Para nadie es un
secreto que detrás de la llegada de Donald Trump a la presidencia de
Estados Unidos se encontraron claramente los intereses económicos de la
industria armamentista, los petroleros partidarios de las nuevas
técnicas de explotación vía fracking y las grandes empresas promotoras
de organismos genéticamente modificados, acaparamiento y especulación
con del precio de alimentos.
Detrás de la lógica de estos grandes
corporativos debemos entender las últimas acciones que Trump ha
emprendido en América Latina como el envió de la guardia nacional a
cubrir la frontera con Estados Unidos y México y el apoyo incondicional
para la ocupación de espacios petroleros estratégicos en el continente.
Es relevante también sus decisiones respecto a Irán, cuyo impacto fue
inmediato en las cotizaciones de las acciones de las empresas militares y
en el precio del petróleo. Este último ya ronda los 80 dólares por
barril y puede elevarse aún más, para proporcionar una alta rentabilidad
a las empresas dedicadas a la explotación petrolera a través de la
fractura hidráulica que necesitan un precio alto.
Es tal la
fiesta del dinero que hace tan solo unos meses atrás Estados Unidos
producía 145 mil barriles de petróleo shale y ahora esta a punto de
lograr un record histórico en Junio de este año de 7.18 millones de
barriles de petróleo shale diariamente, según información de la
Administración de Información Energética de Estados Unidos. Lo cual es
acompañado también por el aumento impresionante de la producción de gas
natural estadounidenses que se encontraría por arriba de los 68.100
millones de pies cúbicos por día.
Todo ello junto con la caída de
producción de países latinoamericanos ha llevado al mercado financiero a
impulsar al alza el precio futuro a 6 meses del crudo Brent, donde las
empresas estadounidenses no pierden, mientras a las empresas petroleras
del cono sur les imponen condiciones de compra a precios fijos, cuando
la tendencia es probablemente que el petróleo alcance nuevamente la
barrera de los 100 dólares por barril a finales de año.
Esta
dinámica ha colocado a Estados Unidos en el el tercer lugar como
extractor de petróleo del mundo, sólo detrás de Rusia y Arabia Saudita
quedando ya muy atrás en este rubro la extracción en Brasil (10º.),
Venezuela(11º.) y México (12º.). (OPEP, 2018)
Las grandes
empresas corporativas petroleras están viviendo un sueño hecho realidad,
los mercados y la producción petrolera latinoamericana en manos de
empresas estatales hasta hace unos años, se esta abriendo y
proporcionando ganancias extraordinarias para la clase capitalista
trasnacional.
Desde Brasil y México hasta Colombia, Argentina y
Uruguay los gobiernos están abriendo sus tierras, aguas someras y mares a
subastas internacionales. Son más de 500 mil kilómetros cuadrados -el
tamaño de España- lo que están ofreciendo en bloques los diferentes
países latinoamericanos.
Por ello en las geografías
latinoamericanas no hay nada que festejar. Por ejemplo, en México la
producción de petróleo viene cayendo drásticamente. A marzo de este año
PEMEX –la petrolera estatal mexicana- tuvo una caída anual de 7.6% en su
producción generando solamente 1, 864 millones de barriles diarios de
crudo, una baja anual de 153 mil 340 barriles por día. Todo ello en un
contexto de apertura energética que inicio en 2013 y que permitió la
llegada de inversión privada nacional y extranjera, a las cuales se les
han entregado proyectos de exploración y posterior explotación de pozos
petroleros terrestres y en aguas someras y profundas. Existiendo ya más
de 100 contratos privados que significan una inversión de 160 mil
millones de dólares. Ello ha significado la apropiación de espacios
estratégicos por parte de empresas extranjeras como Total y Exxon,
Chevron, China Offshore y el nacimiento de otras empresas de políticos
mexicanos como Sierra Energy. Más de 100 mil kilómetros cuadrados
–similar a todo el territorio griego- se encuentran ya bajo exploración y
posible explotación petrolera y sus derivados en México.
A este
negro panorama se suma la importación de gasolinas en México
aumentándose dramáticamente la dependencia. Ya que mientras el año
pasado se importaban 6 de cada 10 litros de gasolina, para el primer
trimestre de 2018 se introdujeron del extranjero 7.5 de cada 10 litros,
lo cual también ha impactado la vida de los mexicanos al ocasionarse la
espiral inflacionaria más alta de las últimas décadas.
Desde
1982 el gobierno mexicano no ha construido una nueva refinería y 3 de
las 6 refinerías que tiene México fueron cerradas temporalmente en los
dos primeros meses de este año por problemas de operación. A ello se
suma la colusión entre la delincuencia y la clase política en el robo de
gasolina, de 3 mil tomas clandestinas de robo que existían en 2014, en
el 2017 fueron localizados más de 9 mil 500 tomas fundamentalmente en
los estados de Guanajuato, Puebla y Tamaulipas.
La situación en
Venezuela de explotación de petróleo no es diferente. En Agosto del año
pasado su producción era de 2.1 millones de barriles de petróleo diarios
y según el reporte que presentó la OPEP la semana pasada en Marzo de
2018 solo bombeo una media 1.5 millones de barriles diarios, una caída
de la producción del 28%. A ello se suma la creación de dificultades por
parte de los grandes corporativos para que la empresa PDVSA cumpla sus
compromisos de abastecimientos con empresas de operaciones mixtas.
Todo
ello en un momento en el cual las importaciones de petróleo venezolano
en Estados Unidos alcanzan el menor nivel desde 1982 como parte de la
estrategia de dominación-intervención de la producción y los mercados
petroleros.
