David Brooks
La actriz de cine porno Stormy Daniels, quien asegura haber
tenido una relación extramarital con el presidente Donald Trump, durante
su participación en el programa de comedia Saturday Night Live, que transmite la cadena NBC desde Nueva YorkFoto Ap
Si algo define a este
régimen estadunidense es el volumen sin precedente de mentiras y
engaños. Pero lo más asombroso es que ha logrado que eso no tenga
ninguna consecuencia... por ahora.
La semana pasada, otras dos mentiras (hubo más, pero estas fueron las
más comentadas) se sumaron a la larga lista, algo poco novedoso, más
allá de que como ya se han acumulado tantas el propio presidente y sus
servidores se hicieron bolas entre sí. En su primer acto público para
defender a su viejo cuate, Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York y
recién contratado abogado del presidente, declaró públicamente que Trump
–quien lo había negado tajante– sí sabía del pago de 130 mil dólares
hecho por su abogado privado Michael Cohen a la actriz porno Stormy
Daniels, a cambio de su silencio sobre una aventura sexual poco antes
de la elección de 2016. Más aún, reveló que Trump había rembolsado el
dinero a su abogado, pero aseguró que los fondos no provenían de la
campaña (lo cual sería un delito).
Preguntado sobre lo dicho por su abogado, Trump afirmó:
no estamos cambiando ninguna historiasobre esto, y reiteró que no sabía del pago, y que Giuliani apenas había empezado a trabajar el día anterior, y que necesitaba
poner en orden sus hechos. Giuliani después intentó corregir afirmando que Cohen había hecho lo necesario por proteger a la familia del mandatario ante las falsas acusaciones de Daniels, y que el presidente no estaba enterado de los detalles. Acto seguido, Giuliani calificó sus propias declaraciones anteriores de
rumores, y explicó que apenas había empezado a trabajar en estos asuntos, hace un par de semanas (y no el día anterior, como afirmaba su jefe). Dijo no saber si Cohen pagó a otras mujeres por lo mismo. A la vez, el New York Times reportó que Trump sabía del pago a la actriz porno meses antes de que lo negó en entrevistas con reporteros. Ahora se requiere de una guía para saber quién dijo qué y cuándo.
Mientras tanto, la semana pasada el ex doctor personal de Trump
sorprendió a todos cuando reveló que su declaración de que el entonces
candidato gozaba de perfecta salud había sido dictado por su paciente. O
sea, ni eso tiene credibilidad.
Para los comediantes este gobierno sigue siendo un regalo de los dioses, ya que, como comentó uno de ellos, “el material casi se escribe solo”.
Hay tantas mentiras, engaños y distorsiones que el Washington Post mantiene
un proyecto permanente que registra en una lista cada afirmación falsa o
engañosa del gobierno de Trump. Hasta la más reciente actualización, el
primero de mayo, el
conteo ya llegó a un total de 3001 en los 466 días desde que Trump
llegó a la Casa Blanca, un promedio de 6.5 afirmaciones falsas o
engañosas por día. Vale señalar que desde que ingresó a la Casa
Blanca, una mayoría de estadunidenses siempre lo han calificado de
deshonesto y poco decente, según las encuestas.
La pregunta ya no es si Trump miente y engaña –algunos
sugieren que él mismo no puede distinguir entre la realidad y la
ficción, o sencillamente no le importa–, sino por qué todos los demás
tanto dentro como fuera del país lo toleran.
Algunos señalan que políticos dentro del país, incluso su propio
gabinete, sólo buscan cómo utilizarlo para sus propios intereses, para
después huir, antes de que se hunda el barco. Para los líderes
extranjeros, como comentó a La Jornada un observador veterano
de la política exterior, el manejo con el líder del país más poderoso ya
no se trata de diplomacia, sino mas bien de sicología.
El hecho es que este pueblo eligió, o permitió la elección de alguien
que siempre ha engañado y mentido; eso quedó más que documentado en su
carrera como empresario, en la cual ha mentido acerca del tamaño de su
fortuna, la altura de la Torre Trump y durante toda su campaña. De
cierta manera votaron por él porque denunció que todos los políticos son
mentirosos y que este país ha sido engañado por todos sus antecesores;
en eso podría decirse que fue honesto. Votaron por él no por su
honestidad, sino para
sacudir al sistema político, señalan algunos expertos políticos y encuestadores.
Múltiples investigaciones y procesos judiciales están tratando de
comprobar sus mentiras y sus intentos de encubrir sus falsedades. Entre
éstas están la encabezada por el fiscal especial Robert Mueller (incluye
la colusión con los rusos y obstrucción de la justicia), una
investigación criminal contra Cohen y demandas civiles que incluyen la
de Stormy Daniels (cuyo nombre real es Stephanie Clifford) y otra por
Summer Zervos, quien alega que sufrió hostigamiento sexual por parte de
Trump durante su participación en el programa El aprendiz.
Por tanto, la otra pregunta es que si llega el momento en que la verdad lo alcance, ¿habrá consecuencias o no?
Uno puede engañar a toda la gente parte del tiempo, y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a toda la gente todo el tiempo, es el famoso dicho que siempre se le atribuye a Abraham Lincoln (aunque algunos historiadores dicen que eso no está comprobado, uno ya no puede creer en nada). Pero en esta coyuntura, ¿eso todavía vale? Dicen una y otra vez que, con Trump, Estados Unidos está viviendo una
realidad post-verdad.
Algunos consideran que el caso de Cohen, detonado en parte por Stormy
Daniels, podría ser más peligroso para Trump que los otros en el futuro
cercano, porque de ahí podrían surgir no sólo otros episodios
parecidos, sino todo tipo de negocios poco conocidos y potencialmente
sospechosos (es un gran comerciante de engaños).
Daniels dice que actúa sólo en nombre de la verdad, y es muy posible
que ella goce de mayor credibilidad que el presidente de Estados Unidos;
en los hechos, ella nunca ha mentido sobre quién es y qué hace.
Todo lo cual podría llevar, tal vez, al final más apropiado para este
capítulo de la historia de este país, donde la nota principal de todos
los medios sería: “una estrella de cine porno rescató a la república estadunidense”.
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