Fundación de la Cultura Estratégica
Un apretón de manos
no muy efusivo entre el presidente de EEUU, Barack Obama y el presidente
de Rusia, Vladimir Putin, antes y después que conversaran "durante unos
cuatro minutos", de pie, en el marco de la cumbre de la Cooperación
Económica Asia-Pacífico (APEC) en Lima, Perú, captó a la perfección el
melancólico declive de la era de Obama.
En una breve
retrospectiva, la díscola relación entre Obama y las "amenazas
existenciales" de Rusia y China lo incluye todo, desde el Maidan en Kiev
patrocinado por Washington hasta el "Assad se tiene que ir" en Siria,
con una mención especial para la guerra de precios del petróleo, las
sanciones económicas, las agresiones contra el rublo, la demonización de
Putin y todo lo que sea ruso, las provocaciones en el Mar del Sur de
China –todo eso hasta el floreado final con la muerte del muy alardeado
tratado Asociación Trans-Pacífico (TPP), lo que fue reconfirmado en la
APEC inmediatamente después de la elección de Donald Trump.
Fue
casi demasiado doloroso ver a Obama defender su no precisamente
espectacular legado en su última conferencia internacional de prensa,
irónicamente con el telón de fondo de la costa sudamericana del
Pacífico, justo cuando el presidente chino Xi Jinping disfrutaba muy a
gusto de su aura geopolítica, algo que ya comparte con Putin. En cuanto a
Trump, aunque invisible en Lima, estaba en todas partes.
El
entierro ritual en aguas del Pacífico peruano del "brazo mercantil de la
OTAN" y del pivote hacia Asia (anunciado pro primera vez en el mes de
octubre del 2011 por Hillary Clinton) le proporcionó a Xi la plataforma
perfecta para agitar los méritos de la Asociación General Económica
Regional (AGER) ampliamente apoyada por China.
La AGER es una
ambiciosa idea que apunta a convertirse en el más grande acuerdo de
libre comercio del mundo: 46% de la población mundial, con un PIB
combinado de 17 billones de dólares y el 40% del comercio mundial. La
AGER incluye a diez naciones de la ASEAN más China, Japón, Corea del
Sur, India, Australia y Nueva Zelanda.
La idea AGER nació hace
cuatro años durante una cumbre de la ASEAN celebrada en Camboya y ha
sostenido hasta el momento nueve rondas de negociaciones. Curiosamente
la idea inicial vino de Japón como un mecanismo para modificar una
plétora de acuerdos bilaterales que la ASEAN había logrado con sus
socios. Pero ahora China está a la cabeza.
La AGER es también la
piedra angular del Área de Libre Comercio de Asia-Pacífico, concepto que
fue introducido durante una reunión de la APEC en Beijing por, quién
más, China con el objeto de convencer a países cuyo principal socio
comercial es China y alejarlos de la idea del TPP.
La AGER e
incluso el ALCAP no constituyen un nuevo conjunto de normas comerciales
ultra extensivas (fraguadas por corporaciones multinacionales
norteamericanas) sino la ampliación de acuerdos existentes entre la
ASEAN e importantes naciones de noreste asiático, el sur de Asia y
Oceanía.
No son necesarios experimentados meteorólogos para darse
cuenta en qué sentido los vientos del Pacífico están soplando. Perú y
Chile ya están a bordo para unirse a la AGER. Y Japón, que estuvo
negociando el TPP hasta el último aliento, ahora se dirige también a la
AGER.
El Sultán entra en acción
Mientras tanto
Putin y Xi se reunieron una vez más y Putin reveló que visitará China la
próxima primavera para profundizar la participación de Rusia en la
Nueva Ruta de la Seda, también conocida como Una Faja, Una Ruta (UFUR).
El objetivo final será la fusión de la UFUR encabezada por China con el
desarrollo de la Unión Económica Euroasiática (UEE) encabezada por
Rusia.
