http://www.pazfarc-ep.org/
Desde
el inicio de los diálogos de paz, las FARC-EP han insistido en la
necesidad de pactar un cese bilateral de fuegos y hostilidades, a fin
de generar el mejor ambiente de confianza y amainar los dolores de la
guerra que sufre el conjunto de la población. Siendo consecuentes con
esta postura, de manera unilateral se han declarado ceses de fuego y
hostilidades por cuatro ocasiones, sin siquiera haber observado en el
gobierno una actitud de reconocimiento, mucho menos de reciprocidad;
más bien se ha obtenido la descalificación de altos funcionarios de
Estado, incluyendo al parlanchín Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón
y a varios mandos militares.
No
obstante, en consonancia con el clamor nacional de reconciliación,
nuestra disposición de pactar pronto un armisticio está más presente
que nunca, pero existiendo el infortunio de que el gobierno insiste en
su determinación absurda y terca de adelantar las conversaciones en
medio de los combates. Múltiples y enfáticas son las declaraciones
públicas y privadas que el Presidente, sus ministros y militares han
realizado en este sentido, agregando además amenazas de muerte contra
la dirigencia insurgente y órdenes feroces de arreciar los ataques. Ese
sí parece ser para Santos “el mejor de los mundos”, pero sin que se
afecte a sus tropas.
Tal locura, pocas o ninguna crítica recibe
de quienes cotidianamente juzgan a las FARC- EP por los golpes que con
sus modestas fuerzas logran asestar contra legítimos objetivos
militares respondiendo a la ofensiva gubernamental.
El hecho de
que la guerra produce bajas humanas, prisioneros y daños materiales,
nadie lo puede ocultar. Y todo aquel que tiene sentido común no deja de
preocuparse y lamentar tal realidad; pero así es la guerra y por eso
tenemos que encontrar una salida política para resolver las causas que
la han puesto en escena y que tienen que ver con la implantación de la
injusticia, la miseria, la desigualdad y la negación de la democracia
por parte de una élite de ricos que estableció un sistema plutocrático
infame contra las mayorías en Colombia.
Un paso de conveniencia
nacional para transitar hacia La Paz es el de firmar un armisticio,
entonces ¿por qué no concretarlo?, ¿cuántas muertes y penas nos
estaríamos evitando? ¿O por qué no convenir al menos algunas medidas de
regulación y de humanización del conflicto, que permitan soluciones
rápidas a casos de prisioneros, o atención adecuada a varios de los
nuestros que están en cárceles del régimen en lamentables condiciones
de salud y de hacinamiento? Mucho se puede hacer disponiendo de
voluntad política y buen juicio. Pero ese argumento torpe de no darle
viabilidad al cese de fuegos porque hacerlo le serviría a la guerrilla
para fortalecerse; esa y las demás tonterías que ha dicho Santos
recientemente en Santa Marta para justificar su negativa a la tregua,
son simples excusa para mantener la confrontación sólo en busca de
complacer a los sectores militaristas que se lucran del negocio de la
guerra. Por ello, si así están las cosas, ni el gobierno ni nadie debe
cuestionar a la guerrilla cuando captura a militares en los teatros de
operaciones, más cuando es sabido que sobre nuestros campamentos
cotidianamente llueven bombas y se despliegan desproporcionados
operativos de aniquilamiento. ¿O se pretende acaso que esta sea una
guerra sui generis, en la que una sola de las partes puede atacar,
matar y capturar a los integrantes de la otra, mientras para esta el
papel es el de soportar con estoicismo la destrucción y la muerte?
No,
no se debe pensar y hablar con tanto descaro. No se puede admitir
tampoco que la gran prensa diga que los militares que capturamos son
secuestrados, o que las bajas que hacemos al ejército o a la policía
son asesinados. ¿Acaso también son secuestrados nuestras guerrilleras y
guerrilleros que están en prisión soportando todo tipo de vejámenes?;
¿y de nuestros muertos qué decir, qué son ellos..., acaso simples
cifras de estadísticas sin dolientes?
Si el gobierno insiste en
mantener la confrontación, tal como lo ha reiterado el Presidente
Santos, incluso en momentos en que de parte de las FARC se hacen
esfuerzos por dejar en libertad a varios militares aún en medio de
bombardeos y amplio despliegue de tropas, entonces no debe quejarse él
ni sus funcionarios, ni los gurú de la maquinaria mediática que en
mayoría de veces actúa como multiplicadores y defensores oficiosos de
las criminales políticas de Estado.
Dentro del compromiso de
alcanzar La Paz, es un gesto de buena voluntad el proceso de liberación
de los prisioneros de guerra Cabo Jorge Rodríguez, Soldados Cesar
Rivera y Jonathan Díaz, del General Rubén Darío Alzate y de su
acompañante la señora Gloria Urrego. Y este gesto no debe ser visto
como el producto de ningún tipo de presión; se trata de una
determinación soberana que obedece al clamor de reconciliación de los
colombianos y no a la desatinada idea de suspender el diálogo que
tuvieron Santos y sus "geniales" asesores, contrariando lo que estipula
el Acuerdo General de la Habana en cuanto a que las conversaciones se
hacen en medio de la confrontación y que lo que ocurra en Colombia no
tiene por qué afectar la mesa.
Pero bien, de cualquiera manera
nuestra vocación de diálogo está por encima de las inconsecuencia del
gobierno, y por encima de su fanfarronería. Las conversaciones deben
seguir y ojalá de mejor manera, por eso compartimos con el llamado que
desde Santa Marta hace Humberto de la Calle, jefe del equipo de paz de
Santos, cuando plantea la necesidad de desescalar el conflicto
colombiano. Creemos cómo él, que es momento de tomar decisiones, que
hacen falta pruebas concretas, muestras reales de paz, gestos..., y que
tenemos que movernos en esa dirección. Pero pensamos que todo esto,
ahora es más deber del gobierno que de las FARC-EP, y que la mejor y
más efectiva señal de avance sería sin duda, que pactemos el
armisticio, el cese bilateral de fuegos y hostilidades, tal como lo
reclaman las mayorías en nuestro país.
Jesús Santrich es comandante de las FARC-EP y miembro de la Delegación de Paz en La Habana.
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