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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Discriminación racial a flor de piel

Rigoberta Menchú Tum 
Guatemala está en la encrucijada, y la coyuntura electoral que trasciende estos momentos obliga a no quedarnos estáticos y callados.
Seguramente las coyunturas, a pesar de su naturaleza, develan realidades que a la luz del día son insoslayables, aunque se hagan esfuerzos por invisibilizarlas. Nuestra sociedad es una sociedad de apariencias, y lo es en temas sustantivos, sobre todo cuando se habla de derechos. El día lunes fuimos testigas y testigos de cómo un hecho hizo nuevamente aflorar inmediatamente y con toda su fuerza el racismo presente en Guatemala.

En otras palabras, con las reacciones acerca de ese hecho quedó claro un mensaje de muchos conservadores guatemaltecos y guatemaltecas.

El mensaje es: “Tienes derecho a hacerlo pero no debes hacerlo”. La primera parte de ese mensaje es la teoría; es decir, lo formal y en eso todos están de acuerdo, se comparte, se difunde y sirve para arropar el otro ser. En otras palabras, el ser profundo que se esconde, incluso en lo que el liberalismo ha difundido al máximo en lo relativo al ejercicio de la libertad y en el caso concreto de los derechos individuales. “Tienes derecho pero no puedes hacer lo que yo hago, porque esto es exclusivo de mi clase y de mi grupo”.

Si esos derechos y esa libertad en la práctica la ejercen quienes en la realidad social e ideológica que domina en la sociedad guatemalteca no deben hacerlo, las reacciones son lapidarias. Entonces se acude a la ética y a los valores morales y todo el peso de la ética y los valores que dominan cae cual alud capaz de asfixiar y sepultar. Con ello, en otras palabras, también se quiere decir, “quédate donde estás porque hasta allí te hemos dado permiso. Quédate quieto o quieta, no puedes hacer lo que es común hacer a nuestro grupo”.

Guatemala está en la encrucijada, y la coyuntura electoral que trasciende estos momentos obliga a no quedarnos estáticos y callados. Hay que pronunciarse de alguna manera y eso fue lo que hizo con todo su derecho y toda legitimidad la ciudadana Laura Reyes al optar en favor de uno de los candidatos actualmente en contienda. Pero más que el hecho del ejercicio político, lo que pretendo enfocar es justamente el racismo y la discriminación que subyace cuando en este caso una mujer indígena hace pública una postura. Bajo el pretexto de la coherencia ética, tanto en redes sociales como en los espacios de opinión de unos medios de comunicación, afloró con toda su furia el desprecio no sólo a una ciudadana sino, en el fondo, también a sus orígenes por la connotación de las palabras y las frases con las que mucha gente se pronunció al respecto. El tema es que no solamente ha sido Laura Reyes la que asume y expresa una postura de este tipo.

Las preguntas entonces son ¿por qué no se midió con la misma vara a otros ciudadanos y ciudadanas de distinto origen étnico; es decir, ladinos y criollos que se pronunciaron en ese sentido? Y, ¿por qué con otros cuyo origen étnico es distinto se fue y se es complaciente? En esa dirección, en tanto la Ley no lo impide, de lo que se trata, con formas de hecho, es de limitar derechos y eso, simplemente, se llama discriminación racial.

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