Desde hace 30 años, la National Endowment for Democracy (NED) se
encarga de la parte legal de las operaciones ilegales de la CIA. Sin
despertar sospechas, ha venido creando una extensa red mundial de
corrupción, comprando sindicatos -tanto obreros como patronales- así
como partidos políticos de izquierda y de derecha para que defiendan
los intereses de Estados Unidos en vez de los intereses de sus propios
miembros.
En 2006, el Kremlin denunciaba la proliferación en Rusia de
asociaciones extranjeras, algunas de las cuales parecían estar
participando en un plan tendiente a desestabilizar el país, plan
orquestado por la estadounidense Fundación Nacional por la Democracia
(National Endowment for Democracy – NED).
En previsión de una «revolución de color», Vladislav Surkov
elaboraba entonces una estricta reglamentación para esas
«organizaciones no gubernamentales (ONG)». En Occidente, aquella
reglamentación de orden administrativo fue descrita como un nuevo
ataque del «dictador» Putin y de su consejero en contra de la libertad
de asociación.
Otros Estados que también siguieron una política similar han sido
igualmente calificados por la prensa internacional como «dictaduras».
El gobierno de Estados Unidos dice trabajar a favor de «la promoción
de la democracia a través del mundo». Su posición es que el Congreso
estadounidense puede subvencionar la NED y que la NED puede a su vez,
de manera independiente, ayudar directa o indirectamente a
asociaciones, partidos políticos o sindicatos en cualquier país del
mundo.
Al ser, como su nombre lo indica, «no gubernamentales», las ONGs
pueden emprender iniciativas políticas que las embajadas no pueden
asumir sin violar la soberanía de los Estados que las acogen. Esa es
precisamente la cuestión.
¿La NED y la red de ONGs financiadas a través de ese órgano son
acaso iniciativas de la sociedad civil injustamente reprimidas por el
Kremlin o son en realidad pantallas de los servicios de inteligencia
estadounidenses, sorprendidos en flagrante delito de injerencia?
Para responder esa interrogante nos remontaremos al origen de la
National Endowment for Democracy y escrutaremos su funcionamiento. Para
ello debemos analizar, primero que todo, lo que significa el proyecto
oficial estadounidense de «exportación de la democracia».
Los puritanos que fundaron Estados Unidos querían construir una
«ciudad radiante» que alumbraría el mundo. Se veían a sí mismos como
misionarios de un modelo político. ¿Qué tipo de democracia?
Como pueblo, los estadounidenses asumen la ideología de sus padres
fundadores. Se ven a sí mismos como una colonia llegada de Europa para
fundar una ciudad que obedece a Dios.
Ven a su propio país como «una luz encima de la montaña», según la
expresión de San Mateo que la mayoría de los presidentes
estadounidenses han retomado en sus discursos políticos a lo largo de
dos siglos. Por lo tanto, Estados Unidos sería una nación modelo, que
brilla en lo alto de una colina, iluminando el mundo. Y todos los demás
pueblos de la Tierra deberían abrigar la esperanza de poder copiar ese
modelo para alcanzar su propia salvación.
Para los estadounidenses, esa ingenua creencia implica -como una
verdad que no necesita demostración- que su país es una democracia
ejemplar y que ellos tienen el deber mesiánico de extenderla al resto
del mundo.
San Mateo predicaba que la propagación de la fe debía lograrse sólo
mediante el ejemplo de una vida honesta, pero los padres fundadores de
Estados Unidos veían el acto de encender su fuego y de propagarlo como
un cambio de régimen.
Los puritanos ingleses decapitaron a Carlos I de Inglaterra antes de
huir hacia Holanda y América. Posteriormente, los patriotas del Nuevo
Mundo rechazaron la autoridad del rey Jorge III de Inglaterra y
proclamaron la independencia de los Estados Unidos.
Imbuidos de esa mitología nacional, los estadounidense no ven la
política exterior de su propio gobierno como un imperialismo.
Consideran que derrocar un gobierno es perfectamente válido si ese
gobierno ambiciona encarnar un modelo diferente del estadounidense, lo
cual lo convierte en un gobierno maléfico. Al mismo tiempo, están
convencidos de que, debido a la misión mesiánica de la que están
investidos, han logrado imponer la democracia por la fuerza en los
países que han ocupado.
