Simón Vargas Aguilar*
Para
Aristóteles, la naturaleza inclina a los hombres a vivir en sociedad
(ciudad-Estado). Para un buen funcionamiento de ésta no basta con sumar
las buenas voluntades hacia un mismo fin. El filósofo explicó que
también se requiere de leyes sensatas y apropiadas, que respeten las
diferencias y eduquen a los ciudadanos para la responsabilidad civil
dentro de la libertad.
La filosofía aristotélica nos enseñó que el respeto a la diversidad
es fundamental para una buena convivencia. La tolerancia es el respeto
hacia las ideas, creencias o prácticas cuando son diferentes o
contrarias a las propias y a las reglas morales. Es decir, es
indispensable para el buen funcionamiento de las naciones y sus
relaciones con el resto del mundo.
Hace ya tres meses meses que México sufrió los lamentables
acontecimientos en Iguala. Desde entonces la indignación en la sociedad
ha ido en aumento, sobre todo después de constatar el grado de
infiltración que puede alcanzar el crimen organizado en algunos niveles
de autoridad. Mediante la protesta social pacífica, la sociedad
reflexiva han manifestado su rechazo, inconformidad, hartazgo e
impotencia.
No obstante, hay voces que llaman al enfrentamiento y a la
provocación. Éstas aseguran que por medio de la violencia, la
confrontación y la represión, o su fachada de implantar el orden,
conseguirán sus objetivos. Es lógico y predecible concluir que con
estos métodos en nada ayudan a mejorar la actual situación de México.
Estas actitudes buscan distraer del tema principal, que es la
localización de los normalistas desaparecidos, la investigación puntual
de los hechos y el castigo a los responsables. Aunado a ello, derivado
de este caso se ha revelado que la problemática de los desaparecidos en
nuestro país es muy profunda y complicada, ya que las decenas de
cadáveres en fosas clandestinas encontradas no solamente en Guerrero,
sino en el resto del país, tristemente así lo demuestran.
No es momento, entonces, de actuar con intolerancia. Sabemos que
buscar la confrontación sólo separa, aísla, desvía, equivoca… es tiempo
de estar unidos, ya que estos hechos nos identifican, pues no cabe duda
que los buenos mexicanos, que somos mayoría, compartimos el interés de
lograr el bien común y acabar con los males que tanto daño le hacen a
nuestro país, como la impunidad, la corrupción y la injusticia.
Recientemente, el 16 de noviembre, se celebró el Día Internacional
para la Tolerancia. En su mensaje anual sobre este acontecimiento el
secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, aseguró que la tolerancia es
el cimiento más firme de la paz y la reconciliación, y que nunca ha
tenido tanta importancia como en esta época, en la que vivimos cambios
vertiginosos. Asimismo, llamó a todos a fomentarla, promoviendo la
comprensión y el respeto entre todas las culturas, desde los
parlamentos a los patios de recreo en las escuelas (http://bit.ly/1r6wBzD).
La
tolerancia es algo que debe aprenderse desde la infancia y que tienen
que amparar los estados, lo que contribuiría a un mundo más justo, sin
violencia y sin discriminación. La Declaración de Principios sobre la
Tolerancia, que adoptaron los países miembros de la Unesco el 16 de
noviembre de 1995, resalta esos aspectos y afirma, entre otras cosas,
que la tolerancia reconoce los derechos humanos universales y la
diversidad de los pueblos (http://bit.ly/13oTM2K).
Es entonces en estos tiempos de gran valor para México promover la
tolerancia, puesto que si es entendida como respeto y consideración
hacia la diferencia, como una disposición a admitir en los demás una
manera de ser y de obrar distinta a la propia, o como una actitud de
aceptación del legítimo pluralismo, es a todas luces una virtud de
enorme importancia, un bien intrínseco que naturalmente todos los
mexicanos deberíamos poseer.
Los hombres, dijo Séneca, deben estimarse como hermanos y conciudadanos, porque
el hombre es cosa sagrada para el hombre. Su propia naturaleza pide el respeto mutuo, porque
ella nos ha constituido parientes al engendrarnos de los mismos elementos y para un mismo fin.
Comprendiendo entonces que existen millones de mexicanos que conocen
la importancia de la tolerancia y su utilidad al momento de solucionar
conflictos y conseguir la paz, por un mejor México es preciso sembrar
este valor en nuestros hijos y nietos, ayudar a construirlo en nuestros
amigos, vecinos y compañeros si así no lo hubiera, y la forma más
efectiva de conseguirlo es naturalmente con el ejemplo, ya que como
decía Albert Einstein,
dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Artículo 18, Declaración Universal de los Derechos Humanos.
* Analista en temas de seguridad, educación y justicia
Twitter: @simonvargasa
Facebook: simonvargasa
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