse de alguna forma del derrumbe
soviético. Y entre ellos estaban sin duda muchos pueblos de América
Latina que luchaban como podían, incluso a través de movimientos
radicales de liberación.
Cuba fue entonces la diferencia
fundamental, porque en nuestro continente existe esta isla, que había
replanteado con su revolución el paradigma de lucha en 1959 y que
continuaría resistiendo luego de la caída de lo que se llamó el
“socialismo real”, presentándonos a los latinoamericanos con un ejemplo
trascendente. En América Latina Cuba había emergido como un nuevo punto
de partida, dándole dinamismo al proceso de liberación latinoamericano
y del mundo. Y como muestra de que la historia latinoamericana es un
proceso creativo y dinámico, emerge en Chiapas en 1994 el Ejercito
Zapatista de Liberación Nacional formado por humildes indígenas y
campesinos. Y más tarde, en 1998, es elegido Hugo Chávez presidente en
Venezuela y lanza el proyecto bolivariano de liberación. Ambos en
tiempos de “fin de la historia”, ocasionando la reacción enardecida no
solo de las oligarquías latinoamericanas e imperiales sino de
ex-izquierdistas que, habiendo vendido sus proyectos de cambio y ya
instalados en los nuevos ordenes del poder en el bando de los ricos y
opresores no podían tolerar la emergencia de ningún proyecto liberador.
Todos estos acontecimientos aparecen en momentos difíciles en lo
ideológico y en lo práctico. La rebeldía continua en América Latina y
en el año 2000 en Cochabanba, Bolivia, el pueblo se levanta contra el
saqueo del agua y luego contra gobiernos corruptos y criminales. En el
año 2001 los pueblos toman la iniciativa de la lucha en otros países
latinoamericanos y se suman Ecuador y Argentina.
Realidad y Quimera…
Los últimos 20 años de todas las experiencias de resistencia incluyendo
los movimientos políticos populares y cambio en favor de los pueblos y
los trabajadores vividas en América Latina en su continua lucha, nos
llevan sin embargo a preguntarnos donde estamos hoy, con que contamos
hoy en esa lucha contra la opresión imperialista, el saqueo, el
deterioro de los recursos naturales y el medio ambiente, y
fundamentalmente en enfrentar los deseos de los ricos. Con gran
esfuerzo a nivel de gobiernos hemos logrado el 2004, por iniciativa de
Hugo Chávez, la cooperación de Fidel Castro y sus colaboradores, dar
comienzo al proyecto bolivariano del ALBA-TCP para la integración de
los pueblos, proyecto que se centra en el intercambio comercial justo y
solidario y que representa una alianza única en el mundo, alianza que
actualmente está integrada por Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia,
Nicaragua más cinco pequeñas naciones caribeñas, un total de 10 países.
Hay que destacar que en un principio fueron invitados a participar
México, Jamaica, Argentina y los países centroamericanos pero que solo
Nicaragua y Honduras aceptaron el desafío, con el costo consecuente
para Honduras de un golpe de estado.
También por iniciativa
de Venezuela y su proceso bolivariano nace el 2005 Petrocaribe, una
alianza de Venezuela con 13 estados del Caribe y cuatro estados
Centroamericanos para asegurar el suministro de petróleo en condiciones
ventajosas de pagos; hoy esta organización tiene vínculos con el ALBA
para extender los niveles de cooperación. Hugo Chávez promovió con
mucha energía el proyecto de integración bolivariana, creando así
Petrosur, Telesur, Unasur y, antes de fallecer, la CELAC dándole forma
en la práctica al sueño bolivariano. En lo ideológico político nos
fuimos familiarizando con el Socialismo del Siglo 21, Socialismo
Comunitario, Reorganización Socialista en Cuba, en fin Socialismo como
movimiento y como sistema, una esperanza recuperada que los saqueadores
y opresores del mundo creían muerta y enterrada. También quedaron
proyectos incompletos y frustrados como el Banco del Sur, y un
oleoducto desde Venezuela para distribuir gas natural a todos los
países suramericanos.
