Las reflexiones que
siguen parten de la lectura del ensayo de Boaventura Sousa Santos
titulado “Epistemologías del Sur”, publicado en la revista Utopía y Praxis Latinoamericana,
año 16, No. 54, julio – septiembre de 2011, pp 17 – 39, publicada por
la Universidad de Zulia, Maracaibo, Venezuela. En su libro “Descolonizar
el saber, reinventar el poder” también recoge Boaventura Sousa S. estas
mismas ideas.
¿Qué dice Boaventura?
De salida, en la primera línea de su resumen, Boaventura Sousa Santos (BSS) afirma: “Es un hecho irreversible que el logos eurocéntrico ha implosionado en sus propias fuentes de desarrollo político y económico”.
Enseguida agrega que el nuevo logos que propone, aunque nace de la
Teoría Crítica (concepto que a lo largo del texto alternará con
Pensamiento Crítico, que no es exactamente los mismo), ayudará a superar
la lógica del “capitalismo y colonialismo sin fin” (en que supuestamente ha caído el logos eurocéntrico), basándose en la “sabiduría ancestral que porta el pensamiento de estos pueblos originarios”
(de América) y su filosofía del “Sumak Kawsay” (Buen Vivir), vocablo de
origen quechua que alude a vivir a plenitud, felizmente, en armonía con
la naturaleza, y que tiene equivalentes en otras culturas originarias
de América.
Estas primeras afirmaciones de BSS nos producen
algunos interrogantes: ¿Es cierto que ha “implosionado” todo el “logos”,
que él califica de eurocéntrico? ¿Esto incluye toda la ciencia moderna,
las naturales y las sociales? ¿El concepto “sumak kawsay” se opone a
todo el logos proveniente de Europa o el Norte, o específicamente a la
visión positivista de la lógica desarrollista o productivista de una
parte del logos “eurocéntrico”?
Según él, “no necesitamos alternativas, sino más bien maneras alternativas de pensamiento”,
las cuales pueden encontrarse en los movimientos indígenas y sus
concepciones sobre el estado plurinacional, la democracia participativa y
desarrollo basado en el Buen Vivir y los derechos humanos que incluyen
la naturaleza. Estas alternativas presentan una salida a “la calle ciega en que la tradición crítica occidento-céntrica parece estar atrapada”.
Para Boaventura, la crisis de la “tradición crítica” se basa en los
siguientes desafíos: cómo interpretar lo viejo y lo nuevo; el fin del
capitalismo sin fin; el fin del colonialismo sin fin; la pérdida de
sustantivos críticos; la relación fantasmal entre teoría crítica y
práctica.
1. Lo muy viejo o muy nuevo : para explicar
este problema pone el caso del Proyecto Yasuni de Ecuador, por el cual
el país dejaría de explotar algunos yacimientos de petróleo a cambio de
que los países desarrollados le reconocieran 2 mil millones de dólares
por no contaminar. Para BSS, esta propuesta apunta a un “futuro
postcapitalista” que sale de una concepción de la vida precapitalista de
los indígenas ecuatorianos que, según él, el pensamiento crítico no
termina de comprender. “En el caso de América Latina, reclamar un pasado pre-colonial es una propuesta revolucionaria…”. Preguntas:
¿La propuesta modificaba el sistema capitalista? ¿Recuerda la idea del
Banco Mundial de “canje de deuda por naturaleza”? ¿Su evidente fracaso
habla de que no condujo a Ecuador a ningún camino postcapitalista? La
política de Rafael Correa no rompió con el extractivismo, es decir, con
una variante del capitalismo dependiente, aunque es justo reconocer que
aplicó políticas sociales más justas gracias a una redistribución del
ingreso de tipo keynesiano. Los problemas actuales de Ecuador, y el
fracaso del proyecto Yasuni en 2013, prueban que no ha trascendido en un
sentido post-capitalista la sociedad ecuatoriana.
