Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.
▲ la elección en Estados Unidospodría agudizar aún más la confrontaciónentre los partidos políticos. En la imagen, apoyo a Joe Biden en New Hampshire.Foto Ap
Se discute si la revuelta de 40 ciudades en EU es una revolución cultural, un levantamiento de masas, una guerra racista o una guerra civil, en medio de su proto-balcanización (https://bit.ly/2BEXPyz).
A mi juicio, se trata de la “segunda guerra civil (https://bit.ly/31kzM2z)”, que engloba los anteriores componentes citados y desnuda al mediodía lo que parece su irreversible sico-segmentación maniquea, como postula persuasivamente el británico Alastair Crooke (AC), quien fue espía del MI6 y luego asesor principal del español Javier Solana, quien fuera el encargado de las relaciones exteriores de la Unión Europea.
Hoy, AC despacha en Beirut, centro importante del espionaje británico medio-oriental, desde su muy solvente portal Conflicts Forum.
Según AC,el balance de fuerzas a nivel doméstico es tal que ningún partido puede, como deseara, forzar la sumisión del otro a su cosmogonía, ninguno puede prevalecer en forma decisivacuandoni siquiera la elección de noviembre arreglará las cosas en una forma finaly, al contrario,podría agudizar aún más la confrontación.
Formula dos vectores para tal escisión: 1. No existen más “hechos ( facts)”, sino que se han convertido en unaideología que ha separado a dos campos irreconciliables, y 2. No existe ningunaautoridad o fuentepara validar un “hecho ( fact)” cuando lo que prevalece es laemocionalidad síquica (filósofo escocés Alasdair Macintyre dixit). ¡Se extinguieron, cuando no mataron, a los árbitros en EU!
AC cita al historiador Michael Vlahos (MV), quien define el momento como una “nueva guerra civil (https://bit.ly/31iVGDc)” y aduce que “EU se ha dividido en dos diferentes naciones y se ha separado en dos sectas religiosas ( sic) incompatibles”: 1. El partido en el poder, que visualiza la identidad nacional arraigada enuna Era dorada temprana que preserva la propiedad, el comercio y la libertad, de tónica protestante calvinista, y 2. Una visión progresista del futuro, de tono apocalíptico, que vislumbra la perfección y la pureza por delante.
MV concluye queen la definición del bien (sic) y el mal (sic), no existe lugar para un compromiso.
AC extrapola lasdos imágenes síquicas en conflicto a la geopolítica global, cuandolos estadunidenses se agitan fácilmente y se exasperan con las nociones de que China o Rusia pueden acuñar el vacío.
A juicio de AC, en Israel –país consubstancialmente supremacista/racista/Apartheid/paria, donde urge también unPalestinian Lives Matter (PLM: Las Vidas de los Palestinos Importan)–se encuentran aterrados (sic) por el discurso liberal de BLM (Las Vidas de los Afro Importan), por la lucha venidera contra el racismo y la opresión.
Asiste la razón a AC si vislumbramos los resultados electorales de las primarias del Partido Demócrata en Nueva York –conglomerado urbano más importante de israelíes en el mundo y sede de Wall Street– donde laola insurgenteapoyó al afro Jamal Bowman –gran defensor de los derechos palestinos (https://bit.ly/3dwW4R6)–, respaldado por la reluciente estrella ascendente Alexandria Ocasio-Cortez, desbancó al legislador israelí-estadunidense Eliot L. Engel –zelote del irredentismo de Israel que preside el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara– quien representó a su distrito Bronx/Westchester County durante más de 30 años (https://nyti.ms/3g2Mp6C), lo cual repite el éxito de 2008 de los rebeldes del alaizquierdadel Partido Demócrata: aliada al judío-progresistasocialistaBernie Sanders, quien ha sido dos veces defraudado por el establishment del antidemocrático Partido Demócrata.
A mi juicio, se trata de un clásico epifenómeno de las transiciones que denotan la mentalidad maniquea del tercer siglo a. C., cuando una de las partes se autoarroga el derecho inmanente de la verdad absoluta y divina que exige la extinción de su contraparte y no da pie para los compromisos de colores diferentes al blanco y al negro. Así, elotro, quien fuere, es linchado con todo un diluvio de epítetos peyorativos gracias a la ayuda de quien controle mejor los multimedia.
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica analiza cómo reforzar la capacidad tributaria de América Latina para que los estados puedan articular una respuesta financiera sólida a los efectos económicos y sociales de la pandemia: los gastos sanitarios, en la búsqueda de la vacuna y remedios, transferencias a trabajadores suspendidos y de la economía informal, subsidios para pequeñas empresas y créditos subsidiados son sólo algunas de las primeras acciones para salvar vidas y, también, la economía. Un impuesto a las grandes fortunas (más de un millón de dólares) en América Latina, con una alícuota de 2.5 por ciento, podría recaudar entre 0.5 y uno por ciento del PIB regional, entre 25 y 50 mil millones de dólares. La región tiene aproximadamente 673 mil contribuyentes en esta categoría de millonarios. De éstos, 259 mil residen en Brasil, 173 mil en México, 64 mil en Chile y 30 mil en Argentina. Su contribución podría financiar hasta una séptima parte de los fondos necesarios para superar la pandemia y la crisis generada.
El segmento superior de contribuyentes, los mil millonarios identificados por Forbes, podrían aportar alrededor de 7 mil 55 millones de dólares (3 mil 178 millones en Brasil, 2 mil 575 millones en México, 525 millones en Chile, 343 millones en Colombia y 220 millones en Argentina). Si la exigua minoría enriquecida no aporta ahora, no tardará en verse enfrentada a estallidos e insurrecciones sociales como la chilena.
Colombia, paupérrimos recursos para combatir la pandemia
El Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana, consigna en ALAI Pedro Santana,corrobora lo que hemos venido planteando respecto a la insuficiencia en la atención a las víctimas de la pandemia.
El 6 por ciento del PIB que presume el gobierno como destinado a la atención de los afectados por el coronavirus, está dirigido en realidad a garantizar créditos para respaldar a los bancos por el impago de deudores. Y agrega que los gastos directamente relacionados con la atención a la emergencia son los que están centralizados, manejados e invertidos por el Fondo de Mitigación de Emergencias, que ascienden sólo a 2.4 por ciento del PIB.
En los últimos días el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro cambió radicalmente de conducta. Bajó de manera sensible el tono agresivo con que se dirigía al Congreso y al Supremo Tribunal Federal y dejó de participar en manifestaciones callejeras antidemocráticas que piden intervención militar. Al contrario de lo que venía impulsando –una ruptura con los demás poderes constitucionales–, pasó a defenderun clima de entendimientocon el Congreso y con la Corte Suprema de Brasil.
Hasta su expresión facial pasó por una transformación evidente: la mirada cargada de odio y las mandíbulas siempre en tensión máxima se transformaron en ojos asustados, y todo el rostro se ve muy demacrado.
Ese cambio, en todo caso, no es por un súbito brote de sensatez o a la eficacia de supuestos consejos del ala militar que impregna su gobierno. Tampoco se debe al escenario desolador de la pandemia que avanza descontrolada sin que el gobierno salga de su inercia; lo que se avista es el crecimiento de la curva ascendente de infectados y de víctimas fatales frente a la indiferencia presidencial.
No, no: el cambio se debe al temor provocado por la detención, al amanecer del jueves 18 de junio, del ex policia militar Fabricio Queiroz. Con eso, la vulnerabilidad del clan presidencial, sobre todo para el senador Flavio Bolsonaro, su hijo mayor, aumentó de manera exponencial.
Amigo de Jair Bolsonaro desde hace 36 años, Queiroz, además de chofer y escolta, era una especie de operador financiero del clan. Además, es muy cercano a lasmilicias, bandos de sicarios que controlan vastas áreas de la región urbana de Río de Janeiro. Manejaba volúmenes de dinero absolutamente incompatibles con sus ingresos, desviando fondos públicos a lo largo de los años en que fueasesor especialdel entonces diputado estatal y actual senador. Si cuenta la décima parte de lo que sabe, provocará un cataclismo devastador para el clan.
Para enturbiar aún más el panorama, Fabricio Queiroz fue detenido en un rancho de propiedad de Frederick Wasseff, quien hasta el pasado viernes era abogado de Bolsonaro y sus tres hijos que actúan en política.
Wasseff es una bomba de altísimo efecto, y que no se dejará controlar. Si cuenta la vigésima parte de lo que sabe, será fatal.
La raíz principal del brusco cambio de ruta exhibido por Bolsolnaro, que de enfrentamiento con el Poder Judicial pasó a ser la búsqueda por entendimiento, reside en el altísimo peligro de que su hijo Flavio sea el primero del núcleo familiar en ser conducido a los tribunales y, en seguida, a las mazmorras de una cárcel.
El país es testigo , con ansiedad y aprehensión, del cerco que se cierra sobre los Bolsonaro. Y mientras esa trama avanza, los brasileños contemplan la destrucción de la nación, que se derrite como una pedazo de hielo olvidado una mañana en el camino.
La pandemia amenaza ferozmente con diezmar parte sustancial de lo que queda de los pueblos originarios. Madereros y mineros ilegales amplían su actuación devastadora en territorios que son legalmente reservas indígenas frente a la inercia (cuando no el incentivo apenas disfrazado) del gobierno nacional, contaminando a sus habitantes.
La destrucción de la floresta amazónica avanza y ya alcanzó desde la llegada de Jair Bolsonaro al poder una extensión sin precedente en los pasados 20 años. También en ese caso, frente a la inercia y al silencio cómplice del gobierno federal que en ningún momento reprimió sus impulsos destinados aflexibilizarel control ambiental.
La suma de todo eso –la profunda crisis política, la expansión descontrolada del Covid-19 en territorio brasileño, la amenaza de un genocidio trágico de indígenas, la inexistencia de un programa mínimamente viable para enfrentar la tremenda crisis económica y social que se avecina, un gobierno totalmente sin norte, encabezado por un desequilibrado sin remedio, empieza a tener efectos drásticos en la comunidad internacional.
El primer y más visible resultado se observa en el tipo de cambio dólar y euro que experimentó incrementos muy fuertes en lo que va del año (por encima del 32 por ciento desde febrero). Pero hay otros indicadores especialmente preocupantes: si en abril de 2019 el flujo de inversiones extranjeras en actividades productivas fue de 5 mil 100 millones de dólares, el pasado abril llegaron escasos 234 millones al país.
Fondos que controlan casi 4 bi-llones de dólares ya advirtieron que no pondrán un centavo en la nación mientras el escenario no cambie. Y aumentan mucho en Europa las presiones para que se suspendan importaciones agrícolas de Brasil en tanto la situación permanezca como está.
Entre enero y mayo salieron de Brasil 30 mil millones de dólares en aplicaciones de distintos destinos, con foco en la Bolsa de Valores.
Mientras, Jair Bolsonaro exhibe una mirada de profunda preocupación. Pero no por lo que se ve: por lo que podrá ocurrir a él y a sus hijos cuando llegue la hora de responder ante la justicia.
Casi 2.5 millones de infectados de Covid-19 en Brasil
Acusan al gobierno de crear un servicio de inteligencia paralelo a los previstos por la Constitución
▲ Jair Bolsonaro paseó en su moto el fin de semana en Brasilia, luego de
que fue notificado que ya no está infectado de coronavirus.
Río de Janeiro., En medio al torbellino que vive Brasil
–al mediodía de ayer el número de infectados por Covid-19 sumó más de 2
millones 400 mil, y el de víctimas fatales se acercó a 90 mil–,
surgieron nuevas y graves denuncias contra el gobierno del
ultraderechista Jair Bolsonaro.
La más contundente fue la presentación, en el Tribunal Penal
Internacional de La Haya, de un documento que acusa Bolsonaro de haber
cometido un crimen de lesa humanidad y genocidio.
Presentada la noche del domingo, la denuncia trae un peso extra:
viene firmada por un millón de trabajadores del sector salud, que
incluye enfermeros y médicos. Aunque el Tribunal de La Haya tarda meses
en decidir si acepta juzgar las denuncias recibidas, la repercusión ha
sido muy fuerte y podrá traer consecuencias.
