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jueves, 28 de julio de 2011

Anders Behring, criatura de la nueva crisis




Ángel Guerra Cabrera

El asesinato en masa perpetrado por el fanático de extrema derecha noruego Anders Behring Breivik no es un hecho aislado ni el crimen casual de un loco en un país eminentemente pacífico. Esa es la explicación simplista de la derecha, que lamenta que el autor no haya sido de los otros y no quiere debate. Es significativo que el líder del racista e islamófobo Partido del Progreso de Noruega al deplorar que Behring haya militado en sus filas, enfatizara: no es el momento de analizarlo.

Pero el alegato del terrorista en el extenso pasquín colgado en Internet revela la adopción al último extremo de estereotipos machacados, abierta o veladamente, por la cultura dominante: nacionalismo estrecho, racismo, chovinismo, odio a lo diferente, al islamismo, al multiculturalismo, a la democracia, al marxismo y a algunos de sus exponentes más influyentes en los sentimientos de las masas y cercanos históricamente como Che Guevara y Fidel Castro. Este coctel ideológico es la semilla de la que germina la ideología nazifascista en algunos individuos y en situaciones de grave crisis del sistema capitalista puede arrastrar a millones de seres humanos, como muestra la historia, si no emerge una alternativa revolucionaria.

Catalizador de esa ideología en este siglo ha sido la guerra sicológica de Estados Unidos, sus aliados y el complejo cultural-mediático a su servicio a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. El presidente George W. Bush, en lugar de enfrentar aquel hecho como un delito –por más grave y afrentoso que fuera– para ser investigado y sancionar a sus autores conforme a la ley, declaró, sin fundamento jurídico ni moral alguno, la guerra contra el terrorismo. Tras la belicosa retórica subyacía el propósito de controlar el petróleo de Irak, los ductos energéticos procedentes de Rusia, establecer puestos avanzados que amenazaran a ese país y a China y el debilitamiento de la resistencia árabe contra su aliado sionista.

El saldo ha sido la ocupación y arrasamiento de Afganistán e Irak, el desencadenamiento de una guerra aérea contra los habitantes de las zonas tribales de Pakistán y Yemen, el bombardeo de Libia para proteger a la población civil matándola, cientos de miles de civiles muertos y un sentimiento antiestadunidense entre los musulmanes mucho mayor al existente antes del 11-S. Al emprender esa campaña Washington promovió una histérica islamofobia en Occidente, que equiparó a todos los musulmanes con islamitas radicales y a éstos con terroristas. El aumento meteórico del gasto militar aceleró el desencadenamiento del más grave trastorno de la economía de Estados Unidos y mundial, que ha puesto al desnudo la crisis civilizatoria más profunda de la historia humana. Ella va acompañada de la deslegitimación de las instituciones republicanas, incluyendo los partidos políticos. Pero también y aunque crece la rebeldía social, de la ausencia por ahora, de fuerzas capaces de instaurar alternativas de las dimensiones y la novedad de las que se requieren. El contexto es de empobrecimiento, desesperanza y beligerancia de la ultraderecha en Estados Unidos y Europa, que culpabiliza a los inmigrantes. La acción terrorista de Behring no puede desligarse de la crisis.

El bienestar material y la ideología en los países nórdicos no han escapado a su onda expansiva, manifestada en aumento del racismo, la xenofobia y el liberalismo económico a ultranza. Hasta hace unos años no era tan visible en Noruega pero el Partido del Progreso y su inflamado racismo ha permeado en importantes sectores sociales, ha logrado convertirse en segunda fuerza parlamentaria y presiona a la socialdemocracia gobernante. No obstante, la juventud socialdemócrta, cuyos cuadros reciben formación en la isleta de Utoeya, defiende resueltamente el multiculturalismo, censura el racismo y solidariza con Palestina y otras causas justas, razón por la que fue escogida como su objetivo principal por el terrorista.

Volviendo a Estados Unidos, curiosamente el campeón de la lucha contra el terrorismo abriga a todos los terroristas que han actuado contra Cuba desde los años sesenta. A la vez, mantiene injustamente encarcelados con largas condenas a los jóvenes cubanos que los monitoreaban y no enjuicia por terrorista a Luis Posada Carriles, al igual que Behring asesino de 76 seres humanos. Estos son distintos, claro, eran cubanos en su mayoría y viajaban en un avión civil de esa bandera.

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