Arturo Balderas Rodríguez
Paulatinamente crece en los estadunidenses el sentimiento de que cada vez es más remota la posibilidad de que Donald Trump sea separado de su cargo – impeachment–, coinciden varios analistas políticos. Algunos apuntan que iniciar un juicio político contra el presidente pudiera dañar las pretensiones de algunos de los candidatos demócratas para llegar al Congreso en las próximas elecciones de noviembre. A los estadunidenses no parece gustarles la idea de que su presidente sea defenestrado. Eso se refleja en el crecimiento de quienes piensan lo inoportuno de iniciar un juicio político en su contra. De acuerdo con una encuesta reciente de la NPR/PBS, 47 por ciento de los entrevistados dicen que votarán contra los candidatos que quieren separar a Trump de su cargo. En otra encuesta de la CBS, 53 por ciento considera que la investigación de Robert Mueller, el fiscal especial que investiga la posible colusión de Trump con los rusos para sabotear la campaña de Hillary Clinton, está motivada por cuestiones políticas, mientras que sólo 48 por ciento estima que es legítima. En un artículo publicado en el New York Times la semana pasada, Frank Bruni, uno de los editorialistas más críticos de Trump, consideró que los demócratas jugarían una carta muy peligrosa si deciden iniciar un juicio político y no logran reunir los votos suficientes para su propósito.
Los republicanos, cuya mayoría en el Congreso puede ser determinante para iniciar el procedimiento que culminaría con la defenestración del presidente, han demostrado su clara reticencia a dar ese paso. Muestra de ello fue la decisión del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, cuya mayoría, incluido su presidente, declaró no haber encontrado elementos que justificaran un juicio en contra del primer mandatario, por lo que dio por concluida la investigación en ese cuerpo legislativo. Como era de esperarse, los legisladores demócratas votaron contra el dictamen por considerar que en la investigación hubo múltiples irregularidades.
Desde el punto de vista jurídico, Jeffrey Tobin, otro crítico de Trump, publicó un artículo en la revista The New Yorker en el que da cuenta de una serie de entrevistas con varios especialistas en cuestiones jurídicas. Coinciden en que Mueller sí ha logrado probar que por lo menos una docena de colaboradores de Trump estuvieron involucrados de alguna manera en dicho sabotaje. Sin embargo, todo apunta a que hasta ahora, no ha logrado reunir las pruebas fehacientes para acusar criminalmente al presidente.
Todo este cuadro parece apuntar a la dificultad de separar a Trump de su cargo. Desde luego es resultado de su indudable capacidad para tergiversar, mentir y desvirtuar los hechos con el propósito de lograr sus fines y destruir a sus enemigos, según relata Frank Rich en un extraordinario artículo publicado en la revista New York en el mes pasado. Relata la estrecha relación que Trump tuvo con su mentor Roy Cohn, a quien califica como el peor ser humano que ha existido. Cohn, al igual que Trump, creció y medró en la sociedad neoyorquina usando su capacidad para comprar y vender influencias, engañar y tergiversar la ley. Es el clásico ejemplo del pupilo que supera al maestro, al que por cierto traiciona y deslegitima, pero que se consagra cuando llega a la Casa Blanca.
El hecho concreto es que, a pesar de la idea general sobre su supuesta incapacidad y torpeza, Donald Trump ha demostrado que puede ser todo lo pernicioso que se quiera, pero no idiota, como se le suele considerar en más de un círculo político e intelectual. Habrá que ver hasta dónde su capacidad para entender y pervertir el sistema le permitirá continuar su tarea de zapa de la democracia estadunidense.
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