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miércoles, 12 de octubre de 2011

Putin en Pekín con su visión geoestratégica: la unión eurasiática

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
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Vladimir Putin y el primer ministro chino Wen Jiabao, ayer durante su encuentro en el Gran Salón del Pueblo, en PekínFoto Reuters

Se confirmó el anticipo sobre el endurecimiento geoestratégico de Rusia con la parusía de Vlady Putin (ver Bajo la Lupa, 2/10/11): desde la configuración de la unión eurasiática hasta su visita de dos días a Pekín.
Greg Howard considera que la unión eurasiática de Putin compite con Estados Unidos: una tentativa para reconstruir la Unión Soviética en forma similar a la Unión Europea (UE); The Slatest, 4/10/11.
El objetivo, según Putin, consistiría en crear condiciones reales para cambiar (sic) la configuración geopolítica y geoeconómica del continente entero (¡súper sic!), lo cual tendrá un positivo efecto global (sic).
Rusia, Belarús y Kazajstán están ya dispuestos a proceder a una integración económica al estilo europeo (occidental) en 2012 con reglas y regulaciones de un mercado unificado. Se espera que Kirguizia y Tayikistán se incorporen luego.
¿Qué advendrá del Grupo de Shanghai, más proclive a la cosmogonía china que a la rusa?
En la etapa del gigantismo regional geoeconómico multipolar, simultáneo a la desglobalización unipolar, la doble integración regional tanto geopolítica como geoeconómica que propone Putin no es nada desdeñable.
No obstante, habemos quienes creímos en el proyecto europeo y que hoy estamos decepcionados ante su acefalia política y sus veleidades conquistadoras neocoloniales en África y el Medio Oriente.
Habría que esperar el epílogo de la brutal guerra financiera que libra obscenamente el dólar contra el euro (nuestra hipótesis sobre la guerra de las divisas) para sopesar la viabilidad de los proyectos integracionistas que tengan como modelo a la UE en cualquier rincón del planeta (v. gr. Unasur, como acabamos de alertar en Caracas).
La prensa británica, de por sí aterrada ante la parusía presidencial de Putin, arremete ferozmente contra el diseño de reconstruir a la URSS, alegato que ya había desechado previamente el hoy todavía primer ministro en su histórico escrito en Izvestia (3/10/11).
Lo que sí enfatiza Putin es que la nueva alianza puede competir por la influencia con Estados Unidos, la UE y Asia (sic) como uno de los polos del mundo moderno, que sirva como vínculo eficiente (sic) entre Europa y la región (sic) dinámica de Asia-Pacífico.
Se desprende que la gran visión eurasiática de Putin es de corte geostratégico, más que meramente geopolítico y/o geoeconómico.
¿El nuevo orden multipolar de Putin es puntualmente cuatripolar?
¿Dónde deja a Brasil (extensivo a Unasur) y a India (extensivo a la región del océano Índico), sus socios geoeconómicos en el seno de los BRICS?
Quedan otras preguntas relevantes en el tintero, pero lo trascendental radica en el reposicionamiento de Rusia en su periferia inmediata, que se prepara tanto a las retiradas humillantes de Estados Unidos en Irak y Afganistán como a su obligado repliegue militar en Asia central.
Poco se ha escrito sobre el reciente triunfo diplomático de Rusia, con la tácita anuencia de China, para reconectar las geoeconomías de las Coreas, lo cual, a mi juicio, constituyó el revire inmediato de los dos gigantes eurasiáticos al saqueo de Libia por la OTAN, quien se burló de su buena fe, para no decir de su ingenuidad geopolítica.
Cual su costumbre desinformativa, Stratfor (6/10/11) amarra navajas para evitar la adhesión de Ucrania, que se resiste a integrarse al proyecto eurasiático para confinarse exclusivamente al espacio europeo. A mi juicio, será más prudente esperar el epílogo de la balcanización del euro en curso que definirá en gran medida la evolución geopolítica de la parte occidental de Eurasia.
No podía faltar la cita de Georgia por Stratfor y su resuelta oposición al Kremlin, azuzada tras bambalinas por Estados Unidos y la UE. Según el rijoso presidente de Georgia, Mikhail Saakashvili, el proyecto representa la idea más salvaje (sic) de los nacionalistas rusos.
No pasó inadvertida la reciente gira al Cáucaso del enjundioso presidente francés Sarkozy (quien acaba de amenazar a Irán con sus relámpagos bélicos).
El proyecto eurasiático de Rusia puede ser descarrilado no solamente en Ucrania, sino también en el Transcáucaso, además de otros países medianamente relevantes que oscilan sus inclinaciones (v. gr. Uzbekistán y Turkmenistán).
En el lapso de un siglo los geoestrategas de Gran Bretaña y Estados Unidos, desde McKinder hasta Brzezinski, han considerado a Eurasia como el centro que define el poder mundial. Es evidente que la gran visión eurasiática de Putin no solamente golpea el corazón de los intereses geoestratégicos israelí-anglosajones, sino que, por encima de todo, definirá la historia posmoderna tanto de Rusia como del planeta.
¿Qué tanto participará China en la cosmogonía eurasiática de Rusia que se ha posicionado como un indispensable país pivote desde Pekín hasta Berlín?
China es el primer país que visita Putin después de su anuncio de aspiración presidencial, al frente de una nutrida delegación para mejorar la cooperación pragmática (sic), según Li Hongmei (LH, Xinhua, 10/10/11).
China no concede el mismo significado simbólico a la visita de Putin a Pekín que prodigan los medios occidentales. Según Li Hongmei, a China no le afecta el retorno de Putin como a Estados Unidos, ya que Rusia y China confrontan un periodo crucial de rejuvenecimiento nacional y resurgimiento en la segunda década del siglo XXI.
Un profundo editorial del Global Times (12/10/11) aduce que Putin ha posicionado a Rusia como un país eurasiático y las relaciones bilaterales con China mejorarán su asociación en caso (sic) de su relección.
Diluye su entusiasmo ya que ambas potencias tienen sus propias ambiciones estratégicas y atraviesan un desarrollo acelerado cuando los dos enfrentan un ambiente estratégico cambiante, lo cual puede afectar su mentalidad y enturbiar las relaciones bilaterales.
Describe que los dos países atraviesan un renacimiento (sic) y se espera que China ascienda a superpotencia (sic), mientras Rusia no (¡súper sic!). En el pasado Rusia ha sido más poderosa que China pero la situación ha cambiado. Moscú se ha adaptado al ascenso de Pekín y es difícil pronosticar cómo Rusia será afectada si la fuerza nacional de China le supera con creces.
Rememora que la cultura rusa tiene una fuerte inclinación a la discriminación contra Asia, cuando esta nueva era impactará profundamente la cultura y la diplomacia de Rusia.
Prevé que cuando Rusia sea confrontada con provocaciones actuará duramente con profundo impacto y sustenta que la amistad entre China y Rusia es vital para el ascenso de China, lo cual afectará a las potencias occidentales que desean contener a China. Mientras las relaciones de China con Estados Unidos y Japón han sido tormentosas, con Rusia han sido sostenidas.
Lo mejor: las relaciones de China con Rusia ameritan mayor atención que aquellas con Estados Unidos, por lo que aconseja mayor seriedad de China para que Rusia pueda reciprocar (y, a mi juicio, contrarrestar la contención de Estados Unidos).
Ante la decadente unipolaridad de Estados Unidos, se desprende que para China la multipolaridad geoestratégica es tripolar (sin la UE), mientras que para Putin es cuatripolar (con la UE). No es una sutileza menor.

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