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sábado, 1 de octubre de 2011

ALEPH: Cristina y el terrorismo (III)

Carolina Escobar Sarti  
Este artículo cierra una serie de tres que iniciara la semana anterior. En el primero, partí del caso de Cristina Siekavizza, que parece tener todas las características de un feminicidio en un contexto de terrorismo patriarcal. Asocié, entonces, una bufonesca acción de inconstitucionalidad recién presentada por tres abogados quetzaltecos contra la Ley contra el Femicidio, por considerarla ellos “discriminatoria”. En el segundo traté de definir términos como femicidio y feminicidio, y relacioné el genocidio guatemalteco con nuestro presente de violencia.

En ambos reconozco la impunidad como eje común de una cultura tolerante con este orden de dominación y de su consabida violencia de género. En este artículo quisiera resaltar el papel que juega una parte de la sociedad frente a estos casos, particularmente las mujeres. 

Fueron mujeres, niños y niñas, las personas más violentadas con un propósito determinado en la etapa final del genocidio guatemalteco, según lo señala la Dra. Sanford; fueron hombres quienes idearon esa estrategia de muerte y la ejecutaron o hicieron cumplir. Fueron mujeres las que impulsaron y defendieron una iniciativa de ley que terminó en la aprobación de la Ley contra el Femicidio; llevamos siglos de leyes hechas por hombres y son hombres los que ahora plantean una acción de inconstitucionalidad. Una mujer fue torturada, violentada y continúa desaparecida; fue un hombre quien la torturó, violentó y después huyó, con el permiso tácito de sus padres, de ciertas instancias del Estado y de una parte de la sociedad.

Son mujeres las que se han puesto de pie, han dado la cara y han pedido justicia en el caso de Cristina, y en muchos otros casos de violencia de género, femicidio o feminicidio. Si no que lo diga Norma Cruz. Son mujeres las que han promovido leyes para garantizar la vigencia y cumplimiento de los derechos humanos de sus congéneres. Son mujeres, y algunos hombres solidarios que se han sumado en determinados momentos, quienes han hecho posible el sufragio femenino, entre otras conquistas sociales de las mujeres para las mujeres. Así que no nos creamos a pies juntillas eso de que siempre es una mujer la peor enemiga de otra; eso es solo lo que nos han hecho creer, y a veces hacemos lo posible para encajar en el moldecito. En casi todos los casos arriba citados es evidente que son mujeres las que han alzado su voz por otras. Dije “casi”, porque la madre de Roberto Barreda, esposo de Cristina y el gran sospechoso en este caso, es la excepción que confirma la regla; ella le ha seguido el juego al orden patriarcal y le ha dado la espalda a la más elemental concepción de justicia.

Por ejemplo, son mujeres organizadas quienes han reaccionado contra el recurso de inconstitucionalidad planteado por los tres abogados en el caso de la Ley contra el Femicidio. El movimiento organizado de mujeres participará en la vista pública el próximo 4 de octubre, como observador, pero antes presentó en la Corte de Constitucionalidad el recurso de Amicus Curiae, donde plantea argumentos jurídicos de peso para declarar sin lugar el recurso de inconstitucionalidad contra la ley. Esta es solo una de las acciones de incidencia que han hecho muchas mujeres.

Estoy consciente de la amplitud de toda ley y de los posibles abusos que ello supone en términos de su aplicación, pero eso no invalida una Ley contra el Femicidio que ha dado ya resultados positivos. Además, ¿cuántas leyes planteadas secularmente por juristas del sexo masculino han sido cuestionadas porque algunos las han interpretado como les ha dado la gana, para su propio beneficio? Así que, sabiendo que los hombres aprenden a disculparse por sus debilidades y las mujeres por sus capacidades, como dijera Lois Wyse, yo quiero hoy celebrar que en Guatemala hay mujeres valiosas y capaces que se atreven a pedir en recio la justicia que merecen ellas y todas las demás.

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