El
desastre provocado por la empresa Ecopetrol en el corregimiento La
Fortuna en Barrancabermeja (Colombia), a causa del derramamiento de 550
barriles de petróleo, confirma una vez más el profundo daño social,
económico y medioambiental ocasionado por la extracción de recursos del
subsuelo. Según las investigaciones preliminares, 25 kilómetros del río
Sogamoso están contaminados sumados a 49 cuerpos de agua. Al menos unos
2.500 animales murieron y 9 personas se encuentran con problemas de
salud como consecuencia del derrame, sin contar los cientos de
pescadores que se quedaron sin sustento. Lo más grave de todo es que
según las proyecciones de los especialistas, el daño ambiental será
reparado en 20 años (2038) pero, sin duda, quedarán secuelas permanentes
(http://www.vanguardia.com/santander/barrancabermeja/428554-nueve-personas-afectadas-y-2460-animales-muertos-deja-derrame-de-cr).
Este triste panorama muestra las catastróficas consecuencias de la
sobreexplotación de minerales e hidrocarburos. Detrás de la evidente
responsabilidad del gobierno colombiano están las empresas
norteamericanas y canadienses que buscan lucrarse a costa de la
naturaleza y la vida misma.
Por si no fuera poco con este escenario
desolador, el ministerio de ambiente dio vía libre en 2017 al fracking
en nuestro país. Esta técnica que se basa en la producción de petróleo y
gas de yacimientos no convencionales, simboliza la degradación a la que
ha llegado el ser humano. En efecto, el fracturamiento hidráulico
(nombre formal de este procedimiento) se trata, en pocas palabras, de la
instalación de tuberías (de más de dos kilómetros hacia abajo y tres
kilómetros de lado) para romper piedras que contienen petróleo usando
agua a presión. No obstante, dada la infraestructura y el nivel de
profundidad, el agua no llega con suficiente fuerza por lo que es
necesario utilizar más de 130 químicos combinados con arena que
potencializan su acción. El problema fundamental de esta técnica es que
las filtraciones pueden contaminar las aguas subterráneas de manera
definitiva (https://www.youtube.com/watch?v=RPDtD0lP1l0).
De igual forma, el producto que sale luego de la fractura de las rocas
está altamente contaminado y puede llegar a la superficie.
Sin
embargo, la torpe explicación brindada por la viceministra de energía,
Rutty Paola Ortiz es que Colombia podrá aumentar las reservas de crudo
en 3.000 millones de barriles, como si eso fuera la salvación del mundo (https://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/ministerio-de-ambiente-permite-el-fracking-en-colombia-articulo-709782).
Por el contrario, el fracking es una práctica que trae consigo riesgos
ambientales inminentes. En 2016, la Agencia de Protección Ambiental de
Estados Unidos realizó un estudio en el que comprobó una afectación
grave en la calidad y la disponibilidad del agua potable en ese país. De
hecho, se calcula que se emplean 23 millones de litros de agua
(mezclada con químicos) al mes en un pozo de fracking. Todo para sacar
un recurso cada vez más devaluado, por lo que hacer este procedimiento
no sólo es costoso en términos ambientales y económicos, sino también
inútil porque las ganancias reducidas se concentran en pocas manos.
Habría
que preguntarles a los defensores del fracking si es una técnica cuyos
efectos secundarios se pueden mitigar, entonces ¿por qué países como
Francia, Alemania, Bélgica, y Suiza tienen grandes restricciones o
incluso prohibiciones definitivas a este procedimiento? La respuesta
salta a la vista y es porque es una técnica depredadora de la naturaleza
y sus efectos no pueden controlarse así se inviertan millones de
dólares en abogados y científicos que busquen ocultar la verdad. De
acuerdo con estimaciones, el agua empleada para romper las rocas es el
equivalente a la de consumo doméstico de entre 2 y 7 millones de
personas por año. (http://www.nofrackingmexico.org/que-es-el-fracking/).
Un completo absurdo. Dicho de otro modo, las multinacionales petroleras
no conformes con los daños ambientales que las técnicas de producción
tradicionales ocasionan, ahora pretenden que millones de familias en el
mundo se mueran de sed para sacar un crudo envenenado.
