Por Miguel Ángel Albizures (*)
Ciudad de Guatemala, El pueblo de Guatemala, con su característica capacidad de aguante, ha presenciado y participado en el desarrollo de una campaña electoral más, quizá una de las más complejas, en donde la disputa del poder está entre las derechas de diverso signo y entre liderazgos cuestionados, ya sea por su pasado y responsabilidad en hechos funestos, por sus insólitos ofrecimientos y propuestas, o por sus posibles nexos con el narco o una gama de sectores, personajes o intereses que de una u otra forma pretenden sacar raja de quienes resulten electos, ya sea en las alcaldías, diputaciones o presidencia.
El cinismo se ha hecho presente hasta el último momento: las cancioncitas, los abrazos, las palmaditas y besitos fingidos han estado a la orden del día. Hay quienes ya saben perfectamente que no tocarán tierra y hay quienes simulan hablar desde el sillón presidencial. Todos ofrecen resolver los problemas de Guatemala, como lo hicieron hace cuatro u ocho años, y seguimos en las mismas condiciones. De todos los candidatos, tres han sido muy claros en su propuesta para resolver la inseguridad: Pena de muerte, militarismo y más militarismo, pero ninguno ha tocado, ni en el discurso, las causas profundas de los problemas del subdesarrollo, del hambre, la miseria y la delincuencia. Lo que sí es cierto, es que todos, incluyendo a quienes saben que no tienen la menor posibilidad de llegar al guacamolón, han empeñado al país y vendido su alma al diablo, lo cual es lógico, pues la ausencia de principios y valores es el lastre que históricamente ha cargado Guatemala, por ello no es de extrañar que, cínicamente, los delincuentes griten a pulmón abierto, que “los buenos somos más” o que quieran dejar la solución de los problemas en manos de Dios o quieran solucionarlos con la biblia en la mano.
La verdad, no sé que estamos pagando o qué está pagando nuestro país, pero lo que sí es cierto que tenemos, desgraciadamente, los políticos que queremos, pero no los que merecemos, después de haber derrumbado dictaduras y haber hecho que el ejército volviera a sus cuarteles. Pero ni modo, no queda más que elegir entre lo que tenemos y rayarle la cara uno o una de tantas y prepararnos para la segunda vuelta, que será una pelea encarnizada y posiblemente le muevan la silla a quien ya se siente sentado en ella. Eso esperamos, pero también que cansados de tanto abuso, de la podredumbre que nos rodea, hagamos surgir un movimiento o frente democrática amplio, representativo, con posiciones claras que amarre las manos de cualquiera que llegue a ser el gobernante.
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