2. El fin del capitalismo sin fin
: para BSS la izquierda mundial está entre dos extremos, los que tienen
dificultad para imaginar un fin del capitalismo, la socialdemocracia,
en la que coloca a Lula; y los que tienen dificultad para imaginar cómo
será el fin del capitalismo, en la que entra el “socialismo del Siglo
XXI” y los procesos de Bolivia, Ecuador y Venezuela. Respecto a los
últimos señala: “si los gobiernos imaginan el pos-capitalismo a
partir del capitalismo, los movimientos indígenas imaginan el
pos-capitalismo a partir del pre-capitalismo. Pero ni unos ni otros
imaginan el capitalismo sin el colonialismo interno”. BSS simpatiza
con la segunda vertiente, pero señala que su base social debe incorporar
legitimidad ampliando el sentido de lo nacional popular al
reconocimiento de las naciones originarias y el carácter plurinacional y
pluricultural del estado. Pregunta: Coincidiendo plenamente con
BSS, respecto a la existencia de un colonialismo interno que debe ser
combatido, el problema es si, siete años después de escrito este ensayo,
a la luz de la crisis de estos proyectos políticos “progresistas”, cabe
preguntarse si ha habido algún intento serio de avanzar hacia el “fin
del capitalismo” o si se mantuvieron en los límites del capitalismo sin
atreverse a tocar la cabeza del sistema de propiedad burgués.
3. El fin del colonialismo sin fin
: Respecto a este problema BSS también señala la existencia de dos
vertientes, la primera, que cree que el colonialismo se acabó con la
independencia y que sólo interesa la lucha de clases; la segunda, que
entiende que las oligarquías gobernantes continuaron un colonialismo
interno con implicaciones en la sociabilidad, la cultura, el espacio
público y privado, las mentalidades y subjetividades. Para la segunda
vertiente la “lucha anticapitalista tiene que ser conducida de modo paralelo a la lucha anticolonialista”; “la lucha por la igualdad no puede estar separada de la lucha por el reconocimiento de la diferencia”.
Cita a René Zavaleta para el cual esta realidad (nuevos movimientos
sociales indígenas, afro-descendientes, mujeres), crean turbulencia en
los conceptos: clase/multitud, sociedad civil/comunidad, estado/nación.
Lo que lleva a BSS a “la necesidad de tomar alguna distancia en relación a la tradición eurocéntrica”. Pregunta:
¿No incurre BSS en una contradicción al reivindicar aquí que una parte
de la tradición marxista sostiene la lucha paralela contra el
capitalismo y el colonialismo interno, pero más adelante “pone
distancia” de toda ella?
4. La pérdida de los sustantivos críticos: Para BSS, la teoría crítica en el pasado poseyó conceptos que la diferenciaban de las teorías burguesas. Pero conceptos como “socialismo,
comunismo, dependencia, lucha de clases, alienación, participación,
fetichismo de la mercancía, frente de masas, etc. Hoy, aparentemente,
casi todos los sustantivos desaparecieron” (¡!¿?). Aquí BSS no
hace distinción entre vertientes reformistas y revolucionarias, y
adscribe a la totalidad de la teoría crítica el adoptar conceptos
burgueses adaptándole un adjetivo contra-hegemónico, como “desarrollo
sostenible”, “democracia participativa”, etc. Las luchas sociales en
Latinoamérica estarían dirigidas, según BSS, a “resemantizar viejos
conceptos y, al mismo tiempo, introducir nuevos conceptos que no tienen
precedente en la teoría crítica eurocéntrica”. Pregunta:
Coincidiendo con BSS en que una parte de la izquierda (reformista) ha
abjurado de los originales sustantivos críticos, la pregunta es si en
verdad están muertos esos “viejos” conceptos en la academia y en las
luchas sociales, o si lo que está muerto es la caricatura de añadir
adjetivos supuestamente contra-hegemónicos a la sustantividad
positivista burguesa.
