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miércoles, 29 de junio de 2011

Las opciones de Turquía en Siria, según Stratfor

Alineación al centroBajo la lupa
Alfredo Jalife-Rahme
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Refugiados sirios llegan a un campamento de Reyhanli, provincia de Hatay, en la frontera con TurquíaFoto Reuters

¿La pretendida reconciliación entre Turquía e Israel, bajo presiones de Estados Unidos (ver Bajo la Lupa, 26/6/11), está diseñada para contrarrestar el acercamiento espectacular entre Egipto e Irán?
Un buen observador del radar geopolítico está obligado a ver todos sus cuadrantes, a riesgo de padecer ceguera selectiva sumada de reduccionismo daltónico, amén de equivocarse grotescamente.
La prensa israelí festeja las exequias precipitadas del régimen de Bashar Assad (Haaretz, 24/6/11) y azuza a una guerra transfronteriza entre Turquía y Siria, que naturalmente perjudicaría a Irán y a Hezbolá.
El supremo líder de la teocracia chiíta iraní, ayatola Ali Jamenei, durante una muy vistosa recepción a Omar Hassan al-Bashir –presidente de Sudán (hoy carcomido de un pedazo territorial en el sur)–, después de fustigar a Washington por pretender secuestrar las revueltas en Medio-Oriente, expresó la esperanza de pronto ser testigos de una sólida alianza islámica en el norte de África, debido al muy importante desarrollo en Egipto, donde EU y el régimen sionista (Israel) perdieron su poderosa base (Press TV, 26/6/11).
La extática revolución del jazmín del paradigma tunecino penetró ya la hipercomplejidad de Siria, la bisagra del Creciente Fértil, donde Turquía por primera vez –después de seis meses de una actitud prudente, cuando no interesada– optó por participar riesgosamente en el proceso de transformación y el manejo de la crisis siria, que alcanzó ya la transfrontera.
Stratfor (24/6/11), centro de pensamiento texano-israelí que suele incurrir en la vulgar desinformación para publicitar los intereses israelí-anglosajones, devela las tres opciones con que Turquía aconseja (sic) deliberadamente al régimen sirio con el fin de desactivar la insurrección, como un esfuerzo honesto para estabilizar el país, pero que se vuelven problemáticas cuando se aplican específicamente al caso sirio. ¿Entonces?
Turquía ha sido anfitrión en su ciudad costera de Antalya de un foro de oposición al régimen de los Assad y, más que nada, promueve la rehabilitación de los Hermanos Musulmanes, de proclividad fundamentalista salafista.
Stratfor sopesa pérfidamente las consecuencias del potencial de un mayor conflicto y el desafío a la realidad geopolítica del Estado sirio.
Las tres opciones: 1. Libanización de Siria; 2. Defenestración de Maher, hermano del presidente Bashar, a cargo de las Guardias Republicanas (que ya había adelantado, ver Bajo la Lupa 26/6/11), y 3. Legalización de los Hermanos Musulmanes (que ya había también explorado; ver Bajo la Lupa, 22/6/11).
Procedo en orden de complejidad: el régimen de los Assad permitiría una cuota para la participación política de los Hermanos Musulmanes –sobre quienes pende la pena de muerte– que no amenazaría la operación de un nuevo marco político ni llevaría a la islamización de Siria. Esta opción es muy ingenua y revela la ignorancia de Stratfor (y sus mentores) tanto de Siria como de Medio-Oriente de ayer y de hoy.
Si yo fuera hermano musulmán sirio –gozando del apoyo de Turquía al frente y en la retaguardia de EU, la OTAN, Israel (por lo visto) y Arabia Saudita (extensivo a las seis petromonarquías del Consejo de Cooperación de los Países Árabes del Golfo) –este es el punto cronológico de inflexión para tomar el poder (con máscara democrática) y ejercer la apabullante mayoría demográfica de los sunnitas (75 por ciento de la población).
