Vicky Peláez
Todo empezó con el triunfo de Mauricio Macri en Argentina para luego afianzarse con el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff en Brasil, lo que le permitió en seguida poner en marcha su plan principal creando un cerco a la integración latinoamericana promovida por Hugo Chávez.
La
esperanza del Buen Vivir, de las posibilidades del Socialismo del Siglo
XXI, de la Revolución Ciudadana son cada vez más tenues y lejanas
primero, porque los gobiernos populistas no aprovecharon durante la
última década, la capacidad de participación política popular en las
decisiones de los gobiernos y segundo, por la reactivación de la
ofensiva norteamericana en el continente durante el segundo mandato de
Barack Obama para hacer retornar a sus 'hijos extraviados' a 'su patio
trasero'.
La elección de Donald Trump abrió los ojos a los
latinoamericanos sobre el inmenso poder que siempre ha tenido
Norteamérica sobre los destinos del continente. Da la impresión que la
vida en la mayoría de los países se ha paralizado por un momento y están
a la expectativa de los que auguran sobre los cuatro años del gobierno
de Trump. Nadie se atreve a pronosticar su política hacia Latinoamérica y
el Caribe. Los centroamericanos y los mexicanos están asustados por la
posibilidad de una drástica reforma migratoria que les quitará o
reducirá su principal fuente de divisas a través de las remesas.
Según
el 'Informe del Diálogo Interamericano', las remesas de EEUU a la
América Latina y el Caribe en el 2015 llegaron a 68.000 millones de
dólares. México recibió 24.700 millones de dólares y las remesas de
Guatemala (6.200 millones de dólares) representan el 9,9% de su PBI, las
de Haití 22,7%, las de Honduras 17,4%, de Nicaragua 9,7%, de El
Salvador 16,8% del PBI, de Guyana 10,6% etc., etc. De allí viene el
temor de los gobiernos de perder una fija y estable entrada de divisa a
sus países cuyas economías nunca se han desprendido de la mentalidad de
la dependencia.
No cabe duda que el neoliberalismo seguirá
avanzando en la región, y sus países seguirán el giro a la derecha que
inauguraron primero Argentina y después Brasil a través de 'golpes
blandos' creados por los 'think tanks' norteamericanos y posteriormente
aplicados por la alianza entre el capital financiero, las
multinacionales, el Departamento de Estado y las derechas locales. El
pensador uruguayo Raúl Zibechi explicó hace poco que durante más de una
década, el populismo y el progresismo había puesto como su gran meta
"aumentar el consumo de mercancías como una gran forma de integración"
social descuidando seriamente la "participación política" del pueblo.
Lo
curioso es, que mientras más aumentaba el consumo como parte de la
política de redistribución parcial de la riqueza, los sectores más
beneficiados se hacían más conservadores. En términos de Raúl Zibechi,
"el consumo hace un efecto despolitizador y desmovilizador" de la
voluntad popular. Este fenómeno se ha producido en Argentina, Brasil,
Bolivia y Ecuador a diferente escala donde durante los gobiernos
populistas se aumentó considerablemente la clase media debido al
mejoramiento de la vida y la disminución de la pobreza. En lo que
fallaron los gobiernos, quizás a excepción de Bolivia y parcialmente de
Ecuador, fue detectar a tiempo, como lo explicó el vicepresidente de
Bolivia, Álvaro García Linares, "la reconfiguración de las ideologías
sociales". "La economía te da una red de protección, sin eso un error
político podría ser tu perdición".
Así pasó en Argentina y Brasil
donde los nuevos beneficiados lo recibieron como algo natural sin que el
gobierno les explicase claramente las causas de este avance y les
hiciera entender la necesidad de su participación en este proceso. El
estado populista adquirió en seguida las características de un estado
paternalista mientras la coyuntura económica nacional e internacional
era favorable. Con la crisis económica de 2008, los países
latinoamericanos que en la década del populismo no se atrevieron a
buscar modelos alternativos de desarrollo, quedaron afectados como
países extractivos debido a la baja de los precios de la materia prima a
nivel internacional y a la reducción de la demanda especialmente de
China.