En las escuelas de Estados Unidos se enseña que los soldados
estadounidenses llevaron la democracia a Alemania. Ignoran que los
hechos históricos demuestran exactamente lo contrario: el gobierno
estadounidense ayudó a Hitler a derrocar la República de Weimar y a
instaurar un régimen militar para acabar con la Unión Soviética.
Esa ideología irracional les impide cuestionar la naturaleza de sus
propias instituciones y lo absurdo del concepto mismo de «democracia
forzosa». Sin embargo, según la fórmula del presidente Abraham Lincoln,
«la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo».
Visto desde ese punto de vista, Estados Unidos no es una democracia
sino un sistema híbrido en el que el poder ejecutivo está en manos de
una oligarquía mientras que el pueblo limita la arbitrariedad [de esa
oligarquía] a través de los contrapoderes legislativo y judicial.
En efecto, el pueblo elige a los miembros del Congreso y a algunos
jueces pero son los Estados miembros de la federación los que eligen el
poder ejecutivo, que a su vez designa a los altos magistrados. Si bien
los ciudadanos están llamados a pronunciarse sobre la elección del
presidente, el voto de la ciudadanía no es más que una consulta, como
hubo de recordarlo la Corte Suprema a raíz de la elección presidencial
del año 2000, al pronunciarse sobre el caso Gore vs. Bush. La
Constitución de los Estados Unidos no reconoce la soberanía del pueblo
ya que el poder se comparte entre el pueblo y los Estados que componen
la federación, o sea los notables locales.
Es importante observar aquí, dicho sea de paso, que la Constitución
de la Federación Rusa sí tiene un carácter democrático -por lo menos en
el papel- ya que estipula: «El depositario de la soberanía y única
fuente del poder en la Federación Rusa es su pueblo multinacional»
(Título I, Capítulo 1, artículo 3).
En base a ese contexto intelectual, los estadounidenses apoyan a su
gobierno en su afirmación de que quiere «exportar la democracia» cuando
su propio país no es una democracia, ni siquiera a la luz de su propia
Constitución. Resulta difícil entender cómo podrían exportar lo que no
tienen ni quieren tener en su propio país.
Durante los 30 últimos años, la NED ha sido portadora de esa
contradicción, que se ha concretado en la desestabilización de
numerosos Estados. Miles de crédulos militantes de ONGs han violado la
soberanía de los pueblos con la beatífica sonrisa de quien tiene la
conciencia tranquila.
Una Fundación pluralista e independiente
En su célebre discurso del 8 de junio de 1982 ante el parlamento
británico, el presidente Reagan denunció la Unión Soviética como el
«Imperio del Mal» y propuso prestar ayuda a los disidentes, en la URSS
y en otras partes. «Se trata de ayudar a crear la infraestructura
necesaria para la democracia: libertad de prensa, sindicatos, partidos
políticos, universidades. Los pueblos serán así libres de escoger el
camino que les convenga para desarrollar su cultura y resolver sus
diferencias por medios pacíficos», declaró.
Basándose en ese consenso de lucha contra la tiranía, una comisión
bipartidista de reflexión aconsejó a Washington la creación de la
Fundación Nacional para la Democracia (NED), que sería instituida por
el Congreso estadounidense en noviembre de 1983 y de inmediato
recibiría financiamiento.
La NED subvenciona cuatro estructuras autónomas que se encargan de
redistribuir en el exterior el dinero del que disponen entre
asociaciones, sindicatos obreros y patronales así como partidos de
derecha y de izquierda. Esas cuatro estructuras autónomas son:
El Instituto de Sindicatos Libres (Free Trade Union Institute –
FTUI), hoy rebautizado como Centro Americano para la Solidaridad de los
Trabajadores (American Center for International Labor Solidarity –
ACILS), cuya gestión está en manos del sindicato obrero AFL-CIO;
El Centro para la Empresa Privada Internacional (Center for
International Private Entreprise – CIPE), cuya gestión está en manos de
la Cámara de Comercio de los Estados Unidos;
El Instituto Republicano Internacional (International Republican
Institute – IRI), cuya gestión está en manos del Partido Republicano;
El Instituto Nacional Democrático de Asuntos Internacionales
(National Democratic Institute for International Affairs – NDI), cuya
gestión está en manos del Partido Demócrata.