Los 64 folios del documento están repletos de acusaciones detalladas y
de ejemplos impactantes. Su divulgación contribuye para corroer aún más
la ya de por sí desgastada imagen del ultraderechista y del país.
El domingo se presentó otra denuncia contra el gobierno brasileño,
esta vez en el ámbito de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
de la Organización de Estados Americanos (OEA), exigiendo inmediatas
informaciones y providencias.
Se trata de algo que fue creado en tiempos de Sergio Moro, el ex juez
que condenó al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva en un juicio
manipulado facilitando la elección de Bolsonaro, de quien luego fue
ministro de Justicia: la Seopi (Secretaría de Operaciones Integradas),
un servicio de inteligencia paralelo a los previstos por la Constitución
y la legislación vigente.
Luego de la salida de Moro del gobierno, el sucesor André Mendonça
transformó la Seopi en secretaría Nacional. De esa manera se consolidó
parte del deseo expresado en reiteradas ocasiones por Bolsonaro: tener
un esquema de inteligencia bajo su control directo.
La revelación de las verdaderas actividades del Seopi surgió a través
del periodista Rubens Valente, del grupo vinculado al diario Folha de Sao Paulo.
Valente reveló la existencia de intimidadoras fichas idénticas
a las de los órganos de represión de la dictadura militar (1964-1985)
tan defendida por Bolsonaro y los uniformados esparcidos por su gobierno
con nombres, fotos y direcciones en las redes sociales de 597
funcionarios públicos, tanto en activo como jubilados, definidos como antifascistas.
Entre los nombres revelados llamaron la atención los de Luis Eduardo
Soares, quien ocupó el puesto de secretario nacional de Seguridad
Pública en el primer gobierno de Lula (2003-2006) y fue uno de los
guionistas de la película Tropa de élite, y principalmente el del embajador Paulo Sergio Pinheiro, ambos profesores universitarios.
Además de haber ocupado la Secretaría de Derechos Humanos durante el
gobierno de Fernando Henrique Cardoso, Pinheiro integró la Comisión de
la Verdad instituida durante el mandato de la ex presidenta Dilma
Rousseff. Nombrado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, preside
desde 2011 la comisión independiente de la organización sobre derechos
humanos en Siria.
La revelación de la existencia de ese dosier confirma algo que se
insinuaba desde la llegada de Bolsonaro a la presidencia: la creación de
un aparato estatal destinado a persecución política e ideológica de
adversarios. Es fácil suponer la existencia de otros dosiers cuyo blanco
sean intelectuales, artistas, periodistas, activistas sociales,
ambientales y, claro, políticos opositores.
Al conocer la actividad de la Seopi, Paulo Sergio Pinheiro se dijo absolutamente perplejo, y pidió una inmediata investigación tanto de la Fiscalía como del Congreso.
Luego de trazar la inevitable comparación con los tiempos de la dictadura, Pinheiro ironizó: todo
lo que hablo y escribo es público. Además de ilegales, esas prácticas
ahora son inocuas. ¿Por qué gastar recursos para espiarme?
La forzada comparación entre la próxima cumbre entre dos jefes de Estado, Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump, y la visita hace cuatro años de un candidato presidencial de Estados Unidos a Los Pinos no tiene pies ni cabeza.
En agosto de 2016, Enrique Peña Nieto utilizó los recursos, el poder y el prestigio del Estado mexicano para intervenir en las elecciones de Washington. El Presidente de México dio un espaldarazo a un candidato presidencial que se encontraba en desventaja en las encuestas y necesitaba desesperadamente de reconocimiento internacional.
En cambio, hoy aún no inicia la campaña presidencial en el país vecino del norte. Si bien ya es un hecho que tanto Trump como Joseph Biden serán candidatos, todavía no se han celebrado lasconvencionescorrespondientes para oficializar sus nombramientos ni arrancado formalmente la disputa electoral para la Casa Blanca.
Trump será muchas cosas, pero no deja de ser el presidente constitucional de nuestro principal socio comercial. Mantener una buena relación diplomática con Washington, de respeto mutuo y sin subordinación alguna, es esencial para la fortaleza de la economía nacional y las relaciones internacionales de nuestra nación.
Los críticos señalan que con su visita a Washington, López Obrador estaría haciéndole el caldo gordo a Trump y avalando su discurso racista y antimexicano. Nada más lejano a la verdad. López Obrador no acudirá a la Casa Blanca paraponerle a las órdenesdel señor presidente de Estados Unidos, tal y como lo hicieron Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto en múltiples ocasiones con George W. Bush y Barack Obama.
Los presidentes mexicanos anteriores se comportaban como viles sirvientes del imperio y a cada petición de Washington respondían con un breve y displicente¡yes, sir!. En particular, Calderón y Peña Nieto buscaban compensar por su enorme falta de legitimidad dentro de su propio país con favores, apoyos, negocios e impunidades desde Estados Unidos.
Pero con López Obrador la situación se encuentra totalmente invertida. La enorme legitimidad del actual ocupante de Palacio Nacional le dota de la fuerza necesaria para dialogar de frente con el mandatario estadunidense. No habrá subordinación alguna, sino un respetuoso intercambio de puntos de vista y planes para fortalecer la economía de la región norteamericana.
El 21 de febrero de 1972 el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, sorprendió a todos con su visita de Estado a Pekín con Mao Tse-Tung. Fue un encuentro histórico que implicó el fin de más de 20 años de relaciones distanciadas entre los dos países después de la victoria de la Revolución China en 1949.
Nixon era un presidente famoso por sus posiciones nacionalistas y anti-comunistas y estaba plenamente a favor de la guerra fría. Sin embargo, el mandatario estadunidense reconoció la necesidad de normalizar relaciones con China con el fin de fortalecer la posición de Washington en la diplomacia internacional.
En aquel momento, muchos primero acusaban a Nixon de ser un traidor por supuestamente hacerle el caldo gordo alenemigo comunista. Pero después de la exitosa visita, en que el presidente estadunidense incluso recorrió con su esposa la Gran Muralla China y otros sitios de relevancia histórica, el consenso fue que había sido una gran hazaña diplomática. Nixon jamás perdió la compostura, defendió con dignidad los intereses de su país y el enfriamiento de las relaciones diplomáticas generó beneficios para ambas naciones y el mundo entero.
Algo similar ocurre en el caso actual. Solamente alguien que no conoce en absoluto al Presidente mexicano podría imaginar que una persona como López Obrador, de incuestionable amor a la patria y que siempre ha defendido la soberanía nacional, permitiría la utilización de su visita de Estado para agredirle personalmente o para insultar a México o a los mexicanos.
Algunos sectores de la opinocracia guardan la falsa ilusión de que una presidencia de Biden podría ser favorable para México. Estas voces se preocupan de que la visita de López Obrador podría hacer enojar al equipo de campaña de Biden y arruinar las relaciones entre México y Estados Unidos en caso de que el candidato demócrata triunfara en las elecciones de noviembre.
Este miedo está totalmente infundado, ya que cualquier presidente de Estados Unidos tendrá que respetar una presidencia tan legítima y respaldada como la de López Obrador.
Aunque dicen justo lo contrario, estos críticos quieren que López Obrador incurra en exactamente el mismo error que cometió Peña Nieto en 2016. Insisten que el Presidente de México se entrometa en el proceso electoral estadunidense con una reunión pública con el candidato Biden.
López Obrador hace bien en resistir esta tentación y en su lugar ratificar su liderazgo como Jefe de Estado que en sus acciones busca siempre el bienestar de la población y el interés general de la nación.
Difuminada en la coyuntura por el apocalipsis mediático desatado por las élites plutocráticas y los poderes fácticos de Estados Unidos a raíz de la irrupción del Covid-19, la guerra comercial y financiera entre los gobiernos de Donald Trump y Xi Jinping profundizará en la pospandemia la carrera por la hegemonía, en momentos en que, parafraseando a Clausewitz, la tecnología es la continuación de la política por otros medios.
En 2016, un informe de Barack Obama sobre el futuro de la inteligencia artificial (IA) reconocía que su sucesor gobernaría un paísque está siendo transformado por la IA. Aunque Trump abandonó parcialmente esa visión, Estados Unidos sigue siendo líder en IA gracias a las compañías líderes de la digitalización conocidas mediante el acrónimo Gafa (Google, Apple, Facebook, Amazon), pero el punto de quiebre se está volviendo el control de acceso a datos, ya que las principales plataformas someten a sus usuarios a procesos de supervisión no estandarizados y desfasados con la velocidad de la IA.
Los ingenieros de la IA necesitan datos (materia prima) para crear sus algoritmos y/o perfeccionarlos. Y si bien EU es el país que ha recolectado más datos, a partir del 13 Plan Quinquenal de Informatización Nacional (2016-20) de Xi Jinping, China ha aumentado de manera exponencial sus capacidades a través del Internet de las cosas, el aprendizaje automático y del número de usuarios de sus empresas innovadoras apoyadas por las nuevas tecnologías ( startups).
El gobierno chino ha hecho fuertes inversiones en investigación y desarrollo, subsidia la industria de los chips de procesamiento y tiene una regulación más laxa en tecnologías de automatización y recolección masiva de datos. Así surgieron conglomerados privados de Internet comercial como Baidu, Alibaba y Tencent (conocidos bajo el acrónimo Bat), que de cara a la carrera por la IA han alcanzado tecnológicamente a las corporaciones estadunidenses del sector.
Y al igual que ocurrió en sus orígenes con las Gafa del Silicon Valley, pioneras del capitalismo digital gracias a los programas de inversión militar keynesianos, que después del 11 de septiembre de 2001 −en conexión con el Estado de seguridad nacional de la administración Bush hijo− desarrollaron el enorme aparato de vigilancia y control estatal revelado en 2013 por el ex contratista de la CIA y la NSA Edward Snowden, el apoyo del gobierno chino ha sido clave en el desarrollo de Baidu como la plataforma base de IA para vehículos autónomos, Alibaba para ciudades inteligentes y Tencent para cuidados de la salud.
Alibaba, consideradael Amazon chino, desarrolló un sistema de puntajes de crédito social privado, que se propone recopilar y almacenar todos los rastros que los usuarios dejan en Internet y regular el comportamiento de cada persona sobre acceso al crédito, a la educación formal y al mercado de trabajo, incluido el uso de líneas aéreas comerciales y trenes de alta velocidad. La empresa implementó el proyecto City Brain (cerebro de la ciudad) para conectar a través de un software mapas, cámaras de vigilancia, sensores, datos del gobierno e información compartida en redes sociales, que procesan algoritmos de IA en superordenadores que sirven de alimento para la planeación urbana y la gestión de tráfico en ciudades como Hangzhou y Macau.
La cooperación de Baidu con las autoridades chinas también gira en torno del control de datos y la ciberseguridad. La corporación ha equipado puntos neurálgicos del espacio público con cámaras que cuentan con un sofisticado software de reconocimiento facial que también puede identificar personas encapuchadas por su forma de caminar. Tencent, la tercera integrante del Bat también explota patentes de reconocimiento facial y videovigilancia. Ergo, el capitalismo de la vigilancia.
En la pospandemia del Covid-19, la guerra fría política, comercial y tecnológica entre EU y China secalentará. Después de que Trump lanzó su estrategia de decoupling (desconexión) para contener el crecimiento económico de China, Xi llamó a poner énfasis en el desarrollo del mercado interno, y no en las exportaciones. Aunque en el plano exterior, a través de Alibaba, el soft power chino aumentará su infraestructura ferrocarrilera, portuaria y digital (fibra óptica, antenas de telecomunicaciones, 5G) en su área de influencia: Vietnam, Tailandia y Singapur, y eventualmente Bangladesh y Pakistán. Aun en África.
Es en ese contexto que hay que ubicar los discursos de Xi del pasado 26 de mayo ante la Comisión Militar Central (la versión china del Pentágono) y de Trump en la academia militar de West Point, el 13 de junio. Xi ordenó a las fuerzas armadaspensar en el peor de los escenariospara salvaguardarla soberanía nacional, la seguridad y los intereses de desarrollo. Trump insinuó cambios doctrinarios para un conflicto con China en pos de mantener la hegemonía global.