El ALBA acaba de cumplir 10 años de
existencia y continúa funcionando como único reto al neoliberalismo
totalitario, abriendo caminos nuevos y puertas al desarrollo
cooperativo, humanizado, politizado -favoreciendo el avance del
movimiento popular y político. Al tiempo que Venezuela, Cuba, Bolivia
continúan siendo blanco de sabotajes económicos, desprestigio,
conspiraciones y crímenes por parte de oligarcas latinoamericanos y sus
serviles administrativos y políticos, de la falsimedia de Occidente que
desprestigian el ALBA y sus miembros, y del sistema financiero
establecido que los ve como una alternativa peligrosa y contradictoria
al egoísmo general que ellos promueven -su famosa economía “libre” y de
“mercado.” Petrocaribe, no tan atacada como el ALBA, pero cuestionada
desde el punto de vista del estado de sus finanzas por los mismos
cínicos que defienden y representan el poder especulativo de la Banca y
de Goldman y de sus robos billonarios e históricos a los pueblos del
mundo. Telesur también es blanco de ataques y desprestigio, a la vez
que no está siendo apoyado por muchos gobiernos latinoamericanos, y
aunque ha decepcionado por su falta de convicción y por querer imitar
estilos de la televisión comercial basura, no deja de ser un proyecto
valido y de utilidad.
Luego, hay también otros proyectos que
involucran convenios entre países como Petrosur, convenio de PDVSA
venezolana con corporaciones de petróleo estatales de Argentina, Brasil
y Uruguay que ha sido desestimado por los mismo países que lo integran
por lo que ha perdido relevancia. Y esta la iniciativa de UNASUR, que
podría haber tenido mayor impacto y cuya importancia actual es
exagerada puesto que la existencia de UNASUR no impide que se vivan
grandes lapsos en sus propósitos y funcionamiento dadas las
contradicciones ideológicas de los gobiernos que la integran -unos
pro-socialistas y otros neoliberales enemigos declarados y no
declarados del socialismo, lo que en el momento de tomar decisiones
geopolíticas y económicas obviamente hacen imposible el consenso. Es
obvio que el éxito de una iniciativa como UNASUR no depende simplemente
de la nacionalidad de sus miembros sino fundamentalmente de sus
perspectivas políticas, por lo que los esfuerzos de UNASUR de jugar un
papel como espacio de contención no llegan muy lejos ya que no puede
saltarse procesos históricos sin pagar el precio que otros proyectos
igualitarios han pagado y pagan.
El último esfuerzo bolivariano de Hugo Chávez, la CELAC -Latinoamérica y el Caribe unidos, que deja afuera a Estados Unidos y Canadá, es la organización culmine del proceso de emancipación de los pueblos latinoamericanos y del Caribe. Según Evo Morales, presidente de Bolivia, “una unión de países de Latinoamérica es un arma contra el imperialismo” y sin embargo la existencia de la OEA, una organización paralela, y la falta de solidez y de instrumentos legales de la CELAC, la convierten en una especie de conferencia latinoamericana y caribeña periódica que si bien puede hacer declaraciones conjuntas y sacarse fotos no tiene elementos para ir más lejos. Finalmente esta el Banco del Sur, fundado hace más de 7 años con proyectos bien concretos como explica Eric Toussaint del CADTM (Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo): “Ecuador y Venezuela tenían una visión clara, institución que sirviera al empleo y a la integración continental. Proyectos bien concretos como una industria farmacéutica de productos genéricos o la reconexión de los países suramericanos mediante una red ferroviaria hecho con producción local, moneda común, este era un proyecto de integración que tenía en cuenta el interés de los pueblos y habría podido ampliarse a Centroamérica y el Caribe, era una alternativa al Banco Mundial”. Hasta ahora. Sin embargo, el Banco del Sur ha quedado en el papel y no ha extendido ningún crédito.
