Guatemala
Pocas cosas han
cambiado en Guatemala desde la época de la dictadura de Ríos Montt, las
estructuras de fondo siguen siendo las mismas; por ende el ejército, las
oligarquías y los injerencistas siguen maniobrando como bandas de
criminales que hacen del Estado una madriguera de delincuentes que
tienen a Guatemala en los puros huesos.
Un sistema de justicia
corroído da paso libre a corruptos y genocidas que bajo el amparo de la
impunidad, caminan libres por las calles de la Guatemala ensangrentada
que contra todo pronóstico se resiste a olvidar la memoria de sus
mártires.
Una sociedad de doble moral, calla, fingiendo no ver y
se recula en su burbuja de aparente comodidad para no involucrarse en
la lucha constante de quienes no se dan por vencidos en sus múltiples
intentos en la búsqueda de justicia y; de la reconstrucción del tejido
social de un país ultrajado al que cada día hunden más las turbas de
oportunistas y lacayos.
En un terreno minado, la justicia avanza
lentamente, paciente, esperanzada y con la certeza de cimentar la
verdad en el núcleo celular de la memoria generacional del pueblo
guatemalteco. Y es una lucha de décadas, con dolores a cuestas, con
heridas abiertas, porque han sido miles los torturados, los asesinados y
los desaparecidos. Son miles las familias rotas, son generaciones
mutiladas a las que siguen intentando secar para lanzarlas al olvido,
sin raíz alguna y que sean baldíos y lastre; sin la capacidad de
raciocinio, análisis y cuestionamiento alguno. Sin la capacidad de
reacción.
Y en esa maraña, en la turbulencia, en la oscuridad de
un sistema impune, la familia Molina Theissen se negó a darse por
vencida y siguió empujando la gran muralla; picando piedra, alzando la
voz, aunque a veces le tocó arar en el mar, como le sucede a todos los
soñadores. Aunque hubo puert as que se les cerraron de golpe en la
cara, aunque fue empujada al abismo desde la boca del acantilado, por
manos de perversos que buscaron silenciarla, desaparecerla completa para
que no trajera del pasado la llama viva de la memoria y su sed de
justicia: su integridad y las agallas que finalmente han derrumbado la
gran muralla de la impunidad de un sistema misógino, patriarcal,
corrupto y genocida.
Las 4 mujeres de la familia Molina
Theissen, madre y hermanas de Marco Antonio Molina Theissen, ( Emma,
madre y sus hijas María Eugenia, Ana Lucrecia y Emma Guadalupe)
desparecido a los 14 años de edad en 1982 por parte del ejército, han
sentado un precedente en el sistema de justicia guatemalteco; con su
persistencia, su dignidad y por la fuerza inquebrantable que las mantuvo
en pie, hasta que llegó la sentencia por parte del tribunal contra los
militares que pensaron que la justicia jamás los haría pagar por la
desaparición de Marco Antonio y el secuestro, violación y tortura de
Emma Molina Theissen, su hermana.
La sentencia: 58 años para
Benedicto Lucas García, ex jefe del Estado Mayor del Ejército de
Guatemala; Manuel Callejas y Callejas, ex jefe de inteligencia militar y
ex oficial de inteligencia Hugo Zaldaña; 33 años para Gordillo
Martínez.
Con esta sentencia, viene un respiro no solo para la
familia Molina Theissen pero también para el pueblo guatemalteco que
tiene heridas abiertas como una sociedad mancillada por la violencia de
unos criminales que instalaron el terror en los tiempos de las
dictaduras militares que intentaron destruir Latinoamérica.
Nadie puede escapar a la justicia, es el mensaje de esta sentencia, por
mucho tiempo que pase, por más que se escondan los criminales y
genocidas del Estado, serán juzgados y encerrados en mazmorras y morirán
podridos. Guatemala puede respirar y saber que la justicia llega.
Sí hubo Genocidio, sí hubo torturas, sí hubo violencia sexual, sí hubo
desapariciones forzadas, sí hubo crímenes de lesa humanidad y sí, fue el
Estado.
Es un nuevo amanecer para Guatemala y viene con la dignidad de la familia Molina Theissen.
Blog de la autora: https://cronicasdeunai nquilina.com
@ilkaolivacorado
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