Bajo esa presentación, la NED y sus cuatro tentáculos parecen estar
basados en la sociedad civil y parecen reflejar además la diversidad
social y el pluralismo político de esa misma sociedad civil.
Financiados por el pueblo estadounidense, a través del Congreso,
parecería que actúan a favor de un ideal universal, que son
completamente independientes de la administración presidencial y que su
accionar no puede servir de fachada a operaciones secretas al servicio
de inconfesables intereses nacionales.
La realidad es muy diferente
En 1982, Ronald Reagan crea la NED, en coordinación con el Reino
Unido y Australia, para derrocar el «Imperio del Mal». Un montaje de la
CIA, el MI6 y el ASIS.
El discurso de Ronald Reagan en Londres se produce después de los
escándalos que rodearon las revelaciones de los manejos sucios de la
CIA, revelaciones provenientes de varias comisiones investigadoras
parlamentarias.
El Congreso prohibió entonces a la CIA la organización de nuevos
golpes de Estado como medio de conquistar mercados. En la Casa Blanca,
el Consejo de Seguridad Nacional busca entonces otras vías que le
permitan sortear dicha prohibición.
La comisión bipartidista de reflexión se constituyó antes del
discurso de Ronald Reagan, aunque el mandato oficial de la Casa Blanca
sólo le fue entregado posteriormente. Ello indica que aquella Comisión
no respondía a la pomposa ambición presidencial sino que era anterior.
El discurso no es por lo tanto otra cosa que la justificación
retórica de decisiones ya tomadas de antemano en líneas generales y
destinadas a su puesta en escena por parte de la comisión bipartidista.
El presidente de la comisión bipartidista de reflexión era el
representante especial de Estados Unidos para el Comercio, lo cual
indica que el objetivo de dicha comisión no era precisamente promover
la democracia sino, según la terminología consagrada, la promoción de
la «democracia de mercado».
Este extraño término corresponde al modelo estadounidense: una
oligarquía económica y financiera impone sus decisiones políticas a
través de los mercados y del Estado federal, mientras que los
parlamentarios y jueces electos por el pueblo protegen a los individuos
de la arbitrariedad de la administración.
De los cuatro organismos periféricos de la NED tres fueron
conformados para la ocasión. El cuarto, el organismo sindical (ACILS),
no hubo que crearlo porque ya existía desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial, aunque había cambiado de nombre en 1978, cuando se descubrió
que dependía de la CIA. Esto permite deducir que el CIPE, el IRI y el
NDI no nacieron por generación espontánea, sino que también fueron
creados bajo los auspicios de la CIA.
Además, a pesar de ser la NED una asociación creada conforme al
derecho estadounidense no es un instrumento de uso exclusivo de la CIA
sino un dispositivo común con los servicios británico (fue por eso que
Reagan la anunció precisamente en Londres) y australiano.
Esa característica fundamental nunca se menciona a pesar de estar
enteramente confirmada por los mensajes de felicitación de los primeros
ministros Tony Blair y John Howard en ocasión del vigésimo aniversario
de la supuesta «ONG».
La NED y sus tentáculos son órganos del pacto militar anglosajón que
vincula a Londres, Washington y Camberra, pacto en el que se incluye
igualmente la red de intercepción electrónica Echelon. Además de la
CIA, el MI6 británico y el ASIS australiano también pueden solicitar
los servicios de ese dispositivo.
Para esconder esa realidad la NED ha propiciado la creación, por
parte de varios aliados, de organizaciones análogas que trabajan con
ella. En 1988, Canadá se dotó de un centro llamado Derechos &
Democracia, que se concentró sobre todo en Haití y posteriormente en
Afganistán. En 1991, el Reino Unido instituyó la Westminster Foundation
for Democracy (WFD).
El funcionamiento de ese organismo público está diseñado según el
modelo de la NED: su administración está en manos de los partidos
políticos (consta de 8 delegados: 3 del Partido Conservador, 3 del
Partido Laborista, uno del Partido Liberal y el octavo para los demás
partidos representados en el parlamento británico). La WFD fue muy
activa en Europa del Este.
