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domingo, 26 de junio de 2011

Turquía y el reajuste de Siria

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme

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Un niño muestra un cartel –Queremos libertad, no terrorismo– durante una manifestación antigubernamental, en abril pasado, en el puerto de Banias, en el oriente de SiriaFoto Ap

El equilibrio interno del régimen sirio está dislocado, lo que lo ha llevado a sus reverberaciones metaterritoriales debido a su singular posicionamiento en la región del Creciente Fértil (frontera con Líbano, Israel, Turquía, Jordania e Irak, sin citar la nación kurda que carece de país nominal).

Pese a su evidente vulnerabilidad interna, paradójicamente, el régimen sirio de los Assad aún dispone de varias cartas geopolíticas que pueden causar mucho daño en cualquiera de sus fronteras (Radar Geopolítico, Contralínea, 26/6/11).

Rami Makhluf –plutócrata de la secta alawita (la minoría gobernante siria) y primo materno de los Assad– advirtió en una memorable entrevista (The New York Times, 10/6/11) que la mayor desestabilización del país, muy proclive a la balcanización, podría desembocar en una guerra con Israel.

Makhluf fue beneficiado por la privatización de la telefonía y acaba de ser sacrificado simbólicamente para satisfacer una demanda legítima de los aún desarticulados contestatarios contra la corrupción desbordante.

El ostracismo de Makhluf –dueño de la telefonía Syriatel, cuya cabeza fue expresamente solicitada por Turquía– no es menor: según el Financial Times (27/4/11) controla 60 por ciento (¡supersic!) de la economía siria mediante su genealógica red plutocrática.

Una respuesta inmediata en el tablero de ajedrez regional por el régimen sirio, al día siguiente de la victoria electoral del primer ministro turco, Recep Erdogan, el Sultán de Estambul y del neo-otomanismo (ver Bajo la Lupa, 15/6/11), fue la milagrosa conformación del gabinete libanés en beneficio de Siria e Irán y en detrimento de los aliados locales de EU, la OTAN y, sobre todo, de Arabia Saudita y el restante de las seis petromonarquías del Consejo de Cooperación de los Países Árabes del Golfo, que poseen pletóricas inversiones inmobiliarias en el Gran Beirut y en la importante banca local.

El régimen sirio expande así su profundidad estratégica en Líbano, cuyo barómetro de (des)equilibrio se centra hoy en Trípoli, bastión del sunismo y segunda ciudad del país, donde se acaban de escenificar violentos choques entre las milicias sunitas pro sauditas y pro turcas (por extensión pro occidentales) contra los alawitas locales (apuntalados por la administración de los Assad).

Toda la semana ha sido constante la campaña sobre la vulnerabilidad económica del régimen sirio en la prensa israelí-anglosajona (Financial Times, 14/6/11; Haaretz, 22/6/11, y The New York Times, 24/6/11) que repiten lo mismo: devaluación de la divisa en 17 por ciento, ausencia del vital turismo y marasmo industrial, con excepción de una mínima exportación petrolera cuando sus reservas de divisas se agotan.

Su vapuleada economía, con un gran potencial que nunca pudo despegar, no puede perdurar en la zozobra que requiere del reacomodamiento con el ineludible factor turco para acceder al nivel superior de un nuevo equilibrio interno.

¿Podrán llegar a un reacomodamiento, a un nivel superior, Recep Erdogan y el atribulado presidente sirio Bashar Assad? ¿Cómo reaccionarán los factores ruso e iraní?

El portal israelí Debka (23/6/11), permanente monumento a la desinformación –tras anunciar la inminente guerra transfronteriza entre Turquía y Siria–, en forma simplona da por hecho un nuevo eje militarista de EU (por extensión, la OTAN), Turquía, Israel (¡supersic!) y Arabia Saudita (por extensión, las seis petromonarquías del Consejo de los Países del Golfo) contra el eje Siria-Irán-Hezbolá (quien resultaría el gran perdedor regional en el papel teórico).

Falta mucho por ver y sobre todo el grado acerca del alejamiento de Ankara con Damasco, así como el gradiente de su reciente reacercamiento simultáneo con Israel, según el rotativo israelí Haaretz: Israel y Turquía celebran charlas directas para remediar su querella diplomática (21/6/11).

Esta es la tercera vez que Israel y Turquía, bajo presiones de EU, intentan reconciliarse. Su alejamiento se debió, entre otras linduras, al infanticidio palestino en Gaza por Israel y, luego, al asesinato en aguas internacionales de una decena de pacifistas turcos por los piratas militares de Tel Aviv. ¿Cuál sería el beneficio geopolítico de Turquía en reconciliarse con Israel? ¿Repartirse el féretro sirio?

Haaretz (18/6/11) filtra que Turquía pedirá la dimisión del hermano de Assad como comandante de las guardias presidenciales. Se refiere al temible Maher, cuya cabeza no es nada improbable que sea cedida por su hermano Bashar.

En mi obligada colecta plural de datos duros, durante mi interlocución con políticos en Beirut –tanto del gobierno como de la oposición (con ambos mantengo un excelente intercambio intelectual)–, les externé que en la fase de reajuste de las relaciones entre Turquía y Siria, Bashar sería forzado a desprenderse de Maher.

Que mi osada hipótesis previa forme parte ahora de una demanda crucial de Turquía significa entonces que nos encontramos en una fase de reajuste a una escala superior de las relaciones Ankara-Damasco que no le conviene descarrilar a ninguno. ¿Cómo asimilaría la comunidad alawita, columna vertebral del ejército y los servicios de espionaje, la defenestración de Maher?

Las relaciones entre Erdogan y Bashar no pueden regresar al status quo ante y ahora buscan su reajuste en un nivel superior.

Mientras todos los países árabes –sean revolucionarios, sean conservadores– han guardado un estruendoso silencio ante la dislocación siria (no así sus poderosos multimedia, como la qatarí Al Jazeera y la saudita Al Arabiya, que son muy críticos del régimen sirio), intriga enormemente que Turquía opere como el principal frente exógeno de presión para la irreversible transformación de Siria, la cual, a mi entender, constituye una verdadera caja de Pandora de la geopolítica regional (Bajo la Lupa, 22/6/11).

El poder de Turquía, una potencia militar y geoeconómica regional sunnita, proviene de su influencia en la mayoría de sus correligionarios, 75 por ciento de la población de Siria, en especial, con los perseguidos Hermanos Musulmanes proclives al fundamentalismo salafista.

Un movimiento en falso de Bashar colocaría en grave peligro a su comunidad alawita (entre 7 y 15 por ciento de la población), hoy en riesgo existencial, y a las otras minorías aliadas (cristianos, drusos y kurdos).

La debilidad intrínseca siria, debido a su mosaico de sectas pluriétnicas y multirreligiosas, se ha traducido paradójicamente en su fortaleza geopolítica externa como elemento perturbador del equilibrio geopolítico de las potencias regionales.

¿Qué tanto puede tensar Turquía su relación con Siria sin indisponer a Rusia y a Irán, dos de sus principales proveedores de hidrocarburos (con Irak, otro feudo iraní en el sur y kurdo en el norte), además de relevantes socios comerciales?

Esto es más hipercomplejo que las simplonas linealidades maniqueas de la propaganda israelí-anglosajona, las cuales, de todas maneras, para beneficio del análisis dialéctico abordaré en el próximo artículo desde Beirut, en particular, un planteamiento de Stratfor sobre las opciones de Turquía en Siria, entre las cuales destaca su libanización.

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