La hegemonía de EU se basa en el dominio de las rutas marítimas y su superioridad tecnológica. Según fuentes del Pentágono citadas por el periódico inglés The Times, con base en unos juegos de guerra simulados, en 2030 EU perdería una guerra naval con China en el Pacífico. El análisis concluye que todas las bases de EU en la región del Comando Indo-Pacífico seríanabrumadaspor los misiles balísticos de alcance medio chinos, incluida la isla de Guam, principal base de los bombarderos estratégicos B-2. La disputa geopolítica está en pleno desarrollo.
La Paz., El ministro de Defensa de Bolivia, Luis Fernando López, divulgó ayer una carta que remitió a las fuerzas armadas en la que advierte que el derrocado ex presidente Evo Morales intentaconvulsionaral país y que ha puesto el foco en la institución castrense.
Moralesestá concentrado en las fuerzas armadas, a las que dirige mensajes insidiosos tratando de causar caos y desinformación, indica la misiva remitida por el ministro López al comandante en jefe de las fuerzas armadas, Sergio Orellana, hospitalizado por coronavirus.
En la carta, publicada en la cuenta de Twitter de la cartera de Defensa, López dice que el ex mandatario, refugiado en Argentina, busca dividir a la institución armada afirmando quemilitares patriotasle suministran información,como si el resto de los uniformados no lo fuera.
Moralesha tratado de mostrar como humillante el accionar patriótico de toda esa gente valiente que está en la primera línea de la lucha contra el Covid, añade López.
Desde marzo, cuando se inició la pandemia en Bolivia, se distribuyó personal militar en todo el país para ejercer labores de control durante la cuarentena, colaborar en el rastrillaje de enfermos y entregar alimentos en distritos alejados.
El Ministerio de Defensa reportó 457 efectivos contagiados con coronavirus, entre ellos el comandante Orellana, internado en el Hospital Militar.
En reiteradas ocasiones, el gobierno de facto de Jeanine Áñez ha acusado al Movimiento al Socialismo (MAS), partido del ex presidente Morales, de acciones de desestabilización y hasta de gestar un supuesto golpe de Estado, pero no ha presentado pruebas.
Bolivia celebra elecciones el 6 de septiembre. El último sondeo, realizado en marzo, ubicó al economista Luis Arce, del MAS, como favorito con 33.3 por ciento de las preferencias, seguido de Carlos Mesa (18.3) y Áñez (16.9 por ciento).
Afp
Periódico La Jornada Lunes 29 de junio de 2020, p. 25
En mi colaboración del reciente sábado 27, mencioné la grabación de la obra Troka de Silvestre Revueltas con la Orquesta Filarmónica de Moravia, dirigida por Jorge Pérez Gómez. Para más señas, y placer de los revueltianos de corazón, el disco incluye también algunas otras obras muy poco conocidas del compositor de Santiago Papasquiaro: Colorines, Música para charlar, Caminos, Batik y la versión de Erich Kleiber a la música de la película Redes. Ahora bien, para mayor gusto de los melómanos interesados en nuestra música más allá de lo trillado, va este dato: mi amigo Jacobo Lieberman, músico (entre otras cosas), me recordó la existencia de otra grabación de Troka, de modo que la de Pérez Gómez no es la única, como despistadamente mencioné en mi texto. Este registro, bajo el título de El Revueltas desconocido, apareció en el sello Dorian Recordings, y estuvo a cargo de la Camerata de las Américas dirigida por Enrique Arturo Diemecke. Este disco, además de Troka, contiene Cuauhnáhuac, Cinco canciones, Escenas infantiles, Cuatro pequeños trozos, El afilador, Parián, y la versión de cámara de Sensemayá. Ello quiere decir que estos dos discos representan una buena vía de acceso a una interesante colección de piezas de Revueltas que casi nunca aparecen en nuestras salas de concierto, porque incluso las bien conocidas Redes y Sensemayá están presentadas en versiones alternativas.
El disco de Quindecim con la versión de Troka dirigida por Pérez Gómez no debe ser difícil de conseguir; obtener la versión de Diemecke en Dorian será un poco más complicado, básicamente porque el sello ya no existe. Sin embargo, un rápido y reciente clavado en la red me informa que hay ejemplares disponibles en el muy próspero negocio de ventas en línea que regentea Jeff Bezos y que en estos meses ha visto crecer exponencialmente sus ganancias, con media humanidad comprando casi todo en línea. Sé, finalmente, que la publicación de mi texto ha movido a varios lectores a conseguir el libro Troka, el poderoso, de Germán List Arzubide; les deseo mucha suerte.
Con el marco de fondo de las multitudinarias manifestaciones y la lucha en contra de la injusticia social, la desigualdad y la brutalidad policiaca en contra de afroestadunidenses, negros, latinos, indios y otras minorías, ha aparecido una serie de libros que enriquecen la literatura sobre uno de los aspectos más importantes de la convivencia, la lucha por los derechos humanos.
Uno que destaca, por su novedosa forma de entender el problema y, además, plantear una vía para encausar esas luchas es: How to be Antiracist ( Cómo ser antirracista), del historiador Ibram Kendi.
Mediante la narración de su historia personal, Kendi da cuenta de cómo llegó a la conclusión de que quienes afirman no ser racistas es insuficiente. Hay que ir más allá y llamar al racismo por lo que es, una rémora cultural que impide llegar al fondo del problema de la discriminación racial.
Requiere superar lo que en verdad esconde la abstracción del términoracista, y darle una nueva dimensión que lo identifique como arma en contra de la discriminación. Es necesario tener conciencia de la diferencia entre deciryo no soy racistaa la desoy antirracista. Es pronunciarse por la lucha de la igualdad y el respeto a los derechos de los negros –está pendiente la discusión sobre el término negros o afroestadunideses–, una dimensión que vaya más allá de la pasividad y neutralidad, y abra paso a una corrienteantirracista.
Losblancos, continúa Kendi, han limitado el términoracistaa una mera descripción que no incluye la ingente necesidad de acabar con el racismo. El principal obstáculo para entender en toda su magnitud la necesidad de ese cambio se debe a la dificultad que tienen losblancospara entender el profundo sentimiento que los negros sienten sobre sí mismos y el orgullo de ser como son, sin pretender regatear un lugar en el escenario creado por y para losblancos. Parafraseando al autor, el términoracistaes un concepto acuñado por blancos, y la consecuencia es que negros, latinos e indígenas son obligados a identificarse como tales desde una óptica impuesta que les es ajena. Las interminables marchas y protestas a lo largo de todo Estados Unidos, y la novedad de su composición multirracial, parecieran ser el germen de una militanciaantirracistaque respete e integre el pensamiento de quienes forman la amplia gama de los colores que dan forma a la nación. Ver en la existencia de diferentes grupos raciales un problema que se debe resolver es una manipulación en la que no se debe caer.Creo que un negro puede ser racista, concluye Kendi.
Miles han vuelto a ganar las calles para remover la conciencia de millones que han ignorado durante años sistema que favorece la discriminación y la violencia en contra de las minorías. Pero la historia es necia y ha enseñado que repetir los mismos pasos tienen un horizonte limitado. La brutalidad policiaca en contra de negros y latinos se repite una y otra vez, a pesar de la lucha de Martin Luther King y César Chávez, entre muchos otros. Por ello, la propuesta de Kendi renueva esa posibilidad de ensanchar el horizonte en la lucha que otros han dado en el pasado, y muchos otros han acogido en el presente. Así lo demuestran las marchas en las que negros, blancos, latinos, asiáticos, gays, de todos los estratos sociales, han caminado codo a codo. La militanciaantirracistaes cada vez más evidente y pudiera ser un parteaguas que recomponga el desgarrado tejido social. Es la visión que nos regala Kendi. Un cambio anclado en esa visión tal vez no sea tan espectacular ni súbito, pero pudiera ser más efectivo y tener un horizonte amplio.
Es posible que enderezar al árbol torcido de lesa humanidad esté en las manos de esta novel amalgama de edades y colores.
▲ Manifestantes celebran el voto histórico de la legislatura de Misisipi para cambiar la bandera estatal que incluía un emblema de batalla confederado, adoptado después de la Guerra de Secesión. El nuevo diseño incluirá la fraseEn Dios confiamos.Foto Afp
El pasado y el futuro se enfrentan en las calles, dentro de lo que es en los hechos unEstado fallido(uno que no puede o no quiere solucionar las necesidades básicas de su pueblo), donde un régimen con tintes neofascistas cada día más desesperado y, por tanto, más dispuesto a hacer lo antes impensable para mantener su poder se enfrenta con una ola novedosa de rebeldes y disidentes que buscan transformar, por fin, un sistema de violencia social, económica y política. O sea, el sistema estadunidense está (¿cómo evitar ese palabra sobreusada y casi eterna,crisis?) en un momento de implosión –algo que podría ser muy peligroso para todos más allá de las fronteras si resulta ser explosión– o de transformación.
Aun no se sabe cual.
La defensa del pasado se coordina por un bullyasustado en un búnker subterráneo en la Casa Blanca. El comandante de las fuerzas oscuras del pasado es responsable de más de 100 mil muertes evitables (mil de ellas de mexicanos en Estados Unidos) por su manejo criminal de la pandemia, de entre 20 y 40 millones de desempleados, de un aumento en los crímenes de odio racial, del aumento, según el FBI, de actos de terrorismo de agrupaciones de ultraderecha; de colocar a familias con niños en jaulas, de calificar a todos sus opositores comotraidoresal país (incluyendo su antecesor), de amenazar con reprimir con fuerzas militares a ciudadanos estadunidenses que se manifiestan en las calles, de acusar a los inmigrantes de todo el crimen, las violaciones, y ahora del Covid-19, desmantelar normas y medidas para protección del medio ambiente y la salud pública, y ni hablar de la destrucción de acuerdos y normas multilaterales. Es seguramente el único presidente que ha logrado que coincidan desde ex generales, incluyendo jefes del Estado Mayor, a figuras como Noam Chomsky y Angela Davis de que Trump es una amenaza a la democracia de Estados Unidos y la sobrevivencia del planeta, una amplísima gama de voces han concluido que esel presidente más peligroso de la historia de Estados Unidos. Esa defensa del pasado de dominio blanco y lo más salvaje del capitalismo implica aplastar todas las fuerzas que rehúsen someterse, suprimiendo sus voces, amenazando represión o deportándolos del país. El presidente ha declarado a todos los que lo cuestionen o se atrevan a frenarlo comoenemigos del pueblo.
El rescate del futuro está ahora en las calles con un grito de basta ya (con 400 años de ecos) contra la violencia racista sistémica. Aunque las expresiones masivas en las calles que llevan más de un mes sin parar fueron detonadas por otro acto más de violencia racista oficial, el nuevo movimiento surge de años de organización por varios sectores que de repente se encuentran juntos en las calles. Y es que es una respuesta que evoluciona de un incidente más de violencia por la policía a uno contra la violencia de un sistema económico, político y social, construido desde sus orígenes sobre el sometimiento y explotación brutal violenta de esclavos africanos, de indígenas estadunidenses y después, hasta hoy día, de olas de inmigrantes de todo el mundo.
Es esa historia de violencia la que se modifica en estos días, hasta de manera física. No sólo se derriban símbolos de la historia racista e imperial, sino se ha obligado a instituciones de cúpula y de la élite a reconocer su complicidad histórica. Por ejemplo, en días recientes la Universidad de Princeton anunció que quitaría el nombre del presidente Woodrow Wilson de sus instalaciones y programas por su historia imperial y racista.
A mediados de marzo, se declaró oficialmente una emergencia nacional y Estados Unidos se convirtió en el epicentro de la pandemia mundial; como resultado de la tardía y caótica puesta en marcha de medidas de mitigación, se provocó una magna crisis económica, y hace un mes, un hombre afroestadunidense con una rodilla de un policia sobre su cuello articuló sus últimas palabras,no puedo respirar. Son 100 días que han sacudido a Estados Unidos.
