De regreso de un viaje a
Cuba quisiéramos compartir unas pocas reflexiones sobre el momento
actual de la isla. El endurecimiento del bloqueo ordenado por Donald
Trump complica la situación económica de la isla rebelde. Pone piedras
en el camino de la actualización del modelo económico pero no hace mella
en la moral de los cubanos que a lo largo de casi sesenta años
aprendieron a convivir con tanta malevolencia que, como el mal tiempo,
viene del Norte. Con Trump ya son doce los inquilinos de la Casa Blanca
que quisieron derribar a la Revolución Cubana, o producir el tan ansiado
“cambio de régimen”. Los once anteriores mordieron el polvo de la
derrota, y al magnate neoyorquino le espera más de lo mismo. Ordenó el
retiro de numerosos diplomáticos de la reabierta embajada de EEUU en La
Habana (la mayoría de los cuales eran agentes de inteligencia o personal
adiestrado para “reanimar” con diversos subsidios y programas a la
“sociedad civil” cubana) e impuso renovados obstáculos al comercio
exterior de la isla, a las inversiones norteamericanas y también al
turismo de ese origen que se dirige a Cuba, exhortando al ciudadano a
“reconsiderar su decisión de viajar” a la isla.
El nuevo
presidente, Miguel Díaz Canel, deberá transitar por un sendero erizado
de dificultades: desde la ilegal extraterritorialidad de las leyes de
EEUU que, con la aquiescencia de gobiernos serviles (empezando por los
europeos y siguiendo por los latinoamericanos) impone sanciones a bancos
y empresas de terceros países que intervengan en el comercio exterior
de Cuba hasta los vetos a la importación de productos que contengan más
de un diez por ciento de componentes estadounidenses o de patentes
radicadas en ese país, pasando por la prohibición de entrar a puertos de
Estados Unidos a buques de carga que en los seis meses anteriores lo
hubiesen hecho en alguno de Cuba. El repertorio del chantaje mafioso al
que someten a la isla rebelde es tan grande como enfermiza su vieja
obsesión por apoderarse de ella, que comienza con la célebre exhortación
de John Adams en 1783 para acelerar la anexión de Cuba a las Trece
Colonias. Pero la patria de Martí y Fidel ha dado sobradas muestras de
tenacidad para defender su revolución y de su capacidad para, en medio
de tan desfavorables circunstancias, garantizar para su población
estándares de salud, educación y seguridad social y ciudadana como
ningún otro país de la región.
Es obvio que se avecinan
tiempos difíciles para Cuba, pero nada que no se haya experimentado
antes. Hay un gobierno de super-halcones como también lo había, sobre
todo, en tiempos de Ronald Reagan. La diferencia es que ahora la CIA
adquirió una muy visible pre-eminencia en el staff presidencial.
Siniestros personajes como Michael Pompeo (ex Director de la CIA) ahora
es Secretario de Estado; John Bolton, el matón del barrio, dirige el
Consejo de Seguridad Nacional; un ignoto (por buenas razones) Juan Cruz
fue designado por Bolton Director de Asuntos del Hemisferio Occidental
en el Consejo de Seguridad Nacional. Decíamos “ignoto” porque Cruz fue
un hombre de acción en la Agencia, no un simple analista sino un killer.
Según el vicepresidente de Colombia, el General Oscar Naranjo, el
puertorriqueño participó “en varias de las operaciones de inteligencia
más productivas y eficientes", incluyendo golpes militares contra los
principales líderes de las FARC, Raúl Reyes y el Mono Jojoy, y la
importante liberación en 2008 de un grupo de rehenes de las FARC, entre
ellos tres contratistas del gobierno estadounidense e Ingrid Betancourt.
O sea, un hombre de armas llevar (y disparar). La cadena Univisión
comentó que “no pudo encontrar una fotografía de Cruz ni ninguna
referencia a él en Internet, una muestra de su trabajo como espía.”
Pues
ese se encargará ahora de todos nosotros, los del Hemisferio
Occidental. A estas enternecedoras figuras hay que agregar los nombres
de John Kelly, ex general de los Marines y ex Jefe del Comando Sur es
Jefe de Gabinete de Trump; de Liliana Ayalde, número dos del Comando Sur
y casualmente ex embajadora en Paraguay y Brasil en tiempos de los
“golpes blandos” contra Lugo y Dilma; y el de la actual jefa de la CIA,
Gina Haspel, una mujer de rostro encantador con más de treinta años de
carrera en la agencia y el mérito de haber dirigido una prisión
clandestina en Tailandia en el 2002, donde sospechosos de terrorismo
fueron objeto de torturas aplicándoseles la técnica del “submarino” bajo
su supervisión y, al menos en un caso, su personal administración.
No
es la primera vez que Cuba tiene que vérselas con personajes como
estos. Lo que ocurre es que ahora están en la superficie; antes, en
cambio, se movían tras bambalinas pero de una forma u otra siempre
estuvieron allí, en lo que se llama en Washington el “deep state”, el
estado profundo, elegido por nadie y que ante nadie da cuenta de sus
actos. Sin dudas que el gobierno y el pueblo cubanos sabrán enfrentar
esta nueva ofensiva. Y que los halcones de Washington tampoco podrán
enfilar todas sus baterías en contra de Cuba, y de Venezuela, porque
toda su atención está concentrada en la histórica reunión de los dos
jefes de estado de Corea del Norte y Corea del Sur que provocó un
terremoto de vastas proporciones en el tablero de la geopolítica
mundial. La guerra comercial declarada contra China requiere más que
nunca mantener, en Corea del Sur y a tiro de cañón del litoral marítimo
chino, un inmenso aparato militar con unos 35.000 hombres y equipamiento
de última generación. Si el diálogo entre las dos Coreas prospera a
Washington le será muy difícil continuar con sus tropas y armamentos en
el Sur. Y el objetivo militar más importante no es Corea del Norte sino
China.
Podría parecer exagerado pero el sorpresivo acuerdo entre
las dos Coreas es una da las mayores humillaciones diplomáticas
sufridas por la Casa Blanca en mucho tiempo, y de una trascendencia que
nos atreveríamos a decir superior a la que en su momento tuvo la derrota
del ALCA en Mar del Plata en el 2005. Y un inesperado dolor de cabeza
para la Casa Blanca que estará muy ocupada (y sin tanto tiempo ni gente
para acosar a Cuba) para evitar que la situación en el Sudeste asiático
se le escape de las manos.
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