Al
dejar funcionar bien la economía en Argentina, Brasil, y al aparecer
dificultades económicas en Ecuador inclusive en Bolivia, sus pueblos
afectados por la disminución de su canasta básica se hicieron más
conservadores acusando a sus gobiernos respectivos de la incapacidad de
solucionar el problema. Según varias encuestas en Ecuador, y lo mismo
está sucediendo en el resto de América Latina, a la gente despolitizada
con la cabeza lavada por los medios de comunicación al servicio de los
globalizadores, no le importa que sea neoliberalismo, capitalismo,
socialismo, la derecha o la izquierda. Lo que le importa a la mayoría de
la población es su capacidad de consumo y de poder comprar. La única
excepción por el momento representa Venezuela donde Hugo Chávez dejó el
legado de bien establecidas comunidades y organizaciones populares
promovidas y apoyadas por el gobierno y sus fuerzas armadas.
Ni
las sanciones económicas y financieras norteamericanas, ni los 50
millones de dólares que remitió el Departamento de Estado a la
oposición, ni los saqueos, acaparamiento de los productos de primera
necesidad y el sabotaje económico no han podido quebrantar hasta ahora
la unión entre el gobierno, las fuerzas populares y las fuerzas armadas.
Hay todas las posibilidades para que Venezuela siga su ritmo y su
incipiente modelo económico alternativo en el 2017 con la ayuda
financiera de China y de Rusia. Lo mismo sucede con Bolivia donde la
oposición no tiene un programa concreto de cambios y no cuestiona la
sustancia del gobierno de Evo Morales ni el proceso actual de
transformación del país, sino ciertas formas de administración.
Algo
parecido está ocurriendo en Ecuador, donde el pueblo emitirá su voto el
próximo 12 de marzo para elegir a un nuevo mandatario, ya que Rafael
Correa no va a presentar su candidatura para la reelección. La oposición
no está cuestionando su modelo económico, especialmente después de
adhesión del País al Acuerdo Comercial Multipartes con la Unión Europea,
que fue apoyada por la misma oposición. Todo esto hace posible que la
Revolución Ciudadana podría continuar su marcha hacia el futuro con el
nuevo gobierno.
El resto de los países de América Latina seguirá
el modelo neoliberal lo que ocasionará el empobrecimiento y como
resultado el crecimiento del descontento popular y las marchas de
protesta en su lucha por la integración social que el neoliberalismo les
está negando. La secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe, Alicia Bárcena adelantó un panorama complejo
para las economías latinoamericanas en el 2017, diciendo que todo el
mundo tiene expectativas sobre la postura de Estados Unidos. Aconsejó a
los países latinoamericanos a esperar pues "nadie tiene una bola de
cristal para saber lo que va a pasar a partir del próximo 20 de enero"
cuando Donald Trump asuma la Presidencia.
En
realidad, sin una bola de cristal ya se puede saber que el
neoliberalismo tratará de fortalecer sus raíces en el continente con
Trump o sin Trump, forzando a las naciones del continente a seguir el
modelo de México, que teniendo 17.000 millones de barriles de petróleo
se convirtió en el principal cliente de las refinerías norteamericanas.
El resto dependerá de la voluntad de los pueblos y su decisión de estar
sometidos o luchar por ser libres y soberanos.
Los países como
Colombia, Chile y Perú no serán afectados porque su comercio ya está
orientado a China y cualquier medida proteccionista de Trump no será
determinante en su economía. El gigante asiático, muy previsor, ya está
desplazando a Estados Unidos y trata de ser el mayor socio comercial de
toda América Latina.LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK Y LOS TEXTOS ESTÁN AUTOEDITADOS POR LOS PROPIOS AUTORES
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