Finalmente, en 2001 la Unión Europea se dotó del European Instrument
for Democracy and Human Rights (EIDHR), que despierta menos sospechas
que sus homólogos. Ese órgano depende de EuroAid, dirigida por un alto
funcionario tan poderoso como desconocido, el holandés Jacobus Richelle.
La directiva presidencial 77
Cuando votaron la fundación de la NED, el 22 de noviembre 1983, los
miembros del Congreso de los Estados Unidos ignoraban que aquella
organización ya existía en secreto, en virtud de una directiva
presidencial fechada el 14 de enero.
Aquel documento, que no fue desclasificado hasta 20 años más tarde,
organiza la «diplomacia pública», expresión políticamente correcta para
designar la propaganda. Instituye además en la Casa Blanca varios
grupos de trabajo dentro del Consejo de Seguridad Nacional, uno de
ellos encargado de pilotear la NED.
Henry Kissinger, administrador de la NED. ¿Quién dijo «representante
de la sociedad civil»?El consejo de administración de la NED no es por
lo tanto otra cosa que una correa de transmisión del Consejo de
Seguridad Nacional. En aras de salvar las apariencias, se decidió que,
de manera general, los agentes o ex agentes de la CIA no podían figurar
en el consejo de administración.
A pesar de lo anterior, las cosas no pueden estar más claras. La
mayoría de los altos funcionarios que han desempeñado un papel central
en el Consejo de Seguridad Nacional han sido administradores de la NED.
En ese caso se encuentran, por ejemplo, Henry Kissinger, Franck
Carlucci, Zbigniew Brzezinski y Paul Wolfowitz, personalidades que la
Historia no recordará precisamente como idealistas de la democracia
sino como estrategas cínicos de la violencia.
El presupuesto de la NED no puede ser interpretado de manera aislada
ya que esa institución recibe además instrucciones del Consejo de
Seguridad Nacional para la realización de acciones que se inscriben en
el marco de grandes operaciones en las que participan varias agencias.
Existen fondos, provenientes esencialmente de la Agencia
Estadounidense de Ayuda Internacional (USAID), que transitan por la NED
sin aparecer en su presupuesto, simplemente para darles un carácter «no
gubernamental».
Además, la NED recibe indirectamente el dinero de la CIA,
previamente blanqueado por intermediarios privados como la Smith
Richardson Foundation, la John M. Olin Foundation o la Lynde and Harry
Bradley Foundation.
Para evaluar la verdadera envergadura de ese programa habría que
añadir al presupuesto de la NED los subpresupuestos correspondientes
del Departamento de Estado, de la USAID, de la CIA y del Departamento
de Defensa, lo cual resulta hoy en día imposible.
Ciertos elementos conocidos permiten sin embargo hacerse una idea de
su importancia. En los últimos 5 años, Estados Unidos gastó más de 1
000 millones de dólares en asociaciones y partidos únicamente en el
Líbano, pequeño Estado de 4 millones de habitantes.
Globalmente, la mitad de esa suma la distribuyeron públicamente el
Departamento de Estado, la USAID y la NED. La otra mitad fue entregada
secretamente por la CIA y el Departamento de Defensa.
Este ejemplo permite deducir que el presupuesto general que Estados
Unidos dedica a la corrupción institucional se cuenta en decenas de
miles de millones al año. En todo caso, el programa equivalente de la
Unión Europea, que tiene un carácter enteramente público y sirve de
apoyo a las acciones estadounidenses, es de 7.000 millones de euros al
año.
En definitiva, la estructura jurídica de la NED y el volumen de su
presupuesto oficial no son más que apariencia. En esencia, la NED no es
un organismo independiente a cargo de acciones legales que
anteriormente realizaba la CIA sino una vitrina que el Consejo de
Seguridad Nacional utiliza para garantizar los aspectos legales de
operaciones ilegales.
La estrategia trotskista
Durante su etapa de instauración (en 1984), la NED tuvo como
presidente a Allen Weinstein. John Richardson ocupó después ese puesto
durante 4 años (desde 1984 hasta 1988) y fue finalmente reemplazado por
Carl Gershman (desde 1998).
Los tres tienen tres cosas en común. Son judíos, fueron miembros del
partido trotskista Social Democrats USA y trabajaron en la Freedom
House.
