Immanuel Wallerstein
La idea de
celebrar los Juegos Olímpicos de Invierno en Corea del Sur parecía
destinada al fracaso. Los intereses de tres actores clave –Estados
Unidos, Corea del Sur y Corea del Norte– eran tan diferentes que parecía
imposible hallar compromisos de trabajo entre ellos.
Y no obstante, hubo un éxito relativo. La diplomacia les ganó. Esto
ocurrió en gran medida por las insospechadas y notables habilidades
diplomáticas de una persona: el presidente Moon Jae-in, de Corea del
Sur. Revisemos algunos puntos en torno a los que había profundos
desacuerdos, y expresar las posturas de los tres gobiernos al inicio de
este 2018.
El presidente estadunidense, Donald Trump, no quería que Corea del
Norte siquiera asistiera a las olimpiadas. Tenía la intención de hallar
formas de castigar a Corea del Norte por desafiar varias resoluciones de
Naciones Unidas. Insistía en que Corea del Norte renunciara al uso de
armas nucleares y destruyera aquellas que ya tenía. Buscaba implicarse
en maniobras militares que impresionaran al régimen norcoreano, loco al
resistirse a las demandas estadunidenses. Se opuso a cualquier discusión
diplomática con el régimen norcoreano hasta que accediera en principio a
estas demandas.
El líder norcoreano, Kim Jong-un, rechazó con firmeza cualquier idea
de desnuclearización. Dijo que estaría dispuesto a reunirse con el
presidente Trump, sólo si las reuniones estaban despojadas de
precondiciones y si Estados Unidos cesaba sus acciones agresivas hacia
Corea del Norte, como las maniobras militares. También dijo que estos
asuntos podrían discutirse sólo en una reunión uno a uno entre Corea del
Norte y Estados Unidos. Específicamente, rechazó cualquier grupo
alternativo como miembro de la reunión, tal como el llamado Grupo de los
Seis (los cinco miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
más Alemania). También se rehusó a la presencia de Corea del Sur en la
reunión.
En esta peligrosa situación de bloqueo total, el presidente Moon
buscó espacio para una tercera vía. Quería tranquilizar a Estados Unidos
en torno a que Corea de Sur aún valoraba, por sobre todo, su alianza
con Estados Unidos. También quería persuadir a Corea del Norte de que
redujera las tensiones en la península coreana.
El primer logro del presidente de Corea del Sur fue obtener el
consentimiento de Corea del Norte de participar en las olimpiadas.
También obtuvo el respaldo norcoreano para tener una presencia conjunta
bajo una sola bandera. En un deporte se creó un equipo conjunto para
participar.
El presidente Moon buscó garantizar a Estados Unidos que deseaba
mantener el mismo alto nivel de alianza que había estado funcionando por
mucho tiempo. Sin embargo, sugirió posponer las maniobras hasta después
de las olimpiadas. Con renuencia, Estados Unidos accedió.
El presidente Moon buscó entonces hacer que Corea del Norte
impusiera una tregua temporal en los lanzamientos de misiles hasta
después de las olimpiadas. Corea del Norte aceptó tácitamente. Se supuso
que esto abría la puerta para participantes de alto nivel de ambas
partes. Cada país asistió a las sesiones inaugurales con un funcionario
del más alto nivel, más una mujer cercana al líder.
En el caso de Corea del Norte, fue la cabeza de Estado nominal, Kim
Yong-chol, como presidente de la delegación norcoreana, más Kim Yo-ong,
hermana y confidente del líder norcoreano. Ella arribó con una
invitación para que el presidente Moon visitara Corea del Norte. En el
caso estadunidense, fueron el vicepresidente Pence e Ivanka Trump, hija y
confidente del presidente Trump.
Pese a que Estados Unidos estaba contra las reuniones con Corea del
Norte, se utilizó un canal privado para arreglar un encuentro entre el
vicepresidente Pence y los norcoreanos. Sin embargo, con el fin de
apaciguar a los simpatizantes estadunidenses del presidente Trump, el
vicepresidente Pence expresó una denuncia pública del régimen
norcoreano. La respuesta norcoreana a esta bofetada pública fue cancelar
la reunión con Pence en el último minuto.
No obstante, tanto los norcoreanos como los representantes
estadunidenses asistieron a la sesión de clausura. Estudiaron cómo
evitar contacto unos con otros, pero evitaron también las denuncias
recíprocas.
¿Cómo podemos entender lo ocurrido? El régimen norcoreano hizo
algunas concesiones calladas, que en realidad fueron temporales. Pero
las hicieron. Trump hizo concesiones mayores, que también son, en
realidad, temporales. El presidente Moon obtuvo el crédito, tanto en
Corea del Sur como en otras partes, creando esta tregua de paz. Aun
algunos conservadores en Corea del Sur le concedieron valor a lo que se
logró.
En la sesión de clausura, los norcoreanos expresaron que las relaciones entre Corea del Norte y Corea del Sur deberían
mejorar conjuntamente. ¿Lo harán ahora? ¿Y habrá ahora otra reunión oficial entre Estados Unidos-Corea del Norte? Nada es menos seguro. Pero el viento de popa está con el presidente Moon, quien por tanto es quien salió vencedor incuestionable de las negociaciones olímpicas. Logró suavizar al régimen norcoreano y con su ingenio logró burlar al régimen estadunidense. Nada mal, por cualquier definición.
Traducción: Ramón Vera-Herrera
© Immanuel Wallerstein
No hay comentarios:
Publicar un comentario