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domingo, 6 de enero de 2019

Bolsonaro, ¿mito o monstruo?



Durante la campaña electoral brasileña, fue muy difundido un anuncio titulado O mito chegou, o Brasil acordou (El mito llegó, el Brasil despertó).
En el promocional, originalmente realizado para una marca de whisky muy conocida, se veía el famoso Pan de Azúcar de Río de Janeiro, cerro imponente que es uno de los principales atractivos turísticos del país, convertirse en un gigante de granito que se levanta y echa a andar. Las imágenes terminan con el gigante caminando sobre la bahía de Río junto a la imagen de Bolsonaro con la banda verdeamarela y la frase O gigante não está mais adormecido (El gigante ya no está dormido).
Pero las imágenes iban acompañadas de la canción de un rapero llamado El Veneco que venían a sintetizar los mensajes de campaña de Bolsonaro: esperanza, futuro, un pueblo cansado de mentiras, críticas a todos los medios de comunicación como parte del establishment, orden y progreso, crítica a la ideología de género, el gobernar como una misión de Dios, referencias a la lucha entendida como una apología de las armas, y a una izquierda asustada, propias del mensaje anticomunista instalado en la época de las dictaduras militares y el Plan Cóndor.
La campaña funcionó, y el primero de enero de 2019 quien entregaba la banda presidencial en el Palacio de Planalto era Michel Temer y no Dilma Rousseff, cuyo mandato debía haber terminado ese día si no fuese por el golpe parlamentario vía impeachment sin crimen de responsabilidad por el que fue desalojada del gobierno, y quien recibía la banda era Jair Messias Bolsonaro y no Lula da Silva, quien encabezaba todas las encuestas los meses previos y fue apartado de la carrera presidencial y encarcelado en una acción de lawfare, sin pruebas en su contra, pero con la convicción declarada del juez Moro, hoy nuevo Ministro de Justicia de Brasil.
El ex capitán del ejército en la reserva se coloca así, junto a su vicepresidente, otro ex militar (en total son siete ex militares entre los 22 ministros) al mando del país más grande de América Latina, y una de las 10 principales economías del mundo.
Lo hace además con un programa político muy claro.
En lo social, rebajando el salario mínimo previsto para 2019, salario que reciben 48 millones de personas en Brasil, y desvinculándolo de la pensión de los jubilados, y excluyendo a la población LGTBIQ de las políticas de derechos humanos, entre otras medidas. Además, dando vía libre a la policía para matar delincuentes en una medida cercana al fascismo social.
En lo político, con una guerra frontal contra el comunismo, que implica la destitución de las y los funcionarios que defiendan dichos ideales, lo que en el fondo será una excusa para una limpieza ideológica contra los simpatizantes del PT y del lulismo; y rechazando la ideología de género en plena ola verde feminista recorriendo América Latina, que no es otra cosa que la imposición de los valores y tradiciones judeocristianas, en palabras del propio Bolsonaro durante su discurso de asunción, y la victoria cultural de la derecha evangélica, que entra con fuerza en el Estado y en las políticas públicas.
En lo económico, el situar a un Chicago Boy como Paulo Guedes al frente de la economía nacional deja claro la apuesta ultra neoliberal de Bolsonaro. El ya ministro no sólo se formó en la Universidad de Chicago, sino que vivió y dio clases en Chile durante la dictadura de Pinochet. Las primeras medidas tampoco dejan lugar a la duda: la concesión de infraestructuras de ferrocarril, 12 aeropuertos y cuatro terminales portuarias, en lo que parece el inicio de un proceso de privatización neoliberal de los sectores estratégicos de la economía, junto con la promesa también neoliberal de reducir impuestos.
En el ámbito internacional las prioridades son nítidas: alianza con Estados Unidos a partir de una fuerte relación con Trump y, por extensión, acercamiento a Israel y anuncio del traslado de la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén. La no invitación a la toma de posesión a Cuba, Venezuela o Nicaragua o el abandono del pacto migratorio de Naciones Unidas, ratificado por 152 países, también son toda una declaración de intenciones en política exterior.
Respecto de la integración sudamericana, Itamaraty ha subrayado que el Mercosur, hasta ahora la niña mimada de Brasil para la integración comercial, ya no será una prioridad.
De cómo se desarrolle esta alianza con Estados Unidos y Trump depende en buena medida el futuro inmediato de Brasil y de la región. La disputa geopolítica entre EU y China, plasmada en el ámbito comercial, tiene en Brasil un nudo que resolver, pues China es su mayor socio comercial y comparte espacio en los BRICS. Al mismo tiempo, y en su primera entrevista a la televisora SBT, Bolsonaro ha admitido la posibilidad de otorgar permiso a Estados Unidos, que en todas sus Estrategias de Seguridad Nacional menciona a la Amazonía como espacio geográfico estratégico, para instalar una base militar en territorio brasileño.
En los próximos meses veremos la reacción del Brasil de las y los de abajo ante el monstruo que parece ser Bolsonaro. Pero también debemos estar atentos a otro nombre, probablemente el mito detrás del monstruo: Steve Bannon y la internacional ultraderechista que viene articulando entre Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea: The Movement.
*Politólogo expecialista en América Latina

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