Todo eso tiene su lógica. El odio al estalinismo llevó a algunos
trotskistas a unirse a la CIA para luchar contra los soviéticos. Y
llevaron a la CIA la teoría de la toma del poder a escala mundial,
transponiéndola a las «revoluciones de colores» y la «democratización».
Simplemente desplazaron la doctrina trotskista aplicándola al
combate cultural analizado por Antonio Gramsci: el poder se ejerce en
las mentes más que por la fuerza. Para gobernar a las masas, una élite
tiene que inculcarles primero una ideología que las programe para que
acepten el poder que las domina.
El Centro Americano para la Solidaridad de los Trabajadores (ACILS)
Conocido con el nombre de Solidarity Center, el ACILS, rama sindical
de la NED, es de lejos su principal canal. Distribuye más de la mitad
de las donaciones de la NED, sustituyó organismos anteriores que habían
trabajado durante toda la guerra fría en la estructuración de
sindicatos no comunistas a través del mundo, desde Vietnam hasta Angola
pasando por Francia y Chile.
La utilización de sindicalistas para encubrir ese programa de la CIA
entraña de por sí una excepcional perversión. Lejos de la divisa
marxista «Proletarios de todos los países, ¡uníos!», el ACILS asocia
los sindicatos obreros estadounidenses con el imperialismo que reprime
a los trabajadores de los demás países.
Esa filial estuvo bajo la dirección de un personaje singular, Irving
Brown, desde 1948 hasta el fallecimiento de este último en 1989.
En 1981, Irving Brown pone a Jean-Claude Mailly en el puesto de
asistente del secretario general del sindicato francés Force Ouvriere,
André Bergeron.
Bergeron reconocerá que el financiamiento de sus actividades
proviene de la CIA. Mailly se convierte en secretario general de FO en
2004.
Algunos autores aseguran que Brown era hijo de un ruso blanco cercano a Alexander Kerensky.
Lo que sí está comprobado es que Brown fue agente del OSS, el
servicio de inteligencia estadounidense, durante la Segunda Guerra
Mundial y que participó en la creación de la CIA y del Gladio, la red
secreta de la OTAN, pero se negó a asumir la dirección porque prefería
concentrarse en su especialidad: los sindicatos.
Tuvo su base en Roma y posteriormente en París, no en Washington, lo
que le proporcionó especial influencia en la vida pública de Italia y
Francia. Al final de su vida, Brown se jactaba de haber dirigido
siempre -por debajo de la mesa- el sindicato francés Force Ouvriere, de
haber manipulado los hilos del sindicato estudiantil francés UNI (en
cuyo seno militaron Nicolas Sarkozy y sus ministros Francois Fillon,
Xavier Darcos, Hervé Morin y Michele Alliot-Marie, así como el
presidente de la Asamblea Nacional Bernard Accoyer y el presidente de
la mayoría parlamentaria Jean-Francois Copé) y de haber formado
personalmente, en el sector de izquierda, a los miembros de un
grupúsculo trotskista, como Jean-Christophe Cambadelis y el futuro
primer ministro francés Lionel Jospin.
A fines de los años 1990, los miembros de la confederación AFL-CIO
pidieron cuentas sobre las verdaderas actividades del ACILS, cuya
naturaleza criminal en numerosos países ya había sido por entonces
ampliamente documentada.
Cualquiera creería que las cosas cambiaron después de aquel
escándalo. Pero no fue así. En 2002 y 2004, el ACILS participó
activamente en el fallido golpe de Estado perpetrado en Venezuela
contra el presidente Hugo Chávez y en el exitoso derrocamiento del
presidente Jean-Bertrand Aristide en Haití.
El ACILS se encuentra actualmente bajo la dirección de John Sweeney,
ex presidente de la confederación AFL-CIO, otro personaje proveniente
del partido trotskista Social Democrats USA.
El Centro para la Empresa Privada Internacional (CIPE)
El Centro para la Empresa Privada Internacional (CIPE) se concentra
en la difusión de la ideología capitalista liberal y la lucha contra la
corrupción.
