Página de Pie
La muerte de más de
90 personas en la explosión del gasoducto de la empresa estatal Pemex
pone en evidencia las encrucijadas de Andrés Manuel López Obrador. Los
huachicoleros son organizaciones dedicadas al robo de combustible, parte
de la trama criminal de un país sitiado por la violencia. El nuevo
presidente no descarta sabotaje y justifica la inacción del Ejército.
Una crónica de Pie de Página sobre el recorrido de las familias de los
heridos por los hospitales y la visita de las autoridades que piden
ayuda para reconstruir lo que pasó y encontrar respuestas.
En la
sala de urgencias del Hospital de Traumatología y Ortopedia del
IMSS-Lomas Verdes (una de las regiones más industrializadas de México)
nunca es ni tarde ni temprano para las cabezas bajas. Es un espacio sin
presente porque el pensamiento se mueve entre lo que pasó y lo que puede
pasar. Aquí, el tiempo se vive en la espera.
Las reglas del
Seguro Social son estrictas para los visitantes: sólo una persona puede
estar con el paciente hospitalizado y necesitas una identificación
oficial para entrar al baño. Las familias tienen dos formas de obtener
información: por una bocina, que les llama cuando pasa algo que requiera
su presencia o por llamadas telefónicas con el familiar -adentro solo
puede estar un familiar directo- que acompaña al paciente.
El
vigilante de la entrada de urgencias se encarga de recordar estas normas
y decidir quién entra y quién no. Pero este sábado 19 de enero hay una
frase que parece un pase de entrada para esquivar el protocolo: “Vengo
por la explosión de Hidalgo, estoy buscando a unas personas”.
El
vigía concede 30 minutos al hombre para que entre a pedir información,
pero a cambio le retiene su identificación oficial. “Si te pasas de los
30, te la regreso hasta dentro de dos días”, advierte.
El hombre
vuelve en 15 minutos. Sus familiares no están. Ahora se dirige al
hospital de Zumpango, pues le dijeron que allá se llevaron a varias
personas y no tiene tiempo de confirmaciones. “Debo encontrarlos”,
repite.
* * *
En la madrugada llegaron a
este hospital seis sobrevivientes de la explosión del ducto de gasolina
en Hidalgo. Son parte del grupo de heridos más graves, que tienen que
ser trasladados a hospitales especializados. Tras ellos llegaron sus
familias.
Falta una hora para el mediodía. Marcos y su sobrina
Teresa esperan parados cualquier tipo de información. Vienen desde
Teltipán de Juárez, una comunidad ubicada a un kilómetro del lugar donde
fue la explosión. Llegaron aquí porque les dijeron que el esposo de
Teresa está internado en este centro médico. Se llama Rafael Jiménez.
Con ellos también vinieron la madre de Rafael y su abuelo.
En
realidad, toda su familia está regada en distintos hospitales de
Hidalgo, Estado de México y la Ciudad de México: el sobrino de Marcos,
de 13 años, está hospitalizado en Toluca; en Zumpango le contaron que
está su cuñado Silvino; a Edmundo Acosta lo están buscando. No saben
dónde está ni cómo identificar su cuerpo.
“De varias partes de
nuestras familias hubo afectados. Todos son buenas personas, sólo fue un
ratito de mala suerte”, dice. “A lo mejor por curiosos fueron a
encontrar un accidente.”
Marcos cuenta que en su comunidad la mayoría se dedica al campo. Pocos a la industria. Se siente indignado.
“El que abrió esa fuga, ¿cuántas personas accidentadas no carga en su
consciencia? No se vale que paguen justos por pecadores. A lo mejor y
los que hicieron esto andan por ahí tranquilamente”, reflexiona.
Durante varias horas, Marcos y Teresa pasan del patio de espera al
mostrador donde la gente con más urgencia de información espera de pie y
donde, de tanto en tanto, se escucha una bocina que vocea: “familiar
de…” y el nombre del paciente.