Ese es el espíritu de los 25 acuerdos inter
gubernamentales sobre inversiones económicas y en la industria nuclear
firmados por el primer ministro ruso, Dmitry Medvedev, y el primer
ministro chino, Li Keqiang, a comienzos de noviembre en la ciudad de San
Petersburgo así como también la organización conjunta de un Fondo de
Inversiones Rusia-China.
En paralelo, casi caído del cielo y de
un solo plumazo, el presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, de regreso de
su visita a Paquistán y Uzbekistán confirmó lo que ya era evidente
durante los últimos meses. "¿Por qué Turquía no debería estar entre los
Cinco de Shangai? Se lo comenté al Sr. Putin, a Nazarbayev (el
presidente kazajo) y a aquellos que conforman actualmente los Cinco de
Shangai. Yo creo que si Turquía ingresa a los Cinco de Shangai esto los
capacitaría para actuar con mucha mayor facilidad."
Esta bombam,
por supuesto, se refiere a la Organización de Cooperación de Shangai que
se formó el año 2001 como los Cinco de Shangai –China, Rusia y tres
países de Asia Central: Kazajstán, Kirguizistan y Tayikistán, ingresando
posteriormente Uzbekistán- como un bloque de seguridad contra los
Salafistas-jihadistas y contra el narcotráfico proveniente de
Afganistán.
Con los años, la OCS ha evolucionado aún más
convirtiéndose en un mecanismo de cooperación e integración de Asia.
India, Paquistán, Irán, Afganistán y Mongolia son observadores. India y
Paquistán podría decirse que serán aceptados como miembros con todo
derecho durante el 2017, seguidos también por Irán. Desde el año 2013
Turquía y Bielorrusia son "interlocutores".
El astuto Erdogan
hizo su apertura hacia la OCS haciendo hincapié en que Turquía no
necesitaba ingresar a la Unión Europea "a toda costa". Ese aspecto ha
sido más que evidente desde que Erdogan sobrevivió al golpe de estado
del mes de julio pasado y ha desatado una durísima represión, que ha
horrorizado a Bruselas (donde las negociaciones sobre el ingreso de
Turquía a la UE ya llevan once años y ahora se encuentran totalmente
paralizadas). Francia, la potencia número dos de la UE después de
Alemania, inevitablemente las va a seguir bloqueando con independencia
de quién sea elegido presidente el próximo año.
Si Turquía
ingresase en la OCS, a largo plazo, junto con Irán, India y Pakistán,
representaría un nuevo e importante enclave para la integración
Euroasiática, en tanto la OCS se está progresivamente vinculando con la
UFUR, la UEE, el Fondo de Inversiones de la Ruta de la Seda de China, el
Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII) e incluso con
el nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, el cual comenzará financiando
proyectos de los miembros para luego expandirse hacia otras naciones en
el Hemisferio Sur. Moscú y Beijing recibirían a Ankara con los brazos
abiertos.
Cualesquiera que sean los contornos de la política
exterior de Trump hacia China y Asia, la integración euroasiática
continuará inalterable. China está desarrollando su propio pivote tanto
interno como externo lo cual implica la modificación de sus políticas
financieras, fiscales e impositivas para promover el consumo en el
comercio minorista, la salud, los deportes y los viajes en paralelo con
el impulso de la UFUR a través de toda Eurasia, en todas sus formas, con
el objeto de solidificarse como la superpotencia económica.
El
TPP –o brazo comercial de la OTAN en su versión asiática— es solo un
rasguño en una larga y serpenteante ruta. El diálogo sobre el Mar del
Sur de China avanza lentamente evitando la confrontación que ha sido
fomentada durante todo el gobierno de Obama.
Durante la APEC, Xi
también se reunió con el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, e
hizo un llamado para que China y Filipinas desarrollen la cooperación
marítima. Un resultado práctico de esto es que los pescadores filipinos
continuarán teniendo acceso al Scarborough Shoal, espacio de abundante
pesca dentro de la zona económica exclusiva de las Filipinas (ZEE) y que
ha estado bajo control chino desde el año 2012. Beijing también se
comprometió a ayudar a los pescadores filipinos en industrias
alternativas como la acuacultura.
Lo llaman Asociación Trans-Mar del Sur de China.
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