Ha muerto en La Florida
el Bin Laden de América Latina, Luis Posada Carriles, un terrorista de
origen cubano, aunque la gran prensa mundial lo trató simplemente de
"notorio anticastrista". Se fue a sus noventa años sin pagar por todos
sus crímenes al estar protegido hasta el último momento por el Gobierno
de Estados Unidos, en particular por la CIA y la familia Bush.
Fue
conocido mundialmente cuando se supo que había sido uno de los autores
intelectuales de la voladura del avión de Cubana de Aviación, el 6 de
octubre de 1976, con 73 pasajeros a bordo, poco después de haber
despegado del aeropuerto Seawell de Barbados. Fue capturado en
Venezuela, donde trabajaba para los servicios de seguridad de ese país.
Luego de estar en prisión unos pocos años, la CIA lo ayudó a fugarse y
lo llevó hasta Centroamérica para que colaborara en la guerra de terror
que Ronald Reagan y su vicepresidente George Bush, padre, adelantaron
contra el Gobierno sandinista de Nicaragua en la década de los ochenta.
Aquí algunos otros detalles del accionar de este terrorista, así como
los nombres de algunos de sus protectores y cómplices (*)
Posada Carriles había sido reclutado por la CIA en 1960. En una entrevista al New York Times el 12 de julio de 1998 decía: “La CIA nos lo enseñó todo... todo. Cómo usar explosivos, cómo matar, hacer bombas... nos entrenaron en actos de sabotaje”.
Fue de los seleccionados para participar de las operaciones especiales
contra Cuba. Luego de la Crisis de los Misiles se enroló en el ejército
estadounidense, graduándose de oficial.
No son pocos los
investigadores que lo ubican como otro de los participantes en el
complot que terminó con la vida del presidente Kennedy. La CIA lo
vincula a la Representación Cubana en el Exilio, RECE, organización que
recibía importantes aportes financieros de la empresa ronera Bacardí
(1). Después de la Crisis de los Mísiles, la RECE tenía como objetivo
inicial preparar una masiva agresión a Cuba, pero todo quedó en acciones
terroristas contra la población civil.
Posada Carriles deja la
RECE para viajar a Venezuela. Cuenta en su autobiografía que en 1969 es
incorporado a los servicios de seguridad política en ese país, por
indicaciones de la CIA. “Unos pocos fuimos recomendados a diferentes
gobiernos, para actuar como instructores de personal en el campo de la
lucha antisubversiva o como asesores en materia de seguridad nacional.” (2) En Venezuela llegó a ocupar el cargo de Comisario Jefe en la DISIP. “Desde mi posición combatí sin tregua a los enemigos de la democracia venezolana.”
Lo que significó la tortura y muerte a muchos ciudadanos de la
oposición, no solo armada. Aunque seguía guardando el contacto directo,
en 1974 se desvincula oficialmente de la DISIP para crear su propia
empresa de seguridad, para lo cual viaja a Estados Unidos a adquirir el
material necesario.
Irangate y Contragate
El 7 de
octubre de 1986, las autoridades sandinistas presentaron a la prensa un
prisionero llamado Eugene Hasenfus. Al día siguiente, el diario oficial
Barricada publicaba en primera página, a toda plana, una foto
que daría la vuelta al mundo. Un jovencito de rasgos indígenas, con cruz
al cuello y uniforme verde olivo halaba una cuerda. Llevaba amarrado
por las manos a un hombre rubio, alto y corpulento.
Hasenfus
había sido era el único sobreviviente. El cohete portátil había
impactado en el avión de transporte militar, ante la incredulidad de los
milicianos nicaragüenses que lo dispararon. La nave se precipitó a
tierra sin dar tiempo a los otros dos estadounidenses de saltar en
paracaídas. Todos tres veteranos de Air América, y miembros del equipo
que lanzaba pertrechos militares a la Contra. Fue el 5 de octubre, cerca
a la frontera costarricense.
Aunque la noticia se sintió como
una explosión en el corazón del poder en Washington, de Reagan para
abajo se trató de no darle importancia o manifestar interés, empezando
por negar cualquier responsabilidad. Esta actitud iba a durar unos pocos
días.