El último esfuerzo bolivariano de Hugo Chávez, la CELAC -Latinoamérica y el Caribe unidos, que deja afuera a Estados Unidos y Canadá, es la organización culmine del proceso de emancipación de los pueblos latinoamericanos y del Caribe. Según Evo Morales, presidente de Bolivia, “una unión de países de Latinoamérica es un arma contra el imperialismo” y sin embargo la existencia de la OEA, una organización paralela, y la falta de solidez y de instrumentos legales de la CELAC, la convierten en una especie de conferencia latinoamericana y caribeña periódica que si bien puede hacer declaraciones conjuntas y sacarse fotos no tiene elementos para ir más lejos. Finalmente esta el Banco del Sur, fundado hace más de 7 años con proyectos bien concretos como explica Eric Toussaint del CADTM (Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo): “Ecuador y Venezuela tenían una visión clara, institución que sirviera al empleo y a la integración continental. Proyectos bien concretos como una industria farmacéutica de productos genéricos o la reconexión de los países suramericanos mediante una red ferroviaria hecho con producción local, moneda común, este era un proyecto de integración que tenía en cuenta el interés de los pueblos y habría podido ampliarse a Centroamérica y el Caribe, era una alternativa al Banco Mundial”. Hasta ahora. Sin embargo, el Banco del Sur ha quedado en el papel y no ha extendido ningún crédito.
Las Contradicciones…
Sin
duda, el enemigo histórico de los trabajadores y los pueblos de América
Latina y el mundo son las plutocracias parásitas, los imperialismos y
sus instituciones visibles y ocultas. Un barómetro en cuanto al impacto
de una política, proyecto o institución alternativa es su aceptación o
no por parte de los opresores, cuando ellos aceptan y elogian a un
gobierno latinoamericano y sus políticas sin duda es porque este les
sirve o está con ellos y ataque o no defiende los intereses de sus
propios pueblos. En América Latina, Colombia, México, Perú, Chile y,
seguramente pronto, Costa Rica que será su quinto miembro, crearon el
2011 la Alianza del Pacífico. La crearon como bloque comercial
sorprendentemente porque como probó Aymara Gerdel, analista, el
intercambio entre ellos es mínimo; lo que si todos ellos tienen
firmados tratados de Libre Comercio con Estados Unidos -instrumento
legal de protección de las corporaciones multinacionales. Se trata de
un bloque político, y tal vez militar, a favor de las políticas
imperialistas y contra el ALBA -no contra el Mercosur que es otra
alianza afín al neoliberalismo. Lo irónico es que no faltan los
lunáticos progresistas que entienden, pese a todo esto, que el gobierno
de Chile, uno de los fundadores de la Alianza del Pacifico, es un
referente de centro-izquierda y que México, otro de sus fundadores,
tiene un interés real en la unidad latinoamericana. Latinoamérica ha
construido su propia torre de Babel.
Nos
falta preguntarnos cuál es la función de las bases militares de Estados
Unidos en países como El Salvador, México-Guatemala (Iniciativa
Mérida), Honduras, Costa Rica, Colombia, Chile, Perú y Paraguay y lo
que implican para la soberanía y seguridad de nuestros pueblos. Los
países latinoamericanos no cuestionan la existencia de estas bases;
pero, la historia reciente nos muestra, en el año 2004, su complicidad.
Por ejemplo, varios países latinoamericanos participaron en el golpe de
estado e invasión al hermano país de Haití, el más pobre y humillado de
nuestro continente, que incluyó el secuestro de su presidente
Jean-Bertrand Aristide -el primer presidente legalmente elegido en
Haiti en sus 200 años de nación “independiente,” quien fue tomado
prisionero y llevado a África. Participaron en la invasión
específicamente mercenarios, tropas de Estados Unidos, Canadá y
Francia, Brasil y Chile. Luego, no satisfechos con esta intromisión los
invasores manipularon a las Naciones Unidas para que se creara la
MINUSTAH y tropas extranjeras lideradas por el ejército de Brasil, con
la complicidad de Chile, Uruguay, Guatemala, Argentina, Paraguay y
hasta Bolivia y Ecuador, permanecieran en Haití y algunos
protagonizaran todo tipo de abusos y violaciones contra los haitian@s
en su mayoría personas pobres.
