Rebelión/Universidad de la Filosofía
No
hay espacio sin disputa simbólica. La lucha de clases que es "el motor
de la Historia", se expresa también con disputas de símbolos. Batalla
añeja. Que el Papa reciba de manos de Evo una hoz y un martillo que
sirven de crucifijo, suscitó una cascada de “interpretaciones” y
debates que exceden el campo de la fe y que expresan un tironeo
semántico inagotable en la lucha por la hegemonía del sentido. Guerra
comunicacional.
Aunque chillen los monopolistas del cristianismo
que se creen dueños del mercado sacramental porque usan sotanas. Aunque
berren los teólogos y los todólogos del dogmatismo, está en los pueblos
el derecho a constituir y reconstituir los campos semánticos que
necesite para hacer saber a la historia y a sus condiciones objetivas,
qué clase de puertas y ventanas deben ser abiertas para que ascienda la
conciencia al paraíso de la lucha revolucionaria. No lo van a impedir
los iconoclastas de la “canalla mediática”.
Nada de locura
tiene que asociar la tortura y ejecución pública de Cristo con uno de
los símbolos emancipadores más emblemáticos del campesinado y la clase
obrera unidos, para relatar las mil y una fuerzas expresivas que
incluyen a la “doctrina social de la iglesia” tanto como a quienes
piensan que Cristo fue el primer comunista de la Historia. Al margen de
los acuerdos o desacuerdos que se pueda tener con una u otras tesis
revolucionarias no hay impedimento para que reconozcamos una audacia
valiente y necesaria en la idea de concatenar símbolos al calor de la
lucha y esa es la clave.
Pretender impedirlo es, además de
inútil, una de esas agresiones que siempre tienen conducta bumerang
cuando los símbolos salen del fragor de la batalla y cuando ponen a
vibrar emociones y razones en clave emancipadora.
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