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lunes, 16 de mayo de 2016

American Curios ; Guerrillero por los derechos



David Brooks
La Jornada 

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Fue uno de los abogados más peligrosos para los que abusan del poder, anulan los derechos, suprimen la disidencia o violan los derechos humanos; desde presidentes estadunidenses hasta dictadores y agencias de inteligencia. Fue uno de los compañeros destacados en las luchas por la justicia social y los derechos humanos en sus múltiples frentes dentro y fuera de Estados Unidos durante el último medio siglo.

Michael Ratner, abogado constitucionalista, experto en derecho internacional y en derechos humanos, quien falleció esta semana en Nueva York a los 72 años de edad, fue un maestro en emplear la ley como arma en las luchas políticas por la justicia social y la defensa de los derechos y libertades fundamentales.

Fue presidente emérito del Centro para Derechos Constitucionales (CCR, Center for Constitutional Rights); se integró al equipo de abogados de defensa de Julian Assange y Wikileaks; fue fundador del grupo internacional de abogados que trabajó pro bono para representar a los detenidos en Guantánamo (que se consideró la abogacía de defensa más numerosa en la historia del país). Anteriormente fue presidente del Gremio Nacional de Abogados (National Lawyers Guild, la asociación de abogados progresistas), asesor legal del presidente Jean-Bertrand Aristide de Haití, y fue fundador de Palestine Legal, entidad dedicada a defender a activistas dedicados a la causa de los derechos del pueblo palestino. A lo largo de su carrera colaboró con diversas organizaciones alrededor del mundo y escribió ensayos y libros, incluyendo colaboraciones con La Jornada.

Ratner retaba a los más poderosos en los tribunales a nombre de los más vulnerables. Como cuenta el reconocido profesor de leyes David Cole, uno de sus muchos discípulos, en The Nation, lo hacía por cuestión de principios. Cuando presentó una demanda con CCR contra el presidente George W. Bush en 2002, a nombre de los primeros prisioneros de la recién declarada guerra contra el terror en Guantánamo, Cole le preguntó si pensaba que había probabilidades de que el caso se ganara. Ratner le respondió que no tenía ninguna posibilidad ante los tribunales, pero lo presentamos ciento por ciento por cuestión de principios.

Perdió casos constantemente, pero de cierta manera muchos eran triunfos también, porque el propósito era exhibir las violaciones de derechos humanos y de leyes por las autoridades y obligar al poder a justificar sus posiciones inmorales e ilegales en sus propios tribunales. A la vez, se lograba elevar el perfil público de estos casos, no permitir que se ocultaran los hechos, y, siempre junto con otras organizaciones y movimientos, exigir justicia.

Pero a veces ganaba ante los tribunales. Su victoria más notable fue en 2004, cuando la Suprema Corte de Estados Unidos falló que los detenidos de Guantánamo sí tenían el derecho de cuestionar la legalidad de su detención como combatientes enemigos ante la justicia estadunidense, un fallo sin precedente.

Anteriormente Ratner y CCR, entre otros grupos, demandaron al presidente Ronald Reagan por financiar a los contras en Nicaragua, al presidente George Bush padre por la invasión ilegal de Irak, al secretario de Defensa Donald Rumsfeld por autorizar el uso de tortura, entre innumerables casos más. Su primer caso de alto perfil fue contra el gobierno del estado de Nueva York para obligarlo a fiscalizar a policías que habían matado a reos en la represión del famoso motín de prisioneros conocido como Attica, en 1971.

Tajante crítico de las injusticias de los gobiernos estadunidenses dentro y fuera del país, nunca dejó entrar al veneno del cinismo. En 2011, en entrevista con La Jornada con motivo del décimo aniversario del 11 de septiembre, Ratner nos comentó: “el carácter mismo del país ha cambiado con la gente común que acepta las violaciones del gobierno a sus libertades, del derecho internacional, así como nuestra propia Constitución, al aceptar también que el gobierno ahora puede espiar a cualquiera aquí sin autorización judicial… todo con la justificación oficial de la ‘guerra contra el terrorismo’. Jamás hubiera anticipado todo esto antes del 11-S… culpo a George W. Bush por impulsar todo eso, pero también culpo a Barack Obama por continuarlo”.

Y contra todo esto fue uno de los luchadores más prominentes, sobre todo en defender lo que consideraba el sagrado derecho a la disidencia, algo que desde joven fue centro de su visión. Como estudiante en los años 60 y compañero escolar de Angela Davis y alumno de Herbert Marcuse, fue testigo y víctima de actos de represión contra el movimiento estudiantil en la Universidad Columbia en 1968, cuando estudiaba leyes ahí.

En años recientes comentaba que lo que le daba esperanza eran las constantes expresiones masivas de disidencia tanto dentro como fuera de Estados Unidos, así como los efectos de las filtraciones al público por Wikileaks y los Snowden, que de repente, al revelar información secreta oficial, hicieron temblar a gobiernos alrededor del mundo, incluido el estadunidense, que hasta entonces habían gozado no sólo de opacidad, sino de impunidad al llevar a cabo maniobras y políticas que, según Ratner, son patentemente ilegales, incluida la detención arbitraria, el asesinato por drone, tortura, secuestro y espionaje masivo de sociedades.

Salía a la calle no sólo para disfrutar su ciudad adoptada y su querido Greenwich Village, sino a participar en las grandes expresiones sociales contra las guerras, por la defensa de las libertades civiles y los derechos fundamentales. La última vez que lo vi fue en un acto de solidaridad con la Coalición de Trabajadores de Immokalee. Como siempre, feliz de estar rodeado de su gente, fueran los disidentes estadunidenses o jornaleros mexicanos y haitianos, palestinos y judíos rebeldes, entre tantos otros.

El legado de Ratner son sus miles de alumnos y colegas, y los pueblos, incluido el suyo, quienes, lo sepan o no, se beneficiaron de este velador por sus derechos y libertades.
Ratner fue un guerrillero por los derechos. Los de todos nosotros.

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