Marielos Monzón
“¿Seguiremos educando solo a las élites socioeconómicas? ¿o nos aseguraremos de implementar un sistema de acceso que permita que todos los jóvenes con talentos y habilidades, independientemente de su origen y capacidad de pago, puedan permanecer en la Universidad?” Estas fueron las preguntas que Camila Vallejo, presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), lanzó en su discurso de toma de posesión. Esta joven de 23 años, estudiante de Geografía y militante del Colectivo Estudiantes de Izquierda y del Partido Comunista Chileno,
colocó en el centro de la discusión un tema medular para cualquier país: el de la educación como un derecho, y no como mercancía.
“Hoy la Universidad es cada vez más un proyecto sin otro norte que no sea el que le señala el mercado. A la educación superior se le ha puesto precio, y nuestras universidades son medidas por criterios industriales de producción, como si fueran una empresa más dentro del esquema productivo de la Nación (…) Por más que quieran hacernos creer lo contrario, para nosotros la Universidad no puede ser un negocio, ni mucho menos la educación puede ser una mercancía”.
En Guatemala, la educación ha dejado de ser un derecho para transformarse en una mercancía, y se le ha puesto precio, no solamente a la educación universitaria, sino a la de todos los niveles. La exclusión de amplios sectores de la población del sistema educativo es un drama para este país, y es una de las causas fundamentales del subdesarrollo en el que estamos sumidos.
De acuerdo con un estudio recientemente publicado, sobre la situación de la educación en Guatemala: “La mayor diferencia en años de escolaridad alcanzados se da entre los más ricos y los más pobres. Mientras los más carenciados, en promedio, completan poco más de un año de escolaridad, sus pares más afluentes completan más de nueve años”. A esto hay que sumarle que la tasa neta de escolaridad del ciclo básico es del 36%, y la del diversificado apenas alcanza el 20%. Por si esto fuera poco, ocho de cada 10 jóvenes que acceden a la educación secundaria lo hacen en el sistema privado, y únicamente el 1% de la población llega a la Universidad. En síntesis, en Guatemala tiene educación solamente quien puede pagar por ella.
A pesar de ser un tema medular para la transformación de nuestra penosa realidad, y de encontrarnos en un proceso electoral, el debate sobre la educación no aparece por ninguna parte. En realidad, el debate sobre los temas de fondo está ausente. La discusión sobre las agendas programáticas de los partidos —que debieran contener propuestas concretas para resolver las grandes carencias nacionales desde un enfoque de derechos— es una quimera.
Volviendo a Camila Vallejo: “Para quienes ya hemos abierto los ojos a las inequidades sociales que asoman por todos los rincones de nuestra ciudad se nos vuelve imposible volver a cerrar la puerta y hacer como que nada hemos visto o como que nada ha pasado. Nuestro compromiso por la transformación social es irrenunciable”. Esa es la esencia de la movilización en las calles chilenas, es el motivo de una lucha legítima, que no tiene otro fin que transformar la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario