Durante la campaña electoral brasileña, fue muy difundido un anuncio titulado
O mito chegou, o Brasil acordou(El mito llegó, el Brasil despertó).
En el promocional, originalmente realizado para una marca de whisky
muy conocida, se veía el famoso Pan de Azúcar de Río de Janeiro, cerro
imponente que es uno de los principales atractivos turísticos del país,
convertirse en un gigante de granito que se levanta y echa a andar. Las
imágenes terminan con el gigante caminando sobre la bahía de Río junto a
la imagen de Bolsonaro con la banda verdeamarela y la frase
O gigante não está mais adormecido(El gigante ya no está dormido).
Pero las imágenes iban acompañadas de la canción de un rapero llamado
El Veneco que venían a sintetizar los mensajes de campaña de Bolsonaro:
esperanza, futuro, un pueblo cansado de mentiras, críticas a todos los
medios de comunicación como parte del establishment, orden y progreso, crítica a la
ideología de género, el gobernar como una misión de Dios, referencias a la lucha entendida como una apología de las armas, y a una izquierda asustada, propias del mensaje anticomunista instalado en la época de las dictaduras militares y el Plan Cóndor.
La campaña funcionó, y el primero de enero de 2019 quien entregaba la
banda presidencial en el Palacio de Planalto era Michel Temer y no
Dilma Rousseff, cuyo mandato debía haber terminado ese día si no fuese
por el golpe parlamentario vía impeachment sin crimen de
responsabilidad por el que fue desalojada del gobierno, y quien recibía
la banda era Jair Messias Bolsonaro y no Lula da Silva, quien encabezaba
todas las encuestas los meses previos y fue apartado de la carrera
presidencial y encarcelado en una acción de lawfare, sin pruebas en su contra, pero con la convicción declarada del juez Moro, hoy nuevo Ministro de Justicia de Brasil.
El ex capitán del ejército en la reserva se coloca así, junto a su
vicepresidente, otro ex militar (en total son siete ex militares entre
los 22 ministros) al mando del país más grande de América Latina, y una
de las 10 principales economías del mundo.
Lo hace además con un programa político muy claro.
En lo social, rebajando el salario mínimo previsto para 2019, salario
que reciben 48 millones de personas en Brasil, y desvinculándolo de la
pensión de los jubilados, y excluyendo a la población LGTBIQ de las
políticas de derechos humanos, entre otras medidas. Además, dando vía
libre a la policía para matar delincuentes en una medida cercana al
fascismo social.
En lo político, con una guerra frontal contra el
comunismo, que implica la destitución de las y los funcionarios que defiendan dichos ideales, lo que en el fondo será una excusa para una limpieza ideológica contra los simpatizantes del PT y del lulismo; y rechazando la
ideología de géneroen plena ola verde feminista recorriendo América Latina, que no es otra cosa que la imposición de los valores y tradiciones judeocristianas, en palabras del propio Bolsonaro durante su discurso de asunción, y la victoria cultural de la derecha evangélica, que entra con fuerza en el Estado y en las políticas públicas.
En lo económico, el situar a un Chicago Boy como Paulo
Guedes al frente de la economía nacional deja claro la apuesta ultra
neoliberal de Bolsonaro. El ya ministro no sólo se formó en la
Universidad de Chicago, sino que vivió y dio clases en Chile durante la
dictadura de Pinochet. Las primeras medidas tampoco dejan lugar a la
duda: la concesión de infraestructuras de ferrocarril, 12 aeropuertos y
cuatro terminales portuarias, en lo que parece el inicio de un proceso
de privatización neoliberal de los sectores estratégicos de la economía,
junto con la promesa también neoliberal de reducir impuestos.
En el ámbito internacional las prioridades son nítidas: alianza con
Estados Unidos a partir de una fuerte relación con Trump y, por
extensión, acercamiento a Israel y anuncio del traslado de la embajada
brasileña de Tel Aviv a Jerusalén. La no invitación a la toma de
posesión a Cuba, Venezuela o Nicaragua o el abandono del pacto
migratorio de Naciones Unidas, ratificado por 152 países, también son
toda una declaración de intenciones en política exterior.
Respecto de la integración sudamericana, Itamaraty ha subrayado que
el Mercosur, hasta ahora la niña mimada de Brasil para la integración
comercial, ya no será una prioridad.
De cómo se desarrolle esta alianza con Estados Unidos y Trump depende
en buena medida el futuro inmediato de Brasil y de la región. La
disputa geopolítica entre EU y China, plasmada en el ámbito comercial,
tiene en Brasil un nudo que resolver, pues China es su mayor socio
comercial y comparte espacio en los BRICS. Al mismo tiempo, y en su
primera entrevista a la televisora SBT, Bolsonaro ha admitido la
posibilidad de otorgar permiso a Estados Unidos, que en todas sus
Estrategias de Seguridad Nacional menciona a la Amazonía como espacio
geográfico estratégico, para instalar una base militar en territorio
brasileño.
En los próximos meses veremos la reacción del Brasil de las y los de
abajo ante el monstruo que parece ser Bolsonaro. Pero también debemos
estar atentos a otro nombre, probablemente el mito detrás del monstruo:
Steve Bannon y la internacional ultraderechista que viene articulando
entre Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea: The Movement.
*Politólogo expecialista en América Latina
No hay comentarios:
Publicar un comentario