La
opción de los gobiernos mexicanos de firmar y dar continuidad al
Tratado de Libre Comercio con EEUU y Canadá, no solo solo ha perjudicado
a México, sino que lo ha alejado de América Latina. Ha sido una opción
ideológica, fundada en la falsa creencia de que ser asociado a potencias
económicas iba a impulsar a la economía mexicana a los niveles de las
economías más desarrolladas, alejándola de la pobreza, la desigualdad,
la miseria, la exclusión social.
Los balances de los 20
años de vigencia de ese Tratado han sido evidentes: México ha sido el
gran perdedor. Subido a un ring como peso liviano frente a un peso
pesado como EEUU, México tenía todas las de perder y de hecho fue así.
Aun cuando su economía creciera, México ha sido uno de los pocos países
del continente que no ha mejorado la situación social de su población en
este siglo.
Asimismo, la opción de hacer depender su
economía de un solo gran mercado, ha sido suicida. Tener más del 80% de
su comercio exterior con EEUU ha hecho que México oscile conforme oscila
la economía norteamericana, una economía que ha dejado hace tiempo de
ser la economía dinámica que fue en el pasado. México ha sido una fuente
de mano de obra barata para las grandes corporaciones norteamericanas,
un mercado seguro de consumo de los productos del vecino del Norte, un
proveedor de materias primas a precios favorables para EEUU.
Además
de perder en todo ese proceso, ahora México paga un precio aún más caro
al haber atado su economía a la de un solo país. El triunfo de Donald
Trump amenaza a México con los peores presagios: expulsión de una parte
de las docenas de millones de mexicanos que trabajan en EEUU, impuestos
que dificulten el envío de remesas a los familiares en México, además de
la suspensión del mismo Tratado de Libre Comercio.
El
pánico se adueña de México, sin que se recobre la conciencia plena de la
nueva realidad y se pueda articular formas de defensa. Hasta ahora solo
discursos son la respuesta a las amenazas concretas que Trump promete
poner en práctica desde el primer día de su gobierno.
Es
la hora de que México deje de mirar hacia arriba – donde incluso le
cierran las puertas – y vuelva a mirar hacia abajo, hacia América
Latina, de la que México siempre hizo parte, a pesar de gobiernos que
solo tenían ojos para el vecino del Norte. Aunque ahora dos de los
gobiernos que más promovían la integración regional tienen gobiernos que
la niegan, los próximos años serán decisivos para América Latina y
México puede ser parte determinante en ese futuro.
Es
perfectamente posible, frente a los resultados desastrosos de los
intentos de retorno al neoliberalismo en Argentina y en Brasil, que en
los próximos años esos países vuelvan a tener gobiernos que privilegien
la integración latinoamericana y no los Tratados de Libre Comercio con
EEUU. México puede ser parte integrante de ese movimiento, que tan bien
ha hecho al continente.
El triunfo de Trump y la eventual
ruptura del TLC le permiten a México revisar las opciones equivocadas de
sus gobiernos y volver a integrarse plenamente a América Latina. El
continente se fortalecerá y México también se volverá más fuerte. Podrá
contar con un intercambio económico intenso con los países del
continente, así como acercarse a los Brics y su Banco de Desarrollo.
México
habrá hecho de los infortunios con que se le amenaza una nueva
oportunidad de reinsertarse en el mundo más allá de cualquier fatalidad
geográfica. De volver a ser un país plenamente integrado a América
Latina.
- Emir Sader, sociólogo y científico
político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas
de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
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