Poco después de mediodía Teresa
se comunica por teléfono con la persona que acompaña a su esposo. Le
dice que esté atenta porque lo van a trasladar a Magdalena de las
Salinas y quizá necesiten ayudar con la camilla. Entonces se entera de
que Rafael no está en el hospital de Lomas Verdes, sino en el de Villa
Coapa, al otro lado de la ciudad.
* * *
Las cifras de víctimas fatales y de heridos aumentan cada hora. Al
cierre de esta nota se calculan más de 90 muertes. Entre los cuerpos
calcinados hay 54 que no se han podido identificar y requerirán pruebas
genéticas.
El presidente Andrés Manuel López Obrador asegura que
la prioridad, por el momento, es salvar vidas. Por eso, dice, el
secretario de Salud, Jorge Alcocer, y el director del IMSS, Germán
Martínez, recorren temprano los hospitales donde se encuentran los
pacientes con quemaduras más graves.
El propio López Obrador
suspendió su gira de trabajo de este fin de semana en los estados de
Jalisco y Guanajuato, y regresó de Aguascalientes para atender la
emergencia. Llegó a la medianoche del viernes a Tlahuelilpan y a las 7
de la mañana de este sábado ya estaba en conferencia de prensa
acompañado del gabinete y del gobernador de Hidalgo, el priista Omar
Fayad, quien a cada oportunidad se desvive en agradecimientos al
gobierno federal.
El presidente convoca a conferencias
extraordinarias y dedica a los reporteros largas reflexiones sobre las
causas de la tragedia. Anuncia que durante la semana visitará
comunidades donde la gente ha hecho del robo de combustible su modo de
vida (conocidos como “huachicoleros”) y pide a los pobladores de
Tlahuelilpan que cooperen con las investigaciones sobre las causas de la
explosión.
“Pido a la gente de Hidalgo, inclusive a los que
participaron (en el robo de ducto), que nos ayuden y den su versión, no
sólo de lo que sucedió el día de ayer, sino el porqué de esta actitud”,
dice el presidente, mientras pide mostrar videos de pobladores sacando
combustible de los ductos masivamente.
“Estamos ante una
situación que se soslayó durante mucho tiempo y por eso es importante
saber: ¿cómo se da esta práctica en lo comunitario? ¿Quién lleva a cabo
la perforación del ducto? ¿Cuándo se sabe que hay una fuga? ¿Quién
convoca? ¿Quién llama? ¿Cómo acude tanta gente? ¿Por qué los
recipientes? ¿Qué se hace con ese combustible? ¿Se utiliza para consumo o
se vende? ¿Cómo se vende? ¿Quiénes compran? Reconstruir la historia.
Eso es lo que tenemos que hacer”.
El fiscal general, Alejandro
Gertz Manero, refuerza el llamado: “No debemos criminalizar a toda una
población, pero esa población tiene la obligación moral, como la tenemos
nosotros, de proteger a sus hijos, de proteger a su medio y de
protegernos a todos los mexicanos”.
En el corte informativo de
la tarde adelanta que una posible causa de la explosión fue la fricción
de la ropa de cientos de personas con el combustible.
Una reportera pregunta lo que ha estado en el centro del pensamiento de muchos en las últimas horas:
–¿Se puede pensar en sabotaje?
–No descartamos nada –responde el presidente, antes de asegurar, por
enésima ocasión, que no cambiará su estrategia contra el robo de
combustibles–. Claro que va a seguir el plan, lamento mucho lo sucedido,
me duele, pero tienen que cambiar estas cosas.
* * *
En un día normal, el ducto Tuxpan-Tula transporta 70 mil barriles de
combustible a una presión de 20 kilogramos. Es un ducto estratégico para
la distribución de combustibles en el país, porque surte con gasolinas
(o con componentes para la gasolina) la Refinería de Tula, en Hidalgo, y
desde ahí se envía a Salamanca, León, Irapuato, Guadalajara y Morelia.
Es decir, todo el Bajío industrial.
