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jueves, 22 de septiembre de 2011

El control secreto de los debates presidenciales en EEUU

«Big Brother» controla cada día más la «democracia» norteamericana

Los candidatos de los partidos políticos norteamericanos aspirando a conquistar el sillón presidencial de la Casa Blanca siempre fueron sometidos en el pasado a la ruda prueba de los debates presidenciales abiertos, en directo y ante las cámaras de la televisión, para el gran regocijo e interés de los ciudadanos. Pero esta esencia democrática de cuestionar, interrogar a los pretendientes presidenciales ya no existe más hoy en día. Los grupos financieros y comerciales han tomado control de estos debates impidiendo así toda pregunta incomoda o cuestionamiento de los verdaderos problemas y desafíos fundamentales de la nación. Nuestros colegas de la Universidad de California nos explican cómo han llegado a tal extremo.

Red Voltaire | California (EEUU)

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Obama vs McCain

Las candidaturas de Obama y de McCain negociaron un detallado contrato secreto que estableció los términos de los debates durante la campaña presidencial de 2008. El acuerdo incluyó quiénes asistirían a las discusiones, qué temas deberían tratarse y la estructura del formato de cada debate.

Desde 1987, una empresa privada creada por y para los partidos Republicano y Demócrata, llamada Comisión de Debates Presidenciales (CPD, su sigla en inglés), patrocina las discusiones de los candidatos presidenciales y pone en práctica los contratos de estas controversias.
Para blindar de cualquier crítica a los candidatos de los dos principales partidos, el CPD no da a conocer públicamente el contenido del contrato.

En 1986, los comités nacionales republicano y demócrata ratificaron un acuerdo para «asumir el control de los debates presidenciales» de la Liga de Mujeres Votantes, entidad no partidaria. Quince meses más tarde, incorporaron a la jefatura de la Comisión de Debates Presidenciales a Frank Fahrenkopf, del Partido Republicano, y a Paul Kirk, del Partido Demócrata, quienes todavía comparten la jefatura de la CPD y cada cuatro años ejecutan y encubren los contratos elaborados en común por los candidatos de los partidos republicano y demócrata.

Antes de la formación del CPD, la Liga de Mujeres Votantes actuó como un patrocinador auténticamente independiente de los debates entre 1976 y 1984, asegurando la inclusión de candidatos independientes populares y prohibiendo a los dos grandes partidos efectuar campañas de manipulación de los formatos de los debates.

En 1980, la Liga invitó al candidato independiente John B. Anderson a que participara en un debate presidencial, pero el presidente Jimmy Carter rechazó con firmeza su participación. Cuatro años más tarde, cuando las campañas de Ronald Reagan y de Walter Mondale vetaron 68 proposiciones de miembros del panel para eliminar preguntas difíciles, la liga denunció públicamente a los candidatos por «abusar totalmente del proceso».
La protesta pública que vino enseguida persuadió a los candidatos a aceptar a los miembros del panel de la Liga para el debate siguiente.

En 1988, cuando las campañas de George Bush [padre] y de Michael Dukakis elaboraron el primer contrato secreto del debate –un «memorándum de entendimiento» dictado por quienes iban a participar, sobre quién haría las preguntas e incluso la altura de los podios– la Liga declinó llevarlo a cabo.
En su lugar, la Liga difundió un comunicado de prensa señalando que «las exigencias de las dos organizaciones de campaña perpetrarían un fraude contra el votante estadounidense».

Los dos partidos principales, sin embargo, no quisieron más a un patrocinador que limitara el control de sus candidatos. Consecuentemente, crearon el CPD para ejecutar los debates y desde que tomó el control en 1988, obtiene financiamiento mediante contribuciones de grandes corporaciones. Las transnacionales interesadas en verse favorecidas por los reguladores que se elegirán para el Congreso donan millones de dólares en contribuciones al CPD y las locaciones del debate se convirtieron en carnavales corporativos, donde las compañías patrocinadoras comercializan sus productos, servicios y agendas políticas.

El gigante tabacalero PhillipMorris fue el principal patrocinador en 1992 y 1996. El principal contribuyente, Anheuser-Busch Companies, Inc., patrocinó debates presidenciales en su ciudad sede de St. Louis en 1996, 2000, 2004 y 2008. No es asombroso que el CPD haya podido incrementar en millones de dólares las contribuciones corporativas.
Frank Fahrenkopf y Paul Kirk, co-presidentes y controladores del CPD, son lobbystas registrados de [dichas] corporaciones transnacionales.

Kirk recogió 120.000 dólares para hacer lobby en favor de Hoechst Marion Roussel, compañía farmacéutica alemana. Fahrenkopf gana aproximadamente 900.000 dólares anuales como principal cabildero de la industria del juego, que mueve 54 mil millones de dólares en EEUU.
Como presidente de la Asociación Estadounidense del Juego, dirige enormes contribuciones financieras a los candidatos importantes del Partido Republicano y satura los medios de información con testimonios de «expertos» que exaltan las «muchas ventajas» del juego. «No vamos a disculparnos por intentar influir elecciones políticas», dijo Fahrenkopf.

«Éstos son los individuos que deciden quién conseguirá participar en los foros políticos más importantes de Estados Unidos de América», señaló el periodista George Farah en «Open Debates». Añadió: «Las prácticas de cabildeo de Kirk y Fahrenkopf demuestran su buena voluntad para proteger intereses corporativos a expensas de los intereses de los votantes. Esto no resulta sorprendente desde que las dos sillas de la co-presidencia CPD están dispuestas a proteger intereses importantes de los dos partidos a expensas de los intereses de los votantes».

La estructura actual permite que las corporaciones donen dinero a los partidos Demócrata y Republicano, que esencialmente apoyan su duopolio sobre el proceso político y excluyen las voces de terceros que puedan resultar hostiles para el poder corporativo.

Históricamente, los terceros candidatos han desempeñado papeles críticos en nuestra democracia por introducir al conocimiento popular los grandes problemas que eventualmente fueron cooptados por los dos grandes partidos, como la abolición de la esclavitud, derecho a voto de las mujeres, seguridad social, leyes de trabajo infantil, escuelas públicas, elección directa de senadores, vacaciones pagadas, compensación por desempleo y formación de sindicatos. Con la exclusión del discurso de los terceros candidatos, estos no pueden romper el silencio de los dos partidos en problemas donde hay desacuerdo de los partidos principales con la mayoría de los ciudadanos estadounidenses.

Respecto a los últimos debates, Farah cuestionó que «en un país donde las corporaciones constituyen la fuerza política y económica dominante, ¿por qué los debates se hicieron sin mencionar la palabra «corporación»?
¿Por qué no hay preguntas sobre reformar el financiamiento de las campañas? ¿O del crímen corporativo? ¿Devastación ambiental? ¿Pobreza infantil y falta de viviendas?
¿Libre mercado y globalización? ¿Concentración de la propiedad de los medios? ¿Gasto militar? ¿Inmigración? ¿Libertades civiles y derecho a la privacidad?»

Durante los últimos 20 años en que el CPD patrocina los debates presidenciales en donde se han excluido las preguntas desafiantes, los moderadores enérgicos y pertinentes, el seguimiento de las preguntas, las interrogaciones de candidato a candidato y las refutaciones.
Típicamente, los formatos del CPD impiden un examen profundo de asuntos críticos y permiten que los candidatos [y futuros presidentes] reciten una serie de eslóganes memorizados.

El legendario periodista y conductor de noticiarios Walter Cronkite -recientemente fallecido- dijo que los debates presidenciales patrocinados por el CPD son un «fraude injusto».


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