Y el
culpable de toda esta lógica retorcida no es otro que el gobierno de los
Estados Unidos que ha hecho leyes a la medida para las multinacionales
con el fin de explotar los recursos de países pobres que, como el
nuestro, no tienen políticos competentes para defender la soberanía,
entendida como la protección y cuidado del territorio. Se calcula que
existen más de un millón de pozos de fracking en el mundo, causantes de
temblores, escasez de agua y contaminación irreversible. En el telón de
fondo siempre hay un actor en común: alguna empresa estadounidense. De
hecho, el escenario geopolítico actual se caracteriza por la hegemonía
de un nuevo actor en la producción de hidrocarburos. En el pasado
quedaron los gobiernos de Arabia Saudita e Irak como los principales
exportadores de crudo. Hoy, con 13 millones de barriles al día, el
primer productor de petróleo es Estados Unidos (https://elpais.com/economia/2015/07/10/actualidad/1436539995_579371.html).
Parte del “éxito” de esta realidad ha sido la utilización del fracking
como método de explotación. No conforme con los daños causados a la
superficie y a las aguas de su país, el gobierno de Estados Unidos
quiere propagar este mal por el mundo a través de poderosas
multinacionales que están dispuestas a pagar grandes sobornos a
gobiernos corruptos.
La
Casa Blanca tiene un plan geoestratégico para utilizar el petróleo como
un arma de presión a los países del sur. De igual manera, pretende
dejar paulatinamente la dependencia de la importación de crudo de
estados del Medio Oriente las cuales oscilan en el 40 y 45%. Convertido
en el primer productor, Estados Unidos busca estabilizar los precios y
reactivar una economía que ha estado en crisis por varios años. El
proyecto incluye disminuir la dependencia de las importaciones,
fortalecer las relaciones comerciales con Canadá (como quedó demostrado
con el nuevo oleoducto Keystone XL) y presionar por diversas vías a
terceros países para que implanten el fracking como método de extracción
(http://elsalmoncontracorriente.es/?El-fracking-como-arma-estrategica).
En este sentido, el gobierno del presidente Trump ha encontrado en
Colombia un lugar idóneo para llevar a cabo su plan depredador y en la
empresa Ecopetrol un socio incondicional. Todo esto sin tener en cuenta
los daños medioambientales provocados por esta técnica.
En el
país ya comenzaron a observarse los impactos ambientales. En efecto, en
la vereda Pita Limón de San Martín, Cesar, se encontraron rastros de una
sustancia aceitosa en el agua extraída de pozos subterráneos para
consumo doméstico (http://sostenibilidad.semana.com/impacto/articulo/fracking-en-colombia-denuncian-contaminacion-de-agua-en-san-martin-cesar/39500).
No es de extrañar que cerca de la vereda exista una planta de la
empresa Conoco Phillips que utiliza el fracking para extraer
hidrocarburos en la zona. Como era de esperarse la multinacional con
sede en Texas negó cualquier responsabilidad en la evidente
contaminación del agua y aseguró que se debe a otros factores ajenos al
empleo del fracturamiento hidráulico. No obstante, todas las pruebas
apuntan a que San Martín es el primer municipio colombiano afectado por
la explotación no convencional de petróleo.
Sumado al
desperdicio del agua, a la contaminación con químicos y a los sismos
inducidos, el fracking significa además un problema de salud pública. Se
ha logrado determinar daños sensoriales, respiratorios y neurológicos
por el consumo de agua contaminada con sustancias como plomo, mercurio,
radio, formol, ácido hidroclórico, plomo, entre otros productos químicos
(https://birongo.aporrea.org/actualidad/a183277.html).
No obstante, esa es la composición que entra a los pozos, el agua de
desecho está aún más contaminada, pues es una mezcla de metales pesados,
hidrocarburos y hasta materiales radiactivos presentes en el subsuelo.
Las empresas de fracking almacenan esta agua altamente contaminada (e
imposible de reutilizar) en pozos letrina. Haciendo una metáfora es el
equivalente de esconder la basura debajo del tapete. Esta acción resulta
inútil y peligrosa pues se ha comprobado que el agua se filtra y
contamina acuíferos potables. Es un auténtico atentado a la naturaleza.
