Cuba
constituyó la primera experiencia neocolonialista de los Estados Unidos
a escala mundial, considerando que los nexos con Puerto Rico y
Filipinas, territorios también adquiridos en la guerra contra España,
tomaron otros cursos. Puede suponerse que es por ello que, para
Washington, el fracaso del sistema de relaciones constituido con Cuba y
practicado durante más de medio siglo, ha sido más traumático que lo que
indica la lógica pura.
La política exterior oficial de Cuba en los 56 años iniciales de supuesta independencia no significó más que un cambio de la dominación española por una subordinación colonial virtual a Estados Unidos. Los problemas que enfrentaba Cuba durante los años 50 del siglo XX, no eran mayores ni muy distintos a los que afectaban a muchas otras naciones del continente.
Es cierto que Cuba sufría una cruel tiranía, pero igual había feroces dictaduras en muchos otros países de América. Eran enormes las injusticias en Cuba, pero no lo eran menos en la mayoría de los demás países latinoamericanos.
El análisis de los motivos de que fuera en Cuba donde triunfara una revolución que ha dado paso a otra más grande aún que – con repetidos avances y retrocesos- está teniendo lugar en toda la región, no puede ignorar que las condiciones y méritos de los revolucionarios cubanos que venían luchando durante más de noventa años no habrían bastado para ello, de no haber contado la Isla con un conductor como Fidel Castro.
Fidel aportó su talento y acción a una causa compartida por lo mejor y más sano de la sociedad. Promovió su liderazgo a base del ejemplo personal y la evidencia de sus convicciones, proyectos e ideas. Las corrientes revolucionarias que confluyeron para dar lugar a una dirección única de la revolución encabezada por Fidel Castro durante la lucha contra la tiranía y luego de la toma del poder, hicieron cada una de ellas sus aportes al diseño y al desempeño del proceso.
En materia de política exterior, un papel sumamente importante fue el del Partido Socialista Popular, cuyos vínculos con los partidos comunistas de la URSS y los demás países socialistas de Europa y Asia sirvieron de fundamento para una de las alianzas de mayor influencia y alcance en las relaciones internacionales de Cuba desde la llegada al poder de la revolución.
La formación revolucionaria de muchos combatientes del 26 de Julio y el Directorio Revolucionario tenía huellas más o menos profundas de un pensamiento revolucionario latinoamericano y europeo que entronca de una u otra forma con el marxismo aunque no fueran necesariamente afines o seguidoras de la interpretación soviética de la doctrina. En cualquier caso estas influencias no estaban atadas a políticas oficiales de otros países, como si lo estaban las que tenían al modelo soviético como paradigma único para la construcción del socialismo.
Nutriente ideológico de la generación de revolucionarios que condujo esta etapa, a los efectos de la formulación de una política exterior, fueron la decisiva influencia del ideario martiano, las experiencias de las luchas de los intelectuales y estudiantes cubanos combatientes de los años 30 y 40; las ideas de Antonio Guiteras, Julio Antonio Mella y Eduardo R. Chibás; las de algunos pensadores humanistas y políticos populistas de América Latina en la propia época, como José Ingenieros, Domingo Faustino Sarmiento, Jorge Eliécer Gaitán, Lázaro Cárdenas, Juan Domingo Perón y Juan Bosch, entre muchos otros. Simbólico del grado de sumisión del accionar político oficial cubano en la arena internacional antes de 1959, es que cuando tiene lugar el triunfo revolucionario, el organismo cubano a cargo de las relaciones exteriores se nombraba Secretaría de Estado y era, efectivamente, una filial de la Secretaría de Estado de Washington.
Fue en junio del 59, al poco tiempo de haber asumido el doctor Raúl Roa la conducción de ese organismo, que se le rebautizó con el nombre de Ministerio de Relaciones Exteriores.
Ello fue proclama de unas intenciones que se hicieron realidad en poco tiempo: Cuba había asumido la conducción por si misma de su política exterior y se proponía el establecimiento de relaciones, en pie de igualdad, con todos los países, sin distingos de sistemas sociopolíticos ni ideologías.
La política exterior de la revolución cubana se ha caracterizado por su carácter creativo y solidario, inflexible en la defensa de la soberanía nacional e intransigente en su adhesión a las normas internacionales, pero siempre partidaria de la negociación y el entendimiento para la solución de los conflictos.