El primer éxito del CIPE fue la transformación, en 1987, del
European Management Forum -un club de grandes patronos europeos- en
World Economic Forum -el club de la clase dirigente transnacional. El
gran encuentro anual de la aristocracia económica y política global en
la estación de esquí suiza de Davos contribuyó a forjar un sentido de
pertenencia clasista, más allá de las identidades nacionales de los
participantes.
El CIPE es muy cuidadoso en cuanto a no tener ningún vínculo de tipo
estructural con el Foro de Davos, razón por la cual resulta imposible
-al menos por el momento- probar que World Economic Forum esté siendo
manejado por la CIA.
Les costaría, sin embargo, mucho trabajo a los dirigentes de Davos
explicar por qué ciertos líderes políticos han escogido su Forum
Económico como escenario de acontecimientos de la más alta importancia
si no se tratara de operaciones planificadas por el Consejo de
Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Por ejemplo, en 1988, fue en Davos, no en la ONU, donde Grecia y
Turquía hicieron las paces. En 1989, fue en Davos donde las dos Coreas,
por un lado, y las dos Alemanias, por el otro, realizaron su primera
cumbre a nivel ministerial, en el caso de las primeras, y su primera
cumbre sobre la reunificación alemana.
En 1992, fue también en Davos donde Frederik de Klerk y Nelson
Mandela presentaron juntos -por primera vez fuera de Sudáfrica- su
proyecto común para aquel país. Más increíble aún, fue en Davos, en
1994, después del Acuerdo de Oslo, que Shimon Peres y Yaser Arafat
negociaron y firmaron su aplicación en Gaza y Jericó.
El vínculo entre el Foro Económico de Davos y Washington pasa
evidentemente por Susan K. Reardon, ex directora de la asociación
profesional de empleados del Departamento de Estado convertida en
directora de la Fundación de la Cámara de Comercio de Estados Unidos,
órgano encargado de la administración del CIPE.
El otro éxito del Centro para la Empresa Privada Internacional es
Transparency International. Esta «ONG» fue creada oficialmente por un
oficial de la inteligencia militar estadounidense, Michael J. Hershman,
quien es por demás administrador del CIPE y, hoy en día, uno de los
responsables del reclutamiento de informantes para el FBI así como
presidente-director general de la agencia privada de inteligencia
Fairfax Group.
Transparency International es ante todo una fachada para las
actividades de la CIA en materia de inteligencia económica. Es también
un instrumento de comunicación utilizado para obligar a otros Estados a
modificar sus legislaciones de forma favorable a la apertura de sus
propios mercados.
Para esconder el origen de Transparency International, el CIPE
recurrió a las habilidades del ex director de prensa del Banco Mundial,
el neoconservador Frank Vogl. Este último instauró un Comité de
personalidades que contribuyó a crear la imagen de que se trataba de
una asociación proveniente de la sociedad civil.
Este comité de fachada está bajo la dirección de Peter Eigen, ex
director del Banco Mundial en el este de África. En 2004 y 2009, la
esposa de Eigen fue candidata a la presidencia de la República Federal
de Alemania por el SPD.
La actividad de Transparency International favorece los intereses de
Estados Unidos y no es en lo absoluto confiable. En 2008 esta seudo ONG
denunciaba la corrupción de PDVSA, la empresa estatal del petróleo de
Venezuela. Basándose en información falsificada, Transparency
International situaba a PDVSA en la última posición de la clasificación
mundial de empresas estatales.
El objetivo era evidente: sabotear la reputación de una empresa que
sirve de base económica a la política antiimperialista del presidente
venezolano Hugo Chávez. Al ser sorprendida en flagrante delito de
intoxicación, Transparency International se negó a contestar las
preguntas de la prensa latinoamericana y a modificar su propio informe.
Lo cual no tiene en definitiva nada de sorprendente si recordamos que
el corresponsal del CIPE en Venezuela, Pedro Carmona, fue precisamente
el personaje que Estados Unidos puso en el poder -donde no logró
mantenerse- durante el fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez.
En cierta forma, al dirigir la atención de los medios de difusión
hacia la corrupción económica, Transparency International enmascara la
actividad de la NED, que se dedica a la corrupción políticas de las
élites dirigentes en beneficio de los anglosajones.
