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jueves, 30 de junio de 2011

Diplomacia de fuerza




John Saxe-Fernández

Anda la derecha nacional e internacional enloquecida, frotándose las manos y haciendo gozo de la salud del presidente, incluso hablando de la muerte del presidente... les decimos... que... hay Chávez para rato. Eso dijo Elías Jaua, vicepresidente de Venezuela, ante la multimillonaria campaña contra el gobieno, intensificada ahora con un alud de rumores, por la convalecencia en Cuba de una cirugía practicada a Chávez. El esquema desestabilizador, parte de la diplomacia de fuerza por el petróleo impulsada por Bush/Cheney, persiste con Obama y los cipayos de costumbre.

En Venezuela, como en toda nación que ejerce soberanía sobre sus recursos naturales, en especial los no renovables (RNR), acciona y se acentúa la diplomacia de fuerza de Estados Unidos, el mayor importador de crudo y otros RNR. El papel de Venezuela, poseedora de la mayor reserva petrolera del hemisferio, en la génesis y desarrollo de la OPEP, ha sido una piedra en el zapato imperial y según Estados Unidos un mal ejemplo para América Latina, región que considera su reserva de RNR. A partir de 1999, cuando arrancan acciones para afianzar el control y usufructo nacional de Petróleos de Venezuela (PDVSA), luego de un acotamiento sistemático, recrudeció la hostilidad de Estados Unidos, centrada en la ejecución de acciones y operaciones en dos vías: las abiertas y legales y las que, por violar el derecho internacional, penal, comercial y constitucional, se realizan en secreto.

El golpe de Estado contra Allende en 1973 es un caso bien documentado de la doble vía, puesta en marcha, organizada y micro-administrada con la excusa de la amenaza comunista. Eso y la salvajada de baño de sangre que siguió, fueron ordenados por Nixon y orquestados por Henry Kissinger, su cómplice en múltiples y graves violaciones documentadas al derecho penal internacional en América Latina y el sudeste asiático. Esa tragedia es parte de una estela de criminalidad de Estado hasta hoy impune: ni Kissinger, Bush/Cheney, Blair, Rumsfeld o Wolfowitz, han sido llamados a rendir cuentas por crímenes de guerra cometidos en Argentina, Chile, Vietnam, Afganistán, Irak, etcétera.

Este contexto permite calibrar la importancia del recordatorio de Jaua, de que todo 11 tiene su 13, ya que luego del golpe contra Chávez en abril 11 de 2002, el pueblo salió a las calles para exigir y lograr, el 13, la liberación del presidente, prisionero en una base militar. Entre 2000 y 2002 proliferaron los mensajes y operativos de provocación y terror contra el pueblo que, asienta Jaua, llevaron a la grave ruptura institucional del Estado venezolano y a una peligrosa situación de pre-guerra civil. La población, con apoyo militar, frenó la dinámica golpista.

La continuidad entre Bush hijo y Obama es ominosa. Lo muestra el golpe en Honduras de 2009 e intentonas y fricciones con Ecuador, Bolivia y otros integrantes de la Alba y Unasur, la proliferación de bases, el ingreso de Costa Rica a la agenda de guerra de EU, el acoso imperial a PDVSA, la injerencia en las diplomacias nacionales, etcétera. Además con Obama se intensificaron las ejecuciones extrajudiciales con drones, en Afganistán y Pakistán. Esta criminalidad de Estado, explícita en el apoyo al Plan Colombia y la Iniciativa Mérida (atroces diseños de intervención/ocupación bajo la guerra al narco o al crimen) se evidenció en un una plática entre Hillary Clinton y Kissinger en el Departamento de Estado, difundida por Bloomberg Tv: por una hora y ante cientos de embajadores, funcionarios de la dependencia y millones de televidentes, Clinton hizo gala de su identificación con Kissinger y la diplomacia de dos vías, haciendo notar, aquí y allá a lo largo de la sesión, el contraste entre lo que decía y lo inmencionable en público. Fue una exaltación de la diplomacia de fuerza, personificada en Kissinger, y una bofetada a la conciencia universal por el despliegue, en la mejor tradición goebbeliana, de la impunidad que goza ese honorable caballero.

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