La política exterior de la revolución ha seguido el pensamiento martiano de que: “La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o la merma del ideal que se persigue”. Diciembre 22 de 2016.
http://manuelyepe.wordpress.com/
Exclusivo para el diario POR ESTO! de Mérida, México.
La política exterior oficial de Cuba en los 56 años iniciales de supuesta independencia no significó más que un cambio de la dominación española por una subordinación colonial virtual a Estados Unidos. Los problemas que enfrentaba Cuba durante los años 50 del siglo XX, no eran mayores ni muy distintos a los que afectaban a muchas otras naciones del continente.
Es cierto que Cuba sufría una cruel tiranía, pero igual había feroces dictaduras en muchos otros países de América. Eran enormes las injusticias en Cuba, pero no lo eran menos en la mayoría de los demás países latinoamericanos.
El análisis de los motivos de que fuera en Cuba donde triunfara una revolución que ha dado paso a otra más grande aún que – con repetidos avances y retrocesos- está teniendo lugar en toda la región, no puede ignorar que las condiciones y méritos de los revolucionarios cubanos que venían luchando durante más de noventa años no habrían bastado para ello, de no haber contado la Isla con un conductor como Fidel Castro.
Fidel aportó su talento y acción a una causa compartida por lo mejor y más sano de la sociedad. Promovió su liderazgo a base del ejemplo personal y la evidencia de sus convicciones, proyectos e ideas. Las corrientes revolucionarias que confluyeron para dar lugar a una dirección única de la revolución encabezada por Fidel Castro durante la lucha contra la tiranía y luego de la toma del poder, hicieron cada una de ellas sus aportes al diseño y al desempeño del proceso.
En materia de política exterior, un papel sumamente importante fue el del Partido Socialista Popular, cuyos vínculos con los partidos comunistas de la URSS y los demás países socialistas de Europa y Asia sirvieron de fundamento para una de las alianzas de mayor influencia y alcance en las relaciones internacionales de Cuba desde la llegada al poder de la revolución.
La formación revolucionaria de muchos combatientes del 26 de Julio y el Directorio Revolucionario tenía huellas más o menos profundas de un pensamiento revolucionario latinoamericano y europeo que entronca de una u otra forma con el marxismo aunque no fueran necesariamente afines o seguidoras de la interpretación soviética de la doctrina. En cualquier caso estas influencias no estaban atadas a políticas oficiales de otros países, como si lo estaban las que tenían al modelo soviético como paradigma único para la construcción del socialismo.
Nutriente ideológico de la generación de revolucionarios que condujo esta etapa, a los efectos de la formulación de una política exterior, fueron la decisiva influencia del ideario martiano, las experiencias de las luchas de los intelectuales y estudiantes cubanos combatientes de los años 30 y 40; las ideas de Antonio Guiteras, Julio Antonio Mella y Eduardo R. Chibás; las de algunos pensadores humanistas y políticos populistas de América Latina en la propia época, como José Ingenieros, Domingo Faustino Sarmiento, Jorge Eliécer Gaitán, Lázaro Cárdenas, Juan Domingo Perón y Juan Bosch, entre muchos otros. Simbólico del grado de sumisión del accionar político oficial cubano en la arena internacional antes de 1959, es que cuando tiene lugar el triunfo revolucionario, el organismo cubano a cargo de las relaciones exteriores se nombraba Secretaría de Estado y era, efectivamente, una filial de la Secretaría de Estado de Washington.
Fue en junio del 59, al poco tiempo de haber asumido el doctor Raúl Roa la conducción de ese organismo, que se le rebautizó con el nombre de Ministerio de Relaciones Exteriores.
Ello fue proclama de unas intenciones que se hicieron realidad en poco tiempo: Cuba había asumido la conducción por si misma de su política exterior y se proponía el establecimiento de relaciones, en pie de igualdad, con todos los países, sin distingos de sistemas sociopolíticos ni ideologías.
La política exterior de la revolución cubana se ha caracterizado por su carácter creativo y solidario, inflexible en la defensa de la soberanía nacional e intransigente en su adhesión a las normas internacionales, pero siempre partidaria de la negociación y el entendimiento para la solución de los conflictos.
La política exterior de la revolución ha seguido el pensamiento martiano de que: “La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o la merma del ideal que se persigue”. Diciembre 22 de 2016.
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Exclusivo para el diario POR ESTO! de Mérida, México.
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