5. La relación fantasmal entre teoría crítica y práctica: El problema aquí se centra, según BSS, en que “En
los últimos treinta años las luchas más avanzadas fueron protagonizadas
por grupos sociales (indígenas, campesinos, mujeres,
afro-descendientes, piqueteros, desempleados) cuya presencia en la
historia no fue prevista por la teoría crítica eurocéntrica… muy
distintas de las privilegiadas por la teoría: el partido y el sindicato…
no habitan los centros urbanos industriales sino lugares remotos…”. No se expresan en conceptos como socialismo, derechos humanos, democracia o desarrollo, “sino dignidad, respeto, territorio, autogobierno, el buen vivir, Madre Tierra”.
Esta diferencia entre teoría y práctica no se debe solo a realidades
distintas, sino a diferencias ontológicas y epistemológicas, pues estos
movimientos construyen su lucha en base a conocimientos ancestrales
“ajenos al cientificismo” de la teoría crítica, y sus cosmovisiones los
llevan a pensar en actores sociales distintos: comunidad, tierra, etc.
Cita a Álvaro García Linera quien habla de “bloqueo cognitivo” e
“imposibilidad epistemológica” respecto a dos realidades que serán punto
de partida de proyectos emancipatorios y se sobrepondrán a la teoría
marxista: la temática campesina y étnica. Termina proponiendo “alguna
distancia” del pensamiento crítico y su tradición “pensado anteriormente dentro y fuera del Continente” (¿?). Preguntas:
¿Esto último incluye a Mariátegui, primer pensador marxista que le
metió cabeza al tema indígena y campesino? ¿No pensaron el problema
campesino Engels, Kautsky y Lenin? ¿No hubo un debate entre Lenin y
Luxemburgo sobre nación y autodeterminación? ¿Flora Tristán, Vera
Zasulich, Rosa Luxembugo, Kollontai, y tantas otras marxistas, no
pensaron el tema de la mujer y el feminismo?
Boaventura Sousa
Santos, establecidos los problemas que ve en la Teoría Crítica, pasa a
formalizar su propuesta de cómo encarar la situación. Empieza por una
afirmación contradictoria, “no echar a la basura de la historia toda esta tradición tan rica”, de la Teoría Crítica, “sin embargo, las soluciones modernas propuestas por el liberalismo y también por el marxismo ya no sirven…”.
Como se aprecia, siguiendo la moda postmoderna, Boaventura no hace
diferenciación entre positivismo burgués y materialismo histórico
proletario, los iguala para descartarlos en bloque. Ni siquiera intenta
rescatar algo de algunas de las múltiples corrientes marxistas. Nada
sirve. Al basurero no, pero sí échelos a algún cajón del desván. Es
parte de la moda post-moderna de repudiar la “racionalidad occidental”
en su totalidad.
Esquemáticamente BSS propone superar el “calle ciega” de la Teoría Crítica con: A. una Sociología de las Ausencias,
que haga visible lo que se ha invisibilizado en referencia a saberes
que no responden a la linealidad y la monocultura del pensamiento
eurocéntrico; B. una Sociología de las Emergencias que muestre las posibilidades plurales de futuro que pueden salir de saberes y prácticas no europeas; C. una Epistemología del Sur que reclame la justa valoración de conocimientos emanados de sociedades excluidas y silenciadas de las que puede surgir “una transformación progresista del mundo… no previstos por el pensamiento occidental…”; D. una Ecología de Saberes, que establezca el necesario diálogo intercultural de saberes, ya que no hay ni ignorancia, ni conocimiento en general; E. una Traducción Cultural o de Saberes basada en la “hermenéutica diaptópica”, de interpretación entre culturas.
Todo lo cual está muy bien y lo compartimos, con la aclaración de que
no puede ser hecho sin incorporar allí al materialismo histórico, con su
carga sustantiva o conceptual, incluyendo toda la tradición de lucha
del movimiento obrero europeo y norteamericano, y de centenares de
intelectuales marxistas de esos y nuestros países. Pretender confundir
el empirismo y el positivismo burgués con la Teoría Crítica y la
tradición marxista es inaceptable desde un punto de vista serio.
