El miércoles, 11 de
mayo del presente año, cerca de 20 puntos de las carreteras principales
del país amanecieron ocupadas por las presencias “indeseables” de un
promedio de 20 mil mayas y campesinos en resistencia, aglutinados en la
Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (CNOC).
Estos
condenados en Guatemala, bajaron desde sus comunidades llevando consigo
tamales y tortillas, algunos a la media noche, y al amanecer comenzaron a
tapar los caminos por 8 horas consecutivas, acumulando unos con otros
sus bronceados y curtidos cuerpos, ante la mirada incómoda de los
camioneros.
Sentados en el asfalto, con una mística estoica y
contemplativa, exigieron la liberación de sus defensores criminalizados y
de los ríos secuestrados por los ricos, el castigo para los diputados,
empresarios y militares corruptos, la anulación de subsidios y
privilegios tributarios para las grandes empresas, la renacionalización
de los bienes y servicios privatizados, la restitución y redistribución
de la tierra para el cultivo de granos básicos.
En sus pancartas y
mantas extendidas sobresalía el repudio a la empresa judía de
electricidad ENERGUATE (de propiedad de la Corporación Israelí POWER),
el rechazo a los diputados, empresarios y militares corruptos, y un
llamado a impulsar un proceso constituyente popular plurinacional para
la creación de un nuevo Estado en Guatemala.
En esta acción
colectiva no se vio la presencia de los actores de la sociedad civil
organizada (ONG), ni el financiamiento de la cooperación internacional.
No hubo carpas, ni agua envasada, ni raciones de comida para distribuir.
Tampoco abundaron Androidphone o Smartphone para los selfie étnicos
circunstanciales.
La movida se las auto agenciaron las y los
ninguneados con el aporte de sus comunidades. Pero, eso sí. Mostraron,
una vez más, su capacidad de acción colectiva coordinada a nivel
nacional alrededor de demandas compartidas, sin que exista un dirigente o
caudillo nacional que acapare los sets televisivos.
La
prepotencia de los patrones (ahora embarrados en el estiércol de la
corrupción pública), acostumbrados a saquear y maltratar a los indígenas
y campesinos como a animales, no se dejó esperar: pegaron un grito de
ahogados denunciando que “el paro nacional les ocasionaría más de Q. 50
millones en pérdidas”. En consecuencia, acudieron exitosamente a su
Corte de Constitucionalidad exigiendo el amparo de “libre locomoción”
para sus camiones y peones. Pero, dicho amparo resuelto positivamente no
pasó de un papel mojado ante el “silencio” de la Embajada-CICIG para
ejecutarlo.
Los despojan, y los acusan de ser causantes del atraso nacional
Como
no podía de ser otra manera, el racismo estatal afloró primaveral en
las palabras del Vicepresidente de la República, Jafeth Cabrera,
académico, ex Rector de USAC, quién, luego de haber prometido resolver
las demandas del paro nacional en futuras “mesas de diálogo” a la
comisión de la CNOC, expresó ante la prensa: “Estos bloqueos hacen
retroceder el desarrollo de Guatemala”.
Históricamente las mentes
obtusas atribuyeron su incapacidad para diseñar e implementar un
proyecto de nación a la presencia biológica de los pueblos indígenas.
Intentaron e intentan expiar su fracaso intelectual y moral proyectando
su culpabilidad recargada en los otros diferentes, los indígenas. Estos
pobres de mente viven presos de estereotipos de antaño e ilusionados aún
con la modernidad perdida.
El racismo que los carcome les
imposibilita ver en las luchas indígenas los vestigios la dignidad
humana y de los pueblos que ellos mismo la rifaron.
Los pueblos
indígenas aportaron y aportan sus territorios, sus fuerzas de trabajo,
sus vidas, para que se irguiera la República y el Estado de Guatemala.
Pero, producto de la incapacidad mental y la inmoralidad de la élite de
ladinos y criollos este país no pudo ser ni Estado, ni nación.
En
la actualidad el Estado es un cuerpo putrefacto que donde se coloca el
dedo salta la pus. Un campo podrido donde las larvas y los gusanos se
retuercen entre sí para extraer lo mejor para sí del cuerpo en
descomposición.
Lo más sensato sería que estos actores fracasados
que monopolizan la riqueza y el poder, reconozcan su responsabilidad
del atraso nacional y fracaso estatal, y escuchen las propuestas sabias
de las voces que plantean transformaciones estructurales para relanzar
la nave llamada Guatemala.
La toma de caminos daña a la economía
familiar y empresarial del país, sí. Pero esta acción colectiva es uno
de los últimos recursos de resistencia pacífica que los pueblos
despojados y subvalternizados tienen para salvaguardar lo poco de vida y
dignidad que queda al país.
Ellos y ellas sobreviven
saqueados/bloqueados económica, cultural, política y socialmente todos
los días del años, de generación tras generación. Ellos/as están
buscando liberarse y liberar a todo el pueblo de Guatemala de la
thanatocracia que destruye la trama de la Vida. Por esta razón es un
imperativo ético y una responsabilidad de todo ciudadano/a acompañar
estas y otras acciones colectivas de los despojados e indeseados de
Guatemala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario