Paraguay
CELAG
Pasado un mes de las
elecciones generales del 22 de abril, transcurre el periodo de
transición, en el que tanto el presidente electo, Mario Abdo Benítez,
como el saliente, Horacio Cartes, apuran actividades y decisiones antes
de la asunción presidencial del próximo 15 de agosto y del inicio de la
próxima legislatura el 1 de julio de 2018.
En las últimas
semanas, el presidente electo convirtió el salón de su casa familiar en
un centro estratégico para el relacionamiento con autoridades
extranjeras y grupos de interés. Abdo ha recibido, desde el día después
de las elecciones, a los embajadores de EE. UU., Rusia, Israel, Uruguay y
Bolivia, así como a dirigentes de diferentes sectores económicos del
país. Si bien no ha elegido aún al total de los integrantes de su
gabinete ya seleccionó a Luis Castiglioni [1], para ser el ministro de
Relaciones Exteriores; a Juan Ernesto Villamayor, quien se desempeñará
como ministro del Interior y a la fiscala Teresa Martínez, que estará a
cargo de la Secretaría Nacional de la Niñez y Adolescencia.
Así,
Mario Abdo Benítez, desde su casa, intenta tejer las alianzas
necesarias para consolidar y fortalecer un equipo que llegará al poder
luego de una victoria amarga sobre la Alianza GANAR (confluencia entre
el PLRA y el Frente Guasú de Fernando Lugo) por un margen mínimo de 3,7%
de los votos, el más ajustado de la historia democrática reciente.
A
la alta polarización del país, visible en los resultados de los
comicios [2], se suman dos dificultades centrales que deberá afrontar
Abdo: 1) gobernar con un congreso donde la oposición es mayoría y 2) una
interna en sus propias filas nada fácil para el presidente electo, que
tendrá que vivir con la incómoda herencia de Horacio Cartes, cuya estela
de corrupción es visible incluso en la lista de parlamentarios
“impresentables” [3] que él mismo –inconstitucionalmente– encabeza.
El
próximo presidente de Paraguay se enfrenta desde el minuto cero a una
situación de debilidad estructural que lo pondrá en una encrucijada
permanente a partir de agosto. Su liderazgo se construyó en torno al
enfrentamiento con Cartes, pues se erigió como candidato de los
colorados gracias a que venció en la interna del partido al candidato
apadrinado por el actual mandatario con una campaña muy agresiva de
fuerte cuestionamiento a su gestión de gobierno y a la corrupción
generalizada que envuelve al partido. Pero, a la vez, para gobernar
necesitará permanentemente del apoyo del cartismo, que cuenta con una
importante cantidad de bancas en el Congreso. Ello se complejiza si se
considera que hoy por hoy la figura de Cartes es un lastre en la
política paraguaya: no solo es el dirigente peor valorado por la
ciudadanía, sino que además se encuentra involucrado en múltiples
denuncias por contrabando y otros negocios ilícitos que podrían derivar
en causas judiciales una vez que deje el cargo. En las últimas semanas
el cerco de investigaciones sobre el actual mandatario continúa
cerrándose con el pedido de captura internacional de Darío Messer, su
“hermano del alma” y presumible socio, involucrado en la causa Lava Jato
por lavado de activos.
La crisis política de 2017 motivada por
el intento reeleccionista de Cartes, que derivó en la quema parcial del
Congreso, dejó latente un contexto de alta fragilidad institucional en
el país. En el último año, el gobierno no hizo sino profundizar esa
crisis de legitimidad que atraviesan las instituciones paraguayas a
partir del uso y abuso en beneficio propio del Poder Judicial. Así
consiguió ser habilitado junto a otros ex-presidentes como candidato a
senador y en estas semanas su posibilidad de asumir su banca dependerá
del equilibrio de fuerzas en el Congreso, que tiene primero que aceptar
su renuncia como presidente.
Así, la primera gran prueba para
medir cómo funciona el equilibrio de fuerzas en la interna colorada será
la renuncia de Cartes como presidente y su juramentación como
parlamentario. Posesionarse como senador es la única forma que tiene
Cartes para asegurar su supervivencia política y, es nada menos que la
garantía de inmunidad. Para lograrlo, el apoyo de Mario Abdo es
fundamental pues deberá facilitarle los votos de su bancada. Todo indica
que acompañará a su exrival en esta maniobra política, pero a sabiendas
de que este pacto espurio le acarreará indefectiblemente una erosión de
su propio liderazgo. Las tensiones hacia adelante entre las dos
facciones no harán sino incrementarse. Por su parte, Cartes no parece
dispuesto tampoco a ceder protagonismo, y seguramente luego de asumir
tensará las cuerdas desde el Senado, toda vez que mantiene a su vera las
lealtades de quienes todavía le deben mucho.