Las puertas se abren. Puedes sentir la energía acumulada incluso antes de que aparezcan los rostros. El encierro ha terminado. Es una represa que estalla y vierte un torrente de enojos, ansiedades, frustraciones, sueños, esperanzas, miedos. Es como si no pudiéramos respirar.
Todos hemos estado encerrados. Separados físicamente del mundo exterior. Hemos estado tratando de entender lo que está sucediendo. Un virus extraño ha cambiado nuestras vidas, pero ¿de dónde provino? Primero apareció en Wuhan, China, pero cuanto más leemos, más nos damos cuenta de que podría haber aparecido en cualquier lugar del mundo.
Los expertos han estado advirtiendo durante años sobre la probabilidad de una pandemia, incluso si no comprendían qué tan rápido podría propagarse. No es que provenga de un lugar en particular, sino de la destrucción de nuestra relación con el ambiente natural.
De la industrialización de la agricultura, la destrucción del campesinado en todo el mundo, el crecimiento de las ciudades, la destrucción de los hábitats de los animales salvajes, la comercialización de estos animales con fines de lucro.
Y aprendemos de los expertos que si no hay un cambio radical en nuestra relación con otras formas de vida, es muy probable que sigan apareciendo más pandemias.
Es una advertencia: deshacerse del capitalismo o avanzar en el camino de la extinción. Deshacerse del capitalismo: en efecto, una fantasía. Y crece en nosotros el miedo y el enojo y, tal vez, incluso, la esperanza de que podría existir alguna manera de hacerlo.
Y a medida que avanza el encierro, nuestra atención cambia, va más allá de la enfermedad, a lo que nos dicen que son las consecuencias económicas.
Estamos entrando en la peor crisis económica desde, al menos, la década de 1930. La peor crisis en trescientos años en Gran Bretaña, nos dicen. Más de cien millones de personas caerán en la pobreza extrema, nos alerta el Banco Mundial.
Otra década perdida para América Latina. Millones y millones de personas desempleadas en todo el mundo. Gente hambrienta, mendigando, más crimen, más violencia, esperanzas rotas, sueños destrozados.
No habrá una recuperación rápida, es probable que cualquier recuperación sea frágil y débil. Y pensamos: ¿todo esto es porque tuvimos que quedarnos en casa durante un par de meses?
Sabemos que no puede ser así. Por supuesto, seremos un poco más pobres si la gente deja de trabajar durante un par de meses, pero ¿millones y millones de desempleados, personas que morirán de hambre? Seguramente no.
El descanso de un par de meses no puede tener semejante efecto. Por el contrario, deberíamos regresar renovados y llenos de energía para hacer todas las cosas que deben hacerse. Pensamos un poco más, y nos damos cuenta de que, por supuesto, la crisis económica no es la consecuencia del virus, aunque puede haber sido desencadenada por él.
De la misma manera que se predijo la pandemia, la crisis económica también fue predicha, aún más claramente. Durante treinta años, o más, la economía capitalista ha sobrevivido literalmente con dinero prestado: su expansión se ha basado en el crédito. Un castillo de naipes, listo para colapsar.
Casi se derrumbó, con los efectos más terribles, en 2008, pero una renovada y enorme expansión del crédito le dio impulso nuevamente. Los comentaristas económicos sabían que no podía durar.
«Dios le dio a Noé el signo del arco iris, no más agua, el fuego la próxima vez»: la crisis financiera de 2008 fue la inundación, pero la próxima vez, que no se retrasaría mucho, sería un incendio (1).
Eso es lo que estamos viviendo ahora: el fuego de la crisis capitalista. Tanta miseria, hambre, esperanzas destrozadas, no por un virus, sino sólo para restaurar la rentabilidad del capitalismo. ¿Y si acabáramos por deshacernos de un sistema basado en las ganancias?
¿Qué pasaría si saliéramos con nuestra energía renovada e hiciéramos lo que hay que hacer, sin preocuparnos por las ganancias: limpiar las calles, construir hospitales, fabricar bicicletas, escribir libros, plantar árboles y sembrar vegetales, tocar música… lo que sea?
Sin desempleo, sin hambre, sin sueños destrozados. ¿Y los capitalistas? Colgarlos de la farola más cercana (siempre es una tentación) o, simplemente, olvidarse de ellos.
Mejor solo olvidarse de ellos. Otra fantasía, pero más que una fantasía: una necesidad urgente. Y nuestros miedos y nuestras rabias y nuestras esperanzas crecen dentro de nosotros.
Y hay más, mucho, mucho más, para alimentar nuestra ira en el encierro. Todo el suceso del coronavirus ha sido un gran desenmascaramiento del capitalismo, que se encuentra expuesto como rara vez antes y de muchas maneras.
Para empezar, la enorme diferencia en la experiencia del encierro, que depende de cuánto espacio se disponga, de si tiene un jardín, o una segunda casa a la que pueda retirarse. En relación con esto, el impacto enormemente diferente del virus sobre los ricos y los pobres, algo que se ha vuelto más y más claro con el avance de la enfermedad.
Y la gran diferencia en las tasas de infección y muerte entre blancos y negros. También la insuficiencia de los servicios médicos, después de treinta años de abandono. La terrible incompetencia de muchos Estados.
La expansión evidente de la vigilancia y de los poderes policiales y militares en casi todos los países. La discriminación en la provisión educativa entre aquellos que tienen acceso a internet y aquellos que no, por no mencionar el aislamiento completo de los sistemas educativos de los cambios que están ocurriendo en el mundo en el que viven los niños.
La exposición de tantas mujeres a situaciones de violencia terrible. Todo esto, y mucho más, al mismo tiempo que los propietarios de Amazon y Zoom y muchas otras empresas tecnológicas obtienen beneficios increíbles, y el mercado de valores, impulsado por la acción de los bancos centrales, continúa con la transferencia descarada de riqueza de los pobres hacia los ricos.
Y nuestro enojo crece, también nuestros miedos, nuestra desesperación y nuestra determinación de que no debe ser así, de que NO DEBEMOS DEJAR QUE ESTA PESADILLA SE CONVIERTA EN REALIDAD.
Y entonces se abren las puertas y se rompe la represa. Nuestras rabias y esperanzas estallan en las calles. Escuchamos hablar de George Floyd, oímos sus últimas palabras: «No puedo respirar».
Esas palabras dan vueltas y vueltas en nuestras cabezas. No tenemos la rodilla de un policía asesino en el cuello, pero tampoco podemos respirar. No podemos respirar porque el capitalismo nos está matando.
Sentimos una violencia, una violencia que explota desde nuestras entrañas (2). Pero ese no es nuestro camino, es el de ellos. Sin embargo, nuestras rabias-esperanzas, esperanzas-furias tienen que respirar, tienen que respirar.
Y lo hacen: en las manifestaciones masivas contra la brutalidad policial y el racismo en todo el mundo, en el lanzamiento de la estatua del traficante de esclavos, Edward Colston, al río en Bristol, en la creación de la Zona Autónoma de Capitol Hill en Seattle, en la quema del recinto policial en Minneapolis, en tantos puños levantados hacia el cielo.
Y el torrente de enojos-esperanzas-miedos-hambres-sueños-frustraciones, va en cascada, de un enojo a otro, viviendo cada enojo y desbordando hacia el siguiente.
La ira que arde dentro de nosotros no es solo contra la brutalidad policial, contra el racismo, no solo contra la esclavitud que generó las bases para el capitalismo, sino también contra la violencia hacia las mujeres y todas las formas de sexismo, y por lo tanto, las enormes marchas del 8M resurgen nuevamente cantando.
Los chilenos vuelven a salir a las calles y continúan su revolución. Y el pueblo de Kurdistán derrota a los Estados que no pueden tolerar la idea de una sociedad sin Estado. Y el pueblo de Hong Kong inspira a todos los chinos en su repudio a la burla del comunismo: no más comunismo, gritan, comunicémonos.
Y los zapatistas crean un mundo en el que caben muchos mundos. Y los campesinos dejan sus barrios bajos y regresan a la tierra y comienzan a sanar la relación con las otras formas de vida. Y los murciélagos y los animales salvajes vuelven a sus hábitats.
Y los capitalistas vuelven a sus hábitats naturales, debajo de las escaleras. Y el trabajo, el trabajo capitalista, esa horrible máquina que genera riqueza y pobreza y destruye nuestras vidas, llega a su fin.
Y comenzamos a hacer lo que queremos hacer, comenzamos a crear un mundo diferente basado en el reconocimiento mutuo de las dignidades. Y entonces no habrá una década perdida, ni desempleados, ni cientos de millones de personas arrojadas a la pobreza extrema. Y nadie morirá de hambre. Y entonces, sí, entonces, podemos respirar.
14 de junio de 2020
Notas:
(1) Ver el último capítulo de The Shifts and the Shocks, de Martin Wolf, Penguin Press, Nueva York, 2014: “Conclusión: El fuego la próxima vez” (Conclusion: Fire Next Time)
(2) Ver: Linton Kwesi Johnson, “Time Come”: “now yu si fire burning in mi eye/ smell badness pan mi breat/ feel vialence, vialence, /burstin outta mi;/ look out!” Dread Beat and Blood, Bogle-L’Ouverture Publications, Londres, 1975.
Original en inglés. Versión en castellano: Catrina Jaramillo.
▲ la elección en Estados Unidospodría agudizar aún más la confrontaciónentre los partidos políticos. En la imagen, apoyo a Joe Biden en New Hampshire.Foto Ap
Se discute si la revuelta de 40 ciudades en EU es una revolución cultural, un levantamiento de masas, una guerra racista o una guerra civil, en medio de su proto-balcanización (https://bit.ly/2BEXPyz).
A mi juicio, se trata de la “segunda guerra civil (https://bit.ly/31kzM2z)”, que engloba los anteriores componentes citados y desnuda al mediodía lo que parece su irreversible sico-segmentación maniquea, como postula persuasivamente el británico Alastair Crooke (AC), quien fue espía del MI6 y luego asesor principal del español Javier Solana, quien fuera el encargado de las relaciones exteriores de la Unión Europea.
Hoy, AC despacha en Beirut, centro importante del espionaje británico medio-oriental, desde su muy solvente portal Conflicts Forum.
Según AC,el balance de fuerzas a nivel doméstico es tal que ningún partido puede, como deseara, forzar la sumisión del otro a su cosmogonía, ninguno puede prevalecer en forma decisivacuandoni siquiera la elección de noviembre arreglará las cosas en una forma finaly, al contrario,podría agudizar aún más la confrontación.
Formula dos vectores para tal escisión: 1. No existen más “hechos ( facts)”, sino que se han convertido en unaideología que ha separado a dos campos irreconciliables, y 2. No existe ningunaautoridad o fuentepara validar un “hecho ( fact)” cuando lo que prevalece es laemocionalidad síquica (filósofo escocés Alasdair Macintyre dixit). ¡Se extinguieron, cuando no mataron, a los árbitros en EU!
AC cita al historiador Michael Vlahos (MV), quien define el momento como una “nueva guerra civil (https://bit.ly/31iVGDc)” y aduce que “EU se ha dividido en dos diferentes naciones y se ha separado en dos sectas religiosas ( sic) incompatibles”: 1. El partido en el poder, que visualiza la identidad nacional arraigada enuna Era dorada temprana que preserva la propiedad, el comercio y la libertad, de tónica protestante calvinista, y 2. Una visión progresista del futuro, de tono apocalíptico, que vislumbra la perfección y la pureza por delante.
MV concluye queen la definición del bien (sic) y el mal (sic), no existe lugar para un compromiso.
AC extrapola lasdos imágenes síquicas en conflicto a la geopolítica global, cuandolos estadunidenses se agitan fácilmente y se exasperan con las nociones de que China o Rusia pueden acuñar el vacío.
A juicio de AC, en Israel –país consubstancialmente supremacista/racista/Apartheid/paria, donde urge también unPalestinian Lives Matter (PLM: Las Vidas de los Palestinos Importan)–se encuentran aterrados (sic) por el discurso liberal de BLM (Las Vidas de los Afro Importan), por la lucha venidera contra el racismo y la opresión.
