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viernes, 11 de diciembre de 2015

Venezuela, los errores también cuentan


La Jornada
Octavio Rodríguez Araujo
En 1990 Violeta Barrios de Chamorro, al frente de la Unión Nacional Opositora (UNO), ganó las elecciones contra Daniel Ortega. Con apoyo de Estados Unidos (¡qué raro!) juntó a los opositores al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), entonces en el gobierno. Lamentablemente, el pueblo nicaragüense no sólo tuvo que enfrentar los embates de la Contra, patrocinada por el gobierno de Washington, sino la incompetencia de algunos de los líderes y funcionarios del gobierno. Tuve la oportunidad de constatar en ese país las debilidades del gobierno y la corrupción y prepotencia de varios de sus altos funcionarios, incluido Tomás Borge. Entrevisté a muchos de ellos y me dejaron mal sabor de boca, pero mis opiniones sobre el tema no fueron bien recibidas en México, donde buena parte de mis amigos de izquierda defendían a los sandinistas sin sombra de dudas. Años más tarde salieron a relucir varias de las incongruencias de los sandinistas y ese país pasó a formar parte de los más pobres de América Latina y el Caribe, y más cuando los gobiernos de Chamorro, Alemán y Bolaños revirtieron los pocos avances que habían logrado los sandinistas pese a sus improvisaciones. La situación de ese país centroamericano se modificó para bien con los siguientes mandatos de Daniel Ortega a partir de 2007 (relegido en 2011), pero a la fecha sigue siendo un país con muchas carencias y pocas posibilidades de mejorar sustancialmente (por cuanto a su producto interno bruto per cápita ocupa el lugar 170 de 230 considerados).
No estoy diciendo con lo anterior que Venezuela tenga una perspectiva similar a la de Nicaragua, pero sí me permito sugerir que, además de la nada disimulada mano de Washington en favor de los enemigos del chavismo y de su heredero, existen errores de éste que, a juzgar por los resultados electorales del pasado 6 de diciembre, tienen en la inconformidad a un buen número de venezolanos. Entre los principales errores del gobierno podrían destacarse dos: haber mantenido la economía del país con base en la producción petrolera en lugar de diversificar su economía (la enorme baja de los precios del petróleo afectó sin duda los recursos estatales y la continuidad de programas en beneficio de la población mayoritaria); y el segundo error fue no haber tomado medidas para controlar la desmedida inflación que, obviamente, tenía que afectar a casi toda la población, especialmente a los amplios sectores de bajos ingresos. Hay, como ocurrió también en Nicaragua, indicios de corrupción y favoritismo en el seno del gobierno de Maduro, además de las limitaciones de éste.
Si bien la oposición que ganó las elecciones parlamentarias dista mucho de tener una unidad orgánica, es para mí evidente que supo canalizar la inconformidad de las clases medias y de otros sectores que ven, en el día a día, una disminución de sus condiciones de vida y un futuro poco halagador. Maduro les echa la culpa del desabasto de mercancías, incluso de artículos de primera necesidad, a los grupos capitalistas que se le oponen, pero pasa por alto que no vender mercancías resulta contradictorio para los mismos empresarios dueños y gerentes de las tiendas cuya razón de ser es vender. ¿Hizo algo, por ejemplo por la vía fiscal, para incentivar el abasto de esas tiendas y surtir el mercado con productos necesarios? Por lo que he leído al respecto, parece que no hizo nada, además de acusarlos de saboteadores y enemigos del proceso revolucionario. Al parecer el gobernante no se percató, según el periodista Carlos Aznares ( Resumen Latinoamericano del pasado lunes), de que el mismo pueblo que ha apoyado el chavismo le estaba exigiendo que [tomara] las riendas en sus manos, que [aplicara] toda la dureza necesaria para que los que se enriquecen con el dolor de los más humildes no sigan humillándolos, que si hay que nacionalizar, expropiar y llenar las cárceles de desabastecedores no le [temblara] la mano. Y si no es exacto que ese pueblo exigía lo señalado por Aznares, sí lo era que las mujeres, para alimentar a sus hijos, tenían que hacer largas filas para luego encontrar que no había suficientes productos, ni alimenticios ni de higiene personal. Esto sí se sabía y, sin duda, fue aprovechado electoralmente por los opositores a Maduro. Si de verdad se trataba de una guerra económica, ¿qué hizo el gobierno para derrotar a su enemigo antes de las elecciones, si era previsible que las ganara como lo señalaban todas las encuestas? Nada, ni tuvo un pajarito que le hablara y lo aconsejara.
Aunque no estoy de acuerdo con las analogías que escribió Atilio Borón, quizá tiene razón al decir Bajo estas condiciones, a las cuales sin duda hay que agregar los gruesos errores en la gestión macroeconómica del oficialismo y los estragos producidos por la corrupción, nunca combatida seriamente por el gobierno, era obvio que la elección del domingo pasado tenía que terminar como terminó.
Finalmente, que haya ganado la oposición la mayoría en los pasados comicios legislativos no quiere decir que vaya a gobernar. Podrá entorpecer muchas de las políticas de Maduro, pero la unidad de la oposición no es tan unida como parece: aflorarán muy pronto las diferencias de los grupos que la componen y si el gobernan
te y sus asesores se ponen las pilas y corrigen sus errores quizá Venezuela encuentre la estabilidad que le hace falta.

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