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martes, 3 de mayo de 2016

Roberta Jacobson: la agenda de Washington



Simón Vargas Aguilar*
La Jornada
Diez meses después de que el presidente Barack Obama la nominara, Roberta Jacobson fue confirmada por el Senado como embajadora de Estados Unidos en México, la diplomática con más de 25 años de experiencia en asuntos del hemisferio occidental llega con la misión de suavizar y reactivar la relación bilateral.
En 2012, Roberta Jacobson se convirtió en la primera mujer en ocupar la secretaría adjunta de Estado para el Hemisferio Occidental; sin haber sido parte primero del servicio diplomático de carrera, su nominación estuvo a cargo de la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton, hoy la más fuerte contendiente del republicano Donald Trump frente a las elecciones presidenciales de noviembre próximo.
En la amplia experiencia de Jacobson cuenta haber participado en las negociaciones para el histórico restablecimiento de las relaciones entre su país y Cuba, las cuales permanecieron rotas durante más de cinco décadas. Con México, destaca su colaboración en la configuración de la Iniciativa Mérida, y su labor como subsecretaria adjunta para Canadá, México y asuntos relacionados con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Roberta Jacobson se ha convertido en la primera mujer que ocupa el influyente cargo de embajador en México, debido a su extenso conocimiento en asuntos y temas de Latinoamérica, pero en particular por su experiencia en temas nacionales; su designación fue muy bien vista desde el princi-pio por el gobierno mexicano, así como por los sectores político, académico, empresarial y comercial, sólo por citar algunos.
Sin embargo, en algunos círculos la ven con recelo, ya que la califican de mujer dura para las negociaciones, y además porque se ha caracterizado por su firmeza en pronunciamientos en materia de derechos humanos y corrupción. Apenas a principios de abril señalaba que Estados Unidos debían apuntalar las discusiones sobre corrupción que ocurren en América Latina, pues de ellas depende la consolidación de las democracias.
La embajadora reconocía que a lo largo de toda Latinoamérica, desde Brasil hasta México, los escándalos por corrupción están movilizando a la ciudadanía con la realización de protestas legítimas y pacíficas: el momento de discusiones abiertas en torno a corrupción, demandas por transparencia y especialmente rendición de cuentas ha llegado, determinó.
La confirmación de Jacobson llega en un momento de relaciones ríspidas entre nuestro país y Estados Unidos, después de que el gobierno estadunidense por medio del vocero del Departamento de Estado, John F. Kirby, almirante retirado de la Marina, felicitara el trabajo del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y solicitara a México seguir avanzando en las investigaciones para asegurar que los responsables de este crimen respondan ante la justicia.
En días previos, Hillary Clinton calificaba de indignante el que no se haya resuelto el caso de Ayotzinapa y que si estuviese en sus manos no descansaría hasta conocer la verdad. Es posible que los asesores de la precandidata demócrata le estén aconsejando endurecer su línea en relación con el gobierno mexicano, luego del éxito que ha obtenido su probable rival, Donald Trump, con el discurso antinmigrante y, en concreto, antimexicano.
Ayotzinapa es entonces un buen tema, ya que representa la más grande crisis en materia de seguridad y confianza del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien según un reciente sondeo goza de un mínimo histórico de popularidad para un gobernante mexicano. Cuestionar entonces la falta de resultados concluyentes sobre el paradero de los 43 normalistas, suma en aceptación y reconocimiento de quienes reprueban su gobierno.
Ante estos señalamientos, el gobierno mexicano deberá replantear sus acciones y estrategias de política exterior, ya que la llegada de Jacobson reactivará las relaciones y traerá mayor dinamismo con el gobierno estadunidense. Pero también debe tomar en cuenta que, en el discurso, Roberta Jacobson ha manifestado que su gobierno ha sido demasiado complaciente en nuestra defensa de las democracias, sobre todo en temas de corrupción y falta de transparencia.
Finalmente, hay que destacar que Jacobson domina las políticas actuales del gobierno de Barack Obama con respecto al tráfico de drogas, y dada su experiencia con la Iniciativa Mérida, su llegada a México podría ayudar a solucionar muchos de los problemas de seguridad que se derivan del narcotráfico y el crimen organizado trasnacional, con un mayor compromiso por parte de Estados Unidos, toda vez que es el principal consumidor de drogas a escala global.
La pregunta a partir de ahora es si la llegada de Jacobson reforzará la misma política bilateral con Estados Unidos de los años recientes, o si habrá una nueva y renovada estrategia en las relaciones, reforzando los temas de cooperación, intercambio y amistad, sobre todo cuando en la agenda estadunidense se encuentran los temas de Ayotzinapa, corrupción, transparencia, rendición de cuentas, narcotráfico y los de asuntos migratorios.
*Analista en temas de seguridad, justicia, política y educación.

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