Cuando en el año 2002 se dio
el golpe de estado en Venezuela, golpe que fracasó, el entonces
presidente chileno un “socialista” impostor Ricardo Lagos lo apoyó
abiertamente. Y en el año 2009 en Honduras, el imperialismo secuestró y
destituyó al presidente Manuel Zelaya, mientras que la OEA y su
secretario, José M. Insulza, junto con el presidente de Costa Rica,
Óscar Arias, montaron un verdadero circo diplomático para cubrir su
complicidad con el golpe de estado y fingir solidaridad con el
presidente depuesto Manuel Zelaya. Los demás gobiernos se limitaban a
condenas retoricas al golpe militar, sin ninguna acción. De haber
existido un compromiso latinoamericano real en favor de la
institucionalidad, los gobiernos latinoamericanos todos deberían de
haberse retirado de la OEA, terminando con una institución que ha sido
sino un instrumento enemigo a los pueblos latinoamericanos. Y por
último, el golpe de estado del 2012 en Paraguay al presidente Fernando
Lugo donde se utilizaron tácticas de conspiración parlamentaria para su
destitución es un buen ejemplo de que se dice una cosa y se hace otra.
Paraguay es un país completamente dependiente en lo geográfico y
comercial de Brasil y Argentina, si ambos gobiernos hubieran tenido
voluntad de proteger al pueblo paraguayo de este atropello, en 24 horas
el presidente legítimo Lugo hubiese vuelto al poder. De nuevo la
actitud cínica, de vasallos con los ricos prevaleció y otro gobierno
legítimo cae y hoy nadie menciona esto.
Más allá de la
defensa a las instituciones legitimas de nuestros países, esta la
defensa a los derechos humanos de nuestros pueblos. CELAC y UNASUR
deberían de jugar como mínimo un papel relevante en este sentido. Estas
instituciones no han servido ni para denunciar el asesinato de 145.323
a manos del crimen organizado en México en los últimos 8 años, ni las
desapariciones de 23.322 personas desde el año 2011 en ese mismo país.
Se trata de crímenes tan horribles que pareciera que el pueblo mejicano
vive a diario en un surrealismo macabro diario. Ni hablar de denunciar
la existencia de 9.000 presos políticos en Colombia, casi todos
luchadores pacíficos, ni los más de 3000 activistas y sindicalistas
asesinados por paramilitares en los últimos 30 años en ese país o los
4,5 millones de campesinos despojados y desplazados por militares y
paramilitares colombianos. En ambos casos sus presidentes, Enrique Peña
Nieto en México y Juan Manuel Santos en Colombia son presentados como
príncipes de la democracia, ninguna crítica oficial latinoamericana les
toca. Miles de jóvenes, mujeres y pobres han sido y son víctimas de una
violencia aterradora producto de la opresión y corrupción generalizada
en Guatemala y Honduras pero de nuevo las instituciones y presidentes
latinoamericanos raramente se manifiestan. No hay denuncia oficial
tampoco frente a la opresión, acoso y crimen continuo contra la
resistencia del pueblo Mapuche en Chile y Argentina o contra otros
pueblos aborígenes del continente.
Muchos parecen conformarse
y aceptar los clichés de gobiernos y presidentes “progresistas”
trasmitidos acríticamente por muchos medios incluso de izquierda que
cantaban y cantan loas a Lula, Luis Inácio da Silva, quien declaraba
sin rodeos no ser ni de izquierda ni de derecha, lo que lo transformó
en un regalón de los ricos –y también de muchos izquierdistas que no
aspiran sino a seguirle los pasos. En los últimos años el nuevo regalón
es el presidente uruguayo José Mujica, ex guerrillero y hombre
político, que gracias a un estilo de vida sencillo (y repetido hasta el
cansancio) aparece en fotos a la derecha de Rockefeller, va de filósofo
popular a Cantinflas, y de “presidente” a “oposición a su presidencia”
sin que nadie se pregunte cómo es posible. Elogiada por ricos y
progresistas Michelle Bachelet, la presidente de Chile, una figura
política mediocre, se ha consagrado como “maternal” a pesar de sus
políticas represivas contra los Mapuche y pobladores. Últimamente, se
asoma Salvador Sánchez Cerén, presidente de El Salvador, tratando de
vendernos el “buen vivir” sin transformar nada. Y todos estos
presidentes, y sus gobiernos, son apoyados por empresarios, alimentan a
empresarios y representan al imperialismo en América Latina
favoreciendo modelos económicos neoliberales obedientes al
totalitarismo capitalista.