Las autoridades nicaragüenses mostraron varios
documentos que comprometían a la CIA, hallados entre los destrozos del
avión. La prensa estadounidense descubrió la casa de seguridad de
Hasenfus en San Salvador, y una agenda con el numero directo de la
oficina de North en Washington, de Secord en Virginia, y el del jefe de
la estación de la CIA en la embajada de Costa Rica.
Las
declaraciones del mercenario, veterano de Vietnam, empeoraron las cosas.
Por ejemplo, dijo que sus jefes en El Salvador eran dos oficiales de la
CIA llamados “Max Gómez” y “Ramón Medina”. Los mismos periodistas se
encargaron de averiguar que esos eran los alias de Félix Rodríguez, y
Luis Posada Carriles.
El escándalo tomó forma: Altos
funcionarios de la Casa Blanca y de la CIA, aparentemente trabajaban en
una operación secreta prohibida por el Congreso. Además, en tal acción
ilegal tenían involucrado Posada Carriles, un hombre que se decía
oficial de la Agencia, pero implicado en la voladura de un avión civil y
evadido de una cárcel venezolana.
En su autobiografía (3), Posada recuerda que poco después de ser capturado Hasenfus, “Aparezco en la primera plana del periódico Miami Herald, de Miami.” Narró que en El Salvador se produjo un gran alboroto, debido a que la prensa internacional ubicó “dos de las casas donde viven los pilotos y también detectan la mía.” Y en esta frase el terrorista confirma el grado de mando que se le había dado en Ilopango: “Prohibí a los norteamericanos que salieran de la casa.”
Un terremoto se convierte en la desgracia para los pobladores de San
Salvador, pero ayuda a los mercenarios de la CIA al distraer la atención
de la prensa. “Aprovechamos bien el tiempo , dice Posada, trasladamos a todo el personal, unos 30 hombres, a la Base de Ilopango. La fuerza aérea [salvadoreña]
me prestó camiones y personal militar uniformado y, esa noche,
trasladamos cajas de documentos, desconectamos las radios y las grandes
antenas de los techos. El armamento y todo el material sensible fueron
trasladados y almacenados en la Base Aérea .”
El cómo
Posada Carriles había llegado hasta ahí, y otras intimidades vividas en
Ilopango, no solo lo contó en ese libro. Según un documento
desclasificado por el FBI, dos “agentes especiales” de ese organismo
entrevistaron a Posada el 3 de febrero de 1992. (4) A pesar de estar
buscado por terrorismo y evasión, el encuentro sucedió en la propia
embajada estadounidense en Tegucigalpa. Ahí les contó que “[Félix] Rodríguez y otros amigos cubanos lo ayudaron a salir de Venezuela y reubicarse en El Salvador.”
En este país le entregaron documentos con otro nombre y autorización
para portar cualquier tipo de armas, empezando a trabajar para el
“Proyecto de suministros” de la Contra desde fines de 1985. Conoció que
Chichí Quintero era una especie de “gerente”, por lo que “iba y venía entre Washington y San Salvador, trayendo dinero e instrucciones.” Los del FBI anotan que Posada “guarda en su mente que el dinero nunca pareció ser un problema.”
El Bin Ladem latino, perdonado
Durante los primeros meses del Irán-Contras, Luis Posada Carriles se
convirtió en una pesadilla para el vicepresidente Bush. Nadie le creía
que no supiera de la participación del terrorista en la operación de
aprovisionamiento de armas a la Contra. Era necesario que desapareciera
de la escena pública, lo que se logró con la complicidad de los
gobiernos de El Salvador, Guatemala y Honduras. Pero Washington siempre
supo donde se encontraba, como lo probó la entrevista que le hicieran
dos agentes del FBI, en 1992, dentro de la embajada estadounidense en
Tegucigalpa.
En 1997 una ola de atentados con bombas contra
hoteles y sitios turísticos tiene lugar en La Habana. Varias personas
resultan heridas y un joven italiano muere. Las autoridades cubanas
detienen a dos centroamericanos como responsables materiales. Ellos
confiesan que han actuado bajo las órdenes de Posada Carriles. El 12 y
13 de julio de 1998, el New York Times publicó una extensa
entrevista con ese exoficial de la CIA, hombre del Equipo de Choque,
desde un lugar secreto que resultó ser Aruba.
