Pese a mantenerse
fuerte en el control de algunos gobiernos y de no abandonar las calles
en muchos otros, el campo popular latinoamericano atraviesa un momento
de reflujo relativo, en un año en el que seis países latinoamericanos
buscarán un nuevo presidente a través de contiendas electorales.
Los
ciudadanos de Argentina, Bolivia, El Salvador, Panamá, Guatemala y
Uruguay, en procesos diversos y contradictorios, irán a las urnas para
definir un nuevo balance de poder en la región.
Bolivia y Argentina, uno espejo de otro
El socialismo
comunitario de Bolivia, con un presidente indígena a la cabeza, puede
describirse como un proceso de refundación nacional, que combina
justicia social con el índice de crecimiento económico sostenido más
importante de toda Sudamérica (4,67% del PBI en 2018).
La
restitución neoliberal de Argentina, de la mano de un presidente
empresario, puede detallarse como un proceso de recolonización en manos
de los intereses del capital transnacional, los grandes grupos
económicos locales y el conglomerado agroexportador. La inflación del
48% anual, la recesión económica con una caída de 2,3% del PBI, y el
crecimiento exponencial de la deuda han puesto a ese país en jaque.
Para el caso boliviano, en la oposición se visualiza a parte del
complejo multimediático y un disfraz digital de la vieja derecha en las
llamadas "Plataformas 21F". Carlos Mesa, un cobarde y neoliberal ex
presidente que renunció en plena crisis boliviana de los años 2002-2006,
se presenta, grotescamente, como "lo nuevo".
Mesa consigue ser,
por el momento, la figura electoral más relevante de una oposición
fragmentada y que mostró toda su hilacha al momento de la postulación de
los binomios electorales.
Evo Morales y Álvaro García Linera
van por la continuidad y en pocos días mostraron toda su fortaleza
política. Un masivo acto del MAS-IPSP el 18 de diciembre en Cochabamba
muestra el poder de un “instrumento político” que certificó casi un
millón de adherentes, contra los apenas 60mil del MNR, el principal
partido de oposición.
La batalla electoral, en una Latinoamérica
que hoy es gobernada mayoritariamente por proyectos políticos de las
derechas, promete elevar las tensiones políticas del Estado
Plurinacional de Bolivia. Ese pueblo tendrá que defender sus más de 10
años de conquistas potenciando la combinación, junto a lo electoral, de
otras formas de lucha y organización.
En Argentina, Macri y su
cada vez más nítido alineamiento con el proyecto neoconservador de
Donald Trump, enfrentan un escenario electoral aún incierto , donde l a
ex presidenta Cristina Fernández asoma en todas las encuestas como la
principal figura de oposición. A su vez, el gobierno enfrenta una
batalla en el "frente económico", con vencimientos de deuda y la
tensionante espera de otro rescate del FMI para marzo de 2019.
Cristina Fernández encara una lenta pero progresiva rearticulación de
diversos intereses económicos y políticos que otrora supieron
sostenerla. Sin esa tarea, la “ vuelta ” al gobierno sería una quimera.
Preocupa, a la vez, cierta falta de definiciones programáticas para una
Argentina que, por el nuevo contexto internacional y nacional, no podrá
ser gobernada sólo con el trazo neodesarrollista de la etapa anterior.
Centroamérica: el sueño de Istmania atraviesa varias batallas electorales
Juan José Arévalo, presidente guatemalteco entre 1945 y 1951, en los
días de la caída de su amigo Jacobo Arbenz en 1954 lanzó un poderosos
libro-proclama titulado “Istmania, o la unidad revolucionaria de
centroamérica” para reclamar otro rumbo para los países
centroamericanos.
Más de 60 años después de ese libro, la
“tierra del istmo”, atomizada y enfrentando un sinnúmero de problemas -
como la reciente caravana migrante que partió desde Honduras hasta
Estados Unidos - este año será protagonista de elecciones en Guatemala,
El Salvador y Panamá.
