Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.
sábado, 2 de julio de 2011
ALEPH: Horror Vacui
Carolina Escobar Sarti
Mucha gente no sabría quéhacer si este país no tuviera Ejército. La sola idea le produce a muchos un horror vacui, un miedo al vacío, desde el que no pueden ni siquiera imaginar que algo así podría suceder.
Sin titulo prensalibre print
No se han enterado o no lo quieren decir muy recio, pero a escasos tres países del nuestro hay una Costa Rica que no tiene Ejército desde hace más de 50 años, y no le ha ido nada mal. ¿Y la soberanía del país, entonces? ¿Y su defensa? preguntarán esos muchos, a lo cual habría que responder formulando otras preguntas: ¿Cuál soberanía? y ¿la defensa del país de quiénes, si esta ha sido para los sectores de poder que mueven los hilos de los gobiernos de turno, con el fin de que el Ejército se convierta en su seguridad privada?
Además de contribuir a sostener la industria armamentista, una de las más prósperas del mundo en la actualidad, el Ejército de Guatemala consume una enorme y desproporcionada cantidad del presupuesto nacional en relación con lo que se destina al siempre pendiente rubro social, sin hablar de la corrupción asociada a la institución castrense por décadas y su vinculación con el crimen organizado y el narcotráfico, entre otros. Lo anterior, para no hablar de su participación en los desalojos de campesinos o del nefasto y vergonzoso papel que jugó en la guerra, cargando sobre sus espaldas el 93 por ciento de las masacres que se dieron en este país, y en ellas, las formas más salvajes de practicar la violencia.
Y luego de que “el Ejército ganara la guerra”, como dicen esos muchos, ¿qué tenemos?. Cifras más altas de desnutrición, de miseria y de desempleo, además de una impunidad incuestionable, más transnacionales apropiándose del territorio guatemalteco y sus recursos, y una violencia que nadie podría negar. Está claro que no todo es responsabilidad del Ejército, pero sí está claro el orden que este se ha encargado de cuidar, preservar y perpetrar.
Por otra parte, estando Guatemala tan cerca de Estados Unidos, pensar en no tener Ejército es ficción. Según Elaine Grossman, en un análisis del Global Security Network, denominado Coste de ensayar un misil estadounidense de ataque global podría llegar a 500 millones de dólares: “El gobierno de Obama ha solicitado 239.900 millones de dólares para investigación y desarrollo de ataque global inmediato por parte de los servicios militares en el año fiscal 2011… Si los niveles de financiamiento se mantienen como han sido anticipados en los próximos años, el Pentágono habrá gastado unos 2.000 millones de dólares en ataque global inmediato para fines del año fiscal 2015, según documentos presupuestarios presentados el mes pasado al Congreso.”
Además, a los Ejércitos les sirve que vivamos en un mundo donde el pensamiento funciona en oposición, en el cual la teoría de la sociedad y la teoría de cultura, con todo y los sistemas simbólicos del lenguaje, la familia, la religión, el arte, se elaboran a partir de este esquema. En él, todo se concibe como un campo de batalla donde hay siempre una guerra que librar y la muerte no deja de trabajar. En este mundo de opuestos, la consigna es conmigo o contra mí. La patria existe solo de nombre, pero es necesario que exista como materia de deseo para cerrar el pacto entre quienes pelean por ella. Patria colonizada y cuidada por guardianes uniformados; por ella hacen los hombres la guerra, por la secuestrada, porque por ella pero sin ella celebran siempre esa larga fiesta de muerte a la cual llaman su vida.
Acabamos de tener, en Guatemala, una conferencia sobre seguridad, donde quedó claro que habrá una inyección de dinero para el combate del narcotráfico en el triángulo norte de la región, lo cual no garantiza que el combate sea exitoso mientras en Estados Unidos no disminuya su consumo y las realidades nacionales de miseria no cambien, pero sí garantiza que compremos más armas, que veamos reposicionarse y crecer a los ejércitos, y que conceptos como el de soberanía y defensa sigan siendo la paradoja de paradojas. Así que el único horror vacui por aquí es que todo siga igual.
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