El ducto había suspendido
operaciones desde el 23 de diciembre, cuando inició la estrategia del
gobierno federal contra el robo de combustibles. Pero el 16 de enero a
las 5 de la tarde inició un proceso de “empaque”, que básicamente
consiste en llenar el tubo con producto (en este caso gasolina Premium) y
bombearlo para que pueda reiniciar operaciones. Es decir, después de
tres semanas cerrado se preparaba para comenzar a operar. El director de
Pemex, Octavio Romero, explica que al detectarse una baja de presión en
un ducto (por una toma clandestina o por otra razón) se activa un
protocolo de seguridad que consiste en suspender la operación, cerrar y
seccionar las válvulas. La presión baja de 20 a 5-6 kilogramos. Pero el
lugar donde ocurrió la explosión está a 13 kilómetros de la Refinería de
Tula, por lo que el tubo tenía unos 10 mil barriles de gasolina. Por
eso, dice, fue tan difícil apagar el incendio. Romero desliza otro dato
que dimensiona el problema: en el municipio de Tlahuelilpan se han
abierto 10 tomas clandestinas en los últimos tres meses.
* * *
El secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval, explicó en
conferencia de prensa que a lo largo del ducto cada 20 kilómetros hay 50
hombres recorriendo los tubos las 24 horas del día. Pero en una
situación desbordada como la de Tlahuelilpan, la única forma de detener a
la turba hubiera sido usando armas.
“Es sumamente difícil poder
contener con 25 hombres a 600, 800 personas. No puede haber un esfuerzo
para buscar detenerlos, nunca lo van a lograr, y más si los pobladores
están convencidos de ir por el producto.Entonces es mejor evitar esa
confrontación.”
Doce horas más tarde, el rostro del funcionario
apenas emitirá un gesto satisfecho cuando, a pregunta expresa, el
presidente insista: “Nosotros no vamos a reprimir, no vamos a combatir
el mal con el mal. El Ejército actuó bien”.
* * *
Encontrar un pedazo de banqueta, la sombra de un árbol. Contar monedas y
hacer la cuenta sobre lo que le falta al día. El hambre la apaleas con
café y frituras. Contar los cigarros y decirte a ti mismo: “pero qué
pendejo”, “todo por una pinche garrafita”, “pero si ya te ibas”.
No has dormido y no tienes sueño, lo único que quisieras es darte un
baño y ver a tu hermano; ver que no está tan mal, que él la alcanzó a
librar, que no es tan “pendejo”.
Pero ves el puesto de periódico
frente al hospital y la portada de los periódicos te desalienta. Todos
tienen en la imagen de la flama que incendió el cielo de Tlahuelilpan.
“Estalla ducto en plena ordeña”, “Infierno en dos ductos de Pemex”,
“¡Gasolinazo!”, “¡Huachipum!”, ¡Huachinga su ma..!”. Hoy, los titulares
no dan risa.
En algunos hay fotos de cuerpos quemados. Así quedó
tu hermano, pero él sobrevivió. ¡Qué suerte! Aunque quién sabe, quizá
en la explosión lo dejó ciego, o los pulmones se le quemaron como papel
por el calor. Quién sabe realmente qué quedó de él. Por algo lo trajeron
a la ciudad de México, aquí trajeron a los heridos más graves por la
explosión. La piel se cura pero deja cicatrices.
Esperas a que
te dejen pasar, para ver si ya despertó. Para que un doctor te diga que
todo va bien, aunque en el fondo sabes que falta mucho para que eso sea
cierto.
Los camilleros del hospital reciben a los heridos que
llegan en helicóptero. Los bajan en camillas y respiradores
artificiales. El cuerpo lleno de gasas, sin pelo. Y tú miras esos bultos
de carne y piensas en lo difícil que será la recuperación.
“Aquí me tienes”
Daniela
Pastrana, periodista independiente, especializada en derechos humanos,
movimientos ciudadanos y política social. Escribe para IPS (Inter Press
Service) sobre la situación de los derechos humanos en el contexto de la
narco-guerra mexicana. Trabajó en los diarios mexicanos Reforma, La
Jornada y El Centro.
María Fernanda Ruiz, periodista,
aficionada a la fotografía. Fan de la necesidad de hacer cine
documental. Nativa de tierras donde “siempre hay primavera” y crecen
guayabas y buganvilias.
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