Decía el diario que “por la primera vez, Posada describía el papel que él había jugado en ciertos episodios importantes de la Guerra Fría.”
Precisando que la veracidad de sus declaraciones se podía confirmar en
documentos oficiales desclasificados, y que las autoridades
estadounidenses habían cerrado los ojos para que Posada pudiera tener
libertad en sus actividades.
Entre las cosas que contó Posada
con total cinismo, y que causaron cierto revuelo en Estados Unidos,
estaba el que la Fundación Nacional Cubano Americana, FNCA, había
financiado los atentados. Es de anotar que la casi totalidad de máximos
directivos de esta organización extremista han tenido vínculos con los
servicios de seguridad de ese país, que vienen desde la tentativa de
invasión a Cuba por Bahía de Cochinos. La Fundación ha sido un
instrumento político del Partido Republicano y de los Bush, y varias
investigaciones han demostrado su complicidad con varios de los
terroristas que han actuado para el Equipo de Choque. En esta Fundación
la empresa ronera Bacardí ha tenido gran influencia.
Posada admitió al NYT su responsabilidad intelectual en los atentados en La Habana, a los que calificó de “actos de guerra”,
y una forma de fomentar la duda sobre la estabilidad del Estado cubano y
sus Fuerzas Armadas. Sobre el ciudadano muerto dijo: “Ese italiano estaba en el mal lugar, en el mal momento”. Ni ese ni los otros crímenes cometidos durante su actividad terrorista le molestan la conciencia: “duermo como un bebé”.
“Como lo pueden constatar, siguió diciendo el terrorista a los periodistas, el FBI y la CIA no me molestan, y yo soy neutro ante ellos. Cuando puedo ayudarles, lo hago.”
Les reconoció tener pasaportes de cuatro nacionalidades con diferentes
nombres. Uno de ellos era estadounidense, el cual utilizaba “ocasionalmente” para ir a ese país “oficialmente”.
A partir de información entregada por las autoridades cubanas, el 17 de
noviembre del 2000 Posada Carriles es detenido en la ciudad de Panamá
junto a Gaspar Jiménez, Pedro Remón y Guillermo Novo Sampol. Todos
veteranos de la CIA, del Proyecto Cuba y el Equipo de Choque. Estaban
preparando un atentado en la Universidad para el día siguiente, cuando
el presidente Fidel Castro se dirigiera a más de mil estudiantes. Sería
una mortandad. El dirigente cubano había llegado a Panamá para
participar en la X Cumbre Iberoamericana.
El 20 de abril la
justicia panameña condenó a Posada Carriles y Gaspar Jiménez a ocho años
de prisión por delitos contra la seguridad pública, peligro común, y
falsedad de documentos. Los otros fueron sentenciados a siete años. Pero
la presidente Mireya Moscoso los indultó por «razones humanitarias» el
26 de agosto del 2004, cinco días antes de entregar su cargo. Dos
aviones llegaron por ellos desde Estados Unidos. Posada viajó a un país
centroamericano, y los demás entraron directamente a la Florida sin
encontrar mayores impedimentos. Según se supo poco después, Posada tenía
documentos expedidos por la Embajada estadounidense en Panamá. La
intervención directa del gobierno de George Bush hijo.
En marzo
del 2005 el terrorista ingresó de manera irregular a territorio
estadounidense desde México. Inicialmente, por intermedio de su abogado,
solicitó asilo político con el fin de evitar el pedido de extradición
solicitado inmediatamente por Venezuela, de donde es prófugo de la
justicia. A pesar de ello, aún en mayo, el Departamento de Estado
aseguraba que Posada no estaba en Estados Unidos. Pero el día 17 de ese
mes el Miami Herald entrevistó a Posada en un lugar de la
Florida. Como no hubo alternativa, ese mismo día fue detenido bajo el
cargo de ingreso ilegal al territorio estadounidense.