¿Qué aporta la Epistemología del Sur?
Dejemos claro desde el principio que consideramos un aporte positivo de
Boaventura Sousa Santos y su Epistemología del Sur, el intento de
comprender, explicar y producir una conceptualización a partir de los
grandes movimientos sociales de América Latina de inicios del siglo XXI.
Esta labor propuesta por BSS es necesaria, porque no se han analizado
suficientemente los grandes procesos sociales y políticos que dieron
origen a los gobiernos radicalmente progresistas de Hugo Chávez, Rafael
Correa y Evo Morales, en Venezuela, Ecuador y Bolivia respectivamente, y
otros procesos menos radicales pero que fueron influidos por los
primeros.
Constituye un aporte invaluable de Boaventura Sousa
Santos el visibilizar y dar voz a movimientos sociales que han devenido
en actores centrales de la realidad en las últimas décadas: indígenas,
afro-descendientes, mujeres y agreguemos nosotros, LGTBi y juveniles.
Junto con ellos rescatar para la “doxa” y la “episteme” conceptos que
de una manera u otra reflejan esa realidad: nación, pueblo, raza,
comunidad, buen vivir, autonomía, naturaleza (entendida no desde la
perspectiva científico-técnica, sino desde el mundo de la vida de
nuestros pueblos originarios).
Adscribimos con BSS a esa
vertiente de la izquierda y de la Teoría Crítica que comprende que el
colonialismo interno no ha desaparecido y que se expresa en la
cotidianeidad con prácticas discriminatorias, racistas, patriarcales que
escinden la sociedad entre el mundo de “el Ser” y el mundo de “el No
Ser”, que a su vez pretende aplastar todo tipo de manifestación cultural
de los oprimidos bajo el objetivo de imponer la “civilización”, es
decir, la monocultura de la dominación.
Por eso también, junto a
BSS, creemos que cualquier propuesta revolucionaria del siglo XXI, no
sólo en Latinoamérica y en general en el Sur, sino también en el Norte,
debe desarrollar paralelamente a la lucha contra la explotación de
clase, la lucha contra toda forma de opresión, discriminación,
invisibilización de las culturas, los pueblos y las naciones oprimidas.
Debe prevalecer un “diálogo intercultural” no sólo limitado a los
movimientos sociales y políticos, sino también en el mundo de la ciencia
social y la ciencia en general. Diálogo que hay que asumir con la
actitud de estar dispuestos a ver, vivir y comprender “realidades
sorprendentes”, al decir de BSS.
Como propone BSS, ese diálogo
intercultural debe partir de una Sociología de las Ausencias y de las
Emergencias que visibilice la amplia gama de formas que la humanidad ha
desarrollado a lo largo del tiempo y en multiplicidad de culturas para
comprender y explicar el mundo. Esa “Ecología de Saberes” debe ser
asumida rechazando los prejuicios eurocéntricos del positivismo, que
pretende una clasificación de las sociedades en inferiores y superiores,
según un criterio arbitrario de progreso.
Ecología de Saberes
necesaria, no solo desde el conocimiento formalizado hacia las
cosmovisiones de las culturas “no occidentales”, sino también a lo
interno de la ciencia y las humanidades, de la academia, donde es
evidente que el “norte” controla e impone sus saberes de manera lineal e
imperialista, mientras devalúa y manda al mundo del “no-ser” al
conocimiento formal producido en las universidades “tercermndistas”.
Suscribimos el criterio de BSS de que se debe apoyar consecuentemente
las demandas de los pueblos indígenas, no solo a la tierra, sino también
a vivir la vida como les dicta su cosmovisión, lo que obliga a los
gobiernos a respetar su cultura, su lengua, sus tradiciones, su
autonomía y su autogobierno. Otro tanto puede decirse de las comunidades
campesinas y afro-descendientes, para las que la democracia comunal y
participativa es un ingrediente esencial económica y culturalmente.