Por ejemplo, la empresa Total durante el 2017 dejó de
comprar el crudo venezolano, Motiva, Phillips 66, Citgo, Valero u
Chevron disminuyeron sus importaciones desde Venezuela el 70%, 56%, 17%,
13% y 6% respectivamente, esta reducción innegable es el preámbulo del embargo petrolero
que anunciará Trump próximamente sobre la producción petrolera
venezolana, para cerrar su estrategia de dominio del oro negro y buscar
la rendición del gobierno nacionalista venezolano.
Frente a ello
el gobierno de Venezuela ha colocado el 40% de sus exportaciones de
petróleo en el abastecimiento de China e India, los cuales dependen
tanto de Venezuela como de Irán para su funcionamiento, lo cual no será
fácil de eludir por Trump. Por ello, en la dinámica de dominio
estadounidense se ha colocado a la estadounidense ConocoPhillips con el
papel de sabotear el abastecimiento petrolero venezolano a los mercados
asiáticos, tomando el control de activos de PDVSA en Curazao -donde se
reciben los buques petroleros más grandes que envían combustibles por el
Pacífico- para exigir el pago de bonos internacionales, lo cual pone
bajo amenaza el movimiento del crudo ya que los cargueros pueden salir a
aguas internacionales y correr la amenaza de ser incautados. A la
estrategia de ConocoPhillips lo más seguro es que se sumen otras
empresas mineras y petroleras para intentar la caída de la gigante
petrolera venezolana.
Un colapso del gobierno de Venezuela no
conviene a China que ha realizado inversiones (prestamos) cuantiosos en
ese país ni a Rusia que ha aprovechado el escenario para colocarse en la
explotación de yacimientos petroleros, por lo que las perspectivas de
tensiones internacionales se mantendrán en la zona con la respectiva
tendencia al alza del precio del petróleo que contribuye a la
rentabilidad de los corporativos que apoyaron a Trump en su campaña
electoral.
En Brasil la otrora fuerte Petrobras mira como
espectadora preferencial la llegada de inversiones crecientes de
corporativos petroleros. Para junio de este año 16 grandes firmas
petroleras como la Royal Dutch se han registrado para participar en la
espectacular cuenca de petróleo de Presal de Brasil que posee miles de
millones de barriles de petróleo en el fondo de océano. A ella se suma
el interés de las estadounidenses Chevron y ExxonMobil junto con la
noruega Statoil y la francesa Total. El alza del precio de petróleo
impulsada por Trump les ayuda en sus inversiones, ya que el precio de
equilibrio que requieren es de 45 dólares por barril para hacer rentable
su actividad, por ello British Petroleum y Exxon Mobil ya han
participado en subastas anteriores en esa zona por las grandes
perspectivas de ganancias.
Mientras los corporativos están de
fiesta, Petrobras se suma a los resultados menores de Pemex y PDVSA con
respecto al año pasado. En su informe trimestral de 2018, Petrobras
informa que la producción total de petróleo y gas natural en el primer
trimestre de 2018 fue de 2 millones 680 mil barriles de petróleo
diarios, un 4% inferior al primer trimestre de 2017. A ello se suma la
caída de ventas en un 9% y de 7% en la producción de derivados del
petróleo. Petrobras paso de controlar en 2010 el 93% de la producción de
petróleo de Brasil a sólo el 75% en febrero de este año. Con el
expresidente Lula en la cárcel todavía, es el campo petrolero que lleva
su nombre el que aporta la mayor cantidad de petróleo y gas a ese país
con más de 850 mil barriles de petróleo diarios.
La producción de
petróleo argentino también cayo 3.8% en 2016 y 6.3% en 2017. La estatal
YPF suma también una caída en la producción de petróleo de 2017 a 2018,
al pasar de 3.18 millones de metros cúbicos, a 3.15 millones de metros
cúbicos. Mientras eso sucede con la principal empresa petrolera
argentina, Pan American Energy tuvo un alza de 3.49% y Petroquímica
Comodoro de 28.89%. Además Argentina destaca en la entrega impresionante
de vastas áreas de exploración para los corporativos internacionales,
se espera que en julio de este año ponga más de 225 mil kilómetros
cuadrados -2 veces el territorio cubano- bajo exploración corporativa
petrolera en alto mar.
Y es en territorio argentino y en
especifico en la provincia Neuquén donde se instalan los pozos de
fractura hidraúlica (fracking) que ocasionan grandes problemas de
contaminación y que destruyen la forma de vida comunitaria de los
mapuches. Además que producen una demanda impresionante de agua de la
región, ya que dicha actividad requiere más de 11 millones de litros de
agua. El gran yacimiento de Vaca Muerta presentado como el detonante del
crecimiento gasífero argentino –y la principal reserva de gas de
América Latina con más de 30 mil kilómetros cuadrados- es hoy un punto
de disputa central entre la dinámica capitalista petrolera y el derecho a
la vida y a la ecología de las poblaciones locales.
Y es que en
todo este proceso de dominio de las trasnacionales del oro negro de
América Latina esta en disputa el derecho a un ambiente sano, al
territorio de los pueblos y al uso de sus bienes naturales para el
beneficio y la buena vida de las comunidades, NO para las ganancias
extraordinarias y la economía de la destrucción de naturaleza y el
cambio climático que promueven dichos corporativos.
Frente a esta
panorama de despojo y devastación nos queda como mejor opción aquella
que formuló Eduardo Galeano en las Venas Abiertas de América Latina: “Tenemos todo prohibido, salvo cruzarnos de brazos?”.
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