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sábado, 1 de octubre de 2011

Walesa y Lula: el fin de las comparaciones



Maciek Wisniewski*
Una ocasión para volver a mirar la historia de su complicada relación y el saldo de sus actividades: el 29 de septiembre, Lech Walesa entregó a Luiz Inacio Lula da Silva un premio de la Fundación Walesa como reconocimiento por haber actuado para disminuir las desigualdades sociales y fortalecer la importancia de las naciones en desarrollo.

El ex presidente polaco (1990-1995), premio Nobel de la Paz 1983, y el ex mandatario de Brasil (2003-2010) se reunieron en Gdansk, donde a principios de los años 80 Walesa lideró las huelgas que llevaron a la conformación del primer sindicato independiente del bloque socialista.

Aunque ambos dirigentes comparten las mismas raíces –vienen de familias humildes, fueron obreros y líderes sindicales que lucharon contra las dictaduras–, las distintas realidades de sus países dificultaron el entendimiento.

Cómo subraya Theotonio dos Santos, un destacado economista y politólogo brasileño, uno de los autores de la teoría de la dependencia, los principales vectores políticos en Europa del este y en América Latina eran completamente diferentes: mientras en Polonia el capitalismo y el libre mercado eran sinónimos de libertad, en Brasil el libre mercado llegó con la dictadura y la libertad era el socialismo.

En los años 80, Lula buscó a Walesa. En aquel entonces compararse y ponerse al lado de la estrella del sindicalismo libre era importante para su lucha. Se conocieron, pero Walesa afirmó que él quería abolir el comunismo y Lula construir uno. No simpatizaron.

Aún así, cuando en 1985 se acabó el régimen militar en Brasil, Walesa le mandó a su colega una calurosa carta. Pero cuando después de 1989 Polonia entró en democracia, el líder de la Solidaridad se ufanaba que él quedó de presidente y Lula no.

Sin embargo este fue un triste parteaguas para Walesa: una vez en el poder, su liderazgo decayó. Su personalismo, prepotencia y conflictividad hicieron que perdiera la contienda por el segundo mandato, y acabó como uno de los políticos más impopulares de Polonia.

En el plano económico se comprometió a restaurar el capitalismo. Su fe en los mercados autorregulados, el mantra de que las desigualdades son buenas para la economía, eran típicos de la época del fin de la historia.

Con la población sumergida en un trauma postsocialista, abrió las puertas a las reformas neoliberales y a la terapia de choque. Para facilitarlos dio visto bueno a la contención de los sindicatos: según él, estos eran buenos para abolir el comunismo, pero en el capitalismo ya no servían (sic).

Dejó de luchar por los intereses de los trabajadores y empezó a defender los del capital, enterrando de paso toda la idea de la solidaridad social. El resultado han sido enormes desigualdades sociales, la desindustrialización, alto desempleo y Polonia sujetada al capitalismo global en la calidad de la periferia.

Dos Santos recuerda que cuando después del 89 les decía a sus colegas de Polonia o de Hungría ¡Bienvenidos al subdesarrollo!, éstos no entendían nada...

Una vez jubilado, Walesa, mediante su fundación, se dedicó al enriquecimiento y al marketing personal. Se volvió un mercenario-conferencista y asesor de los que pagan más.

Así pasó en México en julio de 2005, cuando asistió al festín del saliente presidente Vicente Fox, exponiendo su curiosa tesis de que utilizar la democracia es una posibilidad directamente proporcional al tamaño de la chequera. O cuando recientemente se vendió a una cadena de tiendas, conocida por violar masivamente los derechos laborales.

El camino de Lula a la presidencia ha sido más sinuoso, pero una vez en el puesto demostró que se podía pensar diferente el capitalismo y la democracia –lejos del anticapitalismo y con todas las limitaciones de la sociedad en que vivimos–, y cuestionó los dogmas neoliberales de su predecesor Fernando Henrique Cardoso (Theotonio dos Santos, es un crítico feroz de la tesis de la supuesta continuación entre Cardoso y Lula).

Pensó que uno de los más grandes problemas de la democracia y del capitalismo era la desigualdad y se dedicó a combatirla. Ayudó a millones a salir de la pobreza y garantizó al país un éxito económico.

Lo reconoció hasta Cardoso con un peculiar elogio de que Lula fue un Walesa que funcionó. Pero éste ya hace tiempo tomó otro camino y acabó en otro lugar que Walesa. No hay nada que comparar, dice dos Santos.

Desde luego que la política de Lula no ha sido libre de contradicciones. Pero él, a diferencia de Walesa, nunca ha perdido ni la conciencia de clase ni el compromiso político. Tras dos mandatos tenía más de 80 por ciento de popularidad.

Ahora fue Walesa quien buscó a Lula. Elogiándolo, trató de revivir las semejanzas y suscribirse post factum a su éxito. Hasta admitió que es Lula y no él quien ahora lleva la razón sobre el capitalismo. Debido a su prepotencia, sonó como un aviso del fin del mundo.

Mientras tanto, lo que seguramente llegó a su fin son las comparaciones entre los dos ex presidentes.

*Periodista polaco

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