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sábado, 8 de octubre de 2011

Asediados en sus fortalezas

«El arte de la guerra»



Las embajadas de Estados Unidos sólo tienen de embajada el nombre de su categoría diplomática. Son en realidad centros de espionaje y puestos de mando militares. Desde la toma de la «embajada» de Estados Unidos en Teherán y la detención del personal que allí se dedicaba al espionaje, Washington sabe perfectamente que está violando la Convención de Viena. Al mismo tiempo, el Departamento de Estado ha transformado sus «embajadas» en verdaderas fortalezas, a pesar de lo cual estas siguen siendo vistas como blancos, precisamente debido a las actividades ilegales que desarrollan.

Red Voltaire | Roma (Italia)

El centro de espionaje y puesto de mando militar de Estados Unidos en Kabul, erróneamente llamado «embajada»

A fuerza de emprender guerras, Estados Unidos ha ido ganándose cada vez más enemigos. Así que ha tenido que preocuparse por la seguridad de sus embajadas, que además de sedes diplomáticas son centros de operaciones de sus servicios secretos y puestos de mando militares.

Estimando que el 85% de sus embajadas son vulnerables, el Departamento de Estado ha invertido 6 000 millones de dólares para reforzarlas contra explosiones y dotarlas de barreras infranqueables. Y ha construido a la vez nuevas embajadas que son verdaderas fortalezas.

La mayor de todas es la de Kabul, la más grande del mundo, en cuyo recinto se encuentra además el cuartel general OTAN/ISAF, que sigue estando bajo las órdenes de Estados Unidos. Inaugurada el 14 de febrero, esta «embajada» ha costado hasta ahora más de 700 millones de dólares y está planificada además la construcción, de aquí a 2014, de nuevos edificios dentro de lo que ya en este momento constituye una ciudadela. También está en planes la construcción de dos consulados estadounidenses completamente fortificados en las ciudades de Herat y Mazar el Sharif, lo cual indica que Estados Unidos no tiene intenciones de “soltar” Afganistán.

En la ceremonia de inauguración de la «embajada» en Afganistán, el viceembajador Anthony Wayne aseguró que el edificio ya terminado, en espera de la construcción de otros 3 más grandes de varios pisos, sería por el momento «una instalación segura y confortable para 432 diplomáticos y miembros del personal».

Siete meses más tarde, el 13 de septiembre, la nueva embajada fue blanco de un ataque. Lo peor es que, según el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto (la principal autoridad militar estadounidense), tras ese último ataque se encuentra la mano del ISI, o sea el servicio secreto pakistaní. Une verdadera afrenta para la estrategia anunciada en marzo de 2009 por el presidente Obama.

Luego de haber afirmado que Estados Unidos no está Afganistán para controlar ese país y decidir su futuro sino para hacer frente a un enemigo común, el presidente estadounidense había declarado que el futuro de Afganistán está indisolublemente vinculado al de Pakistán. Lo cual significa, en el idioma del Premio Nóbel de la Paz, que Estados Unidos considera ambos países como un solo campo de batalla.

En Pakistán, sin embargo, y a pesar de que el monto de la ayuda militar de Washington a Islamabad se eleva de 2 000 millones de dólares, la oposición es creciente en el seno mismo del gobierno. El gobierno pakistaní rechazó la acusación del almirante Mullen, así como su demanda de interrumpir toda relación con el grupo que supuestamente habría cometido el ataque contra la embajada. También se negó el gobierno pakistaní a permitir la entrada de tropas estadounidenses en la zona tribal cercana a la frontera con Afganistán, tropas que –según se dijo oficialmente– se encargarían de perseguir a los autores del atentado.

El mismo día en que el gobierno pakistaní rechazó el pedido estadounidense, el 23 de septiembre, un avión sin piloto de la CIA disparó dos misiles contra una casa situada en una localidad pakistaní cercana a la frontera. Varias personas resultaron muertas en el ataque aéreo.

Desde el asalto de los Navy Seals, en mayo pasado, contra el supuesto refugio pakistaní de Ben Laden, cuyo supuesto cadáver fue posteriormente lanzado al mar, se ha registrado una intensificación de los ataques de aviones sin piloto. Dichos ataques suscitan una creciente indignación popular, lo cual ha obligado a la embajada estadounidense en Islamabad a exhortar a sus conciudadanos ha mantenerse alertas ante las «frecuentes manifestaciones antiamericanas [o sea, antiestadounidenses. NdT.] y antioccidentales».

Mientras tanto, se llama a los estadounidenses residentes en Kabul a «evitar los desplazamientos innecesarios y los lugares que frecuentan los occidentales». Y también a que, ante el menor aviso de peligro, salgan corriendo a encerrarse en la embajada-fortaleza, aunque esta última tampoco parece muy segura.




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