Panamá
Bayano digital
Viene a Panamá el Papa
Francisco, y su visita hace aflorar con singular claridad el estado y
carácter de la religiosidad de nuestro pueblo, de la institucionalidad
eclesiástica aquí vigente, y de las afinidades y contradicciones de esa
institución con la sociedad que la sostiene. Esto no es de extrañar, si
consideramos la peculiar circunstancia de la visita.
En este caso, el
Papa más progresivo desde Paulo VI, que ha puesto en la agenda eclesial
de manera abierta temas como los derechos de los emigrantes, de los
pobres y de los ancianos, la vileza de la corrupción y la agonía de la
naturaleza es recibido por una sociedad conservadora y timorata en
materia cultural y moral. La iglesia católica de esta sociedad ha sabido
eludir el carácter progresivo del pontificado de Francisco, convocando a
su grey a partir de la invocación de valores tradicionales, y de una
actitud hacia el Pontífice que linda con el culto a la personalidad.
La
visita, como sabemos, ocurre en el marco de la Jornada Mundial de la
Juventud, un evento periódico creado por aquel adalid del anticomunismo
que en vida se llamó Karol Wojtyla, hoy canonizado por Francisco como
San Juan Pablo II, en imitación de los Festivales Mundiales de la
Juventud y los Estudiantes que en su momento promovió con notable empeño
la hoy extinta Unión Soviética. En un país en el que la juventud está
cada vez más expuesta a males como la pobre educación, el desempleo, la
inseguridad y la lumpenización, el debate en torno a esta edición de la
Jornada ha sido de una extraordinaria pobreza.
Algunos sectores
populares y de capas medias han cuestionado el costo de la inversión
pública en el evento, que hasta donde se sabe ronda los 70 millones de
dólares – incluyendo 14 mil en una alfombra roja para la llegada de Su
Santidad al aeropuerto. Esos cuestionamientos han encontrado una
enérgica respuesta de funcionarios públicos y comerciantes, que calculan
un retorno de 250 millones de dólares para el comercio local a cambio
de esa inversión estatal, en el más puro espíritu mercantil que
caracteriza a los grupos hegemónicos en nuestra sociedad.
La
Iglesia local, por su parte, no ha abierto ningún proceso de debate
público sobre el contenido social, político y ambiental del pontificado
de Francisco, y sus implicaciones para la sociedad panameña. Aquí se
vive una situación marcada por un crecimiento económico incierto, una
inequidad persistente, una degradación ambiental constante, y una
institucionalidad amenazada por graves problemas de corrupción,
ineficiencia y conflictos entre los poderes del Estado. Tanto la
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, de 2013, como la Carta
Encíclica Laudato Si’, de 2015, ofrecen un valioso marco de referencia
para debatir esos problemas en una sociedad que constitucionalmente ha
sido definida como mayoritariamente católica. En ausencia de ese debate,
la visita ha sido cuestionada por intelectuales liberales
anticlericales y defendida por conservadores vinculados al
establecimiento eclesiástico a partir de una agenda que alguna vez
estableció la Ilustración.
Así la cosas, lo mejor que la Jornada
puede ofrecer a Panamá, además de la presencia del propio Francisco, es
la llegada al país de una importante cantidad de jóvenes creyentes de
nuestra América, Europa y África. Es muy probable que esos jóvenes,
llamados peregrinos por los organizadores, tengan un nivel promedio
educativo y cultural superior al de sus pares panameños, y un espíritu
de compromiso con la transformación social que los lleve a ser vistos
por algunos de nuestros compatriotas como casi comunistas, y como
levadura peligrosa.
Aun así, queda la esperanza de que todo esto
haga resaltar aún más el carácter conservador y reacio al cambio
dominante en nuestra sociedad, y anime en año electoral un debate – así
sea soterrado – sobre la necesidad de transformarla. La Jornada y
Francisco podrían contribuir así a la creación de condiciones que
faciliten la lucha por salir de la situación de “putrefacción de la
historia” (Engels dixit) en la que estamos empantanados cuatro millones
de panameños. Eso, aquí, sería una ganancia muy superior a la que
esperan nuestros comerciantes de la visita Papal.
Guillermo Castro H. Sociólogo, escritor y educador
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