Entre todas esas demandas culturales también están los de las mujeres
en general, pero en particular de las mujeres pobres, cuyas luchas
atraviesan transversalmente los movimientos sindicales, indígenas,
campesino y afro-descendientes.
¿Cuáles son las limitaciones y errores de Boaventura Sousa Santos?
Sin embargo, el enfoque de Boaventura Sousa Santos tiene una serie de
errores que impiden que sea tomado en bloque como la propuesta novedosa,
epistemológicamente hablando, que él ha pretendido. El asombro que
siente BSS frente a los pueblos originarios de América lo lleva a ser
solidario y exigir respeto por sus culturas y saberes, lo cual es
correcto y estamos de acuerdo, pero también lo conduce (al menos en este
ensayo) a una simplificación idealizada, por la vía negativa del logos
europeo y por la positiva de la cosmovisión indígena.
Si
aplicamos el rigor del pensamiento crítico veremos que en muchos casos
se trata de sociedades complejas, con diferenciación de clases y
explotación, como lo fueron los grandes imperios Azteca, Inca o Maya.
Incluso en cacicazgos de mediana complejidad, como los existentes en el
istmo de Panamá prehispánico, se practicaba la esclavitud doméstica a
enemigos vencidos. En el mismo sentido, se podrían analizar la
existencia de prácticas patriarcales y opresivas contra las mujeres en
mucha de estas sociedades, las cuales persisten hasta el presente.
Esas contradicciones sociales fueron utilizadas por los conquistadores y
colonialistas europeos para “dividir y vencer”. De manera que,
simplificar los pueblos originarios, para reducirlos a la filosofía del
“buen vivir”, es hacer una caricatura irreal, semejante a la del
personaje (Viernes) de la novela Robinson Crusoe, de Daniel
Defoe. La muy eurocéntrica imagen del “buen salvaje”, al que la
civilización occidental debe “conservar” en un frasco como un producto
exótico para turistas.
Lo dicho no implica justificar ninguna
política “civilizatoria”, como han pretendido los gobernantes liberales y
socialdemócratas inspirados por el positivismo europeo. Europa no tiene
moralmente nada que enseñar. Pero el mundo no está dividido en
diablitos europeos y angelitos americanos. Se trata de hacer un análisis
social objetivo y realista.
Este maravillarse lleva a BSS a
generalizaciones que lo colocan, filosóficamente hablando, en el margen
de la metafísica, más que en análisis social concreto. Sin relación a
las explicaciones concretas, decreta de salida la muerte del “logos”,
que adjetiva en general como eurocéntrico, cuyos contornos van desde lo
que podría ser el positivismo liberal hasta el marxismo en todas sus
variantes, incluyendo aparentemente el marxismo indiano de Mariátegui.
BSS toma distancia de todo eso. Y no sabemos si abarca a las ciencias
naturales.
Peor aún, decreta la muerte de los “sustantivos
críticos”: lucha de clases, socialismo, dependencia, etc. Y todo ello
sin pararse a analizar si en la realidad concreta eso es cierto o si
mantienen vigencia. Argumenta que un sector de la izquierda y la
socialdemocracia (que hace cien años fue señalada de traicionar sus
principios), ha adoptado variantes de sustantivos burgueses a los que
suma un adjetivo con los que hacer reformismo (contra-hegemonía, dice
BSS): desarrollo sostenible o democracia participativa, por ejemplo.
Pero no todas las corrientes marxistas adscriben a ese procedimiento.
Reduce lo más radical de la Teoría Crítica a Habermas, el menos marxista
y el más weberiano de la Escuela de Frankfurt. Cometiendo la misma
falta que critica en los eurocéntricos de invisibilizar, o enviar al
mundo del “No-Ser”, a buena parte de la izquierda marxista y
revolucionaria del mundo y de América Latina.
Reduce las
izquierdas latinoamericanas a los socialdemócratas como Lula, por un
lado, y a los Evo, Chávez y Correa, por otro lado, dejando por fuera
otras variantes que existen y actúan, que van desde el MSTS y el PSOL en
Brasil, el Frente de Izquierda de Argentina, o el Frente Amplio peruano
y chileno, etc.