Sin
decirlo directamente, en muchas ocasiones Posada Carriles “ha sugerido
fuertemente que si hablaba podía causar graves problemas al FBI, a la
CIA, al gobierno y… al clan Bush.” (5)
Por eso no fue tan
extraño que en enero del 2006 el gobierno de Bush hijo anunciara la
posibilidad de liberar bajo fianza al terrorista. Y se hizo efectivo el
19 de abril del 2007, después que sus amigos depositaron 350.000
dólares. Nada importaron los llamados internacionales para concretar su
extradición, o un juicio por terrorismo. El manto de la impunidad cubría
a otro miembro del Equipo de Choque. Nuevamente uno del clan Bush lo
extendía. Y en medio de la supuesta “guerra contra el terrorismo”.
El 27 de agosto del 2008 el presidente de Honduras, Manuel Zelaya,
denunció que en enero del 2006 el embajador de Estados Unidos en este
país, Charles Ford, había presentado una solicitud para que se le
concediera visa a Posada Carriles. O sea, la Casa Blanca había buscado
la alternativa de que se recibiera en ese país al terrorista, si los
procedimientos “legales” se complicaban para que se quedara en Estados
Unidos. “Era imposible darle una visa a Luis Posada Carriles, cuando
era una persona cuestionada por actos de terrorismo. Ellos defienden ese
tipo de terrorismo, me consta a mí”, subrayó Zelaya.
Así,
en Miami, Posada Carriles pasaba a ser vecino de varios involucrados en
terrorismo del Equipo de Choque, como Orlando Bosch, el otro responsable
intelectual del atentado terrorista contra la nave comercial de Cubana
de Aviación. Se volvía a comprobar que Washington tiene terroristas
buenos y terroristas malos, según lo dicten sus intereses.
“Sr. Bush, ¿qué sabe usted acerca de Luis Posada?”
En una sesión especial del Senado, entre las preguntas que le realizó
el legislador Tom Harkin al ausente vicepresidente Bush, las mismas que
quedaron sin respuesta, están: (6)
¿Por qué la Fuerza de
Tarea para Combatir el Terrorismo, que usted encabezaba, no investigó
las acusaciones de las conexiones de Posada con la operación secreta de
abastecimiento a los Contras? […]
Si el Sr. Posada, quien era compañero de trabajo de un cercano asociado del Vicepresidente [se refiere a Rodríguez] y un aliado por mucho tiempo del asesor de seguridad nacional del Sr. Bush […]
pudo escapar del escrutinio de la Fuerza especial para el Terrorismo
del Vicepresidente, entonces, necesitamos preguntarnos a qué otros
terroristas internacionales no se ha molestado en investigar el
Vicepresidente […]
“Parece ser que usted encuentra
ciertos tipos de terrorismo internacional menos ofensivos, o al menos,
menos dignos de investigación que otros. […] Es duro luchar
contra el terrorismo cuando los terroristas son amigos de uno de sus
“buenos amigos”, y son parte de una operación ilegal que se lleva a cabo
bajo sus propias narices [...].”
(*) Apartes tomados del libro de Hernando Calvo Ospina: El Equipo de Choque de la CIA. El Viejo Topo, Barcelona 2010.
- Calvo Ospina, Hernando. Ron Bacardí. La guerra Oculta. Ed. Red de Consumo Solidario. Madrid, 2000. Ver también: Vargas Llosa, Álvaro. El Exilio Indomable. Ed. Espasa. Madrid, 1998.
- Posada Carriles, Luis. Los caminos del Guerrero . Autobiografía. Sin editor conocido, ni país de publicación. Agosto, 1994.
- Idem
- FBI. Expediente # IC-600-1. Fecha de transcripción: Washington, 07/02/1992.
- Lemoine, Maurice. “Posada Carriles (Luis)”. Le Monde Diplomatique . París, abril 2008.
- Acta del Senado Jueves, 22 de septiembre de 1988 (Día legislativo del Miércoles, 7 de septiembre de 1988) Congreso 100, Segunda Sesión. Acta del Congreso 134 S 13037. Referencia: Vol. 134, No. 131. Washington DC
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