Desde la destitución de Otto Pérez Molina,
Guatemala asiste a una detonación de su frágil sistema político, deudor
de la compleja situación social heredada desde la guerra civil abierta
tras el derrocamiento de Arbenz.
soft-power) de la ONU (¿y los Estados Unidos?) a través de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG.
El país centroamericano de
mayor población asiste a un jaque entre la violencia y la corrupción de
la “vieja” derecha autoritaria (del que el actual presidente Jimmy
Morales pareciera ser un representante) y la intervención solapada (
Los “partidos franquicia”, acordes al clientelismo político de la
“vieja” derecha, han sido prohibidos. Algunos candidatos están cercados
por la justicia, incluso en prisión.
En síntesis, el escenario
electoral y político guatemalteco atraviesa un momento incierto, donde
se perfilan cuatro posibles presidenciables: Sandra Torres, cónyuge del
expresidente Álvaro Colom; Carlos Raúl Morales, ex Canciller de Otto
Pérez Molina y de Jimmy Morales; Zury Rìos, líder evangélica e hija del
fallecido dictador José Efraín Ríos Montt; y Thelma Aldana, ex fiscal
general del país y alfil político de las denuncias “selectivas” de la
CICIG.
La izquierda política se encuentra fragmetada en cuatro
grandes espacios que no tienen aún perspectivas de unificación: la
histórica Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG ; el Partido
Convergencia del ex líder guerrillero Pablo Monsanto ; el indigenista
Partido Winaq fundado por la Nobel de la Paz Rigoberta Menchú ; y el
Movimiento para la Liberación de los Pueblos, vinculado al Comité de
Desarrollo Campesino, CODECA.
“En el escenario que atraviesa
este país, per o también en función de lo que pasa en la región
centroamericana y en latinoamérica, la izquierda pierde si va dividida
en esta coyuntura que demanda una unidad urgente e inaplazable”, nos
señaló Celeste Cano, referencia jóven de la URNG, en una entrevista
realizada a los fines de este análiisis.
Por otro lado, en
Panamá, a fines de este año se cumplen 30 años de la invasión
norteamericana que apresó al General Noriega y que se llevó la vida de
más de 3000 personas, la mayoría civiles. Con esa historia de fondo , el
país del canal pareciera estar atravesado hoy múltiples y profundas
tensiones geopolíticas.
El expresidente Ricardo Martinelli
cumple prisión por escuchas ilegales a más de 200 figuras de la
oposición, mientras el actual presidente, Juan Carlos Varela, abre
negocios con China a partir de un tratado donde el gigante asiático
invertiría en la ampliación del estratégico paso bioceánico para .
desplegar su propuesta de la “nueva r uta de la s eda”.
El
acercamiento con China sería una motivación suficiente para que en
septiembre pasado el presidente panameño , Juan Carlos Varela, en la
Asamblea General de Naciones Unidas exigiera a los Estados Unidos la
elimin ación de l bloqueo contra Cuba. Por otro lado, los intereses
europeos ligados al vaticano se sentirán con el viaje del Papa Francisco
a este país durante este mes de enero.
El expresidente
Martinelli, desde la cárcel, se presentaría como candidato a la alcaldía
de la ciudad de Panamá. José Luis Blandón será la carta oficialista a
las elecciones presidenciales que competirá con Laurentino Cortizo, del
Partido Revolucionario Democrático - que marcha al frente de las
encuestas-. Las fuerzas populares , nucleadas en torno a l Frente Amplio
por la Democracia ( FAD ), darán fuerza a la candidatura de Saúl
Méndez, que atravesará en mayo su segunda contienda electoral.
Finalmente, en El Salvador, e l gobernante Frente Farabundo Martí ( FMLN
) se enfrenta al desafío de preservar su continuidad no sólo ante el
tradicional y derechista Partido ARENA, sino también ante el ascenso de
Nayib Bukele, alcalde de San Salvador.
Bukele fue expulsado del
FMLN en octubre de 2017 por violentar los principios partidarios, y en
las elecciones de 2019 se presentará por el difuso (pero también
derechista) Partido GANA, tercero en la contienda electoral de 2014, que
di era por presidente al ex comandante guerrillero Salvador Sánchez
Cerén.