Decreta una ruptura entre la teoría y la
práctica de la Teoría Crítica, que él presenta como sinónimo de
Materialismo Histórico, al pretender que esa perspectiva no ha pensado
más que en “el partido y el sindicato”, y que los movimientos
campesinos, indígenas, de mujeres, etc. “no fueron previstos” y se han
producido por fuera de la teoría. Falso.
Frente a todos esos
temas hay pilas de documentos y análisis que no datan del siglo XXI,
sino desde hace más de cien años. Contra la mentira habitual de los
postmodernos, de que Marx, Engels y demás no vieron el problema de la
naturaleza, la mujer y campesino, está probado que sí analizaron
bastante esos temas, hasta donde la realidad del momento les permitió
avanzar.
A Boaventura se le olvidan dos cosas: una, que el
marxismo o Teoría Crítica, nunca ha pretendido construir un sistema
filosófico al estilo de los filósofos burgueses, que pontifican acerca
de todo lo humano y lo divino. El marxismo aborda los problemas en
concreto, en la medida que la lucha de clases los va colocando. Así que
usar la obra de Marx, como los escolásticos usaban la Biblia, para
encontrar la respuesta a todos los problemas, es un método que Marx
repudiaría.
Dos, que el conocimiento nace de la realidad social,
cuando en ella se van produciendo fenómenos nuevos que exigen análisis,
comprensión y respuestas. De manera que, si posteriormente a Marx,
surgieron movimientos feministas o indígenas que no actuaban en su
época, corresponde a los cientistas sociales y a los activistas
políticos de hoy realizar la actualización del “logos” que ayude a
comprender los nuevos fenómenos.
Todos esos fenómenos se han
analizado y se están analizando desde la Teoría Critica, y se han
producido miles de documentos al respecto. Pero Boaventura Sousa Santos
ha decidido ignorarlos porque, de manera apriorística, y rompiendo con
los buenos métodos sugeridos por el Pensamiento Crítico, él decretó el
fracaso de la Teoría Crítica.
Bajando a lo concreto de la
cuestión concreta: todos esos movimientos sociales de los que habla BSS,
que ciertamente han cobrado protagonismo en los últimos años, ¿Contra
qué luchaban? ¿Contra el colonialismo en abstracto?
El
movimiento que llevó al poder a Evo Morales, es indígena y a la vez
SINDICAL (de un sindicato sale Evo), y cobró fuerza en la Guerra del
Agua, contra la privatización de los servicios de agua potable de la
ciudad de Cochabamba, impuesto por las políticas neoliberales de las
agencias de crédito imperialistas y aplicados por los gobiernos
burgueses en Bolivia. El fenómeno político de Evo Morales no puede ser
explicado sin la lucha de clases.
Así que, contra el pronóstico
de Boaventura Sousa Santos, tenemos vivos en Bolivia todos los
“sustantivos críticos” que él dio por muertos: clase, sindicato, lucha
de clases, socialismo (porque MAS se llama al partido que lo postuló),
partido, imperialismo, explotación, teoría del valor, capitalismo,
neoliberalismo, democracia burguesa, etc. Claro, todo ello combinado con
el movimiento indigenista y sus particularidades culturales,
cosmovisiones, etc.
Pero un análisis serio de por qué un
indígena llegó a presidente de Bolivia, no puede desenfocarse de la
crisis de la globalización capitalista actual, con toda su carga
sustantiva, que BSS ha pretendido eliminar. La lucha de las comunidades
contra las empresas mineras y las hidroeléctricas, ¿No es acaso una
lucha contra el capitalismo depredador que somete a sus relaciones
sociales de producción zonas que antes escapaban a su lógica
explotadora?
Nuevamente, cualquier “análisis concreto de la
realidad concreta” (Lenin), nos lleva de vuelta a los sustantivos
críticos que ha dado por muertos Boaventura Sousa Santos. Porque la
realidad es que el mundo vive la crisis del capitalismo en su fase
decadente, eso explica y da el tono de los movimientos comunales,
campesinos, indígenas, de mujeres que defienden sus formas de vida
frente a la depredación del capitalismo voraz.