Volviendo
al tema de la salud, algunas investigaciones han arrojado resultados
inquietantes. Se estableció que al menos 25% de las sustancias
utilizadas en la perforación de pozos pueden causar cáncer y
malformaciones genéticas, el 37% afectan el sistema endocrino, el 40%
puede provocar diversos tipos de alergia en la piel y el 50% afectar de
manera irreversible el sistema nervioso (http://www.nofrackingmexico.org/que-es-el-fracking/).
Desde esta perspectiva, el daño del fracking es holístico. El empleo de
tecnología que perfora la tierra de manera indiscriminada, la inyección
de veneno que amenaza con contaminar el agua potable y volver
infértiles millones de hectáreas, y los daños a la salud de las personas
son indicios más que suficientes para acabar de una vez con esta
técnica. También se sabe que la perforación contribuye al aceleramiento
del calentamiento global debido a las emisiones de gas metano.
A
pesar de todos los argumentos económicos y ambientales que contradicen
las supuestas bondades del fracking, existe un grupo de multinacionales
que buscan instalarse a como dé lugar en Colombia. Además de la Conoco
Phillips (quien tiene adjudicadas 33.714 hectáreas para la explotación
de hidrocarburos), está la empresa Drummond de Canadá (cuyos permisos
están casi listos para realizar fracking en el Cesar y en las
inmediaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta donde habitan indígenas
de las etnias wiwa, wayúu y yupka). Por otra parte, la empresa Parex
Resources también de Canadá, tiene actualmente pozos convencionales en
Arauca y busca ampliar su espectro de explotación. También están
involucrados los intereses de la Exxon Mobile de Estados Unidos, la
empresa petrolera más grande del mundo y culpable de otros tantos
desastres ambientales (https://www.las2orillas.co/las-5-gigantes-petroleras-que-arrodillaron-al-gobierno-para-permitir-el-fracking/).
Las dos últimas compañías tienen “asociaciones” con Ecopetrol, la misma
empresa colombiana que hace pocos días causó un terrible daño ambiental
referenciado al inicio del artículo. Pues bien, esa misma compañía a
través de su director ejecutivo, Juan Carlos Echeverry, ha dicho que “si
no permiten el fracking en Colombia, nos vamos para Brasil o Venezuela o
para donde nos dejen”. Esta actitud desafiante e inconsciente muestra
el panorama al que se enfrentan millones de personas que se verán
afectadas con la extracción de hidrocarburos.
Pero la actitud del
directivo obedece a la postura del gobierno nacional quien haciendo
caso omiso de la evidencia científica ha optado, como siempre, por
obedecer sin la más mínima reserva las directrices de Washington. La
presión es tal que Ecopetrol no ha dudado en poner en marcha las pruebas
necesarias y de esa manera la entrega de numerosas hectáreas para la
explotación de hidrocarburos. Detrás de todo hay una actitud imperial de
Estados Unidos que busca exportar un modelo que a pesar de los
inconvenientes parece tener el futuro asegurado (https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/el-imperio-del-fracking-asi-ha-vuelto-estados-unidos-a-la-cabeza-de-la-produccion-del-petroleo).
El plan estratégico de Estados Unidos es abrir la mayor cantidad de
pozos de fracking para equilibrar un poco el daño en su territorio y de
esa manera acallar las críticas que ha recibido por parte de los grupos
ambientalistas. En otras palabras, podemos estar asistiendo a la era del
“imperialismo del fracking”, época que se caracteriza por como menciona
el académico David Harvey, la acumulación por desposesión, es decir, la
protección del sistema capitalista mediante la privatización y el
acaparamiento de tierra.
Por esa razón, es necesario hacer un
llamado a la sensatez. Si la extracción de crudo con el método
tradicional era devastadora para el medio ambiente, el fracking es una
técnica mucho peor. Desde toda perspectiva es un atentado, una clara
forma de terrorismo. Lo preocupante es que en un país tan biodiverso
como Colombia, el control de los recursos naturales está al servicio de
las grandes multinacionales. Por eso es necesario decir que las empresas
de fracking deben abandonar el territorio colombiano ya que la
catástrofe puede ser incontenible. Más si se toma en cuenta que de
acuerdo con expertos el futuro de esta técnica no está del todo claro
pues si el precio del petróleo desciende por debajo de 80 dólares, las
ganancias serían reducidas en comparación a la enorme inversión, pero
sobre todo al profundo daño ambiental ocasionado.
¡No al Fracking en Colombia!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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