La Jornada
La ratificación el 12
de diciembre del acuerdo de diálogo político y cooperación entre Cuba y
la Unión Europea (UE) culmina un proceso de diálogo tras una etapa de
hostilidad y sanciones por parte de ésta, así como firme rechazo cubano a
los intentos de imposiciones. La firma del actual y otro acuerdo previo
en abril por los jefes de las diplomacias de la UE, Federica Mogherini y
de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla Ello dejó a la isla como el único
país de iberoamericano no suscriptor de ningún instrumento de
entendimiento con el bloque. Desde poco después del triunfo de la
revolución las relaciones de La Habana con los países de Europa que
luego formarían parte de la UE estuvieron marcadas por ciclos acordes
con los vaivenes de la guerra fría, la pertenencia de estos a
la OTAN, los altibajos en la agresividad de Washington hacia el país
caribeño, la alianza de Cuba con la URSS, su activo apoyo a los
movimientos de liberación y la percepción europea en distintas etapas
sobre su fortaleza interna y externa.
Sin embargo, los estados europeos nunca rompieron relaciones
diplomáticas con la isla, en general se opusieron siempre al bloqueo,
que lesiona sus intereses, y desde hace años todos votan en la ONU
contra el arma de asfixia estadunidense. En este cuadro, cabe señalar
que España, Francia, Reino Unido y Holanda mantuvieron relaciones
comerciales con Cuba durante todo ese periodo y España fue el primero de
ellos en realizar importantes inversiones en la industria turística
isleña tan pronto se autorizaron. De hecho, la UE es el segundo socio
comercial de la isla, así como su mayor inversor y tercer emisor de
turistas.
Son varios los factores que contribuyeron a que la UE modificara la
llamada Posición Común (1996), que proponía un cambio de régimen en
Cuba, suerte de guiño al bloqueo, adoptada a instancias de José María
Aznar durante su presidencia del gobierno español, cuando andaba a
remolque de George W. Bush. En 1989, la UE no había dado respuesta a una
propuesta cubana para establecer un acuerdo bilateral y un mecanismo de
diálogo político. Incluso, algunas de sus embajadas en la capital
cubana mantuvieron estrechos vínculos con la contrarrevolución interna,
echando otra mano a la política subversiva de Washington.
No ha de extrañar que el acuerdo alcanzado se produzca cuando Cuba ha
demostrado su capacidad de resistir no sólo el bloqueo de Estados
Unidos, sino el descomunal golpe económico que significó el desplome de
la Unión Soviética y de sus aliados del este europeo. También de
reinventarse una vez más para defender y actualizar su socialismo a las
nuevas condiciones internas y externas. Así como normalizar las
relaciones con la iglesia católica y recibir dos visitas papales. A la
vez, cuando los países de América Latina y el Caribe mantienen fluidos
vínculos diplomáticos y de cooperación con La Habana, que ha sido un
factor determinante, junto a los demás miembros de la ALBA, en la
construcción o fortalecimiento de los instrumentos de unidad e
integración de la región como Petrocaribe, la AEC, el Caricom y la
Celac.
Fue con la presidencia cubana de Celac que se adoptó la
trascendental Declaración de América Latina y el Caribe como Zona de
Paz, que establece el diálogo y la negociación como única forma de
solucionar los conflictos y enfatiza el respeto mutuo a la soberanía
autodeterminación y derecho de cada pueblo a darse el régimen político y
social que elija.
Estos factores, unidos a la exigencia latino-caribeña de que no podía
celebrarse otra Cumbre de las Américas sin Cuba, llevaron a Estados
Unidos a un replanteo de la relación bilateral, evidenciada en el
restablecimiento de las relaciones diplomáticas sin precondición alguna,
en el encuentro bilateral de los presidentes Raúl Castro y Barak Obama
en la Cumbre de las Américas, a la que la isla fue invitada por primera
vez y en las medidas de flexibilización del acoso aunque sin levantar el
bloqueo. Obama mismo se encargó de declarar que lo que no había
funcionado era necesario cambiarlo, en obvia referencia a la permanente
hostilidad y bloqueo y tácito reconocimiento al fracaso de esa política
para derrocar al socialismo en la isla.
En este contexto, se iniciaron en 2014 por la UE y Cuba las pláticas
que condujeron a la rúbrica, el 11 de diciembre del importante acuerdo
mencionado.
Sin duda, las visitas a la isla de Federica Mogherini, alta
comisionada europea para Asuntos Exteriores, de varios cancilleres y la
del presidente francés, François Hollande, primera oficial de un
mandatario de la UE en 29 años dieron un importante impulso al
mejoramiento de las relaciones de Cuba con el bloque.
Lo que muestra este trascendental acuerdo es la posibilidad de llegar
a consensos por sobre las diferencias y sin que una de las partes tenga
que hacer concesiones en sus principios.
Twitter: @aguerraguerra
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