Octavio Rodríguez Araujo
En 1990 Violeta Barrios
de Chamorro, al frente de la Unión Nacional Opositora (UNO), ganó las
elecciones contra Daniel Ortega. Con apoyo de Estados Unidos (¡qué
raro!) juntó a los opositores al Frente Sandinista de Liberación
Nacional (FSLN), entonces en el gobierno. Lamentablemente, el pueblo
nicaragüense no sólo tuvo que enfrentar los embates de la Contra, patrocinada
por el gobierno de Washington, sino la incompetencia de algunos de los
líderes y funcionarios del gobierno. Tuve la oportunidad de constatar en
ese país las debilidades del gobierno y la corrupción y prepotencia de
varios de sus altos funcionarios, incluido Tomás Borge. Entrevisté a
muchos de ellos y me dejaron mal sabor de boca, pero mis opiniones sobre
el tema no fueron bien recibidas en México, donde buena parte de mis
amigos de izquierda defendían a los sandinistas sin sombra de dudas.
Años más tarde salieron a relucir varias de las incongruencias de los
sandinistas y ese país pasó a formar parte de los más pobres de América
Latina y el Caribe, y más cuando los gobiernos de Chamorro, Alemán y
Bolaños revirtieron los pocos avances que habían logrado los sandinistas
pese a sus improvisaciones. La situación de ese país centroamericano se
modificó para bien con los siguientes mandatos de Daniel Ortega a
partir de 2007 (relegido en 2011), pero a la fecha sigue siendo un país
con muchas carencias y pocas posibilidades de mejorar sustancialmente
(por cuanto a su producto interno bruto per cápita ocupa el lugar 170 de
230 considerados).
No estoy diciendo con lo anterior que Venezuela tenga una perspectiva
similar a la de Nicaragua, pero sí me permito sugerir que, además de la
nada disimulada mano de Washington en favor de los enemigos del
chavismo y de su heredero, existen errores de éste que, a juzgar por los
resultados electorales del pasado 6 de diciembre, tienen en la
inconformidad a un buen número de venezolanos. Entre los principales
errores del gobierno podrían destacarse dos: haber mantenido la economía
del país con base en la producción petrolera en lugar de diversificar
su economía (la enorme baja de los precios del petróleo afectó sin duda
los recursos estatales y la continuidad de programas en beneficio de la
población mayoritaria); y el segundo error fue no haber tomado medidas
para controlar la desmedida inflación que, obviamente, tenía que afectar
a casi toda la población, especialmente a los amplios sectores de bajos
ingresos. Hay, como ocurrió también en Nicaragua, indicios de
corrupción y favoritismo en el seno del gobierno de Maduro, además de
las limitaciones de éste.
Si bien la oposición que ganó las elecciones parlamentarias dista
mucho de tener una unidad orgánica, es para mí evidente que supo
canalizar la inconformidad de las clases medias y de otros sectores que
ven, en el día a día, una disminución de sus condiciones de vida y un
futuro poco halagador. Maduro les echa la culpa del desabasto de
mercancías, incluso de artículos de primera necesidad, a los grupos
capitalistas que se le oponen, pero pasa por alto que no vender
mercancías resulta contradictorio para los mismos empresarios dueños y
gerentes de las tiendas cuya razón de ser es vender. ¿Hizo algo, por
ejemplo por la vía fiscal, para incentivar el abasto de esas tiendas y
surtir el mercado con productos necesarios? Por lo que he leído al
respecto, parece que no hizo nada, además de acusarlos de saboteadores y
enemigos del proceso revolucionario. Al parecer el gobernante no se
percató, según el periodista Carlos Aznares ( Resumen Latinoamericano del pasado lunes), de que el mismo pueblo que ha apoyado el chavismo le estaba exigiendo
que [tomara] las riendas en sus manos, que [aplicara] toda la dureza necesaria para que los que se enriquecen con el dolor de los más humildes no sigan humillándolos, que si hay que nacionalizar, expropiar y llenar las cárceles de desabastecedores no le [temblara] la mano. Y si no es exacto que ese pueblo exigía lo señalado por Aznares, sí lo era que las mujeres, para alimentar a sus hijos, tenían que hacer largas filas para luego encontrar que no había suficientes productos, ni alimenticios ni de higiene personal. Esto sí se sabía y, sin duda, fue aprovechado electoralmente por los opositores a Maduro. Si de verdad se trataba de una guerra económica, ¿qué hizo el gobierno para derrotar a su enemigo antes de las elecciones, si era previsible que las ganara como lo señalaban todas las encuestas? Nada, ni tuvo un pajarito que le hablara y lo aconsejara.
Aunque no estoy de acuerdo con las analogías que escribió Atilio Borón, quizá tiene razón al decir
Bajo estas condiciones, a las cuales sin duda hay que agregar los gruesos errores en la gestión macroeconómica del oficialismo y los estragos producidos por la corrupción, nunca combatida seriamente por el gobierno, era obvio que la elección del domingo pasado tenía que terminar como terminó.
Finalmente, que haya ganado la oposición la mayoría en los pasados
comicios legislativos no quiere decir que vaya a gobernar. Podrá
entorpecer muchas de las políticas de Maduro, pero la unidad de la
oposición no es tan unida como parece: aflorarán muy pronto las
diferencias de los grupos que la componen y si el gobernan
te y sus asesores se
ponen las pilasy corrigen sus errores quizá Venezuela encuentre la estabilidad que le hace falta.
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