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martes, 3 de enero de 2012

Al sur, la esperanza

Marielos Monzon
El año terminó con una de las crisis más profundas de la historia. Europa se debate entre ajustes cada vez más severos, el ataque especulativo de los mercados y la protesta y desesperanza de sus ciudadanos. EE. UU., empantanado, ya tiene a la mitad de su población bajo la línea de pobreza. América Latina, y en especial América del Sur constituyen una excepción, lo reconoce hasta la primera ministra alemana, Angela Merkel, al señalar: “La esperanza está en América Latina”.

Coincido con esa afirmación, aunque seguramente por razones diferentes a las de Merkel.

América del Sur termina el año con crecimiento económico, manteniendo la tendencia de esta última década. Un informe de la Cepal reveló que si se compara la situación actual de América Latina con la de 1990, los avances son históricos.

La pobreza se redujo en el continente un 17%. La indigencia bajó 10% —en 1990 era de 22.6% y ahora es de 12.3%—. Esta reducción, según Cepal, se explica más por las políticas de inclusión social, los programas específicos para abatir la pobreza, la recuperación salarial y la ampliación de derechos en el mundo del trabajo, que por el crecimiento económico.

La realidad económica de América del Sur derrumba además un mito neoliberal; siempre nos dijeron que si aumentaban los salarios y se formalizaba el empleo, crecería el desempleo y la miseria. Ocurrió lo contrario, el desempleo está en mínimos históricos (7%) y la pobreza cayó como nunca antes.

La fecha de comparación no es antojadiza, en 1990 y en la década subsiguiente gobernaron los referentes principales del neoliberalismo, el FMI se paseaba por la región e imponía ajuste tras ajuste. Esa ola neoliberal, de privatización de todo, reducción del Estado y desregulación laboral, llevó al continente al desastre económico y social.

Allí comenzó un viraje político inédito en la historia del continente, accedieron por las urnas y en votaciones irreprochables, gobiernos de izquierda y progresistas en casi todos los países. Esa es la explicación de la situación actual del Sur, de la recuperación, del crecimiento económico con reducción de la pobreza, aumentando el poder adquisitivo de los salarios, ampliando los derechos y gastos sociales y apostando a la integración regional y a la soberanía.

Programas como “Hambre Cero” y “Brasil sin miseria”, en Brasil; la asignación universal por hijo en Argentina, el Plan de Emergencia y luego el Plan de Equidad en Uruguay o las misiones sociales en Venezuela, han sido decisivos para reducir la pobreza y empezar a frenar la desigualdad.

Como complemento, está el esfuerzo político de la región por fortalecer la integración y lograr mayores niveles de independencia, allí se inscribe el nacimiento de la Celac, y la concreción en el Mercosur del Banco del Sur, con un capital inicial de US$20 mil millones.

Falta mucho, hay 170 millones de pobres aún en nuestro continente, la desigualdad sigue siendo enorme, hay problemas y contradicciones, pero también hay, por primera vez, un camino propio, con independencia y además exitoso. La esperanza está en América Latina y hacia allí debemos mirar.

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