Asiste la razón a AC si vislumbramos los resultados electorales de las primarias del Partido Demócrata en Nueva York –conglomerado urbano más importante de israelíes en el mundo y sede de Wall Street– donde laola insurgenteapoyó al afro Jamal Bowman –gran defensor de los derechos palestinos (https://bit.ly/3dwW4R6)–, respaldado por la reluciente estrella ascendente Alexandria Ocasio-Cortez, desbancó al legislador israelí-estadunidense Eliot L. Engel –zelote del irredentismo de Israel que preside el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara– quien representó a su distrito Bronx/Westchester County durante más de 30 años (https://nyti.ms/3g2Mp6C), lo cual repite el éxito de 2008 de los rebeldes del alaizquierdadel Partido Demócrata: aliada al judío-progresistasocialistaBernie Sanders, quien ha sido dos veces defraudado por el establishment del antidemocrático Partido Demócrata.
A mi juicio, se trata de un clásico epifenómeno de las transiciones que denotan la mentalidad maniquea del tercer siglo a. C., cuando una de las partes se autoarroga el derecho inmanente de la verdad absoluta y divina que exige la extinción de su contraparte y no da pie para los compromisos de colores diferentes al blanco y al negro. Así, elotro, quien fuere, es linchado con todo un diluvio de epítetos peyorativos gracias a la ayuda de quien controle mejor los multimedia.
La Contraloría General del
Estado de Ecuador amenazó a tres de los cinco vocales del Consejo
Nacional Electoral (CNE) con destituirlos por mantener el registro de
cuatro organizaciones políticas, entre las que se cuenta Fuerza
Compromiso Social, partido en el que se agrupan los simpatizantes del ex
presidente Rafael Correa. El ex mandatario, exiliado en Bélgica,
denunció ayer que los amagos del contralor Pablo Celi forman parte de
las maniobras urdidas por el gobierno de Lenín Moreno para impedirle
presentarse a las elecciones de febrero próximo, y aseguró que dentro
del CNE se fragua un intento de retrasar los comicios con la misma
finalidad.
Estos movimientos no resultan sorpresivos si se considera que Moreno
ha dedicado la mayor parte de su mandato a desplazar de la vida pública a
todos los funcionarios que mantienen su respaldo a la Revolución
Ciudadana, impulsada por quien fuera su mentor político. Asimismo, debe
recordarse que las vías privilegiadas para acabar con el legado de su
antecesor han sido las alianzas serviles con quienes fueron sus
adversarios mientras ejerció la vicepresidencia en el primer mandato de
Correa, y la invención de expedientes judiciales contra todos los ex
funcionarios que no lo siguieron en la traición al programa con el que
accedió al gobierno en 2017.
La urgencia por cerrar la vía electoral al regreso de Correa debe
entenderse, además, en un contexto de pánico de la oligarquía
ecuatoriana que ejerce el poder a través de Moreno ante el desplome de
la aprobación y la credibilidad del mandatario, pues a medio año de las
elecciones, su gestión es reprobada por más de 80 por ciento de los
ciudadanos.
De consumarse cualquiera de las maniobras en curso, supondrían la
destrucción ya no sólo de la obra social de la Revolución Ciudadana,
sino el franco desmantelamiento del Estado democrático y la instauración
de un régimen legalizado por las instancias judiciales, pero carente de
cualquier legitimidad. Al carácter antidemocrático de estas intrigas se
suma la vileza de ponerlas en marcha cuando la población se encuentra
confinada y amedrentada por la pandemia del coronavirus, cuyo desastroso
manejo es uno de los principales factores en el desfondamiento del
morenismo.
Está claro que el mero intento de seguir esta vía aleja a Moreno de
las derechas institucionales y lo emparenta sin ambages con la dictadura
golpista que hoy impera en Bolivia.
Anuncia que recurrirá a organismos internacionales ante maniobras contra el correísmo
Quito. El ex presidente de Ecuador Rafael Correa denunció
ayer confabulación para impedir su participación en las elecciones
generales y legislativas, previstas para febrero de 2021.
En rueda de prensa virtual desde Bélgica, donde reside junto a su
familia desde el fin de su segundo mandato, en 2017, el ex gobernante
ofreció nuevos detalles en el contexto del plan en curso en su contra y
también contra todos los representantes del llamado correísmo.
Anunció que adoptará acciones legales ante organismos internacionales
después de la denuncia del dirigente de Juntos Podemos, y ex prefecto
de la provincia de Azuay, Paúl Carrasco, quien aseguró haber recibido
una llamada de Luis Verdesoto, miembro del Consejo Nacional Electoral
(CNE), para que apoye el pedido de retrasar los comicios y dar tiempo a
la sentencia definitiva en el Caso Sobornos 2012-2016, en el que Correa
es uno de los procesados, y en caso de se declarado culpable enfrentar
una condena de hasta ocho años de prisión.
Esa acción inhabilitaría al ex gobernante a presentar candidatura
para cualquiera de los puestos, excepto al de presidente, por el cual no
puede optar ya, por ley. Resaltó que Carrasco fue fuerte opositor a mi gobierno.
Lo que buscan es impedir que participe en las próximas elecciones generales. Esto es un secreto a voces, recalcó, al señalar que buscará la vicepresidencia. Nos persiguen por pánico, antes nos perseguían por odio, ahora por pánico, aseguró Correa, reportó el portal Confirmado.net.
Al detallar una serie de medidas con las que el gobierno de su
sucesor, Lenín Moreno, así como otros actores políticos, económicos y
judiciales buscan impedir su participación y la de su movimiento
Compromiso Social en las elecciones indicó: Qué más claro rompimiento
del estado de derecho, qué más claro intento de robarnos la democracia.
Vivimos tiempos oscuros, tiempos de retroceso. Decimos ya basta, ya han
destrozado demasiado, jueguen limpio.
Señaló que en ese empeño no ha importado implicar a inocentes
involucrados en el mismo caso, y en ese sentido mencionó a María de los
Ángeles Duarte (ex ministra de Transporte y Obras Públicas, de Inclusión
Social y de Desarrollo Urbano y Vivienda); Alexis Mera (ex secretario
jurídico de la presidencia) y Viviana Bonilla (asambleísta).
En ese proceso específico, la audiencia de apelación, luego de una
sentencia de primera instancia, quedó pospuesta antier, sin que se
informe una nueva fecha.
▲ El ex presidente de Ecuador Rafael Correa denunció que actores
políticos, económicos y judiciales de Ecuador buscan impedir su
participación y la de su movimiento en las elecciones, las cuales están
programadas para febrero de 2021.Foto tomada de un video publicado en
Twitter por el ahora aspirante
Correa precisó además que en su contra hay 31 juicios penales y 25
administrativos-civiles, de la Contraloría General del Estado.
Sobre esa instancia en particular, alertó que ahora intenta forzar la
eliminación del registro electoral del Movimiento Compromiso Social, al
cual se unió la Revolución Ciudadana y con el que ya sus miembros
ganaron espacios en los pasados sufragios seccionales.
La acción la respaldó con un informe presentado al CNE, en el cual
piden sacar del registro a cuatro organizaciones políticas, entre ellas,
Compromiso Social, de Correa, Podemos y Libertad es Pueblo y Justicia
Social, lo cual fue rechazado por la mayoría en el pleno del ente
electoral, cuya presidenta, Diana Atamaint, y dos consejeros, Esthela
Acero y José Cabrera, enfrentan pedidos de destitución por su actuación.
Correa aseveró que con esa postura, la Contraloría asume poderes que no le están conferidos. Reaccionemos, no nos están haciendo un daño a nosotros (...) le están haciendo daño a la patria, enfatizó y cuestionó ¿dónde queda la democracia y las elecciones libres?
En este contexto, la Corte Constitucional suspendió temporalmente un
reglamento del gobierno encabezado por Lenín Moreno que permite el uso
progresivo de la fuerza de militares durante protestas sociales, lo que
ha sido criticado por organismos de derechos humanos.
La corte admitió una acción de inconstitucionalidad contra el acuerdo
ministerial adoptado en mayo que permite a los militares ir escalando
en el uso de fuerza hasta llegar al empleo de armas letales y dispuso la suspensión de su aplicación hasta que el pleno adopte una decisión, informó la Defensoría del Pueblo en su cuenta de Twitter.
En la resolución de la Corte, divulgada por la defensoría, se indica que la suspensión del acuerdo no implica pronunciamiento sobre el fondo de la acción de inconstitucionalidad.
La Defensoría del Pueblo de Ecuador y otras organizaciones habían
presentado a inicios de junio demandas de inconstitucionalidad contra el
acuerdo ministerial, por considerar que regula funciones de las Fuerzas
Armadas no reconocidas en la Constitución.
En octubre pasado, durante protestas contra el alza del precio de
combustibles –que dejaron una decena de muertos y más de mil 300
heridos– el gobierno ordenó la militarización de Quito.
En medio de la pandemia también se desplegó a la fuerza militar para
el control de la movilidad, en medio de un estado de excepción.
Cuando Renato Aroeira,
un caricaturista brasileño, dibujó a Jair Bolsonaro con un tarro de
pintura negra haciendo intervenciones sobre la cruz roja, convirtiéndola
en una esvástica ( Hakenkreuz) (bit.ly/37YTzWD),
con un golpe de pincel captó y tocó varios procesos que tienen
convulsionado a Brasil: el creciente despotismo y autoritarismo −que
según algunos bordea ya con el fascismo− del errático gobierno de
Bolsonaro (bit.ly/2ByWQ2J),
su desastroso manejo de la pandemia del Covid-19 y su apología y
blanqueamiento de la historia de la dictadura militar brasileña
(1964-1985): el monero fue acusado de calumnia y difamación del presidente de la república con base en la Ley de la Seguridad Nacional que data aún de sus tiempos.
Aparte del virus que va infectando a la gente –y de paso al lenguaje destruyendo la semántica, aislando el significado y trivializando la crisis (bit.ly/37Xz0cW)−, parece rondar por el mundo también un fantasma de las analogías. Un verdadero espíritu del tiempo ( Zeitgeist)
de hacer apresuradas comparaciones históricas, sobre todo entre la
Alemania de los 20/30, la Segunda Guerra Mundial y el presente. Un afán,
en principio noble, que acompaña el auge global de la extrema derecha,
de sacar las lecciones de la historia y evitar repetir las tragedias y los errores del pasado, pero que a menudo oscurece más que explica. Esta búsqueda de paralelas que tuvo su clímax respecto a Donald Trump (bit.ly/2BC2gKt), está en curso igual respecto a Bolsonaro (bit.ly/382h699),
gracias también –aparte de algunos ecos preocupantes: su desdeño a la
democracia, sus políticas de odio, etcétera− a sus propias declaraciones
en las que ensalzó a Hitler como un gran estratega (sic) o las de su ex ministro de Cultura que, con Wagner de fondo, plagió todo un discurso de Goebbels (bit.ly/2Z8SxmG). Así, para algunos, dada su conexión con sectores paramilitares −los modernos Sturmtruppen (bit.ly/2BGPFFB)− estamos observando el ascenso de un hitlerismo tropical (bit.ly/3dxnINO, bit.ly/2CGyhl2), él mismo es un fascista del siglo veintiuno (bit.ly/2VlyQau), “un Führer en Brasilia” (bit.ly/37XWn6o), o un destructor de la democracia a la par con Hitler y Mussolini (bit.ly/2B95TaM).
No obstante, como apuntaba Richard J. Evans –historiador de la época y
el biógrafo de Hitler− al margen de este uso y abuso de las
comparaciones, Por más nefastos que sean los ecos, no estamos
reviviendo los años 30; en el siglo veintiuno las democracias caen de
otras maneras. No habrá repetición directa (bit.ly/3i30Nxi). Si la democracia en Brasil está agonizando, lo está haciendo a su propio modo y a su propio ritmo.