El Instituto Republicano Internacional (IRI) y el Instituto Nacional Democrático de Relaciones Internacionales (NDI)
El Instituto Republicano Internacional (IRI) tiene la misión de
corromper a los partidos de derecha mientras que el Instituto Nacional
Democrático de Relaciones Internacionales (NDI) se ocupa de los
partidos de izquierda. El primero tiene como presidente a John McCain y
el segundo a Madeleine Albright. Estos dos personajes no deben por lo
tanto ser considerados políticos normales o como un líder de oposición
y una sabia retirada, sino como activos responsables de programas del
Consejo de Seguridad Nacional.
Tanto el IRI como el NDI han renunciado a tratar de controlar la
Internacional Liberal y la Internacional Socialista como vía para
ejercer su control sobre los principales partidos políticos del mundo.
En vez de ello han preferido crear organizaciones rivales: la Unión
Democrática Internacional (IDU) y la Alianza de los Demócratas (AD).
La primera tiene como presidente al australiano John Howard, con el
ruso Leonid Gozman de Justa Causa como vicepresidente. La segunda se
encuentra bajo la dirección del italiano Gianni Vernetti, quien tiene
como copresidente al francés Francois Bayrou.
El IRI y el NDI se apoyan también en las fundaciones políticas
vinculadas a los grandes partidos europeos (6 en Alemania, 2 en
Francia, una en Holanda y otra en Suecia). Por otro lado, algunas
operaciones se realizan a través de misteriosas empresas privadas, como
Democracy International Inc. que organizó las más recientes elecciones
“arregladas” en Afganistán.
Todo esto deja un gusto amargo. Estados Unidos ha logrado corromper
la mayoría de los grandes partidos políticos y sindicatos de todo el
mundo.
Ex adjunto de Rahm Emanuel y actual responsable del NDI, Tom McMahon
estuvo en Francia para organizar las elecciones primarias del Partido
Socialista. La «democracia» que Estados Unidos promueve consiste en
definitiva en discutir cuestiones locales en cada país -incluso simples
temas sociales, como los derechos de las mujeres o de los homosexuales-
mientras se alinean con Washington en todas las cuestiones
internacionales.
Las campañas electorales se han convertido en espectáculos en los
que la NED escoge a los actores mediante la entrega -a unos sí y a
otros no- de los recursos financieros que necesitan. La noción misma de
alternancia ha perdido su verdadero sentido ya que la NED promueve
alternativamente uno u otro bando con tal de que ambos mantengan la
misma política exterior y de defensa.
Tanto en la Unión Europea como en otras partes se escuchan hoy
lamentos sobre la crisis de la democracia. Y los responsables de esa
crisis son, evidentemente, la NED y Estados Unidos. ¿Cómo puede
calificarse, en todo caso, un régimen como el de Estados Unidos, cuyo
principal líder de oposición, John McCain, es en realidad empleado del
Consejo de Seguridad Nacional? Ciertamente, no como democracia.
Balance de un sistema
Con el tiempo, la USAID, la NED, sus institutos satélites y sus
fundaciones intermedias han dado lugar a la aparición de una burocracia
tan extensa como avariciosa. La votación sobre el presupuesto de la NED
da lugar, año tras año, a ásperos debates sobre la ineficacia de ese
sistema tentacular y los rumores de malversación de fondos en beneficio
de personalidades políticas estadounidenses encargadas de administrar
dichos fondos.
Con ánimo de mejorar la gestión, se han realizado numerosos estudios
tendientes a medir el impacto de esos flujos financieros. Expertos han
comparado las sumas destinadas a cada país con la calificación
democrática de esos mismos países que otorga la Freedom House. Y han
calculado después cuántos dólares por habitante había que gastar para
que la calificación de un país subiera un punto.
Tomicah Tillemann, consejero de Hillary Clinton para la sociedad
civil y las democracias emergentes, supervisa el dispositivo de la NED
por el Departamento de Estado. Lo anterior no es, por supuesto, otra
cosa que un intento de autojustificación. La idea de otorgar
calificaciones en materia de democracia nada tiene de científica. De
forma totalitaria, se parte del principio que sólo existe una forma de
instituciones democráticas. Y, de manera infantil, se establece una
disparatada lista de criterios a los que se atribuyen coeficientes
imaginarios para convertir la complejidad social en una cifra única.