***
Los
comicios del pasado abril dejaron dos datos relevantes para la
configuración del escenario político: 1) la potencia electoral del
Partido Colorado, otrora imbatible, está en declive: el margen estrecho
que definió la elección no solo contradijo todos sondeos previos, sino
que además fue el más ajustado de toda la historia democrática del país.
2) Existe una suerte de “empate catastrófico” a tres bandas en el
electorado, entre los que apostaron por el continuismo de los colorados
(1.205.310), los que apostaron por el cambio de la Alianza Ganar
(1.109.309) y los que se abstuvieron de participar porque no estaban
convencidos de ninguna de las dos alternativas (1.644.674).
Allí
se abren los principales desafíos para la Alianza Ganar, confluencia de
fuerzas progresistas encabezadas por Efraín Alegre, Leo Rubín, el
expresidente Fernando Lugo y el alcalde de Asunción, Mario Ferreiro.
Transformar la confluencia electoral en una alianza política de largo
plazo que cristalice un proyecto de país alternativo al que ofrece el
continuismo “colorado” es el principal reto hacia adelante. Ante la
evidencia de voluntad de cambio en Paraguay el planteamiento, acertado,
desde los liderazgos principales es mantener la unidad más allá del 22
de abril, y seguir haciendo frente, desde la oposición, a un Gobierno
que comienza su andar bastante debilitado.
Esta labor comenzó
desde el día después, primero planteando una reacción en bloque frente a
las irregularidades que empañaron el proceso electoral, (encuestas
falsas durante la campaña, sondeos a boca de urna orientados a
condicionar a última hora el voto de los electores, candidaturas
inconstitucionales, por nombrar solo algunos de los casos más
vergonzantes). En los próximos meses la propia dinámica política interna
de cada fuerza, y sobre todo la dinámica parlamentaria, irán develando
las posibilidades de que esa alianza política de largo plazo tome forma.
La reforma del sistema electoral, la regulación de las encuestas y el
rechazo a la ley de “autoblindaje” que asegura impunidad a los
parlamentarios corruptos, y la posible convocatoria a una reforma
constitucional por parte de Benítez son algunos de los temas que estarán
en agenda.
En lo inmediato, la renuncia y juramentación de
Cartes también pondrán a prueba a los sectores de oposición de aquí al 1
de julio. De ahí el llamado de Efraín Alegre a una sesión con las
autoridades partidarias del PLRA el próximo 22 de mayo para intentar
unificar una postura que permita superar la interna partidaria con el
sector liderado por Blas Llano, aliado parlamentario del cartismo.
Es
probable que allí se refuerce la necesidad de mantener la Alianza, como
formación que representa la nueva identidad política que llegó para
quedarse en el Paraguay y que obedece al mandato de más de 1.100.000
paraguayos, que creen en el cambio como única vía para activar la
democracia del país.
Así las cosas, quedan cinco años de
gobierno para fortalecer la agenda de la unidad y para aglutinar a los
liderazgos más representativos del progresismo político en torno a ella.
Se trata de consolidar unos acuerdos básicos en lo programático que den
cuenta del proyecto de país alternativo al continuismo colorado que
encarna la Alianza. Una labor nada sencilla que debe incluir como
principal objetivo la efectividad en la movilización de la población
juvenil, con propuestas claras, frescas y que comprendan las inquietudes
y necesidades de quienes, hasta ahora, son los más resistentes a
participar.
La fuerza de la Alianza también ha de basarse en el
nivel territorial, desde la construcción de liderazgos fuertes, hasta la
constitución de una estructura para dinamizar de forma constante la
participación ciudadana, con capacidad organizativa de cara a los
próximos comicios. Todas estas labores son un gran reto que implican,
primero, el acuerdo de los grandes liderazgos progresistas evitando de
esta forma generar hojas de ruta dispersas y nucleando en una sola
fuerza política la identidad de cambio que ha ido permeando en la
sociedad paraguaya.
Notas:
[1] Actual senador por la
ANR, Castiglioni también fue diputado y Vicepresidente de la República
durante el mandato de Nicanor Duarte Frutos.
Gisela
Brito (@giselabrito) y Ava Gomez Daza (@Ava_GD)son investigadoras del
Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
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