¿Qué tan homogénea es la secta sunnita, cuya añeja fragmentación ha sido hábilmente explotada por la minoría alawita que detenta todavía el poder?
Hasta hoy, como adelanté desde el primer instante hace mas de 100 días, la burguesía y la clase media sunnita en Damasco y Alepo, las principales ciudades –además de más modernas y prósperas–, tienen con justa razón pánico escénico al fundamentalismo salafista de los Hermanos Musulmanes, quienes predominan en las calles y en las ciudades medianas (v.gr Hama).
Si yo fuera alawita, no correría el riesgo de conceder demasiado poder a los Hermanos Musulmanes sirios (con todo y las nobles garantías de Turquía, ya no se diga la OTAN e Israel), quienes no han olvidado (no es para menos) la carnicería de Hama en 1982 (en ese momento con bendición de Occidente e Israel) por Hafez Assad (el padre de Bashar y Maher), que cobró la vida de entre 10 mil y 100 mil personas (dependiendo quién realice la contabilidad).
La mínima incrustación de los Hermanos Musulmanes en la nueva arquitectura del poder en Siria sería de gradual efecto expansivo que, en el mediano plazo, bajo la ley demográfica del número, acabaría por otorgarles el poder en movimiento.
¿Cuál sería el mínimo democrático, en detrimento de la demografía, que puede conceder la minoría alawita, bajo fuerte presión de Turquía, a los Hermanos Musulmanes, sus enemigos irreductibles, sin poner en riesgo el mosaico multiétnico y multiteológico de Siria al borde de la implosión y/o balcanización?
No faltarán estrategas en el seno del clan de los Assad, quienes preferirán la balcanización, mediante la creación de un Estado alawita en la costa, en lugar del control futuro de los Hermanos Musulmanes sunnitas, de proclividad salafista.
La segunda opción, la decapitación de Maher, no le veo problemas para ser negociada en los dédalos del poder entre Ankara y Damasco (al más puro estilo medio-oriental), lo cual ya abordé en mi artículo anterior (ver Bajo la Lupa, 26/6/11), que enaltecería, a juicio de Turquía (y Stratfor) las credenciales reformistas de Bashar.
La tercera opción es implosiva: la poco recomendable libanización, que al final del túnel puede desembocar en la balcanización de Siria.
Turquía considera un modelo político cercano al sistema político libanés, absolutamente confesional, que divide el poder entre las sectas cristiana y musulmana.
En Siria “el poder sería igualmente dividido entre la mayoría sunnita de árabes y kurdos con las minorías –alawitas, cristianos y drusos”. El sistema crearía pesos y contrapesos para prevenir que ningún lado (sic) monopolice el poder o imponga su voluntad sobre el otro. ¡Cómo no!
No es momento de que exponga mi crítica al sistema político libanés, que vive horas delicadas en medio de una explosiva polarización entre el proletariado de chiítas (con su galopante demografía poligámica) y la burguesía sunnita –que ha fragmentado al monogámico campo cristiano (hoy minoritario y proclive a la emigración).
Stratfor reconoce que la atomización del Líbano desafía el fundamento geopolítico del Estado sirio cuando la naturaleza fragmentaria del Líbano se presta tanto a la guerra civil como a la pesada (sic) explotación de los poderes foráneos, lo cual previene que un grupo domine al otro.
El escenario ideal (sic) para Turquía es un acomodamiento (Nota: mi tesis, ver Bajo la Lupa, 22 y 26/6/11) que despresurice las protestas mientras abre el sistema político sirio al ascenso de los sunnitas, que adoptarían el modelo turco de Erdogán, el sultán de Estambul.
Turquía mantendría transitoriamente un pie con la oposición y otro con Bashar para manejar una evolución política de largo plazo en la que los sunnitas retomarían gradualmente el poder para evitar un cambio violento del poder.
¿No se habrá metido Turquía, al únisono de EU y la OTAN, en el embrollo sirio?

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