El resultado es que la gran mayoría de esos estudios muestran el
fracaso: aunque la cantidad de democracias aumente en el mundo, no
parece existir relación alguna entre los progresos o retrocesos
democráticos y las sumas que gasta el Consejo de Seguridad Nacional.
Esto confirma, por el contrario, que los objetivos reales nada
tienen que ver con los objetivos oficialmente anunciados. Los
responsables de la USAID citan, sin embargo, un estudio de la
universidad Vanderbilt que afirma que sólo las operaciones de la NED
cofinanciadas por la USAID han sido eficaces, ya que la USAID tiene una
administración rigurosa de su presupuesto. Por supuesto, este singular
estudio fue financiado por… la USAID.
En todo caso, en 2003, en ocasión de su vigésimo aniversario, la NED
hizo un balance político de su acción. Según ese balance, la NED
financiaba en aquel momento más de 6 000 organizaciones políticas y
sociales en todo el mundo, cifra que ido en aumento desde aquel
entonces.
La NED reconocía entonces haber creado enteramente el sindicato
Solidarnorsc en Polonia, la Carta de los 77 en Checoslovaquia y Otpor
en Serbia. Se felicitaba por haber creado también enteramente la radio
B92 y el cotidiano Oslobodjenje en la antigua Yugoslavia así como gran
cantidad de medios de difusión independientes en el Iraq «liberado».
Cambiar de fachada
Luego de haber registrado un éxito mundial, la retórica de la
democratización ya no convence a nadie. El presidente George W. Bush la
desgastó al abusar de su uso. Nadie puede afirmar seriamente que las
subvenciones que distribuye la NED harán desaparecer el terrorismo
internacional. Como tampoco es posible afirmar ahora que las tropas
estadounidenses derrocaron a Sadam Husein para ofrecer la democracia a
los iraquíes.
Además, los ciudadanos que en el mundo entero militan a favor de la
democracia son ahora más desconfiados. Han entendido que la ayuda que
ofrecen la NED y sus sucursales sirve en realidad para manipularlos a
ellos y a sus países. Se niegan, por lo tanto, cada vez más a menudo a
aceptar las donaciones «desinteresadas» que estas les proponen. Así que
los responsables estadounidenses de los diferentes canales de
corrupción estudian cómo cambiar nuevamente de fachada.
Después de los sucios manejos de la CIA y la transparencia de la
NED, apuntan ahora hacia la creación de una nueva estructura que
vendría a reemplazar un conjunto ya desacreditado.
Esa estructura ya no estaría en manos de los sindicatos, del
patronato y de los dos grandes partidos políticos estadounidenses sino
de multinacionales concebidas según el modelo de la Asia Foundation.
En los años 1980, la prensa reveló que la Asia Foundation era una
fachada de la CIA para la lucha contra el comunismo en Asia. Hubo
entonces una reforma de la fundación y su administración fue puesta en
manos de varias transnacionales (Boeing, Chevron, Coca-Cola, Levis
Strauss…). Aquel cambio de apariencia bastó para proporcionar un
aspecto no gubernamental y respetable a una estructura que nunca dejó
de estar al servicio de la CIA.
Después de la disolución de la URSS, se creó también la Eurasia
Foundation, cuya misión consistiría en extender la acción secreta a los
nuevos Estados asiáticos.
Otra discutida cuestión es la de saber si las donaciones para la
«promoción de la democracia» deben adoptar únicamente la forma de
contratos para la realización de determinados proyectos o la de
subvenciones sin obligación de resultados. La primera fórmula ofrece
mejor cobertura jurídica, pero la segunda es mucho más eficaz como
estrategia de corrupción.
Ante tal panorama, la exigencia de Vladimir Putin y de Vladislav
Surkov en cuanto a reglamentar el financiamiento de las ONGs que operan
en Rusia es enteramente legítima, por muy exagerada y extremadamente
meticulosa que sea la burocracia que hayan establecido para ello.
El dispositivo de la NED, instaurado bajo la autoridad del Consejo
de Seguridad Nacional de Estados Unidos, no sólo está lejos de
favorecer los esfuerzos democráticos en el mundo, sino que además los
envenena.
Thierry Meyssan
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