Han traicionado una valiosa oportunidad de implementar cambios prácticos e ideológicos, cambios para los que fueron elegidos por sus pueblos, y esta traición de principios (prioritaria para todos ellos) ha tenido un alto costo para los latinoamericanos todos. En su traición han usado los aparatos políticos en los que están insertos, en el caso de Lula y su sucesora Dilma Roussefy el Partido de los Trabajadores, en el de Mujica el Frente Amplio, en el de Bachelet la Nueva Mayoría, en el de Sánchez Cerén será el FMLN. Todos ellos venden lo que tienen para vender, incluido su pasado político y de victimización, y al hacerlo desmovilizan y despolitizan las bases populares organizadas. Sus gobiernos (Brasil, Chile y Uruguay) han contado con el auge de los precios de las materias primas, sostenido por más de una década y que hoy parece agotarse. Durante su gestión mejoró, en forma temporal, la vida de muchos en parte debido al aumento de empleo, de crédito personal, y a la asistencia básica a los más necesitados (gastos autorizados por las instituciones capitalistas mismas) asegurando clientelismo y evitando levantamientos populares.
Han traicionado una valiosa oportunidad de implementar cambios prácticos e ideológicos, cambios para los que fueron elegidos por sus pueblos, y esta traición de principios (prioritaria para todos ellos) ha tenido un alto costo para los latinoamericanos todos. En su traición han usado los aparatos políticos en los que están insertos, en el caso de Lula y su sucesora Dilma Roussefy el Partido de los Trabajadores, en el de Mujica el Frente Amplio, en el de Bachelet la Nueva Mayoría, en el de Sánchez Cerén será el FMLN. Todos ellos venden lo que tienen para vender, incluido su pasado político y de victimización, y al hacerlo desmovilizan y despolitizan las bases populares organizadas. Sus gobiernos (Brasil, Chile y Uruguay) han contado con el auge de los precios de las materias primas, sostenido por más de una década y que hoy parece agotarse. Durante su gestión mejoró, en forma temporal, la vida de muchos en parte debido al aumento de empleo, de crédito personal, y a la asistencia básica a los más necesitados (gastos autorizados por las instituciones capitalistas mismas) asegurando clientelismo y evitando levantamientos populares.
Otros, sin embargo, recuerdan con
emoción la claridad con la que el derrocado presidente Manuel Zelaya se
dirigiera a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de julio
del 2009 denunciando a la oligarquía de su país y al imperialismo.
Zelaya, el mismo liberal y propietario, demostró una valentía y
honestidad que no hemos escuchado de presidentes que fueron
guerrilleros izquierdistas. Recordemos también la honestidad y
austeridad que ha mostrado el presidente de Bolivia, Evo Morales, poco
comentada, que sin ningún espaviento el año 2006 se rebajó su sueldo de
presidente a la mitad, quedando en 2600 dólares al mes, y se establece
allí el límite máximo de sueldos a funcionarios del estado.
En suma, aun cuando los gobiernos del ALBA que ellos mismos enfrentan
desafíos y contracciones, además de la incógnita que implica la nueva
relación cubano-estadounidense, no ignoran esta realidad aunque se
abstienen de hacer críticas a los demás gobiernos latinoamericanos.
Esto tiene un impacto ideológico y político. Es verdad que a veces se
pronuncian, en casos extremos, su estrategia de silencio se explica
quizás porque entienden las intenciones del imperialismo de aislarlos.
Entonces, agradecen la política externa de Brasil y Argentina que si
bien no los defiende tampoco los ataca y contribuye a mantener el flujo
comercial con ellos. Pero, qué pasaría si hubiera otro golpe de estado
u otro tipo de ataque a cualquier país latinoamericano o del Caribe, lo
que es posible porque la conspiración es constante y está en la agenda
de los enemigos (en cuanto a cualquier proyecto que ellos no
controlen). Es probable, que dada la realidad arriba discutida, no haya
respuesta continental -las organizaciones existentes aun con buena
visión están infectadas de impostores y transmiten solo expresiones
vacías. Este es el impacto ideológico y político de esta estrategia de
silencio. La verdad es relevante. Es relevante saber lo que se tiene,
cuales son las herramientas y las fuerzas disponibles con las que se
cuenta, entender la realidad que nos rodea y no engañarnos con
quimeras. Esto ayuda a seguir andando y a enfrentar cualquier situación
de peligro.
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