Simón Vargas Aguilar*
La Jornada
Diez meses después de
que el presidente Barack Obama la nominara, Roberta Jacobson fue
confirmada por el Senado como embajadora de Estados Unidos en México, la
diplomática con más de 25 años de experiencia en asuntos del hemisferio
occidental llega con la misión de suavizar y reactivar la relación
bilateral.
En 2012, Roberta Jacobson se convirtió en la primera mujer en ocupar
la secretaría adjunta de Estado para el Hemisferio Occidental; sin haber
sido parte primero del servicio diplomático de carrera, su nominación
estuvo a cargo de la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton, hoy
la más fuerte contendiente del republicano Donald Trump frente a las
elecciones presidenciales de noviembre próximo.
En la amplia experiencia de Jacobson cuenta haber participado en las
negociaciones para el histórico restablecimiento de las relaciones entre
su país y Cuba, las cuales permanecieron rotas durante más de cinco
décadas. Con México, destaca su colaboración en la configuración de la
Iniciativa Mérida, y su labor como subsecretaria adjunta para Canadá,
México y asuntos relacionados con el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte.
Roberta Jacobson se ha convertido en la primera mujer que ocupa el
influyente cargo de embajador en México, debido a su extenso
conocimiento en asuntos y temas de Latinoamérica, pero en particular por
su experiencia en temas nacionales; su designación fue muy bien vista
desde el princi-pio por el gobierno mexicano, así como por los sectores
político, académico, empresarial y comercial, sólo por citar algunos.
Sin embargo, en algunos círculos la ven con recelo, ya que la
califican de mujer dura para las negociaciones, y además porque se ha
caracterizado por su firmeza en pronunciamientos en materia de derechos
humanos y corrupción. Apenas a principios de abril señalaba que Estados
Unidos debían apuntalar las discusiones sobre corrupción que ocurren en
América Latina, pues de ellas depende la consolidación de las
democracias.
La embajadora reconocía que a lo largo de toda Latinoamérica,
desde Brasil hasta México, los escándalos por corrupción están movilizando a la ciudadanía con la realización de protestas legítimas y pacíficas:
el momento de discusiones abiertas en torno a corrupción, demandas por transparencia y especialmente rendición de cuentas ha llegado, determinó.
La confirmación de Jacobson llega en un momento de relaciones
ríspidas entre nuestro país y Estados Unidos, después de que el gobierno
estadunidense por medio del vocero del Departamento de Estado, John F.
Kirby, almirante retirado de la Marina, felicitara el trabajo del Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y solicitara a
México seguir avanzando en las investigaciones para asegurar que los
responsables de este crimen respondan ante la justicia.
En días previos, Hillary Clinton calificaba de indignante el
que no se haya resuelto el caso de Ayotzinapa y que si estuviese en sus
manos no descansaría hasta conocer la verdad. Es posible que los
asesores de la precandidata demócrata le estén aconsejando endurecer su
línea en relación con el gobierno mexicano, luego del éxito que ha
obtenido su probable rival, Donald Trump, con el discurso antinmigrante
y, en concreto, antimexicano.
Ayotzinapa es entonces un buen tema, ya que representa la más grande
crisis en materia de seguridad y confianza del gobierno del presidente
Enrique Peña Nieto, quien según un reciente sondeo goza de un
mínimo históricode popularidad para un gobernante mexicano. Cuestionar entonces la falta de resultados concluyentes sobre el paradero de los 43 normalistas, suma en aceptación y reconocimiento de quienes reprueban su gobierno.
Ante estos señalamientos, el gobierno mexicano deberá replantear sus
acciones y estrategias de política exterior, ya que la llegada de
Jacobson reactivará las relaciones y traerá mayor dinamismo con el
gobierno estadunidense. Pero también debe tomar en cuenta que, en el
discurso, Roberta Jacobson ha manifestado que su gobierno ha sido
demasiado complaciente
en nuestra defensa de las democracias, sobre todo en temas de corrupción y falta de transparencia.
Finalmente, hay que destacar que Jacobson domina las políticas
actuales del gobierno de Barack Obama con respecto al tráfico de drogas,
y dada su experiencia con la Iniciativa Mérida, su llegada a México
podría ayudar a solucionar muchos de los problemas de seguridad que se
derivan del narcotráfico y el crimen organizado trasnacional, con un
mayor compromiso por parte de Estados Unidos, toda vez que es el
principal consumidor de drogas a escala global.
La pregunta a partir de ahora es si la llegada de Jacobson reforzará
la misma política bilateral con Estados Unidos de los años recientes, o
si habrá una nueva y renovada estrategia en las relaciones, reforzando
los temas de cooperación, intercambio y amistad, sobre todo cuando en la
agenda estadunidense se encuentran los temas de Ayotzinapa, corrupción,
transparencia, rendición de cuentas, narcotráfico y los de asuntos
migratorios.
*Analista en temas de seguridad, justicia, política y educación.
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