Más que al nazismo, incapaz, igual que Donald Trump (bit.ly/381da8L), de llevar a cabo una sincronización de todos los sectores del Estado ( Gleichs-chaltung),
inmerso en conflictos internos e institucionales –dicho sea de paso he
aquí un caso a qué nivel llegamos con las comparaciones: uno de los
ministros bolsonaristas, el duodécimo en dejar el cargo, aludió
a la pelea de su administración con el sector judicial, enfatizando su
propia victimización (bit.ly/2NuUzIM), como... La noche de los cristales rotos ( Kristallnacht); mejor le habría quedado La noche de los cuchillos largos ( Nacht der langen Messer), pero incluso así, todo esto ya llegó ad absurdum...−,
lo que trata de reconstruir Bolsonaro es el bloque de poder que estaba
detrás del golpe de 1964 para qui-tar las restricciones puestas al
capital durante los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, por más laxos
que hayan sido(bit.ly/3i1Atnh). De allí la base material de su empuje revisionista para rescribir la historia de la dictadura como un régimen democrático de fuerza
(sic) o de su defensa de sus verdugos y torturadores, un característico
afán de la derecha actual que neutralizando el pasado, trata de
normalizar la toxicidad de sus políticas del presente ( wapo.st/382oJMB).
La desastrosa política sanitaria es un buen ejemplo de esto: su negacionismo de la gravedad del coronavirus −la alusión al negacionismo del Holocausto aquí parece apropiada−, su menosprecio como gripecita (sic), su alentar a sus seguidores a no respetar medidas de aislamiento social e incluso a invadir los hospitales para demostrar que no hay tantos enfermos (sic) y –copiados de Donald Trump− los llamados a volver a la normalidad con los cuales desarrollaba un discurso que invertía la realidad, que lo absolvía y endilgaba sobre otros las responsabilidades, un verdadero discurso genocida (sic) di-rigido a los ricos que controlan la economía y quieren volver a ganar dinero a cualquier precio (bit.ly/2Z7dKh8), no sólo expuso límites y fallas de su propio proyecto (bit.ly/2Yv48O4),
sino simplemente puso en riesgo la salud y la vida de millones de
brasileños. Brasil ya es el segundo país más afectado detrás de Estados
Unidos con más de 50 mil muertos por el Covid-19, entre los que –muy en
el tenor con el propio racismo de Bolsonaro− lideran los negros (bit.ly/3eBxVdE) y los indígenas del Amazonas al borde de un verdadero genocidio (bit.ly/2B8ZDji)−, algo que llevó a unos comentaristas –¡el espíritu del tiempo no nos deja en paz!− a comparar su actitud con la falta de compasión –una envenenada influencia de Nietzsche (bit.ly/3fSjlOY)− de los perpetradores del Holocausto, como Hans Frank, el nefasto jefe del Generalgouverment en la Polonia ocupada (bit.ly/3dwkoT9).
En Nuestra América, uno de los precursores del marxismo crítico y
distante de las lecturas eurocéntricas, ha sido sin duda el peruano José
Carlos Mariátegui. A partir de su praxis revolucionaria, heterodoxa y
descolonizadora, supo reinventar el proyecto socialista como alternativa
civilizatoria, teniendo como basamento las raíces y tradiciones de su
realidad nacional y de nuestro continente, aunque en diálogo constante
con aquellas gestadas en otras latitudes.
Nacido el 14 de junio de 1894 en Moquegua, al sur del país, y
bautizado con el nombre de José del Carmen Eliseo, siendo niño sufre a
los 7 años un accidente que le lesiona la pierna izquierda y lo deja
postrado durante un gran tiempo, con secuelas para el resto de su
ajetreada vida. Producto de esta inmovilidad y de dificultades
económicas, suspende sus estudios primarios, volcándose de lleno hacia
el hábito de la lectura y la formación autodidacta, haciendo de esta
inicial debilidad una virtud que, de ahí en más, lo acompañará como la
sombra al cuerpo.
A los 15 años, ingresa a trabajar en La Prensa, diario donde
luego de realizar diversas tareas manuales es designado como cronista y
comienza a publicar artículos, bajo el seudónimo de Juan Croniqueur,
por lo que sus principales maestros en su etapa juvenil fueron el
periodismo y las agitadas calles de Lima, tomadas por las multitudes
obreras y estudiantiles en ebullición, de las que junto con las
rebeliones indígenas que irrumpen con fuerza por esos años en el resto
del Perú, aprende sus primeras armas intelectuales. Todo esto sin
descuidar, por supuesto, su misticismo poético-existencial plasmado en
un comienzo en poesías, cuentos y obras de teatro, y que oficia cada vez
más como sello indeleble de esas “Voces” fulgurantes que resuenan en
sus columnas diarias, donde se entremezclan festividades religiosas,
querellas parlamentarias, tauromaquia, carnavales y pasiones telúricas,
frivolidades y apuestas hípicas, despliegues circenses habitados de
misterio, esteticismo imbuido de bohemia, protestas desoídas y hondas
meditaciones, que sacuden con ahínco a este joven inquieto, cada vez más
capturado por la “ironía amarga de la vida”, la potencia de la fe, la
emotividad popular y la unión de voluntades, en su búsqueda incesante de
lo absoluto.
Tal como sugiere Mónica Bernabé, esta cotidiana hechura de crónicas
“permitirá el diseño de un lugar alternativo para la formación de un
nuevo sujeto, extraño al saber institucionalizado y transgresivo al
poder hegemónico”[1]. Dedicado cada
vez más a la producción periodística -incluida la elaboración de
“cartas” a las y los lectores ávidos que proliferan como hongos en aquel
entonces en Lima-, participa de varias iniciativas literarias, entre
ellas la revista Colónida liderada por el poeta Abraham Valdelomar, de la que Mariátegui dirá años después que constituyó una “insurrección contra el academicismo y sus oligarquías”.
Su precoz rebeldía lo impulsa a realizar en noviembre de 1917, junto a
un grupo de jóvenes iconoclastas, una intervención artística en el
cementerio de la ciudad, protagonizada por la bailarina suiza Norka
Rouskaya, quien danza por la noche entre las tumbas al compás de la
“marcha fúnebre” de Chopin interpretada por un violinista, evento
místico que culmina en un escándalo público de grandes proporciones.
Estos años coinciden con el inicio de la crisis de la llamada
República Aristocrática (1895-1919), período de hegemonía “civilista” y
apogeo oligárquico en el que el poder se distribuía entre unas pocas
familias y el gamonalismo (combinación de despotismo local,
baja productividad, paternalismo y servidumbre extrema) constituía el
sistema imperante en vastas regiones de los Andes. El contraste, la
simultaneidad de temporalidades y el nivel de abigarramiento entre la
Costa y la Sierra, tanto en términos étnicos como socio-económicos y
político-culturales, no puede ser mayor en ese entonces: cerca del 80%
de la población vive en ámbitos rurales, en su mayor parte es
analfabeta, más de la mitad habla solamente la lengua quechua o aymara,
menos del 4% de ella tiene derecho a ejercer el voto, el racismo
exacerbado y la semi-feudalidad reinan en las haciendas, los ayllus y
tierras comunales resisten con esmero a la usurpación latifundista y el
avasallamiento mercantil, en paralelo a un violento y acelerado proceso
de “modernización” capitalista, que sienta las bases de una
infraestructura y vías de comunicación acordes a las necesidades de las
potencias imperiales, provocando flujos migratorios y profundas
transformaciones en el país, que redundan en un creciente malestar y una
ampliación de la conciencia espacial, dando lugar a la posibilidad de
pensar al Perú como totalidad[2].
El tedio, la monotonía y supuesta placidez en la que parece estar
sumergida Lima, es sacudida por un conjunto de acontecimientos que
irrumpen de manera imprevista en la vida del joven Mariátegui. Entre
ellos, además de la gran guerra mundial, quizás uno de los que más
conmociona a José Carlos es el frustrado levamiento indígena que
encabeza el general Teodomiro Gutiérrez Cuevas, autodenominado Rumi-Maqui
(“mano de piedra” en lengua quechua), quien aspira a restaurar el
Tawantinsuyo en el altiplano. A esta sublevación le suceden otras en el
sur del país, en paralelo a la emergencia de un movimiento estudiantil
imbuido en las ideas renovadoras de la Reforma Universitaria gestada en
Córdoba, así como la incipiente ebullición y protesta de una clase
obrera que ensaya sus primeras huelgas de carácter general en Perú.
Inmerso en este particular clima de época, donde reconoce “vivir intensamente”, José Carlos decide fundar en 1918 Nuestra Época,
una revista que a pesar de su efímera duración involucra una primera
apuesta militante de carácter político-cultural -la búsqueda de “un
camino propio”, como dirá en sus páginas-, en abierta confrontación con
el denominado “diarismo” limeño (que considera al periodismo una empresa
comercial afín a los intereses de las clases dominantes).
Simbólicamente, en ellas deja de firmar sus artículos con el seudónimo
de Juan Croniqueur. Perú transita por un momento catártico del que el
joven Mariátegui se siente parte: la política deja de ser un asunto
acotado a los pasillos del parlamento o a alternancias en el sillón
presidencial, y pasa a ocupar “el primer plano de la vida”, por lo que
esta mutación lo induce a empatizar con las movilizaciones y luchas que
se suceden casi a diario. En este marco, se suma a la constitución de un
Comité de Propaganda Socialista.
Tras el cierre abrupto de esta publicación, decide viajar al valle de
Mantaro, región del interior del país ubicada en la sierra central,
donde permanece algunas semanas y toma contacto con el entorno indígena
de Huancayo. Será ésta la única vez en su vida que Mariátegui se adentre
en este tipo de territorios andinos, sobre los que años más tarde
reflexione con tanta pasión y originalidad. Ya en mayo de 1919, crea
junto con su amigo César Falcón el periódico La Razón, que
funge de caja de resonancia de las luchas obreras y del movimiento
estudiantil en Perú. Debido al creciente malestar que genera esta
publicación en el gobierno de Augusto Leguía, ambos serán enviados por
éste a Europa en octubre, en una suerte de “exilio blando”.
José Carlos vive allí de finales de 1919 a comienzos de 1923, y se
nutre intelectual y políticamente del estrecho vínculo que entabla con
las corrientes artístico-culturales, la filosofía vitalista y las
organizaciones revolucionarias que germinan a raudales, en particular en
la Italia del “bienio rojo” (donde pasa dos años y medio), verdadera
escuela a cielo abierto en la que activa por aquel entonces el joven
Antonio Gramsci. Son los tiempos en que la decadencia de
Occidente, denunciada por Spengler, se expresa como cuestionamiento
radical a la idea de “progreso” y al positivismo científico. El
surrealismo, el psicoanálisis y la teoría de la relatividad, vendrán a
asestar un duro golpe a los principales valores y preceptos de esa
Europa moderna, soberbia, racionalista y burguesa, frente a los cuales
según Mariátegui se tenía un “respeto supersticioso”.
Este distanciamiento de su tierra natal, lejos de aplacar su voluntad
transformadora, lo estimula a comprender las causas de esa verdadera crisis civilizatoria por la que transita el capitalismo en el norte global, así como a ponderar el relativismo histórico
en la lectura de los acontecimientos que sacuden al mundo, pero también
-poco a poco- a interesarse por conocer y senti-pensar en profundidad
lo específico de la realidad peruana: “por los caminos de Europa descubrí el país de América en el que había vivido casi extraño y ausente”, reconocerá más tarde en tono autocrítico.
Luego de su regreso a Perú en marzo de 1923, se suma a la experiencia
de las Universidades Populares “González Prada”, un espacio de
formación y autoeducación impulsado por el movimiento estudiantil en
Lima y Vitarte. Allí, primero asiste a una serie de clases y talleres en
carácter de “estudiante” (tal era el requisito previo para poder
participar como “educador”), y al poco tiempo dicta un conjunto de
conferencias sobre la crisis mundial, a las que el mismo Mariátegui
sugiere llamar “conversaciones”. Tras lamentarse por la carencia de
maestros “capaces de apasionarse por las ideas de renovación que
actualmente transforman el mundo y de liberarse de la influencia y de
los prejuicios de una cultura y de una educación conservadoras y
burguesas”, expresa que “la única cátedra de educación popular, con espíritu revolucionario, es esta cátedra en formación de la Universidad Popular”.
