La
sociedad panameña pide un cambio del sistema político. Podemos decir
que lo mismo ocurre a nivel mundial. Incluso, países con instituciones
supuestamente sólidas – como EEUU – pasan por una coyuntura donde los
cambios del sistema político están a la orden del día.
Los
sistemas políticos siempre están cambiando. Se ajustan y se acomodan a
los cambios en las relaciones sociales (formas de producir y distribuir
las riquezas). Cuando no pueden ajustarse se transforman. ¿Qué pasa en
la transición entre el sistema caduco y la consolidación del nuevo
sistema?
En el caso de Panamá, durante la segunda mitad del siglo
XX el sistema político pasó por cambios significativos en dos momentos.
Primero, el golpe militar de 1968 transformó el orden político,
reconoció la nueva realidad social y consolidó una economía que
pretendió regular las relaciones entre los productores. El nuevo orden
siguió el patrón recomendado por las Naciones Unidas (CEPAL) que
promovía el crecimiento económico basado en la ‘sustitución de las
importaciones’ y un modelo con una fuerte dosis de planificación.
El
modelo no era novedoso ya que en la mayoría de los países se aplicaba.
En Panamá las nociones de ‘nuevo orden’ (regulación) y planificación se
enfrentaban a una oposición muy fuerte de los sectores conservadoras
(rentistas y especuladores) que contaban con el ‘caudillo’ Arnulfo
Arias. Este político no era del gusto de las clases dirigentes
(oligarquía) pero sabían que era seguro ganador en cualquier torneo
electoral. El conflicto entre liberales y conservadores fue resuelto en
1968 con el golpe militar que introdujo un ‘cambio del sistema
político’.
Los liberales y sus aliados - que marchaban sostenidos
por las bayonetas de la Guardia Nacional - fracasaron en la
consolidación del nuevo sistema político. Bajo la dirección del general
Torrijos el pueblo recuperó su plena soberanía sobre el territorio de la
Zona del Canal. Sin embargo, no pudo consolidar un nuevo sistema
político tanto por las contradicciones en su propio seno, como por la
férrea oposición de los conservadores y, también, por la intervención
norteamericana. Las dos elecciones convocadas por los militares – para
que las facciones de la burguesía compitieran por el poder gubernamental
– fracasaron.
Nuevamente, a fines de la década de 1980 se
produjo lo que podría llamarse un ‘empate catastrófico’ en el terreno
político. A pesar de los logros de Torrijos, sus sucesores no lograron
capitalizarlos políticamente. Además, EEUU ya promovía un nuevo modelo
de desarrollo que descartaba la planificación y favorecía la
desregulación neoliberal. Para desmontar el experimento militar de
Noriega, Washington (presidente Bush padre) decidió optar por una
invasión armada. EEUU cambió el sistema político y en pocos años instaló
un régimen que des-reguló la economía, privatizó el sector estatal y
flexibilizó la relación obrero-patronal.
A pesar de la
incorporación plena de la economía de tránsito (Canal) a la formación de
riquezas a principios del siglo, las elevadas tasas de crecimiento del
PIB y el éxito aparente del juego electoral, el sistema político no
logra consolidarse. El sistema no goza de credibilidad, no proyecta
confianza y ha alcanzado niveles intolerables de corrupción. Todos los
sectores sociales hablan y han comenzado a exigir un ‘cambio de sistema’
político. ¿Está Panamá en la puerta de un cambio similar a los ya
experimentados en 1968 o 1989?
Todos los elementos que justifican
el cambio están presentes. La corrupción, la quiebra del sector
productivo y la consolidación en el poder de una oligarquía rentista.
Falta el actor que estaba presente en 1968 (liberales y su brazo armado)
y en 1989 (conservadores y su brazo armado del Comando Sur). Peor aún,
no existe actor (clase social, grupo social o partido político) con una
propuesta de renovación o proyecto de país.
Faltando poco para el
torneo electoral de 2019 existe hastío en muchos sectores sociales.
Creen que va a ser “más de lo mismo”. Un sector social levanta como
bandera una asamblea constituyente originaria. Se sabe que quien convoca
la Constituyente la orienta en función de sus propios intereses. Hay
tres posibilidades. La primera es que el gobierno (incluyendo los
partidos de oposición) la convoquen: Otra vez “más de lo mismo”. La
segunda, una fractura en el sistema le permita a sectores nuevos
competir por la dominación de la Asamblea. La tercera, el colapso del
gobierno le permita a sectores hoy desconocidos asumir el liderazgo y
convertir la Asamblea Constituyente en la antesala de un cambio del
sistema político.
8 de marzo de 2018
- Marco A.
Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e
investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo
Arosemena (CELA)
https://www.alainet.org/es/articulo/191488
No hay comentarios:
Publicar un comentario