Emir Sader
La Jornada
...la autocrítica no es una noria
Mario Benedetti
Tiempos de crisis, tiempos de balances,
de autocríticas, de búsqueda de nuevos horizontes. Después de tantos
años de éxito del modelo de desarrollo económico con distribución de
renta, cuando surgen problemas, graves algunos, con sustitución de
gobiernos en Argentina y Brasil, se oye el coro de: ¡balance
autocrítico!
A veces da la impresión que el modelo no fue un éxito durante más de
una década, antes de entrar en crisis. Que Argentina no fue rescatada de
la peor crisis de su historia. Que Brasil no dejó, por primera vez en
su historia, el mapa del hambre. Como si se tratara de hacer un balance
de un gran error, de un malentendido, de un fracaso. Se unen la derecha y
sectores de la ultraizquierda para intentar pasar la versión de que
nada de fundamental ha pasado en esos países en este siglo. De que todo
es una ilusión pasajera, de que la vida de millones de personas no ha
mejorado mucho durante más de una década.
De hecho, quien en la izquierda más se ha equivocado y no ha hecho
autocrítica hasta ahora han sido las ultraizquierdas. Esas corrientes
han afirmado, allá en los comienzos de los gobiernos progresistas
latinoamericanos, que serían una continuación de los gobiernos
neoliberales, que habían traicionado a la izquierda, que fracasarían,
serían desenmascarados por los pueblos y sustituidos, seguramente, por
corrientes de ultraizquierda. Con variantes en cada país, esas
posiciones valían para Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, el
Frente Amplio de Uruguay, Evo Morales, Rafael Correa.
Pero la realidad quiso otra cosa. Las previsiones macabras no se han
realizado, el pueblo ha reconocido las medidas de esos gobiernos, les ha
elegido y relegido, consagrándolos como los más grandes líderes
populares de la izquierda en este siglo.
El balance de la izquierda que ha comandado esos procesos parte de
los avances logrados, de los problemas no resueltos por esos gobiernos,
hace autocrítica de los errores cometidos, en la perspectiva retomada
del modelo de desarrollo económico con distribución, a partir de las
experiencias acumuladas, en las nuevas condiciones nacionales e
internacionales. Es, asimismo, un balance concreto, porque son fuerzas
que tienen capacidad de pasar de la crítica y la autocrítica a la acción
concreta, en lugar de quedar, de forma narcisista, mirándose al espejo.
Dos elementos estructurales no fueron superados por esos
gobiernos, afectando directamente su desempeño: el primero, la hegemonía
del capital financiero, que canaliza hacia actividades especulativas
gran cantidad de recursos que podrían estar dirigidos a actividades
productivas, con generación de bienes y de empleos. Es un fenómeno
general del capitalismo en su era neoliberal, pero que, en caso de que
se aprovecharan los procesos de integración, en particular en el
Mercosur, donde hubo más homogeneidad, se hubiera podido formular y
poner en práctica un modelo de desarrollo productivo que neutralizara y
superara los efectos de la especulación financiera.
El otro factor estructural de desestabilización de los gobiernos
progresistas es el monopolio privado de los medios, que influye
directamente en la formación de la opinión pública. En todos los países
con gobiernos progresistas ese es un factor decisivo en la disputa
político-ideológica.
El libro Las vías abiertas de América Latina, recién
publicado en Argentina por la editorial Octubre –que tendrá pronto
ediciones en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Brasil– reúne balances de los
seis países latinoamericanos que han avanzado en la superación del
modelo neoliberal, con una análisis general de Álvaro García Linera. El
libro contiene balances desde dentro de esos mismos procesos, apuntando
hacia sus éxitos y sus errores, que es la única forma de aprender de lo
vivido. Son vías abiertas y no fin de ciclo, porque frente a los
intentos de la derecha de retomar su viejo modelo neoliberal, el camino
de la izquierda latinoamericana es el de profundizar las vías de ruptura
de ese modelo, como ha comenzado a hacer en esos países, en el momento
más virtuoso de la historia del continente.
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