En ella, durante varios meses de 1923 y comienzos de 1924, Mariátegui
convida su original lectura de la crisis civilizatoria global, aunque
no desde una actitud distante y erudita, sino teniendo en cuenta que
aquél era “un curso popular”, por lo que se debía -según sus propias palabras- “emplear siempre un lenguaje sencillo y claro y no un lenguaje complicado y técnico”, de manera tal que cada exposición pudiese ser “accesible
no sólo a los iniciados en ciencias sociales y ciencias económicas sino
a todos los trabajadores de espíritu atento y estudioso”. Fiel a
su vocación dialógica y de reconocimiento de la importancia de que las
clases populares se (auto)formen y conozcan de manera rigurosa la
realidad que pretenden transformar, Mariátegui afirma en la inauguración
del conversatorio: “Nadie más que los grupos proletarios de
vanguardia necesitan estudiar la crisis mundial. Yo no tengo la
pretensión de venir a esta tribuna libre de una universidad libre a
enseñarles la historia de esa crisis mundial, sino a estudiarla yo mismo
con ellos. Yo no os enseño, compañeros, desde esta tribuna, la historia
de la crisis mundial; yo la estudio con vosotros”.
Tras esta breve pero intensa experiencia en el seno de las Universidades Populares, a las que define como “escuelas de cultura revolucionaria” que “no viven adosadas a las academias oficiales ni alimentadas de limosnas del Estado”, sino “del calor y la savia populares”, serán
variadas y complementarias las apuestas por el estudio y la formación
política que dinamice Mariátegui, consciente de que “la burguesía es fuerte y opresora no sólo porque detenta el capital sino porque detenta la cultura”, por lo que ésta tiende a ser “el mejor gendarme del viejo régimen”.
La amputación de una de sus piernas, a finales de mayo de
1924, no le impide dar inicio y sostener, en los años sucesivos y hasta
su prematuro fallecimiento en 1930, a estas numerosas iniciativas. Desde
periódicos y revistas militantes, como Claridad (la cual
inicialmente apuntaba a un público estudiantil, pero Mariátegui durante
su breve dirección la reformula como punto de conexión y producción
conjunta entre obreros/as e intelectuales) Amauta (que iba a
llamarse en un principio “Vanguardia”, pero finalmente opta por este
nombre de gran significación indígena, ya que equivale a “maestro” o
“sabio” en lengua quechua) y Labor (que bajo el subtítulo de
“Quincenario de Información e Ideas” logra abarcar a un público más
amplio que el del activismo gremial y político), pasando por
emprendimientos como la Editorial Minerva y la Oficina de
Autoeducación Obrera en el marco de la flamante CGT peruana (de la que
redacta sus Estatutos y Reglamentos), hasta las propias “tertulias” y
reuniones culturales en su emblemática casa de la calle Washington, en
las que se congregan una infinidad de personalidades y activistas de las
más diversas tendencias (artistas, dirigentes sindicales y políticos,
feministas, líderes indígenas y estudiantiles), para compartir y
socializar sus saberes y sentires mutuos. Como reconoce el historiador
peruano Alberto Flores Galindo, en todas estas iniciativas militantes, “Mariátegui
nunca asumió la figura del intelectual que lleva la luz y la ciencia a
la clase revolucionaria; por el contrario, se trató de una relación
igualitaria, que siempre transcurrió en el mismo plano: un diálogo, un
intercambio de opiniones y de experiencias”[3].
Pensar con cabeza propia y de forma descolonizada, con la
perspectiva de intervenir creativamente en la realidad, de manera tal
que se pueda hacer del lema “Ni calco ni copia” un principio
epistemológico y militante, tal fue el horizonte de estos proyectos
político-culturales impulsados por él (una verdadera red de creación y
promoción de las diferentes y complementarios saberes, sentires y
haceres emancipatorios, que Fernanda Beigel caracterizó como editorialismo programático[4]), por lo que la formación, el estudio riguroso y la actualización del marxismo no consistía en aprender un itinerario prefabricado en otras latitudes y tiempos históricos, sino en adquirir y poner en prácticauna brújula para orientar la
lectura y transformación radical de una realidad siempre refractaria a
las recetas y esquemas de pizarrón. De ahí su lamento ante una
producción intelectual en nuestro continente que “carece de rasgos propios” y de “contornos originales”, más propensa a ser “una rapsodia compuesta por motivos y elementos del pensamiento europeo”.
Recurrir a la imaginación es una constante mariateguista que
oficia siempre de certero antídoto contra todo conservadurismo. Por
ello no es ocioso recordar que una parte importante de su producción
escrita (alrededor del 40%) refiere al arte y la cultura. Reseñas
literarias, críticas teatrales y de cine, semblanzas de pintores,
bailarinas, poetas y ensayistas, organización de tertulias, análisis,
recepción y difusión de vanguardias estéticas, se entrelazan en su obra
para componer un delicado prisma que hace de la creatividad el
centro de gravitación de sus reflexiones, proyectos e inquietudes. Pero
esta insistente apelación a la fantasía como motor vital, no equivale a
burdo escapismo de las profundidades de la realidad, ni a desvinculación
del devenir histórico. “La ficción -aclara el Amauta- más
que descubrirnos lo maravilloso, parece destinada a revelarnos lo real.
La fantasía, cuando no nos acerca a la realidad, nos sirve bien poco”.
José Carlos desdeña tanto la subordinación del arte a los
lineamientos y directrices de tal o cual dogma político, como la pura
especulación artística que hace del esteticismo un fin en sí mismo. Ni realismo socialista ni torre de marfil,
podría ser su consigna. De ahí su enorme admiración por el surrealismo
(“suprarrealistas” según el lenguaje de la época), para quien el vínculo
entre arte y política debía ser de unidad en la diferencia, vale decir,
de especificidad de campos y esferas que se articulan en favor de un
radical reencantamiento del mundo, aunque desde la “autonomía
relativa”, la tensión-complementariedad y el magnetismo, sin disociación
absoluta ni desencuentro pleno entre ellos. Tal como Mariátegui
reconoce en uno de los tantos artículos en los que reivindica a esta
corriente vanguardista: “Autonomía del arte sí, pero no clausura del arte. Nada les es más extraño que la fórmula del arte por el arte”.
En efecto, si bien las y los artistas jamás pueden sustraerse a la
gravitación política -ya que, de acuerdo a Mariátegui, ningún gran
artista es “apolítico” ni extraño a las emociones de su época, salvo que
ostente una “sensibilidad mediocre”- ello no implica hacer del arte un
mero reflejo de la realidad, pura descripción pasiva o supeditación a lo
que nos sugiere e impone como estrecho campo de lo posible. Se trata,
ante todo, de ser rabiosamente imaginativos sin dejar de tener los pies
en la tierra, de asumir como combustibles vitales al sueño, la fantasía,
la sensibilidad extrema y el deseo más inverosímil, para recrear y
revolucionar de raíz la propia realidad que habitamos y ansiamos
transformar. En suma: de ser realistas y exigir lo imposible.
Mariátegui supo tomar distancia de los dos flagelos -o tendencias
opuestas, pero paradójicamente coincidentes- que al decir de Michael
Löwy desde un comienzo signaron el derrotero del pensamiento político y
filosófico en nuestro continente, en particular del marxismo: por un
lado, el exotismo, que absolutizaba la especificidad de América
Latina (su cultura, su historia, su estructura social, etc.) acabando
por enjuiciar al propio marxismo como doctrina exclusivamente europea.
Por el otro, el europeísmo, que tendía a trasladar
mecánicamente -y sobre la base de una concepción unilineal de la
historia- a esta realidad las categorías y modelos de desarrollo
económico y social occidentales en su “evolución” histórica, intentando
encontrar de cada aspecto de la realidad europea su equivalente en
Latinoamérica[5].
Con un obsesivo afán por escamotear estas lógicas, quizás la mayor obra en este sentido haya sido Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana,
publicada a fines de 1928 y considerado uno de los textos pioneros en
la construcción de un marxismo enraizado y creativo en Nuestra
América. En sus páginas iniciales aclara que “ninguno de estos
ensayos está acabado: no lo estarán mientras yo viva y piense y tenga
algo que añadir a lo por mí escrito, vivido y pensado”. Este carácter provisional e inconcluso del marxismo, donde pensamiento y vida según él “constituyen una sola cosa, un único proceso”,
permite entender porque su abultada producción, compuesta por una
infinidad de artículos, notas, epístolas, reseñas y borradores de lo más
variados, nunca llegó a traducirse en libros “orgánicos”. El
suyo es ante todo un pensamiento fragmentario, y más que con algo
consumado, nos encontramos frente a hipótesis momentáneas, variados
senderos, imágenes fulgurantes, reflexiones relampagueantes, balbuceos a
tientas, caminos posibles, huellas dispersas en el barro de la
historia, hierbas aplastadas o tallos quebrados que -al igual que en el
caso de los cazadores del paleolítico, para usar un feliz paralelismo de
Carlo Ginzburg- nos brindan luminosas pistas e inusitados indicios[6].
Octavio Paz solía decir que el fragmento es la forma que mejor refleja esta realidad en movimiento que vivimos y que somos: “las grandes obras de nuestro tiempo -afirma-
no son bloques compactos sino totalidades de fragmentos, construcciones
siempre en movimiento por la misma ley de oposición complementaria que
rige a las partículas en la física y en la lingüística”[7].
Por eso el punto de partida para leer a Mariátegui reside en asumir el
carácter inconcluso no solamente de su “obra”, sino sobre todo de su
propia escritura. El Amauta siempre se negó a concebir sus textos como
clausuras. Más bien los pensó como intervenciones abiertas e inacabadas.
Esta ausencia de un corpus estructurado y plenamente coherente sabotea
la tentación constante de pretender conformar un sistema de pensamiento
cerrado y definitivo.
Los Siete ensayos resultan así una fructífera relectura y
original apropiación tanto de los planteamientos de Marx (y sus más
heréticos intérpretes), como una detallada historización y sutil
genealogía de la realidad peruana que pretendía interpretar y -sobre
todo- revolucionar, que combina ese interés denodado por aquellos
detalles, pliegues y dimensiones de la sociedad que a los ojos de la
ortodoxia resultaban insignificantes, sin perder jamás esa aspiración
por identificar sus nexos articulatorios, de manera tal de tornarlos
inteligibles desde una perspectiva dialéctica, como partes integrantes de una totalidad concreta. No es ocioso recordar que sus Siete ensayos
recuperan, actualizan y entrelazan muchos de sus artículos
periodísticos e investigaciones precedentes, para dar cuenta de
problemáticas en apariencia disímiles, que van de lo educativo a lo
religioso, pasando por el dilema indígena, lo literario y la fractura
geo-política de su país natal, sin descuidar sus bases económicas y sus
más hondas raíces históricas. Mariátegui insiste, pues, en la necesidad
de entender y analizar a las sociedades a partir del principio
epistemológico de la totalidad, que implica concebir al capitalismo como un sistema,
evitando disociar, salvo en términos estrictamente analíticos, esas
diferentes y complementarias dimensiones o aristas que lo constituyen
como tal, y contemplando de manera imbricada las relaciones de
explotación, dominio y resistencia que lo dotan de sentido.
En sintonía con estos planteos, el Amauta también sugiere que es preciso corregir al filósofo René Descartes y pasar del “pienso, luego existo” al “combato, luego existo”,
en la medida en que la conflictividad y la lucha constituyen un punto
de partida clave para el conocimiento de nuestras sociedades, que
permite a la vez hacer visibles a sujetos y movimientos que -por lo
general- son “producidos como no existentes” por la ciencia colonial y
las clases dominantes, debido a su carácter subversivo y anti-sistémico.
Y de manera análoga a Gramsci, en su propuesta revolucionaria lo
central no era definir al socialismo en función exclusivamente de su
rigurosidad científica, sus coherencias lógicas y sus supuestas “leyes”,
sino a partir sobre todo de su alma agónica, es decir, su capacidad movilizadoray su estímulo para la intervención activa en la realidad.