Vayamos más allá.
¿Cuál es la explicación de la crisis de los gobiernos progresistas del
continente, en los últimos años? La crisis del Proceso Bolivariano en
Venezuela, por ejemplo, no se reduce a la mera agresión exterior del
imperialismo yanqui, ella parte de la crisis mundial capitalista, la
manera como la crisis general afecta en particular a ese país: con su
crisis de los precios de las materias primas, el petróleo, y con ello la
crisis presupuestaria en el marco de no haber cambiado las estructuras
sociales capitalistas.
La crisis del “progresismo”
latinoamericano es un aspecto de la gran crisis capitalista mundial que
no logra ser superada en el plano social y político. Porque la humanidad
no logra trascender el capitalismo, justamente es por lo cual los
sustantivos críticos que lo explican siguen vigentes.
En la
realidad social concreta, no existe una separación tajante y mecánica,
entre los conceptos clase/pueblo, sociedad civil/comunidad,
estado/nación, como propone BSS. Por el contrario, existe una fusión
dialéctica de los conceptos que explica la Teoría Crítica y los
conceptos propuestos por las Epistemologías del Sur.
En Panamá,
por ejemplo, nuestra clase obrera agrícola está compuesta principalmente
por el pueblo Ngabe-Bugle. De manera que fueron los mismos actores
sociales, indígenas y a la vez obreros, los que en 2010 realizaron una
huelga general en defensa de su sindicato bananero, y en 2011 y 2012,
lucharon como comunidad y nación contra una ley minera que pretendía
quitarles sus tierras ancestrales, y los años siguientes contra un
proyecto hidroeléctrico impuesto desde el gobierno.
Como obreros
y como comunidades originarias, su enemigo es la explotación
capitalista. NO hay una separación mecánica entre ambas cosas, por el
contrario, hay una fusión dialéctica de la realidad y de los conceptos
que la explican.
La crisis no está en los conceptos, está en el
sistema y en las direcciones políticas “contra-hegemónicas" que lo
enfrentan. Como decía Trotsky, “la crisis de la humanidad es la crisis de la dirección revolucionaria”, porque las condiciones objetivas para la superación del capitalismo “han comenzado a podrirse”.
Las direcciones políticas contra-hegemónicas se hayan más debilitadas
ahora que nunca porque, a partir de la desaparición de la Unión
Soviética, en la mente de muchos se ha confundido la degeneración
stalinista con todo el movimiento socialista y se ha puesto un signo de
igual entre la burocracia soviética y toda la Teoría Crítica.
Parte de ese problema son las teorizaciones postmodernas, al estilo de
lo hecho por BSS, que pretende la supuesta muerte de la única teoría que
sigue dando cuenta cabal del sistema capitalista: el materialismo
histórico.
En ese sentido, reivindicar el diálogo intercultural y
la ecología de saberes, es un objetivo necesario, pero no suficiente,
si no es acompañado del análisis y combate al sistema de explotación
mundial que aplasta a los pueblos, naciones y etnias del mundo. Y ese
análisis y lucha no se puede sin las armas conceptuales construidas por
más de cien años de batallas del movimiento obrero, socialista,
comunista y marxista contra el sistema capitalista.
Visualizar
el “fin del capitalismo sin fin”, la sociedad que BSS llama
post-capitalista (y se niega a llamar socialista), requiere repensar
partiendo del invaluable aporte del marxismo y la Teoría Crítica. La
superación del capitalismo industrial no la encontraremos en la añoranza
de un pasado idealizado. La disyuntiva es la planteada por Rosa
Luxemburgo, socialismo o barbarie. La primera opción implica superación
positiva del capitalismo, para todas las naciones y culturas oprimidas
del mundo. La segunda opción implica un desastre y un fracaso para toda
la humanidad.
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