Uruguay: ¿La continuidad del Frente Amplio?
El 27 de octubre serán las elecciones en el país rioplatense. Los
grandes partidos no han definido aún a sus candidatos, pero la situación
uruguaya no escapa al escenario de reflujo relativo que viven sus
países vecinos.
Los medios de comunicación, el capital
financiero especulativo, la judicialización de la política (que obligó a
la renuncia al vicepresidente Raúl Sendic), y hasta intentos de
lock-out patronales (en el sector lechería y el sector petrolero) se
vivieron en el país de los orientales .
La derecha partidaria,
con el Partido Nacional como referencia, se para sobre esas situaciones
para construir una alternativa de poder ante un Frente Amplio ( FA ) que
atraviesa el desgaste de casi 15 años en el gobierno.
Si bien
el FA ha realizado grandes transformaciones en el país, pasando de un
40% de pobreza a un 8% y de un 26% de desocupación a un 6%, se enfrenta a
la desmovilización política relativa de los sectores populares que lo
llevaron al gobierno tras la crisis de 2002 , donde c ada vez más el
gobierno se separa de la fuerza política, y cada vez más ésta se separa
de los colectivos y organizaciones sociales .
Esa
desmovilización es r esultado de la acción combinada de los medios de
comunicación, de los partidos de la derecha y, también, de los sectores
moderados dentro del propio FA, que le “regalaron” a la región un
personaje tan oscuro como Luis Almagro, recientemente expulsado de las
filas frenteamplistas.
Pareciera, d e todas formas, que la
pelota sigue estando del lado del oficialismo. Si el frenteamplismo
logra ordenarse para renovar sus figuras electorales y apostar por el
cumplimiento del programa de su último congreso (reforma agraria, flota
pesquera y desarrollo frigorífico nacional, impuestos al gran capital y
controles a la inversión extranjera directa, entre otros puntos), todo
indica que tendría la fuerza y la moral para alcanzar un cuarto mandato
presidencial.
Entre los presidenciables del FA aparecen el
socialista moderado Daniel Martínez, actual intendente de Montevideo; el
social liberal Mario Bergara, vinculado al ex vicepresidente Danilo
Astori; la desarrollista Carolina Cosse, actual ministra de industria; y
el comunista Oscar Andrade, secretario general del sindicato de la
construcción y de creciente apoyo popular.
Palabras de cierre
En la etapa anterior (1999-2015), el progresismo fue importantísimo
desde el punto de vista geopolítico y hasta de ampliación de márgenes de
justicia y dignidad para nuestros pueblos.
Como bien señalara
Álvaro García Linera, los gobiernos progresistas y populares de la
región sacaron a nada menos que 72 millones de personas de la pobreza en
el decenio anterior.
Ese notable cambio en los índices de
pobreza, como también en los de empleo y equidad social, rápidamente son
retrotraídos por los gobiernos de las derechas si, cuando las fuerzas
populares ocupan posiciones de gobierno no se empujan cambios profundos
en las estructuras sociales heredadas.
Para el mundo que se
viene y la coyuntura que Latinoamérica atraviesa hoy, los sectores
populares deben profundizar sus propuestas políticas, anim á ndose a
salir por arriba del laberinto institucional que las democracias
representativas diseñaron para impedir una verdadera transformación de
la matriz económica y cultural del neoliberalismo.
De nada
servirá “volver” si no podemos desandar la lógica progresista, mucho más
preocupada por las instituciones y la república que lo mostrado por las
derechas que últimamente llegaron a posiciones de gobierno .
El
triunfo de Macri, y más claramente la victoria de Bolsonaro, señalan
que cuando hay conciencia del enemigo de clase, ninguna regla
democrática es respetada y acatada.
Los gobiernos de las
derechas todos los días dan lecciones de como romper y cambiar las
reglas de juego de la caduca democracia representativa.
Por
tanto, es preciso avanzar en formular (ó reformular) proyectos políticos
que propongan transformar radicalmente los preceptos económicos,
políticos, militares y culturales que el neoliberalismo nos propone.
Paula Giménez y Matías Caciabue. Investigadores argentinos del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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