Confiado en que “las imágenes engendran conceptos, lo mismo que los conceptos inspiran imágenes”, José Carlos supo referirse al mito no
en los términos de una “mentira” o ficción imposible de concretar, sino
en la clave de un conjunto de imágenes-fuerza que, arraigadas en las
condiciones de vida concretas de los sectores populares y en su memoria
colectiva, evocan sentimientos y alegorías, cohesionan a las masas y las
dotan de una subjetividad irreverente que empalma con los ideales y
esperanzas de las luchas emancipatorias, reforzando su voluntad
transformadora. “La inteligencia burguesa -ironiza el Amauta-
se entretiene en una crítica racionalista del método, de la teoría, de
la técnica de los revolucionarios: ¡qué incomprensión! La fuerza de los
revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en
su voluntad”.
He aquí, según Mariátegui, otro elemento a destacar en toda apuesta
formativa y de constitución de las y los sujetos políticos, que remite a
los factores espirituales, la imaginación creativa, la sensibilidad y
la mística como fantasías concretas y verdaderos catalizadores de la
concientización e identidad colectiva de los pueblos y las clases
subalternas en su camino de autoliberación, ya que según él la
revolución “será para los pobres no sólo la conquista del pan, sino
también la conquista de la belleza, del arte, del pensamiento y de todas
las complacencias del espíritu”. En el caso específico del Perú
(pero también en otras latitudes de Nuestra América), ese mito capaz de
dinamizar la reconstrucción de la nación -más que un dato
empírico, un “concepto por crear” al decir del Amauta- debía tener como
punto de partida la defensa y vitalidad de los pueblos indígenas
sojuzgados por siglos de racismo, explotación y despojo. Sin embargo, “no
es la civilización, no es el alfabeto del blanco, lo que levanta el
alma del indio. Es el mito, es la idea de la revolución socialista”. De ahí que concluya proclamando que “nuestro
socialismo no sería peruano, ni sería siquiera socialismo, si no se
solidarizase primeramente con las reivindicaciones indígenas”.
No hay en el Amauta espíritu alguno de dicotomizar la realidad y la
matriz de análisis desde la cual poder comprenderla. Su apuesta es por
desmontar supuestas incompatibilidades, desactivar falsos opuestos,
amalgamar y hacer confluir los conceptos y mundos de vida que cierto
marxismo esquemático -pero también, de manera simétrica, algunas
corrientes políticas autóctonas- enemistan y conciben como imposibles de
combinar. Mariátegui dista de sustituir la razón por el mito; más bien
los mixtura y hermana. Lo mismo podríamos afirmar con respecto a otros
pares articulables: Oriente y Occidente, internacionalismo y cuestión
nacional, anacronismo y modernidad, sensibilidad y pensamiento crítico,
ciencia y ensayo, política e imaginación, regularidad y anomalía,
fragmento y totalidad, mito e inteligencia, socialismo e indigenismo,
realismo y utopía, reforma y revolución, teoría e historia, lo universal
y lo particular.
Donde tanto la ortodoxia como el sectarismo ponderan una o a modo de muralla infranqueable o férrea línea de demarcación, él prefiere tender puentes y vasos comunicantes desde infinitas y,
que amalgaman heterodoxia con tradición: Marx y Tupac Amaru, Lenin y
Sorel, Rumi Maqui y Rosa Luxemburgo, Lunacharski y Vasconcelos, el
Tawantinsuyo y la Comuna de París, la revolución mexicana y la rusa,
André Bretón y Waldo Frank, Diego Rivera y Maiakovsky, Clorinda Matho y
Chaplin, José Sabogal y Pablo Picasso, las Universidades Populares y el
Proletkult, el ayllu y el sindicato, Indoamérica y Europa, César Vallejo
y Máximo Gorki, Sandino y Trotsky, Valcárcel y Barbusse, Cuzco y Turín,
Flora Tristán y Alexandra Kollontai, Claridad y Clarté, la Costa y la
Sierra, González Prada y Freud, Dora Mayer y Nietzsche, Xavier Abril y
Albert Einstein, Ezequiel Urviola y Antonio Gramsci, María Wiesse y
Clara Zetkin, Pettoruti y Grosz, el Inkario y Don Quijote. No existe,
sin embargo, eclecticismo alguno en este delicado ejercicio de
conjunción. Quizás las mejores metáforas sean la del montaje cinematográfico (por cierto, en plena sintonía con su enorme afición ante este novedoso arte en su época) y la del collage, plagado de imágenes, temporalidades, conceptos, sentires y saberes de lo más diversos. O mejor aún: la de una variopinta wiphala, para apelar a un símbolo acorde a esa invariante y multicolor utopía andina que tanto obsesionó a Mariátegui.
Sin descuidar esta perspectiva caleidoscópica, sus últimos años de
vida los dedica a fomentar procesos organizativos de base, entre los que
se destacan la creación del Partido Socialista Peruano y de la
Confederación General de Trabajadores (concebidas ambas como verdaderas
escuelas de formación en la construcción y ejercicio de un poder
alternativo al del Estado y las clases dominantes), aunque sin
desatender la batalla de ideas en contra de aquellas lecturas dogmáticas
que hacían del marxismo un conjunto de verdades irrefutables, o bien
frente a quienes pretendían arrojarlo al basurero de la historia por
considerarlo ajeno a las corrientes y movimientos de lucha gestados por
fuera del campo de la izquierda tradicional.
Podría decirse que la suya fue una lucha tenaz y quijotezca contra
dos iglesias. Por un lado, aquella encabezada por Víctor Raúl Haya de la
Torre, caudillo y gran propagandista de ideas revolucionarias, que
desde su exilio en México decide convertir en 1928 al APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana,
hasta ese entonces, una plataforma coincidente con las tesis del frente
único, en la que el propio Amauta colabora) en el Partido Nacionalista
Peruano, organización policlasista en cuyo programa, al decir de
Mariátegui, “no hay una sola vez la palabra socialismo”, y que aspira a
articular a nivel continental un proyecto exclusivamente
anti-imperialista, donde el Estado y la pequeña burguesía resultan ser
los principales protagonistas del cambio (acotado a un desarrollado
endógeno del capitalismo, y subordinándose en el Perú a los tiempos y
lógicas de la disputa electoral). Por el otro, la encarnada por la
Internacional Comunista, en su fase de plena stalinización, que concibe a
América Latina como una región homogénea y “semicolonial”, obligada a
transitar ineludiblemente por un período de revolución
democrático-burguesa, antes de aspirar a la construcción del socialismo
como horizonte emancipatorio (tesis defendidas por Victorio Codovilla en
la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, llevada a cabo en
junio de 1929 en Buenos Aires, y a la que José Carlos envía dos
documentos pioneros: “Punto de vista anti-imperialista” y “El problema
de las razas en América Latina”)
Más allá de su aparente contraposición, ambas corrientes -el aprismo y
el comunismo stalinista- coincidían en un punto clave: la inviabilidad
de la revolución socialista en nuestro continente. A contramano, para
Mariátegui ésta era una tarea apremiante y a la hora del día, lo que no
equivalía a desmerecer las particularidades de la región -e incluso de
cada realidad nacional. Su praxis se orienta, según la sugerente
relectura que de su obra formula Miguel Mazzeo, “decididamente a una articulación entre la aproximación analítica y la voluntad revolucionaria”[8],
siendo la política la actividad creadora por excelencia. Desde esta
tesitura, el marxismo no debía pensarse como un sistema cerrado y
escolástico a “aplicar”, y menos aún desechado por exótico e
impertinente para estas latitudes del sur global, sino que requería ser traducido y defendido como una teoría subversiva “activa y viviente”, en constante enriquecimiento y complejización, basada en una dialéctica del cambio y en una producción original y siempresituada, ya que “no
es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de principios de
consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas
las latitudes sociales”.
Podríamos aventurar que para él la relevancia del marxismo como
filosofía de la praxis no implica plena autosuficiencia ni endogamia,
debido a que “no es posible aprehender en una teoría el entero
panorama del mundo contemporáneo y no es posible, sobre todo, fijar en
una teoría su movimiento. Tenemos que explorarlo y conocerlo, episodio
por episodio, faceta por faceta. Nuestro juicio y nuestra imaginación se
sentirán siempre en retardo respecto de la totalidad del fenómeno”. Acaso por ello mismo haya dicho provocativamente que el mejor método para auscultar la realidad debía ser “un poco periodístico y otro poco cinematográfico”.
En efecto, aun cuando asume al marxismo como una potente brújula, una vital imprudencia que reivindica a capa y espada contra quienes -como Henry De Man- pregonan su caducidad, convencido de que “la bancarrota del positivismo y del cientificismo no compromete absolutamente la posición del marxismo”,
hasta el final de sus días Mariátegui supo tender puentes y aprender a
dialogar con un crisol de tradiciones políticas, procesos de lucha,
vanguardias culturales, escuelas artísticas y corrientes de pensamiento
no emparentadas en sentido estricto con él, de manera tal de actualizar
las armas de la crítica para tornar más inteligible, y combatir con más
fuerza aún, al capitalismo como sistema de dominación múltiple.
Entre ellas, además del surrealismo, la literatura indigenista y el
psicoanálisis, vale la pena destacar al feminismo, al que José Carlos
considera “esencialmente revolucionario” debido a que, lejos de ser una “cuestión exótica” que “se injerta en la mentalidad peruana”, constituye una idea y una práctica humana “que encuentra un ambiente propicio a su desarrollo en las aulas universitarias y en los sindicatos obreros”. Por lo tanto, no se trata solamente de indigenizar al marxismo (tal como propone en sus Siete ensayos y en numerosos artículos periodísticos, en particular aquellos volcados en las columnas de Peruanicemos al Perú), sino también de despatriarcalizarlo. “Los que impugnan el feminismo y sus progresos -denuncia sin medias tintas- pretenden
que la mujer debe ser educada sólo para el hogar. Pero, prácticamente,
esto quiere decir que la mujer debe ser educada sólo para las funciones
de hembra y de madre. La defensa de la poesía del hogar es, en realidad,
una defensa de la servidumbre de la mujer. En vez de ennoblecer y
dignificar el rol de la mujer, lo disminuye y lo rebaja”.
En este punto, Mariátegui entiende que es el macho-varón quien debe ser “educado” y (trans)formado por esta causa de relevancia universal, que tiene en las páginas de la revista Amauta un
lugar destacado, no sólo como temática recurrente, sino por ser
numerosas las mujeres que -en palabras de Sara Beatriz Guardia- allí “hablaron de sí mismas transgrediendo el monólogo masculino”[9]. Por ello Mariátegui concluye afirmando que “a
este movimiento no deben ni pueden sentirse extraños ni indiferentes
los hombres sensibles a las grandes emociones de la época. La cuestión
femenina es una parte de la cuestión humana”.
El 16 de abril de 1930, con tan sólo 35 años, José Carlos fallece
tempranamente en Lima, viéndose frustrado su proyecto de trasladarse a
la Argentina con el objetivo de radicarse en Buenos Aires. Varias
propuestas intelectuales y políticas quedarán truncas tras su partida.
Entre ellas, la publicación de una revista de carácter regional y cuyo
sugerente título iba a ser Nuestra América. Revitalizar el
proyecto mariateguista de un socialismo no eurocéntrico ni
burocratizado, imaginativo y rabiosamente sensible a toda injusticia,
anti-imperialista, anti-colonial, despatriarcalizado e insumiso, y que
pueda forjarse a partir de las diversas tradiciones emancipatorias
gestadas a lo largo y ancho del continente, resulta hoy un desafío
urgente para quienes seguimos apostando, sin prisa pero sin pausa, a la
creación heroica de los pueblos.
***
Hernán Ouviña: Politólogo, doctor en ciencias sociales y educador
popular. Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales e investigador del
IEALC (Universidad de Buenos Aires). Autor y editor de diversos libros,
entre ellos Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política. Coordina
talleres de formación política junto a organizaciones y movimientos
sociales.
[1]Juan Croniqueur, el otro de José Carlos Mariátegui, La Plaza Editores, Lima, 2017.
[2] Manuel Burga y Alberto Flores Galindo: Apogeo y crisis de la República Aristocrática, Editorial Rikchay, Lima, 1984.
[4]La epopeya de una generación y una revista. Las redes editoriales de José Carlos Mariátegui en América Latina, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2006.
[5]El marxismo en América Latina, LOM, Santiago de Chile, 2007.